sábado, noviembre 29, 2008

Entrevistas con Nelly Richard y Tamara Adrián


NELLY RICHARD

TAMARA ADRIÁN

Hay que tomar en serio la simbolicidad de lo cultural para activar desde ahí nuevos imaginarios del cambio. Nelly Richard (Chile)
En materia de derechos, nunca se acaba la lucha. Tamara Adrián (Caracas)


En ocasión del Seminario internacional EQUIDAD DE GÉNERO EN ACCIÓN organizado por el Celarg en el marco del Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, el medio alternativo Corneta entrevistó a dos de las más destacadas ponentes que participan en este evento: Nelly Richard y Tamara Adrián


El próximo miércoles 4 de diciembre a las 4:30pm en el Celarg, se presentará el conversatorio Contra la violencia laboral y jurídica. Nelly Richard (Chile) presentará la ponencia “Violencia simbólica, leyes, igualdad y discriminación de género”, y Tamara Adrián, la ponencia “Estructuras patriarcales
hegemónicas como causa generadora de exclusión social y laboral”. Participarán también Doris Acevedo (Universidad de Carabobo) con su ponencia “Violencia de género en el trabajo, un hecho inadvertido”; y Marelis Pérez Marcano, Diputada de la Asamblea Nacional.


Con este importantísimo evento, el Celarg ha previsto unirse (con el Despacho del Viceministro de Cultura para el Desarrollo Humano, la Embajada de México, con el apoyo de Iaem, Amnistía Internacional, Casa de la Mujer Juana Ramírez La Avanzadora (Maracay), Cem, Gran Cine, Instituto Nacional de la Mujer y Yaneth Rivas) para la defensa de la equidad de género —en la vida doméstica, laboral, médica, jurídica, publicitaria y cultural en general— como parte de las líneas de investigación sobre representaciones sociales en la contemporaneidad.


La organización de actividades diversas están dirigidas a sensibilizar a la opinión publica sobre la violencia en un sentido muy amplio. Hoy día parece urgente despertar la conciencia colectiva sobre la necesidad de reconocer y superar la inequidad de género y estimular la participación de las mujeres en la toma de decisiones y la redimensión del poder en una vía más transversal.

Preguntamos a Nelly Richard :
¿Cuanto, o en que, se ha avanzado en los últimos años con respecto a los derechos de la mujer en Chile?

Durante los años de la dictadura en Chile, las mujeres feministas se organizaron para luchar por la recuperación democrática y, al mismo tiempo, para introducir el tema del género en los debates de la izquierda sobre la renovación socialista y para introducir ese tema -el de la conciencia de género- en las reflexiones sobre la política y lo político.

A partir de 1990, y durante los sucesivos gobiernos de la Transición, se produjo un notorio repliegue del avance feminista. Primero, lo que se llamó "la democracia de los acuerdos" privilegió los pactos y las negociaciones a través de una política del consenso que dejaba fuera de la agenda oficial todos aquellos temas polémicos y disensuales en torno a los cuales que generaron enfrentamientos de puntos de vista: desde los temas de derechos humanos hasta los temas valóricos. La creación del SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer) en el primer año del Presidente Aylwin) se prestó a que dicha institución fuera hegemonizada por la Democracia Crisitiana que, en materia valórica, suscribió las posturas conservadoras de la Iglesia que, siguiendo la moral evangélica, se puso a dictar pautas en materia de cuerpos e identidades sexuales. El Ministerio de la Mujer
se concibió básicamente como un Ministerio de la Familia que, si bien elaboró algunas políticas públicas favorables a las mujeres (en contra de la violencia intrafamiliar, por ejemplo), tendió a marginalizar de sus plantemientos el avance de la reflexión feminista -ganado durante la dictadura- sobre mujer, igualdad y diferencia. Esta postura de la Democracia Cristiana apoyada en las enseñanzas del Vaticano y consensuadas por la derecha conservadora en Chile, le quitó todo filo político a la reflexión sobre mujer, política, sociedad, poder, cuerpos e ideologías, que analizan la crítica y la teoría feministas.

El nombramiento de Michelle Bachelet como primera Presidenta de la República mujer, creó ciertas expectativas en torno a la cuestión del "género", sobre todo considerando que ella asumió su gobierno con un gesto audaz: el de aplicar la fórmula de lo "paritario" (simetría numérica de hombres y mujeres en los cargos de decisión pública) en la constitución de su Gabinete y otros organismos públicos. Lamentablemente, ella misma renunció a su propio compromiso con el primer cambio de Gabinete, restaurando una política de acomodos que transaba con la lógica tradicional de los partidos. Ni siquiera se alzanzó a debatir públicamente (aunque fuese para debatirlo) la cuestión de lo paritario, que quedó presa de los reduccionismos, las simplificaciones y los estereotipos con los que fue tratado en el mundo político (también en la Concertación) y en la prensa nacional.

¿Cuanto queda por hacer, cuales serían los movimientos claves para avanzar estos derechos en Chile?

Queda mucho por hacer toma en cuenta que Chile es un país en el que hace poco se dictó un fallo del Tribunal Constitucional en contra de la "píldora del día después", por considerarla abortiva, en circunstancias en que había sido una política del gobierno de Bachelet distribuirla en los consultorios públicos. Ese tipo de decisiones es completamente retrógrado...

Una de las lecciones que podemos sacar de lo ocurrido con Bachelet es la importancia de que la elaboración de las políticas públicas tome en serio la reflexión crítica en torno a género y feminismo, para dotarlas de mayor espesor crítico. La incorporación de más mujeres al aparato público -en cargos de decisión, influencia y poder- plantea, lo sabemos, temas complejos y ambiguos. No basta con "ser mujer" para articular una visión de sociedad desde la conciencia de género; no bastan las políticas públicas en torno a la mujer -sectorializadas- para desmontar la simbólica del poder dominante ya que las ideologías sexuales impregan todo el universo de significaciones y de representaciones que se despliega en torno a nociones como igualdad y diferencia; democracia; ciudadanía; participación y representación, etc. En Chile, la izquierda se ha mostrado relativamente indiferente al tema de la(s)
diferencia(s), de las mujeres y del género, mientras que la derecha le ha sacado provecho a un cierto inmovilismo político de las mujeres (justificado por el "temor a al cambio") que ha significado, históricamente, que su voto favoreciera a las tendencias más conservadoras de la derecha. Me parece indispensable que las fuerzas de izquierda en Chile piensen en lo político como algo que va más allá de lo programático o de lo instrumental de la política como administración. Hay que tomar en serio la simbolicidad de lo cultural para activar desde ahí nuevos imaginarios del cambio. No todo se resuelve en el lenguaje político-administrativo de las "políticas públicas". Lo "simbólico-cultural" condensa todo lo que desborda las lógicas de ordenamiento y regulación de lo social: imágenes, fantasías, discursos, subjetividad, identidad, lenguajes, etc. Y es en ese horizonte de lo cultural donde (también) lo emancipatorio toma forma, ya que no hay cambios políticos radicales sin una interrogación acerca de los modos de expresarse, de representarse y de comunicarse de las identidades a través de los discursos sociales. Es ahí donde se da la batalla entre lo hegemónico y lo contrahegemónico, lo dominante y lo subalterno, lo unánime y lo divergente, lo legitimado y lo excluido, etc.

Tamara Adrián respondió a nuestras preguntas desde Caracas:

¿Cuanto, o en que, se ha avanzado en los últimos años con respecto a los derechos de la mujer en Venezuela?

En materia de derechos de la mujer y de equidad de género ha habido un avance importante en Venezuela, como en el resto de los países vecinos. Esta evolución la observamos desde dos ángulos: fáctico y legal. Desde el ángulo fáctico observamos una toma de consciencia de la mujer de su rol protagónico en el ámbito de "lo público", del cual había sido históricamente desplazada. Esto hace que en Venezuela se estén graduando en las universidades más mujeres que hombres, inclusive en carreras tradicionalemente "masculinas" como ingeniería o arquitectura. Este porcentaje llega a 70% o más en algunas carreras tradicionalmente más "transversales" desde el punto de vista de género. La capacitación progresiva de la mujer le abre las puertas a trabajos que antes no soñaba desempeñar. Sin embargo, esta permeabilidad no ha llegado hasta las altas esferas del poder, tanto en el ámbito de la política como de las grandes actividades económicas. Desde el ángulo legal, ha habido leyes que buscan erradicar la violencia de género. Sin embargo, siendo abogada, no atribuyo a la ley otro valor que el que tenga en la medida en que se apliquen sus disposiciones. La ley en sí no sirve si no hay personas dispuestas a exigir su aplicación y funcionarios y funcionarias dispuestos y dispuestas a aplicarla. Y aún esto no se logra.

¿Cuanto queda por hacer, cuales serían los movimientos claves para avanzar estos derechos en Venezuela?

En materia de derechos, nunca se acaba la lucha. Siempre habrá una nueva meta. Pero, se ha transitado un largo camino. Un camino hacia la equivalencia de derechos.

¿En Latinoamérica, que nación (o naciones) están adoptando las medidas precisas para avanzar los derechos de la mujer?

En casi todos los países se están incorporando reglas sobre violencia de género. En Venezuela, luego de la nefasta sentencia del TSJ que anuló parcialmente la Ley de Violencia contra la Mujer, se dictó una Ley que asegura a la mujer una vida libre de violencia, que pretende establecer una serie de delitos y un conjunto de tribunales que estarían encargados de sancionar la comisión de esos delitos. Sin embargo, aún existe miedo de las víctimas en denunciar los hechos.

La equidad en el área política, laboral, económica, social, etc. debe ser igualmente abordada. Hay un proyecto actualmente en discusión en la Asamblea Nacional, llamado
Ley de Igualdad y Equidad de Género, que pretende destruir algunas barreras, particularmente en aquellos casos en los que la falta de equidad de género se basa en estereotipos socio-construidos sobre creencias e ideas de naturaleza religiosa, totalmente inadmisibles en un estado laico.

En la realidad social y política de la Latinoamérica de hoy, cuan estratégico es comprometer un conglomerado de naciones a avanzar los derechos de la mujer. ¿Se están promoviendo o aplicando estrategias dentro de organismos de integración como el ALBA, Mercosur, Unasur, Petrocaribe, Banco del Sur, etc.?

Mercosur ha sido la organización que más ha trabajado el tema a nivel regional. En las demás organizaciones se menciona el tema, pero no hay, en mi conocimiento, un trabajo serio de inserción de políticas de género claras.

Nelly Richard
Egresada en Letras Modernas, Université de La Sorbonne, Paris III. Es crítica y ensayista y Directora de la Revista de Crítica Cultural desde 1990. Directora del Magíster en Estudios Culturales y vicerrectora de Extensión, Comunicaciones y Publicaciones de la Universidad Arcis. Igualmente, es
Directora del Programa Postdictadura y Transición democrática: identidades sociales, prácticas culturales y lenguajes estéticos, de la Fundación Rockefeller en Chile, Universidad Arcis (1997-2000).Recibió la Beca Guggenheim en 1996.

Es autora de los siguientes libros: Feminismo, Género y diferencia(s), Santiago, Palinodia (2008); Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico, Buenos Aires, Siglo veintiuno (2007); Intervenciones críticas (Arte, cultura, género y política), Bello Horizonte, Editora Universidad Federal de Minas Gerais (2002); Residuos y metáforas, Santiago, Cuarto Propio (1998); La insubordinación de los signos: cambio político, transformaciones culturales y poéticas de la crisis, Santiago, Cuarto Propio (1994); Masculino / Femenino, prácticas de la diferencia y cultura democrática Santiago, Francisco Zegers Editor (1993); La estratificación de los márgenes, Santiago, Francisco Zegers (1989); y Márgenes e instituciones; arte en Chile desde 1973, Melbourne, Art and Text, (1987) y Santiago, Metales Pesados (2008).

Es editora de: Arte y Política, en co-edición con Pablo Oyarzún y Claudia Zaldívar, Editorial Arcis (2005); Utopías(s): revisar el pasado, criticar el presente, imaginar el futuro, Editorial Arcis (2004); Pensar en/la postdictadura, en co‑edición con Alberto Moreiras, Cuarto Propio, (2000); y Políticas y estéticas de la memoria, Cuarto Propio (1999): Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico, Siglo Veintiuno Editores (2007). Es autora de numerosos textos publicados en libros y revistas chilenas e internacionales.

Tamara Adrián

Abogada, licenciada summa cum laude, en la Universidad Católica Andrés Bello (1976). Se doctoró en Derecho Comercial, mention très bien, en la Université Paris II (1982) y está Diplomada en Derecho Comparado, mention bien, en el Institut de Droit Comparé
de Paris (1982).

Se ha desempeñado como docente en los cátedras de Derecho Civil III en la Ucab y la Universidad Central de Venezuela; Derecho Mercantil I en la Ucab; Mercado de Capitales, Títulos Valores Bursátiles, Sociedades Mercantiles y Contratos Mercantiles Internacionales de la Maestría en Derecho Mercantil de la Ucab; Teoría General del Acto Jurídico y Teoría General del Hecho Jurídico del Doctorado en Derecho, Ucv.

Es socia principal de Adrián & Adrián Abogados Consultores, prestando servicios a una cartera de clientes internacional y nacional en las áreas económicas, financieras, laborales, bancarias, petroleras y de comercio en general. Fungió como asesora externa de la Comisión Nacional de Valores. Es autora de numerosas publicaciones especializadas y activista de derechos humanos especialmente en materia de derechos de la mujer, derechos de la diversidad sexual, derechos de las personas que viven con VIH, y se considera promotora de la tolerancia y el respeto a la diferencia como base de la convivencia. Es miembro activo de numerosas asociaciones nacionales e internacionales defensoras de derechos humanos.

PROGRAMA - hasta el 10 de diciembre

Jueves 27
4:30 a 6:30 pm, Celarg piso 6, Sala A

Cine
Proyección de Boys don’t cry (Los chicos no lloran), de Kimberly Peirce, 1999, EE.UU.
Presentadora: Violette Bule
Ponentes: Luisa Arias, Casa de la Mujer Juana Ramírez La Avanzadora, Maracay; Alba Carosio, Cem, La primera obligación para un hombre es no ser una mujer; y Rafael Rondón Narváez, Upel

Martes 2 de diciembre 4:30 a 6:30 pm, Celarg piso 6, Sala A
Conversatorio: Contra el sexismo cultural
Presentadora: Carmen Hernández
Ponentes: Jessie Blanco, Revista Matea, Los cuerpos de ellas: en el intercambio de bienes simbólicos del sistema mundo capitalista-patriarcal, Las Barbies del capital; Mónica Mayer, México; Teresa Forcades, España; y Olga Morales, Argentina

Miércoles 3 4:30 a 6:30 pm, Celarg piso 6, Sala A
Conversatorio: Contra la violencia laboral y jurídica
Presentadora: Genny Lara
Ponentes: Nelly Richard, Arcis, Chile, Violencia simbólica, leyes, igualdad y discriminación de género; Tamara Adrián, Estructuras patriarcales hegemónicas como causa generadora de exclusión social y laboral; Doris Acevedo, Universidad de Carabobo, Violencia de género en el trabajo, un hecho inadvertido; y Marelis Pérez Marcano, Diputada, Asamblea Nacional

Jueves 4 4:30 a 6:30 pm, Celarg piso 6, Sala A
Conversatorio: Contra la violencia médica
Presentadora: Gabriela Olivo de Alba
Ponentes: Dr. Beltrán Lares, Auroramadre, Violencia médica en prosa y fotografía; Dr. Paolo Polito, Algunas reflexiones acerca de las prótesis mamarias; Marbella Camacaro, Universidad de Carabobo; Luisana Gómez Rosado, Cem, Sobre prácticas obstétricas y violencias de género

Martes 9 y Miércoles 10 8 pm, Celarg, Sala Experimental
Presentación teatral
Matariles
Teatro 8 de marzo

Venezuela. Un periodismo con nuevos códigos



Layisse Cuenca

En la construcción social de lo femenino y lo masculino, los medios de comunicación son los que dan significado y validan ciertas conductas asociándolas a roles y estereotipos de género establecidos y reproducidos a menudo por ellos mismos.

Medios no sólo de comunicación


"Los medios de comunicación forman parte de la sociedad en la que trabajan, y al mismo tiempo, la configuran diariamente. Tienen por lo tanto los mismos prejuicios sexistas que el resto de los colectivos; mantienen jerarquías masculinas y la discriminación de género instalada socialmente. Además de informar, proponen modelos sociales, formas de pensar y comportarse; por lo tanto, enfrentar como problema estructural, a la violencia de género, sin tomar en cuenta cómo los medios hacen representación textual o simbólica de las mujeres, sería cuesta arriba, poco menos que imposible. Porque si bien es cierto que hace décadas se consideraba que los medios eran sólo un “reflejo” de la sociedad patriarcal, en la actualidad está muy claro que los medios son un agente socializador, que compite con la familia y con la escuela en la formación de la subjetividad de las personas y en los modelos de humanidad a seguir."


Invisibilizadas

Las mujeres siempre hemos sido partícipes directas del acontecer histórico, sin embargo, es necesario que se sepa, que hemos sido ignoradas cuando esos hechos son recontados, organizados y analizados, en lo que conocemos como historia. De la misma manera, las mujeres estamos presentes en hechos cotidianos que son cubiertos por los medios de comunicación, que también nos excluyen del relato periodístico, que sobre esos eventos se realiza –en esa verdad mediática-.

Estereotipadas

El uso de estereotipos hace habitualmente que las mujeres que aparecen en los medios son las que responden a los ideales masculinos, es decir, bellas, jóvenes, altas, rubias, de medidas 90-60-90 (modelos, mises, artistas). Nunca vemos la presencia protagónica de las mujeres criollas, latinas, negras, indígenas, de baja estatura, etc. Hay estudios (monitoreos) que indican que las mujeres sólo somos reflejadas en los medios de comunicación en las tareas que han sido tradicionalmente asignadas: madres, amas de casa, esposas, consumidoras. Sólo hay un apartado en donde aparecemos como "protagonistas", y es cuando somos asesinadas, por el hecho de ser mujeres.

Violencia de género

Los/as periodistas no estamos familiarizados/as con este tema, por eso incurrimos en focalizar a las victimas y no a los agresores; siempre hay una ausencia de análisis y contextualización de la noticia; se mantienen fuentes de información de costumbre sin conocimientos específicos sobre el tema; se le da credibilidad a fuentes desinformadas, comentarios del vecindario, conocidos/as.

A diario leemos noticias donde no ha sido posible que los/as periodistas dejen de emplear erróneas y hasta vergonzosas expresiones cuando se refieren al feminicidio (asesinato por el hecho de ser mujer), nombrándolo como "crimen pasional", "asesinada tras un ataque de celos", "problema sentimental", "asesinato producto de una separación", "móvil sentimental", "desavenencias conyugales" o "después de una fuerte discusión…", con amarillismo, sensacionalismo. Se le da cobertura noticiosa sólo a los asesinatos de mujeres, pero se invisibiliza la violencia de género que no tiene desenlace mortal. La Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia (2007) establece diecinueve tipos de violencia de género.

Colegas periodistas, debemos tener presente que desde los medios de comunicación, podemos ejercer más violencia contra las mujeres a través de las palabras de la noticia que redactamos. Es por ello, que insistimos en la necesidad de establecer un código lingüístico. Habitualmente, las noticias sobre violencia de género aparecen en las páginas de sucesos de los periódicos, lo que no es casual. La violencia de género continúa siendo tratada como un hecho aislado "problema entre un hombre y una mujer" y no como delito, problema social, de Estado, de salud pública y de derechos humanos.

Responsabilidad Social

Los medios de comunicación tienen una importante responsabilidad social para enfrentar la violencia de género. Es por ello, que consideramos muy necesario la apertura de espacios de reflexión con/para periodistas, sobre el tratamiento equivocado que vienen dando hasta ahora a la información sobre violencia de género.

A su vez las ONG necesitamos acompañamiento de los medios para que el Estado provea todos los recursos necesarios a las mujeres, éstas encuentren respuesta oportuna y sus denuncias sean procesadas, en este sentido, necesitamos apoyo de los medios para denunciar la "Violencia Institucional de Estado", de organismos gubernamentales que no cumplen con la responsabilidad, obligación y competencia que la Ley les ha asignado, este tipo de violencia paraliza a las mujeres, genera en una buena medida la impunidad.

Formación en Género

El "género" es abordado en las redacciones tomando como referencia el imaginario cultural patriarcal de los/las periodistas. En las escuelas de Comunicación Social del país no existe una cátedra que forme en género a los/as futuros/as periodistas. No nos enseñan a escribir noticias de violencia de género, es más, ni siquiera nos mencionan el término 'Género'. Partiendo de allí ¿cómo podemos exigirles a los/las profesionales de la comunicación que rompan con los viejos esquemas? ¿cómo explicarles que nos encontramos en una sociedad donde reina el patriarcado y el androcentrismo? Si no manejan el marco conceptual de género ¿cómo van a conocer de dónde proviene la invisibilización de las mujeres a la cual los periodistas con nuestro lenguaje contribuimos en cierta medida?

Es necesario hacerles conocer el por qué de la violencia contra las mujeres, qué es el 'Círculo de la Violencia'; para que puedan comprender por qué después de siete u ocho años de ser víctima de violencia es cuando una mujer se atreve a denunciar, según lo refleja la estadística mundial. Es perentorio sensibilizarles sobre el valor, el coraje, de que se debe armar una mujer víctima de violencia de género para presentar una denuncia, para luego pasar por el trago amargo de que ésta no es tomada en cuenta por los órganos receptores de denuncia, o un colega o una colega periodista desinformado/a desestime dicha información por considerarlo "algo doméstico", información "caliche".

La Ley no es sólo punitiva

Pido a mis colegas que nos acompañen, a las mujeres, a la ciudadanía en general, a fin de que el articulado de la Ley referido a la prevención, comience a hacerse realidad; en este sentido, hacemos hincapié en la atribución y responsabilidad que la Ley le confiere al Ministerio de Educación, al Ministerio de Educación Superior, al Ministerio de Comunicación e Información, pues no existe todavía ningún proyecto de estos organismos dirigido a la prevención de la violencia de género ni a incorporar el tema 'Género' en los programas de estudio en los diferentes niveles de la educación, contemplado en la Ley. Las instituciones gubernamentales hasta ahora sólo hacen énfasis en desarrollar el articulado punitivo de la Ley y hacer llamado a las mujeres víctimas para que denuncien.

Nuestros sueños

Incorporar el género al ejercicio del periodismo como categoría de análisis transversal en todo el proceso comunicativo, es decir, que toda la información, todos los temas, sean tratados bajo la perspectiva de género.
Ojalá que algún día de las universidades de Venezuela egresen periodistas expertos/as en Género al igual que egresan en Desarrollo Comunal, Audiovisual, Economía, etc.
Pero, lo más importante es, que quienes trabajen en los medios de comunicación, destierren de sus mentes y corazones el sexismo, el machismo. Esto requiere un ejercicio de autoanálisis.

Biología e identidad ante el problema del aborto



Manuel Díaz y Claudio Scazzocchio

Estos dos prestigiosos biólogos uruguayos, de reconocida trayectoria en el país y en el exterior, coincidieron en Montevideo en momentos en que el presidente Vázquez fundamentó su decisión de vetar los polémicos artículos de la ley que despenaliza el aborto.


Convicciones personales, religiosas o filosóficas pueden fijar este momento en el mismo momento de la concepción. Es una postura legítima y respetable que no compartimos. Pero que no puede ser justificada por la biología de ayer, por la de hoy, y nos atreveríamos a decir por la de mañana. "Ser" y "persona" son conceptos jurídicos y éticos, psicológicos y filosóficos, que son definidos en función de la historia y la cultura. Todo lo que la biología puede decirnos es en qué momento un corazón empieza a latir, un sistema auditivo a funcionar, las competencias lingüísticas a establecerse. Puede -y lo está haciendo- decirnos cuál es el mecanismo que partiendo del programa genético lleva a estos procesos. No puede decirnos cuándo el feto se convierte en un sujeto de derecho. Sobre esto la biología es muda y debe serlo.


Entre los argumentos invocados por el presidente de la República en su carta al presidente de la Asamblea General, observando el proyecto de ley sobre salud sexual y reproductiva, uno ha sido llamado por la prensa "argumento biológico". Lo citamos por entero: "La biología ha evolucionada mucho. Descubrimientos revolucionarios como la fecundación in vitro y el ADN, con la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Tanto es así que en los modernos sistemas jurídicos -incluido el nuestro- el ADN se ha transformado en la prueba reina para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad, e incluso, en hipótesis de devastación, o sea cuando prácticamente ya no queda nada del ser humano, aun luego de mucho tiempo".

Por cierto la biología ha evolucionado mucho. Mucho más que lo citado precedentemente. Es nuestra convicción que los avances de la biología nada aportan al debate sobre la legitimidad del aborto. La secuenciación del genoma humano sólo nos proporciona la decodificación de un programa; es imposible reducir nuestra identidad a este programa. Conocemos muchas de las reglas de su lectura, pero otros descubrimientos recientes, como la existencia de ARN no codificantes, reguladores del desarrollo, nos dicen cuan incompleto es este conocimiento. Nada de lo que sabemos hoy altera lo que sabíamos hace mucho tiempo: en un huevo fecundado está presente una potencialidad que se desarrolla, "se despliega" en interacción con su ambiente desde la fecundación y más allá de los nueve meses de la gestación. Nada en el conocimiento del genoma humano y de los avances revolucionarios de la biología del desarrollo cambia el fondo del problema: decidir desde qué momento un embrión o un feto es una "persona".

Convicciones personales, religiosas o filosóficas pueden fijar este momento en el mismo momento de la concepción. Es una postura legítima y respetable que no compartimos. Pero que no puede ser justificada por la biología de ayer, por la de hoy, y nos atreveríamos a decir por la de mañana. "Ser" y "persona" son conceptos jurídicos y éticos, psicológicos y filosóficos, que son definidos en función de la historia y la cultura. Todo lo que la biología puede decirnos es en qué momento un corazón empieza a latir, un sistema auditivo a funcionar, las competencias lingüísticas a establecerse. Puede -y lo está haciendo- decirnos cuál es el mecanismo que partiendo del programa genético lleva a estos procesos. No puede decirnos cuándo el feto se convierte en un sujeto de derecho. Sobre esto la biología es muda y debe serlo.

El segundo argumento, el hecho de que "el ADN" es la prueba reina de "la identidad de las personas", no aporta, a nuestro parecer, nada a este debate y contiene una obvia contradicción interna. Precisamos nuestro pensamiento con un ejemplo: en la presentación reciente de un libro sobre los desaparecidos, llamó la atención a uno de nosotros la "biologización" de la identidad en el discurso corriente. Las secuencias de ADN que se usan para identificar a un individuo y/o a sus familiares nada tienen que ver con su identidad física, psicológica o cognitiva. Constituyen simplemente un marcador, análogo a un código de barras. El símil usado en esa ocasión, y que repetimos acá, fue: las secuencias de ADN usadas en la identificación forense tienen tanto que ver con la identidad de una persona como el código de barras de un CD de cuartetos de Beethoven con el contenido musical del mismo.

Existe una lamentable confusión semántica entre identificación e identidad. Y eso ilumina la contradicción: por eso mismo "el código de barras" sobrevive al desastre, a la muerte y nos permite identificar a un ser humano que fue, incluso muchos años atrás. El código de barras sobrevive, la organización genómica, celular y organísmica no sobreviven. Podemos identificar por su código de barras la envoltura del CD que contuvo los cuartetos de Beethoven. Nos parece honesto aclarar nuestra posición: somos completamente favorables a la despenalización del aborto dentro de los límites establecidos por la ley. Pero no podemos invocar la biología para decidir en qué momento el feto es "persona". Menos pueden hacerlo los objetores a la ley de despenalización.
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* Profesor de medicina, microbiología e inmunología de la Loyola University, Chicago.
** Profesor emérito de microbiología de la Universidad París XI y profesor invitado del Imperial College of Science, Technology and Medicine, Londres.

VÁZQUEZ, EL ABORTO Y LA FECUNDACIÓN IN VITRO

Mario A Svirsky, PH D

Varias personas han escrito sobre lo endeble de la fundamentación del presidente Vázquez para vetar el proyecto de ley que proponía despenalizar el aborto. Sin embargo, un aspecto que ha recibido poca atención es la referencia que hizo el presidente a la fecundación in vitro, a la que llamó con mucha razón "un descubrimiento revolucionario ". El problema es que para la fecundación in vitro frecuentemente se generan varios embriones (pueden ser hasta veinte, o más aun) y se seleccionan de dos a cuatro para ser transferidos al útero. Los demás son descartados o congelados. Si aceptáramos la creencia del presidente de que un óvulo fecundado es un ser humano, entonces parecería que crear 20 "seres humanos" y luego "matar" a 17 de ellos y transferir sólo tres al útero para finalmente llegar a obtener un único recién nacido estaría muy mal desde un punto de vista ético. En resumen, decir que la fecundación in vitro es un descubrimiento revolucionario es lógicamente inconsistente con la otra justificación del veto, la de que existe una vida humana desde el momento de la concepción. Lo que pasa es que la mayoría de los uruguayos no estamos de acuerdo con equiparar un óvulo fecundado con una vida humana, y la desprolija justificación del presidente muestra que ni siquiera él está del todo seguro.

Femicidio en Guatemala: Por acción o por omisión


Por: Ileana Alamilla

¿Hasta cuándo tendremos que esperar para que quienes tienen el poder de diseñar políticas públicas, de aplicar la ley y la justicia, o de legislar para hacer la diferencia, actúen consecuentemente?

La conmemoración del Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer este año coincide con el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la más importante y amplia de todas las declaraciones de las Naciones Unidas, fuente inspiradora de promoción y protección de las garantías y libertades fundamentales.


En su primer artículo señala que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están, de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. También consagra que “no debe haber distinción alguna por razón de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión pública o de cualquier otra índole”.

Nadie estará sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, y todos son iguales ante la ley, establece ese importante instrumento, tan desconocido y ajeno para muchas personas, como ignorado por el Estado guatemalteco, que, con su negligencia e incapacidad, ha permitido y tolerado el irrespeto a los derechos humanos fundamentales de las mujeres.

Es inconcebible que vengamos arrastrando una historia de asesinatos brutales, que nos han colocado, junto a Rusia, en los primeros lugares de países en donde se masacra a las mujeres. Da congoja mencionar las cifras que representan vidas truncadas de víctimas de esta desolación que hoy nos abruma.

Pero no solo es la privación de la vida; la violencia intrafamiliar, preludio de ese fin indeseable, se pasea por todo el territorio nacional y aunque ahora algunas víctimas denuncian estos hechos, no hay autoridad, ni ley, mucho menos políticas dirigidas a frenarlos. Y que no nos digan que es un problema de otros gobiernos, hay que asumir responsabilidades y no buscar a quién echarle la culpa, ya que ¡la indiferencia también mata!

En esta coyuntura conmemorativa también se anuncian planes para frenar los femicidios, se coloca el tema en todos los medios, se dan a conocer estadísticas, hay comunicados, declaraciones y ofrecimientos; sin embargo, pasada la fecha, todo vuelve a esa anormalidad que provoca la continuación del luto o los malos tratos, las agresiones verbales, los golpes, los abusos, las violaciones y, finalmente, la muerte, que incrementa la cifra de las asesinadas; este año han aumentado las distintas expresiones de violencia hacia nosotras.

La otra parte de la tragedia es que entre las víctimas se cuentan niñas y adolescentes, quienes ven sus vidas destrozadas cuando se les somete a esos altos niveles de abuso que las denigran y lastiman, cercenándoles el derecho a la felicidad.

La pobreza y la falta de oportunidades para las mujeres son otras de las facetas de la violencia, ya que no tener una vida digna también es transgredir las garantías fundamentales. Hay un sentimiento generalizado de desesperanza ante tanto crimen, algunas familias han perdido la confianza de alcanzar justicia. Los victimarios y el Estado permisivo son responsables de estos actos.

¿Hasta cuándo tendremos que esperar para que quienes tienen el poder de diseñar políticas públicas, de aplicar la ley y la justicia, o de legislar para hacer la diferencia, actúen consecuentemente?

La década del feminicidio mexicano


Por: Gerardo Albarrán de Alba

La participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública ha generado un aumento significativo de violaciones a derechos humanos e impunidad y los abusos de mujeres por parte de militares van en aumento, dice una ONG.

Agobiado el país por las más de 4500 ejecuciones vinculadas con el crimen organizado en este año, otros miles de asesinatos carecen de la visibilidad necesaria para reparar en otras formas de la descomposición social: al menos 1014 mujeres han muerto “de manera brutal” en sólo 19 meses en 13 estados. Además, entre el 1º de diciembre de 2000 y junio de 2007, organizaciones no gubernamentales han documentado 7088 feminicidios en México.


Son las otras muertes de las que no se habla, ni siquiera porque muchos de estos crímenes tienen que ver con la militarización en el país para combatir al narcotráfico, que ha potenciado la reproducción de la violencia contra las mujeres y la multiplicación de la impunidad, “situación que ha sido posible, en gran medida, por la actitud de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que con laxas recomendaciones ha permitido la evasión de responsabilidades de militares acusados de abusos contra mujeres”, acusa el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) en su informe “Una mirada al feminicidio en México”, que abarca de enero de 2007 a julio de este año, dado a conocer en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

Y es que la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública ha generado un aumento significativo de violaciones a derechos humanos e impunidad, sostiene María de la Luz Estrada, integrante de OCNF, que es un colectivo creado en 2007 por más de 43 ONG en 17 estados del país. Casos representativos son las mujeres violadas por policías de los tres niveles de gobierno el 3 y 4 de mayo de 2006, durante los operativos de San Salvador Atenco, en el estado de México; el caso de la indígena Ernestina Ascencio, en Soledad Atzompa, Veracruz, violada y asesinada por militares en 2007; las cuatro menores de edad violadas por militares en los municipios de Nocupétaro, Carácuaro y Huetamo, en Michoacán en el mismo año, y las catorce mujeres violadas en Castaños, Coahuila.

Para OCNF, los feminicidios expresan situaciones extremas de violencia contra mujeres y niñas y son la continuación de un estado de terror que incluye diversas formas de humillación, desprecio, maltrato físico y emocional, hostigamiento, abuso sexual, incesto, abandono y acoso. Según el informe, las mujeres en México padecen tortura y violaciones sexuales y son privadas de la vida “de manera brutal”, en Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Distrito Federal, estado de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Tlaxcala, Tabasco y Yucatán, al grado de que 41 por ciento de mujeres y niñas asesinadas en esos estados fallecen a consecuencia de asfixia, heridas con armas punzocortantes y traumatismos craneoencefálicos. Casi 26 por ciento muere por disparo de arma de fuego. El 19,82 por ciento de las mujeres son víctimas de sus parejas, 11 por ciento fueron asesinadas por algún miembro de su familia y 10,7 por ciento, por alguien con quien no tenían ningún tipo de relación. Del resto no se supo la relación de la víctima con su victimario. Sólo en 314 casos quedó esclarecido el motivo del crimen (problemas familiares, celos, violación, misoginia y venganza). Del resto, ni idea.

A pesar de esto, “el Estado mexicano no ha establecido acciones o mecanismos realmente eficaces para atender la problemática. Las políticas públicas no han sido suficientes para garantizar el respeto a los derechos humanos de ese sector de la población y con ello garantizarles el acceso a la Justicia y a una vida libre de violencia”.

Para colmo, “el gobierno mexicano sigue incurriendo en prácticas que ocasionan violaciones graves a los derechos humanos de las mujeres debido a su inobservancia de garantizar y respetar sus derechos”, advierte OCNF e incluso reclama que, ante la militarización que se vive en el país, “es necesario la implementación de evaluaciones periódicas en las zonas militarizadas por medio de organizaciones nacionales e internacionales protectoras de los derechos humanos de las mujeres, al efecto de salvaguardar la vida y seguridad de las mujeres que se encuentran bajo los contextos de militarización”.

viernes, noviembre 28, 2008

Un siglo con Simone


Higinio Polo / Rebelión

Ahora que cumplimos cien años con Simone de Beauvoir, y que en Francia han celebrado un coloquio internacional para reexaminar su obra, para la derecha política e intelectual la atención hacia su figura (y, por extensión, a la de su compañero de tantas batallas, públicas y privadas, Jean-Paul Sartre) está centrada en la continuación del esfuerzo de demolición de una memoria crítica, de una cultura militante, de una racionalidad que criticó con contundencia al capitalismo, y que, tras la desaparición de la URSS, fue declarada por los intelectuales del liberalismo enterrada para siempre. Algunos portavoces de esa sabiduría derechista han hablado de los cien años de Simone de Beauvoir como de la celebración de un amargo centenario, aludiendo a que algunos de sus libros no se reeditan, como si eso, ay, no ocurriese con tantos autores memorables.


Esos feroces censores de Beauvoir, depredadores de la inteligencia crítica de la izquierda, se deleitan ahora en detallar las críticas que su obra y su trayectoria vital recogen entre antiguos seguidoras y entre algunas personas que la frecuentaron, como si no supieran que los seres humanos estamos hechos, también, de contradicciones, como si la esencia del ser humano no fuera tejer la dignidad entre verdades y mentiras. Así, se ha hablado en estas semanas de colaboraciones de la escritora con Radio Vichy, que son esgrimidas como prueba de un oscuro pasado, justo al lado de una supuesta indiferencia ante la ocupación nazi de Beauvoir y Sartre, que no es cierta; olvidando con afectación que millones de franceses vivieron como pudieron bajo las botas alemanas, y que fueron pocos (los hombres de Jean Moulin, los comunistas, De Gaulle desde Londres) quienes resistieron y se jugaron la vida para mantener el maquis y la dignidad de Francia, para colaborar desde lejos con el Ejército Rojo que era quien soportaba la lucha por la libertad.

Por añadidura, en este confuso inicio de siglo, lleno de fisgoneo de alcobas y de medios de comunicación empeñados en atizar el morbo popular y la información de cloaca, no podían faltar sórdidas historias de amantes despechadas de la pareja de escritores, de compañeros sexuales “utilizados” por Sartre y por Beauvoir, o por ambos, y despreciados después por los dos. No podían faltar detalles grotescos de una vida doméstica en la que Sartre (¡!) “destacaba” por su escasa limpieza personal y otras lindezas semejantes. De hecho, todo vale, en este centenario de Simone, hasta supuestas revelaciones de pederastia, inclinaciones al abuso de menores, voraces comentarios sobre su bisexualidad. Algunos, incluso se han cebado mostrando una desconocida fotografía, que publicó a principios de este año en Francia Le Nouvel Observateur, en la que puede verse a Simone de Beauvoir recogiéndose el pelo, desnuda, de espaldas a la cámara, como si esa escena privada revelase una oculta doblez de Simone. De manera que las cosas no fueron como esperábamos, sino como ahora nos las cuenta esa derecha política e intelectual. Beauvoir y Sartre no habrían sido, así, una pareja libre, sino dos hipócritas que pontificaban sobre la libertad sexual y personal mientras escondían un sórdido interior, una vida doméstica llena de humillaciones y mentiras. Por supuesto, esa prensa conservadora, esos círculos de la derecha, enarbolando las mentiras del desacreditado y tramposo, pero no por ello menos eficaz, Libro negro del comunismo, ha puesto el acento en su compromiso militante, en su adscripción al comunismo, que ha sido presentado como la prueba de la ceguera política de Beauvoir, y de Sartre ante “regímenes monstruosos”, porque defendieron la revolución china y la cubana, y viajaron a Moscú, y a Pekín, y a La Habana. El libro de Beauvoir sobre China, —significativamente titulado La larga marcha, donde mostraba su admiración por un cambio de trascendencia histórica que hoy apenas empezamos a vislumbrar— y los manifiestos de apoyo a la revolución son también juzgados como la prueba de su “inclinación por la tiranía”. Otros, inapelables, sentencian que tras la caída del muro de Berlín, Beauvoir quedó enterrada entre los cascotes. De hecho, esas críticas no aportan nada, más allá de la venganza y la cólera de quienes quieren estar seguros de sus propias profecías por el procedimiento de proclamarlas definitivas. Quieren construir con Beauvoir una figura trágica, otra más, la efigie de un fracaso tan anunciado por los profetas de la desaparición del comunismo y de la izquierda como desmentido por la vida. Así que cumplimos cien años con Simone, sabiendo que muchas de sus certezas, intuiciones, esperanzas, han sido fructíferas, y que sus errores también nos acompañan.

Su vida en común con Sartre, al que se había unido en 1929, atravesó los años treinta y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y que, tras la incorporación a filas de su compañero y su posterior detención como prisionero de guerra por los alemanes, donde permanecería nueve meses detenido, les llevó a iniciar una vida nueva en el París sometido a la ocupación nazi. Después, llegó la aventura de Les Temps Modernes. Tanto Simone de Beauvoir como Sastre, criticados por una supuesta indiferencia ante la ocupación alemana de París, que no era cierta, participaron en la resistencia, como después colaboraron en otras iniciativas memorables, sobre las que sus críticos pasan de puntillas, como en su espléndida labor con la comisión Bertrand Russell fundada para investigar los crímenes de guerra norteamericanos en Vietnam.

El final de la guerra trajo esperanzas renovadas, en esa ciudad donde Beauvoir recordaba a Hemingway bebido, en su encuentro con Jean-Paul Sartre, en 1945. En la Francia de la penuria y la pobreza, de las luchas obreras, Doisneau los fotografía, a Sartre y a Beauvoir, y a otros intelectuales franceses que viven con la noche, que hablan del comunismo y de la revolución, mientras ven aparecer a un nuevo gendarme en ese París que es una de las trincheras de la lucha ideológica entre el capitalismo norteamericano y la izquierda que quiere aprovechar la derrota del fascismo para definir la marcha hacia el socialismo. Son los años de discusiones apasionadas, de desencuentros políticos, de diferencias con el Partido Comunista Francés, que tenía que conjugar su papel como garante de la independencia de Francia, ante el ímpetu de su patrón-aliado del otro lado del Atlántico, con el de sujeto activo de la revolución obrera. Son años de la rue de Seine y de los cafés de Saint-Germain-des Prés, en los que el filósofo compañero de Beauvoir pensaba en su revista Les Temps Modernes, con Paul Nizan muerto, y con su amistad con Raymond Aron abocada al fracaso de los desecuentros ideológicos. Las memorias de Simone de Beauvoir, que son, también, las memorias de Sastre, aunque él no escribiese en ellas ni una palabra. El ser y la nada, publicado en 1943, anunciaba algunas inquietudes que seguirían después en el existencialismo, donde fue acompañado por Beauvoir, intentando definir una forma distinta de examinar a la humanidad doliente en Les Temps Modernes, donde ambos hablarían del compromiso político del escritor, también de la situación de las mujeres, del nuevo feminismo.

Sabían que sus enemigos eran poderosos, aunque nunca imaginaron que lo serían tanto. Los hombres de Washington en Francia, sus servicios secretos, su dinero llegaron a financiar periódicos y revistas de la derecha, compraron voluntades, corrompieron a intelectuales y a dirigentes políticos, manipularon elecciones. Encounter, una revista creada por la CIA, pontificaba sobre la libertad y sobre el derecho de los escritores a mantener su independencia y su autonomía, mientras llegaban las instrucciones desde Washigton, mientras elaboraban las mentiras y organizaban campañas de desprestigio contra gente como Beauvoir, Sastre, Aragon y otros intelectuales comunistas. La revista Preuves, fundada en 1951 por encargo de la CIA, para combatir las ideas de Les Temps Modernes, y The Paris Review, otra publicación creada poco después, cumplía la misma función, con personajes tan poco recomendables como el escritor Peter Matthiessen, un mercenario de la CIA.

En esa compleja sociedad francesa, cruzada por múltiples contradicciones, Beauvoir vivió siendo una mujer libre, que destacaba en la posguerra europea porque estaba en la sociedad de una forma distinta a como sus contemporáneos se habían acostumbrado. Quiso indagar sobre su propia condición, sobre su feminidad, sobre la independencia personal, sobre la sexualidad de unas mujeres que habían vivido en la ignorancia de su propio cuerpo, desconociendo su derecho al placer; también, se interrogó sobre la maternidad, defendió la opción al aborto que tan tarde llegaría en Francia, el país de la libertad. Por eso, Sartre y Beauvoir quisieron trazar una nueva frontera en las relaciones entre los dos sexos, y huyeron de las convenciones de la familia tradicional, aunque eso no dejó de crearles problemas incluso con los sectores más progresistas de Francia, con el movimiento obrero y el Partido Comunista, que, inevitablemente, reflejaba en sus filas algunos de los tópicos de la familia tradicional; ambos huyeron del sexo como prisión, rechazando el modelo de unas relaciones amorosas y sentimentales codificadas por siglos de conservadurismo, y avanzaron a ciegas: cuando empezó a llegar la idea de la libertad sexual en los años setenta, lejano reflejo de la libertad que, un cuarto de siglo antes, había traído la derrota del fascismo, y, aún más atrás, herencia de los primeros años bolcheviques, Sartre y Beauvoir eran ya unos ancianos, que habían contribuido a la voladura de la hipocresía de la moral burguesa y al retroceso de la cárcel sexual y sentimental en que habían sido encerrados tantas generaciones. Cuando empezó a hablarse de revolución sexual, cuando los libros de Reich y sus nuevas ideas sobre la sexualidad fueron moneda común entre los jóvenes, cuando la juventud empezó a romper con el pasado, las jóvenes se dieron cuenta de que Beauvoir y otras mujeres como ella contribuyeron de forma determinante a ello.

La Francia de Malraux, quien en 1946 había anunciado que los soviéticos llegarían hasta París, afirmando que Moscú atacaría a Francia, con una miopía que hoy nos hace sonreir; la Francia de del Llamamiento de Estocolmo por la prohibición del armamento atómico, que llegó a reunir seiscientos millones de firmas; la Francia de Merleau-Ponty y Raymond Aron, de Jacques Prévert, de Claude Lévi-Straus, de Camus, de Picasso, de Combat, es la de los años de eclosión intelectual, de vida y discusión en los cafés, de lucha ante el fantasma de la bomba atómica y del nuevo imperialismo norteamericano, de búsqueda a ciegas de imposibles equilibrios políticos que llevarían a la ruptura de Sartre con Camus. Los años del existencialismo, con Sartre, Beauvoir, Camus, suponen el inicio de una nueva indagación donde el ser humano y su relación con el tiempo, con la libertad, con la especial condición humana que hacía a veces áspera la vida pero también la dotaba de sentido, como pretendían ellos mismos, como sospechaba Beauvoir. La tan citada frase de Sartre, “la existencia precede a la esencia”, era una certeza y una brújula para el futuro, y, además, la expresión de una sociedad en crisis, que había visto la alegría de la liberación y, después, el regreso de los viejos poderes que ahogaban a Francia, la recuperación de la vieja burguesía sin proyectos de futuro pero con enormes ansias de dominación social, de recuperación del tiempo perdido, de rechazo a los fantasmas revolucionarios que había entrevisto con los partisanos que liberaron París. Sin embargo, poco a poco, el conservadurismo que llenaba de polvo y mentiras a Francia, los hipócritas mandarines de la iglesia de la iglesia católica, que volvían absurda la existencia y construían un mundo sin sentido, los nuevos guardianes del mundo burgués que habían aterrizado en Francia con los soldados norteamericanos, consiguieron dirigir de nuevo el país, no sin resistencias, no sin duras luchas de la clase obrera. En esa sociedad, ¿cómo iba a ser la nueva mujer? Esa pregunta guiaría muchas de las reflexiones de Beauvoir. Porque las mujeres se habían incorporado al trabajo ya con la revolución industrial, pero no a la vida pública, y cuando llegó la gran guerra los gobiernos proclamaron que el patriotismo que ensangrentaba a Europa debía llevar también a las mujeres a las fábricas, debía conducirles a producir material de guerra, a sustituir a los hombres que morían en el barro de las trincheras. Después, todo pareció volver a ser como antes, aunque llegaría la garçonne, y las flappers, y la exigencia de un nuevo papel para las mujeres. Pero también la vida personal de Beauvoir y Sartre estaba llena de renuncias, de pequeñas miserias y de rivalidades mezquinas, a veces de juicios poco edificantes con las personas con las que se relacionaron sentimentalmente.

Con El segundo sexo (del que sólo en Francia se han vendido más un millón de ejemplares), Simone de Beauvoir expresó que la condición de la mujer estaba sujeta a la mirada de una época lastrada por siglos de condicionamientos culturales, que pesaban más que su propia morfología, que su propio cuerpo. Ese libro, publicado en 1949, abrió nuevas perspectivas para la emancipación femenina, y sigue siendo una obra importante para el movimiento de liberación de la mujer, aunque no por ello la figura de Beauvoir dejaría de ser controvertida para una parte del más reciente movimiento feminista. Casi hasta los años setenta, Beauvoir pensó que los problemas de la mujer quedarían resueltos con su independencia personal, con el socialismo, aunque a partir de esos años se percató de que el socialismo podría no dar una respuesta completa a la subordinación de las mujeres. No quería ser “diferente”, puesto que consideraba que la delimitación de los papeles de los dos sexos era una herencia del pasado con la que había que terminar. Beauvoir sólo admitía la igualdad. Y la igualdad, a veces, recorría extraños caminos. Tal vez por eso afirmó: “¿Qué es en el fondo actuar sino mentir? ¿Y qué es actuar bien, sino mentir convenciendo?”

Beauvoir transitó por el camino abierto por las obreras de las fábricas que reclamaban su derecho al cielo proletario, por la senda de Rosa Luxemburg, de Clara Zetkin, por la ruta de figuras de la guerra civil española como Dolores Ibárruri y Federica Montseny. En ella, estaban también los ecos de las sufragistas, el magisterio de quienes habían luchado por la igualdad política de las mujeres, que fue llevado después por Beauvoir a las relaciones domésticas, a ese ámbito privado en el que incluso los hombres de izquierda que querían cambiar la vida y la historia, mantenían relaciones de dependencia, casi de sumisión con sus esposas. Beauvoir creyó siempre que no podían romperse las cadenas de la opresión en la sociedad capitalista si no iban de la mano de un cambio histórico en la relación entre los dos sexos.

Su pasión por la escritura, su renuncia a tener hijos, su admiración por la revolución china, su adscripción comunista, aunque fuera permitiéndose en la Francia de la guerra fría todas las heterodoxias que no siempre fue posible mantener, nos la hacen cercana, aunque su figura desprenda una cierta frialdad que parece acompañar a una época difícil, a un tiempo de canallas, como escribiera otra mujer excepcional, Lillian Hellman, también de simpatías comunistas. Cuando Beauvoir publicó sus Memorias de una joven formal (1958), libro al que después seguirían La fuerza de la edad y La fuerza de las cosas, publicadas en los primeros sesenta, había conseguido ya una obra singular, apreciable, con éxitos como Los mandarines, que obtuvo el premio Goncourt en 1954. Fue una buena escritora, imaginativa, eficaz, pulcra, comprometida con su tiempo.

Su comportamiento libre, su afecto por Sartre, que algunos consideraron dependencia, la especial relación afectiva entre dos intelectuales que buscaban la libertad personal mientras vivían el sueño colectivo de cambiar la vida, envolvieron por completo su existencia. ¿Qué importancia tenían otras relaciones menores, más allá de la expresión de una voluntad libre, de la satisfacción pasajera, si ambos habían decidido vivir así? Por eso, en Beauvoir encontramos ecos de los relatos que Dorothy Parker publicó en los años de entreguerras, donde la escritora norteamericana definía a una mujer que ya no tenía nada que ver con las viejas tradiciones bíblicas que habían llegado desde Europa con los peregrinos del Mayflower, una mujer que estaba dispuesta a ser protagonista de la sociedad moderna. Con Simone de Beauvoir y otras como ella, parecía llegar la edad de las mujeres, el momento en que esa “mitad del cielo” de la cultura china iba e encarnarse en derechos políticos, civiles, en igualdad ante la vida. Si la cultura convencional ya había aceptado que las mujeres podían estar en el mundo sin mirar de reojo lo que decidieran los hombres, si desde George Sand y, después, Virginia Wolf se había empezado a definir una nueva sensibilidad femenina (¡una habitación propia!) que se abría paso en el imaginario colectivo, en el mundo que proclamaba que Woman is beautiful, la Francia que aceptaba por primera vez a una mujer, Marguerite Yourcenar, en la Academia, en 1980, había ya cambiado mucho, en el momento en que Beauvoir llegaba al final de su vida. En ese mismo año murió Sartre, y Beauvoir, que era tres años menor que él, sólo le sobrevivió seis años. Nos dejó la elaboración de una idea de la feminidad que sigue influyendo en millones de mujeres, sabiendo, como escribió, que “la naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida”. También, un actitud vital de compromiso con los trabajadores. Por eso, en este 2008 en que cumplimos cien años con Simone se han estrenado algunos documentales, y se seguirán escribiendo biografías, aunque la derecha intelectual y política siga intentando la demolición de su memoria. Sus libros seguirán interesando a muchas mujeres y hombres en un tiempo en que, aunque tantas cosas hayan cambiado, la mirada de Beauvoir sigue representando el inicio de una reflexión lúcida y honesta, premonitoria de muchos de los cambios por venir.

jueves, noviembre 27, 2008

Violencia: ver para actuar


Por Alba Trejo y Helen Álvarez Virreira

Entre 50 y 70 por ciento de las mujeres son o han sido golpeadas y amenazadas más de una vez en su vida, por su esposo, compañero, novio o ex novio en México, Colombia, Perú, Guatemala, Bolivia, Venezuela, República Dominicana, Uruguay, Chile y Argentina. En este último caso y ante las alarmantes cifras, el Senado acaba de dar media sanción a un proyecto de ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.


Argentina

En la ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Salud atendió en un año un promedio de 7.146 denuncias en la línea 911 Mujer. El 54 por ciento de las argentinas golpeadas son casadas.

De acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, se estima que un 25 por ciento de argentinas son víctimas de violencia y que 50 por ciento experimentará algún tipo de agresión en alguna etapa de su vida.

Antes tales cifras, el Senado dio media sanción el pasado miércoles 26 de noviembre a un proyecto de ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. En el proyecto se reconocen cinco tipos de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, y simbólica. Y se describen seis modalidades: violencia doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática.

México

Se ubica como una de las naciones donde cada minuto que transcurre suceden por lo menos tres actos de violencia contra las mujeres, y cada 18 segundos una de ellas es víctima de una golpiza.

El Instituto Nacional de Salud hospitalaria de México reveló que, en un sólo año, fueron atendidas más de 7.000 mujeres tras haber sufrido violencia física como empujones, golpes, heridas de armas de fuego o punzo cortantes.

En esta nación todavía persiste el temor de buscar ayuda. Según diversas fuentes, 84 por ciento de las mexicanas considera que la violencia es algo natural y un asunto privado que sólo compete a la pareja.

Venezuela

Dramática situación también viven las venezolanas. Cada 10 minutos, las autoridades reciben una denuncia de una mujer golpeada por su esposo, en tanto que en Perú cada hora se reporta que 10 mujeres sufren violencia intrafamiliar, lo que significa que al final del día 240 peruanas son agredidas, corporal y sicológicamente.

Las cifras del Instituto Nacional de la Mujer de Venezuela dan cuenta de que en ese país las maltratadas física y sicológicamente se encuentran entre los 20 y 44 años de edad, justamente en la etapa reproductiva de su vida.

Perú

Para tener idea de la dimensión del problema de violencia intrafamiliar en Perú: la atención y revisión a víctimas de violencia familiar en ese país constituye el 52 por ciento de los servicios prestados por el Instituto de Medicina Legal. En tanto, el Ministerio del Interior reportó que cada cuatro horas tres mujeres son víctimas de violencia sexual.

Guatemala

Al menos cinco millones de las siete millones de guatemaltecas sufren violencia doméstica, según estimaciones de grupos defensores de sus derechos. Tanto así que la Fiscalía de la Mujer del Ministerio Público de la nación centroamericana advierte que a ese lugar acuden al menos 15.000 mujeres al año a denunciar que sufren de violencia doméstica, una cifra que supera las denuncias del resto de naciones latinas, exceptuando
México.

La cultura patriarcal enraizada impide la denuncia de este sector poblacional. Un ejemplo de ello es que apenas el uno por ciento de las guatemaltecas golpeadas en el hogar denuncia a las autoridades los abusos sufridos.

República Dominicana

En este país, es la propia mujer quien, tras ser amenazada de muerte y maltratada, tiene que notificar al individuo y luego llevarlo consigo a la policía para que lo detenga. Eso las obliga a callar ante el temor de no tener respuesta y sí represalias.

Hay 14 fiscalías barriales en el Distrito Nacional, las cuales recibieron en los primeros siete meses del año alrededor de 5.595 denuncias por violencia de género.

Colombia

En Medellín, el Centro de Atención Integral a Víctimas de Violencia Sexual (CAVAS) contabilizó durante el primer semestre de 2007, abuso sexual y actos sexuales abusivos contra 201 mujeres y 388 niñas, y registró 2.219 casos de violencia intrafamiliar.

Según la Encuesta de Demografía y Salud 2005, de ese país, el seis por ciento de las mujeres reportaron haber sido forzadas a tener relaciones sexuales, y el 47 de éstas dijeron que fueron violadas antes de los 15 años de edad. El sondeo no incluyó los abusos sexuales provenientes del esposo o compañero.

Con esos datos, la investigación confirmó que la mitad de las colombianas que han sufrido este crimen son adolescentes.

El estudio evidenció, además, que, de cada 100 mujeres ultrajadas, 76 lo fueron por personas conocidas como amigos (22 por ciento), parientes (18), exmaridos (15), novios (ocho), y empleadores (tres). El padre fue reportado violador en el tres por ciento de las encuestadas y el padrastro en el cinco.

Uruguay

El robo y la violencia intrafamiliar compiten en Uruguay. En este país, que dos años atrás mantenía un promedio de 3.293 denuncias por violencia al año, hoy en seis meses elevó esa cifra a 5.829.

Agregado a los golpes y al daño sicológico, las latinas padecen además lo que se conoce como la forma más extrema de la violencia de género, que es la muerte. Para ellas, el derecho a la vida también es vulnerado en la calle, a tal punto que sus cuerpos son violados y posteriormente torturados y desmembrados

(…)

La violencia contra las mujeres supera a las soluciones

Las estadísticas muestran que la situación de las mujeres poco ha variado desde 1981, cuando organizaciones feministas eligieron el 25 de noviembre como el Día contra la Violencia hacia las Mujeres, recordando el asesinato, en 1960, de las hermanas Mirabal, activistas de República Dominicana, ordenado por el presidente Rafael Trujillo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que, en América Latina y el Caribe, entre 30 y 60 por ciento de la población femenina ha sido agredida física o sexualmente por sus parejas en algún momento de su vida, a pesar de los fondos que la cooperación internacional ha destinado para impulsar diferentes iniciativas, gubernamentales y privadas.

Sin embargo, sí se ha avanzado en visibilizar los incontables y variados actos de violencia que sufren las mujeres y niñas en todo el mundo y también en que miles de mujeres hayan decidido denunciar a sus agresores.

Los problemas

Jneth Alfaro, impulsora de la creación de los Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM) en Bolivia y experta en temas de violencia contra las mujeres, desde la vivencia propia y ajena, anota varios aspectos que, en unos países más que en otros, llevan a que las soluciones sean sólo parches.

Las ONGs, lejos de dar soluciones, les están restando responsabilidad a los Estados, por un lado, y por otro les disputan fondos de la cooperación. ''No es que no haya dinero, sino que está disperso y mal empleado''. Con excepciones en todos los países, muchas de estas organizaciones han hecho de la violencia su fuente de ingresos y destinan recursos a estudios y campañas, cuando las mujeres tienen necesidades apremiantes, sostiene.

La aplicación de las normas se enfrenta con los vacíos legales, el desconocimiento o con la insensibilidad. Para Alfaro, un título no garantiza una atención cálida, imprescindible cuando la soledad y la impotencia se apoderan de las mujeres que han decidido hacerle frente a la violencia. Además, y ella es testigo, muchas juezas y mujeres policías que deben hacer cumplir las leyes también son víctimas silenciosas.(…)

Machismo no es masculinidad...


FOTO: JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS (coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades)

Los mandatos para "ser hombre" que predominan en América Latina incluyen, entre otras cosas, "nunca decir no" a las tentaciones de la calle, ser "macho" sin importar el riesgo y, sobre todo, evitar cualquier rasgo o sentimiento que pudiera verse femenino o poner en duda la masculinidad.

En esta lógica, podría parecer que el machismo es la única manera de "ser hombre", reflexionó Julio César el historiador cubano, profesor de la Universidad de La Habana.


Sin embargo, a juicio del intelectual, nuevos modelos para asumir la masculinidad no sólo son posibles, sino imprescindibles para, entre otras cosas, terminar con la violencia doméstica. Este martes se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, así declarado por la Organización de las Naciones Unidas en 1999.

IPS: Aunque hay muchas maneras de asumir la masculinidad, la hegemónica pasa por el machismo, que se ha convertido en algo dominante en sociedades como la cubana. ¿Cómo se ha producido esto?

JULIO CÉSAR GONZÁLEZ PAGÉS: Tal pareciera que el machismo le viniera por ADN a los hombres, que es una identidad más allá de la cultura. ¿Por qué es así? Porque durante demasiado tiempo se ha transmitido a través de la cultura y de la educación. Toda América Latina, no sólo Cuba, de cierta forma se vende como un área donde el machismo forma parte de la identidad de los hombres.

La educación y la cultura son los dos grandes baluartes de estos valores. Pareciera que el machismo es una etiqueta, una actitud masculina en sí misma, y pareciera que la hegemonía, lo masculino y el machismo son tres pasos esenciales para "ser hombre". Y el problema es que, de cierta forma, estos tres aspectos marcan los patrones que definen la aceptación social del hombre. Es por esa aceptación que, a su vez, educamos, criamos y transmitimos estos valores.

IPS: ¿Cómo se explica que muchas veces sean las mismas mujeres las que educan a sus hijos en patrones sexistas?

JCGP: No es que las mujeres sean machistas, pues no pueden ser víctimas y victimarias de un mismo proceso. Las mujeres transmiten esos códigos machistas a sus hijos porque la aceptación social de un "macho" pasa por todo esto. Nadie educa a un hijo para que sea vulnerable, ni siquiera los animales. Entonces, regularmente todos estos valores que son adquiridos de la cultura y la educación tienen una legitimidad en la familia, en el barrio, en la comunidad.

IPS: Los daños que la cultura machista trae no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, ¿pueden verse como un problema de salud?

JCGP: Los valores transmitidos por la educación y la cultura han traído como consecuencia que, en todos nuestros países, no se haya tomado el tema de salud de los hombres como un problema de Estado, por su vinculación con el machismo y la masculinidad hegemónica. Sin embargo, si vemos los sucesos bélicos, los procesos de riesgo o de no cuidado del cuerpo, observamos que deberíamos tener estrategias de salud más preventivas en su vinculación con la masculinidad. Gastaríamos mucho menos en salud si evitáramos que los hombres fueran criados en una actitud de riesgo.

Si miras, por ejemplo, a las generaciones menores de 25 años en toda el área de América Central y el Caribe encontrarás actitudes muy parecidas. ¿Por qué? Porque se socializa de la misma forma, con la misma música, con la misma cultura de riesgo.

El reguetón del puertorriqueño Daddy Yankee es oído por un joven obrero de Tegucigalpa, un muchacho de clase media en San Juan, uno de provincia en Santo Domingo y un universitario en La Habana. Esa cultura globalizada también transmite valores y son los mismos que estimulan las actitudes de riesgo.

Más que abogar por actitudes nacionales, tenemos que pensar en el mundo. No puede haber un desarrollo local sostenible, en ninguno de nuestros países, si la vinculación entre masculinidad y violencia no empieza a asumirse como un tema de salud, como un tema de sociedad, con fondos específicos.

IPS: ¿Estaríamos hablando de fondos destinados al trabajo con los hombres y no los que hasta ahora se habían destinado a temas de género, pero siempre pensando en las mujeres?

JCGP: Exactamente. No podemos pensar que los fondos que estamos destinando a la inequidad en el tema de la mujer van a ser los mismos que nuestros gobiernos tienen que destinar al tema de la masculinidad y la violencia. Son dos problemas que se relacionan, pero son diferentes y hay que ir a la raíz de cada uno de ellos.

IPS: ¿Esa ausencia de campañas de prevención de salud hacia la población sería también otra forma de violencia?

JCGP: Es una manera de ejercer la violencia sobre nuestra propia salud. No sabemos cuidarnos, no hay una cultura del cuidado del cuerpo del hombre. Se dan casos de hombres que, a los 40 años de edad, empiezan a hacer ejercicios y mueren porque no fueron antes a un médico para saber si su corazón lo soportaba. Cuando hablamos de violencia y masculinidad, solemos pensar en el hombre golpeador y no en todas las violencias posibles, las violencias psicológicas que nosotros mismos nos imponemos.

IPS: ¿Es la misma vulnerabilidad que enfrentan los hombres solos al final de la vida?

JCGP: La mujer, generalmente, asimila la viudez. La ve como un nuevo período de su vida, se va para la calle, va a pasear. Puede haber sus excepciones, pero esa es la media. El hombre cae en la soledad, en la depresión, no sabe qué hacer con su vida. Al final, la masculinidad lo lleva a la dependencia total de la mujer, a la inutilidad, a un proceso doloroso.

Pienso que los dolores, los malestares que provoca esa masculinidad hegemónica y socialmente construida en los hombres deben ser estudiados. La sociedad mundial ha crecido en edad, los países como Cuba envejecen y cada vez hay más hombres mayores de 60 años que no saben qué hacer con su vida, y si enviudan es mucho peor.

IPS: ¿El machismo se vuelve contra los propios machos?

JCGP: Al final, son procesos negativos para las mujeres y para los hombres. La salida pasa, entonces, por la creación de nuevos modelos.

IPS: ¿Cuáles serían, entonces, los mensajes que habría que transmitir para ir promoviendo cambios hacia lo que se ha llamado una cultura de paz?

JCGP: Los mensajes tienen que estar dirigidos a sectores específicos. Hoy se habla mucho de la diversidad y, si hay diversidad, debe haber mensajes universales pero también particulares. Al mundo le hace falta un poco de amor, pero no el amor que nos transmiten las telenovelas, ese amor idílico e imposible, a lo Romeo y Julieta.

Cualquier cosa que hagamos tendrá que apuntar a ese estrés generalizado por ocupar todas las horas en algo y no dejar tiempo para pensar, para reflexionar, para amar. Tenemos que aprender a amarnos a nosotros mismos, nuestro tiempo, nuestro cuerpo, nuestra ciudad. O sea, esa cultura de paz que muchas veces parece imposible yo creo que es posible.

IPS: ¿Hablamos de cambiar, incluso, rutinas de la vida cotidiana?

JCGP: Se suele ver la cultura de paz como un eslogan. Asociamos el concepto a los símbolos y no a actitudes simples. Los humanos vivimos un tiempo muy rápido y ese tiempo rápido es violento y va en contra de uno mismo. Aprender a vivir es cultura de paz, como lo es aprender a oír, a respetar, a dulcificar.

De cierta forma, una de las primeras cosas que aprendemos los hombres que nos estamos liberando de estas actitudes machistas es a intimar y, dentro de esa intimidad, está la cocina, porque todo el mundo tiene que comer. Así, debería formar parte de la promoción de la cultura de paz decir: "Tómate un tiempo, comparte con tus amigos, hazte una pasta o lo que tú quieras, pero date ese tiempo mental para compartir la esencia de la vida".

No se trata de abrir una gran discoteca que se llame Cultura de Paz, y que no sería más que un gran momento de consumo de lo mismo. Se trata de volver a las esencias, a los momentos en que los hombres y las mujeres compartíamos esencias mínimas que nos hacían felices. Es volver a la raíz de lo cotidiano, pero como disfrute, no como tortura.

Trabajadoras Domésticas desprotegidas


Por: Zainab Mineeia

Activistas por los derechos humanos, con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, reclamaron a los gobiernos que protejan a las trabajadoras domésticas.

Organizaciones de DDHH han señalado que las migrantes y trabajadoras domésticas continúan siendo víctimas de abusos, particularmente en algunas naciones asiáticas y de Medio Oriente, sobre todo debido a la reticencia de las autoridades a adoptar medidas necesarias para protegerlas.


Sólo un pequeño porcentaje de esas mujeres tiene acceso al sistema de justicia en los países en los que trabajan. Y las que lo logran y presentan evidencias de abusos o violación raramente ganan los juicios, agregó HRW.

"Existen innumerables casos de empleadores que amenazan, humillan, golpean, violan y algunas veces asesinan a las trabajadoras domésticas", afirmó Nisha Varia, subdirectora de la división de derechos de la mujer de HRW.

"Los gobiernos deben castigar a los empleadores abusivos a través del sistema de justicia y prevenir la violencia reformando las políticas de inmigración y laborales que dejan a esas trabajadoras a merced de quienes las contratan", agregó.

Un gran número de empleadas domésticas provienen de Indonesia, Sri Lanka, Filipinas y Nepal. La mayoría trabajan en Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y otros países de Medio Oriente, donde no gozan de la protección de las leyes laborales.

El riesgo de abuso se incrementa por las políticas migratorias que ligan las visas de esas trabajadoras a sus empleadores, quienes pueden controlar sus posibilidades de cambiar de empleo o retornar a sus países de origen. En muchos casos se aprovechan de su autoridad para mantenerlas encerradas, retener sus salarios o maltratarlas de diversas maneras.

Los funcionarios de esos países reciben miles de quejas al año de empleadas domésticas. La mayor parte están referidas a salarios impagos, falta de comida, largas horas de trabajo y ausencia de descanso. Muchas denuncian abusos verbales, físicos y sexuales.

Gran parte de esos casos jamás son informados oficialmente, debido a que las trabajadoras permanecen encerradas en las casas, ignoran sus derechos y los empleadores tienen el poder de deportarlas antes de que soliciten ayuda.

En un pequeño número de casos, las autoridades han comenzado a enjuiciar y castigar a los empleadores abusivos, aunque con diversa intensidad.

Este año en Singapur, varios empleadores fueron condenados por golpear a sus trabajadoras domésticas y recibieron sentencias de entre tres semanas y 16 años de prisión. En Malasia, este mes, un hombre fue condenado a 32 años de cárcel por violar a su empleada y su esposa a seis años en carácter de cómplice.

Sin embargo, muchos sistemas judiciales tienden a victimizar a las denunciantes, a quienes no se hace justicia o deben enfrentar larguísimos procesos.

En mayo, un tribunal de Riyadh dejó de lado los cargos contra un empleador saudita que abusó de Nour Miyati, una empleada inmigrante de Indonesia, a pesar de la confesión del hombre y la contundente evidencia física.

Miyati era golpeada diariamente. Los dedos de sus pies y sus manos debieron ser amputados a causa de la gangrena. Durante los tres años que duró el proceso legal la mujer permaneció en un hacinado refugio de la embajada de su país, sin poder trabajar ni retornar a su hogar. En un momento llegó a ser condenada a recibir 79 latigazos por cambiar su testimonio, aunque luego se dejó de lado la aplicación de ese castigo.

Éste "ha sido un año de oportunidades perdidas", afirmó Varia. "Aunque la mayoría de los gobiernos han comenzado a pensar en introducir algunas reformas, muchas de esas discusiones se han estancado. Ofrecer servicios de apoyo a las víctimas y enjuiciar a los abusadores son cambios que no pueden esperar", agregó.

En su declaración, HRW pidió a los gobiernos que reformen las políticas de inmigración para que los empleadores dejen de tener control sobre las visas, que entrenen a los funcionarios policiales y judiciales para que respondan apropiadamente a las quejas de las trabajadoras domésticas y enjuicien a los responsables de los actos de violencia psicológica, física y sexual.

El 25 de noviembre fue establecido en 1999 como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en homenaje a las hermanas Mirabal.

María Teresa, Patria y Minerva Mirabal, "Las Mariposas", como se las conocía a las tres hermanas activistas demócratas de República Dominicana, fueron brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del entonces dictador Rafael Leonidas Trujillo. Antes habían sido detenidas y torturadas en varias oportunidades.

Colombia. Itinerarios de rebeldías



Por: Olga Amparo Sánchez

Hace 26 años, en Colombia se gestó el Día Internacional No Más Violencia contra las Mujeres. Un hito que Olga Amparo Sánchez, feminista de larga trayectoria, coloca como telón de fondo para reconstruir algunos itinerarios de los feminismos colombianos.

No creáis tener derechos. Es decir, no ofusquéis o deforméis la justicia, pero no creáis que se puede esperar legítimamente que las cosas ocurran de modo conforme a la justicia; tanto más cuanto que nosotras y nosotros mismos estamos bien lejos de ser justos.
Superposición vertical
Hay una mala manera de creer tener derechos y una mala manera de creer que no se tienen.

Simone Weil, Cuadernos II.



En Colombia, la vindicación feminista por una vida libre de violencias contra las mujeres, es de larga trayectoria, se podría afirmar que data desde el momento en el cual las feministas tienen conciencia de su situación de opresión y subordinación y deciden vivir en rebeldía y desobediencia contra el sistema socio-sexual patriarcal. La desobediencia ha sido y es el mecanismo que el feminismo ha utilizado para protestar y rebelarse contra las normas, leyes y formas de vida impuestas por la cultura patriarcal a las mujeres. La desobediencia ha sido pacífica y no violenta, manteniendo siempre una actitud de protesta y de rebeldía contra la autoridad patriarcal, con el propósito de poner fin a su opresión, subordinación y explotación y de exigir un mundo a la medida de las mujeres.

El feminismo ha llamado a subvertir la cultura patriarcal y a su autoridad, mediante actos públicos y privados, no violentos, conscientes y políticos, con el propósito de buscar transformaciones en ambos espacios y con el objetivo de mostrar que de manera pacífica se pueden obtener mejores resultados que con la violencia, estrategia utilizada por el patriarcado para eliminar las diferencias y ejercer su poder vía la utilización de las armas y la militarización. Actuando de este modo, el feminismo ha interpelado y apelado al sentido de justicia de las sociedades patriarcales y ha declarado, que los principios de igualdad para las mujeres no han sido, ni son respetados.

Construyendo un presente y un futuro

La vindicación feminista por una vida libre de violencias para las mujeres no ha sido ni es, un proceso homogéneo y monolítico. En él han convergido diferentes posturas políticas, acciones y estrategias y desde esa multiplicidad de intereses, necesidades y prácticas se ha logrado subvertir al patriarcado, arrebatándole reformas jurídicas y políticas para erradicar las violencias contra las mujeres. Sin lugar a dudas, lo obtenido no es suficiente solo es un primer paso, que permita poner fin a dichas violencias.

En los años ochenta, en un contexto político de represión, tortura, desapariciones forzadas y cierre a las libertades individuales, las feministas nos tomamos las calles, las noches, los muros de las ciudad, para desde allí ejercer nuestro sagrado derecho a la rebeldía y para desafiar al patriarcado: “Diosa es negra”. “Toda pene-tración es imperialista”. “¡Oh, familia que lluevan sobre ti lenguas de fuego”. “Mi cuerpo es mío”. “La noche es nuestra”. “Rompamos el silencio”, fueron algunos de los graffitis a través de los cuales expresamos vindicaciones, rabias, dolores y rebeldías. Se juntaron las ganas lo deseos, las necesidades y las ausencias y continuamos como nuestras ancestras feministas hablando en primera persona. Sacamos de nuestros diarios, cuerpos y experiencias el dolor producido por las violencias vividas.

Señalamos en tono desafiante y decidido el desprecio del patriarcado por las mujeres, le dimos nombre a nuestra opresión y subordinación. “Rompíamos la inmemorial separación que impedía nuestra conciencia y el reconocimiento de una historia común de las mujeres porque común era y es nuestra opresión. No eran,. Éstos murmullos entre dos en los lugares apartados de la cocina, ni en los momentos entre una compra y otra en las plazas de mercado, ni ante las azarosas aguas de los ríos, que, espejos ellas, nos han invitado una y otra vez a la reflexión, a hablar entre nosotras de la vida, de nuestros rostros tristes, sometidos, silenciosos que vemos en sus aguas”. (Martha Cecilia Velez S. 2006).

No tuvimos miedo de hacer el ridículo ante los ojos de los varones pero si temimos vernos ridículas ante los ojos de las mujeres porque ellas eran nuestro patrón de medida para estar en el mundo y finalmente reencontrarnos, para darnos crédito con la esperanza de que otras mujeres sintieran ese crédito como una deuda, como un vínculo por el dolor vivido, por las mordazas que nos inmovilizaban, por las rebeldías compartidas. Nos adentramos en la relación crédito deuda como expresión de necesidades recíprocas; relaciones en las cuales no existía necesidad de representaciones sino de representarse cada mujer a sí misma, para no ser delegada sino protagonista, con la esperanza y la pretensión que las diferencias, no fueran motivo de exclusiones y separaciones sino que se convirtieran en estilos de vida.

Feminismo y movimiento hechos realidad, experiencias puestas en común, denuncias, encuentros y desencuentros, fuerza y ganas para colocar en lo público lo no-nombrado, lo oculto, lo invisible, la violación contra las mujeres, las violencias en sus múltiples formas y escenarios, los abortos clandestinos, las esterilizaciones forzadas, el amor entre las mujeres. Con creatividad y un deseo presente en cada poro de la piel las feministas colombianas nos dimos a la ardua tarea de construir por más de dos años la posibilidad hecha realidad de juntarnos con otras mujeres de nuestra América Latina y el Caribe. Nos otorgamos la oportunidad de encontrarnos en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano, julio de 1981, doscientas sesenta mujeres caribeñas, latinoamericanas, norteamericanas y europeas estuvimos en la gran odisea de aunar esfuerzos, ganas, dolores, frustraciones, sueños y esperanzas y nos comprometemos a conmemorar desde ese año, todos los 25 de noviembre como el Día Internacional de No a la Violencia contra las Mujeres. Fue y es una acción de la política de crédito-deuda con nosotras y con las otras, con todas las mujeres que en sus cuerpos, almas, sueños y esperanzas les han quedado marcadas las violencias perpetradas contra nosotras. La acción propuesta en ese Primer Encuentro Feminista ha retumbado en todos los continentes, hoy 26 años después, las acciones, las propuestas, las denuncias pero sobre todo la conciencia progresiva que las violencias contra las mujeres es una violación sistemática a sus derechos fundamentales son logros innegables del feminismo latinoamericano y caribeño.

El feminismo de esos años resurgió como hecho político en la guerra y hasta hoy resiste, subvierte, propone y se moviliza. Desde el 25 de noviembre de 1981, la calle ha sido el espacio privilegiado para conmemorar el Día Internacional de No a la Violencia Contra las Mujeres, haciendo carne lo personal como una acción política, se inició el aprendizaje de aprender a otorgar reconocimiento y autoridad a otras mujeres para tomar de sus propias vida su propia medida y a partir de ello encontrar el camino del para sí/para mí. Desde la molestia y la conciencia de estar subvirtiendo uno de los pilares fundamentales del patriarcado las feministas enfrentamos de manera decidida al patriarcado: identificamos las violencias, denunciamos, iniciamos la construcción de centros para la atención a mujeres víctimas de las violencias; participamos activamente en las propuestas de diálogos de paz; se denunció sin vacilación la masacre cometida en el Palacio de Justicia y se exigió juicio de responsabilidades para el Estado y para la guerrilla.

En los noventa y en el inicio del nuevo milenio, feministas que creemos en la política del crédito deuda y del para sí/para mí, nos dimos a la tarea de continuar expresando nuestra rebeldía, nuestros dolores y nuestras propuestas. Convocamos a mujeres afro-descendientes, indígenas, estudiantes, trabajadoras, amas de casa para que se aunaran a nuestras voces y exigir y proponer leyes y políticas justas para las mujeres, con un deseo y una utopía siempre presente: transformar el rumbo de la historia de las mujeres y para las mujeres y nuevamente comenzamos a arañar con fuerza las leyes, recogiendo el legado de las feministas sufragistas. En 1988, en el gobierno del Presidente Virgilio Barco, en confluencia con sectores sociales y políticos, se propuso una Reforma Constitucional y mesas de trabajo, que permitieran recoger la opinión y las propuestas de diferentes sectores de la sociedad; hecho frente al cual las mujeres decidimos ganar un espacio en las mesas de trabajo: “Por la Paz y la Reconciliación Nacional”.

Se gestó, ese mismo año, la propuesta de Reforma Constitucional, elaborada por 17 grupos de mujeres. El Proyecto de Reforma Constitucional fue presentado en la Comisión Tercera de la Cámara, el 10 de marzo de 1988. En su preámbulo afirmábamos: “Nosotras, pueblo colombiano, en uso de nuestra soberanía, proclamamos nuestra fe en los derechos fundamentales del ser humano como la dignidad y el valor de la persona, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la igualdad y respeto de las razas, la cultura y las tradiciones con el fin de garantizar los bienes de la justicia, la libertad, la paz, de asegurar la convivencia democrática y un justo orden económico y social; de consolidar un Estado de derecho que exprese la voluntad popular; de lograr una mejor calidad de vida y el pleno ejercicio de los derechos humanos; de promover el progreso de la economía, la ciencia y la cultura y contribuir al desarrollo de las relaciones pacíficas y de cooperación con todos los pueblos del mundo, decretamos (…)”. La propuesta de reforma constitucional incluía el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas con plenos derechos; reconocimiento de derechos sociales y humanos, no contemplados en la anterior Constitución; la modernización de las instituciones sociales y políticas; la eliminación del Concordato entre la Santa Sede y el Estado colombiano, entre otros temas.

La propuesta se logró difundir ampliamente y ganar la adhesión de grupos de mujeres en lo nacional y regional. Y permitió durante tres años la identificación de propuestas y de consensos y llegar a la Asamblea Nacional Constituyente con algunos acuerdos. En el proceso de la Asamblea, se constituye la Red Mujer y Constituyente, la cual recoge el trabajo anterior e impulsa la integración de los grupos de mujeres.

La Red Mujer y Constituyente como espacio de coordinación y de acción del Movimiento Social de Mujeres, impulsó una serie de actividades de cabildeo con las-os Constituyentes, de concertación con las organizaciones y grupos de mujeres y de divulgación de sus propuestas. Algunos de los temas acordados entre las organizaciones de mujeres fueron; el derecho a la igualdad, la libre opción a la maternidad, el derecho a la equitativa participación política, la sanción a la violencia contra las mujeres, el reconocimiento de las diversas formas de familia, y la consagración del principio de la no-discriminación.

La Asamblea Nacional Constituyente y la Constitución del 91, no marcan desde ninguna dimensión el término de las vindicaciones feministas y el fin de nuestra rebeldía y desobediencia permanente a los mandatos patriarcales; por ello no resulta pertinente hacer un relato cronológico de los desarrollos legislativos e institucionales en la década de los 90 y el inicio del siglo XXI, puesto que es evidente que se han modificado aspectos de la vida de las niñas y las jóvenes, los cuales no se asemejan a la situación de nuestras abuelas y madres, y tan visibles y acumulativas son las conquistas de generaciones anteriores: derecho al voto, derecho a la educación, maternidad sin riesgo, igualdad de oportunidades, entre otros.

Pero persisten las relaciones de subordinación y opresión, injusticias e iniquidades para grandes colectivos de mujeres, a los cuales no se les ha brindado ni reconocimiento ni igualdad de oportunidades para el disfrute de su autonomía cultural y el ejercicio de la ciudadanía; patrones culturales que sitúan a la mujer en un plano de inferioridad; la violencia que a diario se ejerce sobre ellas, por el simple hecho de ser mujer, las prácticas discriminatorias; la escasa representación de las mujeres en la política formal y en los cargos de decisión; el no reconocer la autoridad de las mujeres, y la carencia de autonomía para casi todos los colectivos de mujeres, son aún hoy una realidad.

El feminismo en la Constitución de 1991

A la Asamblea Nacional Constituyente se presentaron 698 propuestas relacionadas con los derechos de la familia, el niño, la tercera edad, y la mujer. Y luego de un arduo trabajo de discusión, cabildeo, difusión y concertación, el 7 de julio de 1991, la Asamblea Nacional Constituyente terminó su trabajo y expidió una nueva Constitución. Los derechos de las mujeres que fueron consagrados en la Constitución se establecieron fundamentalmente en los artículos 40, 42 y 43, en los cuales se reconoce constitucionalmente:

- La garantía de no ser sometida a ninguna clase d e discriminación.
- La especial atención y protección durante el embarazo y después del parto.
- El apoyo del Estado a la mujer jefa de hogar.
- La libertad de constituir una familia por vínculos naturales o jurídicos.
- La protección integral a la familia por parte del Estado y la sociedad, para lo cual se da la posibilidad de determinar por ley la inembargabilidad del patrimonio familiar y la participación en condiciones de igualdad sobre las propiedades familiares. Además, consagra como inviolables la honra, la dignidad y la intimidad de la familia.
- La igualdad de derechos y deberes de la pareja en la vida conyugal.
- La facultad de sancionar conforme con la ley cualquier forma de violencia al interior de la familia.
- El derecho de la pareja a decidir libremente el número de hijos.
- La posibilidad del divorcio de acuerdo con la ley civil.
- La equitativa participación en los cargos de decisión en la administración pública.

Las feministas nos dimos la oportunidad de explorar el ámbito jurídico como un campo de discursos y prácticas contradictoras y polifónicas, con fisuras, con movilidad de sus ejes y enfoques que pueden ir desde colocar un interrogación las relaciones de poder entre varones y mujeres hacia la complementariedad, desde el reconocimiento de los derechos de ellas hacia su negociación para evitar las tensiones entre los intereses de los miembros de la familia y de la sociedad.

En un largo trabajo las mujeres del continente americano se dieron a la tarea de comprometer a los estados en la eliminación de la violencia contra las mujeres. Luego de debates, concertaciones e incidencia se logra que los estados del sistema interamericano adopten la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belén do Pará, 1994). Ratificada por todos los países de la región, la Convención define la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Según esta Convención, la violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica:

La Convención de Belém do Pará, dio fundamentos para la formulación y aprobación de leyes nacionales que reconocen las diversas formas de violencia contra las mujeres, mecanismos para prevenirla y sancionarla. En la Convención se le otorga a la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) el derecho a acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para consultar sobre la interpretación de la Convención en caso de controversia con normatividades nacionales. El Estado Colombiano ratificó la Convención mediante la ley 248 del año 1995.

Algunos de los retos que las feministas colombianas asumimos en el contexto de los avances de la Constitución del 91 y de la Convención de Belém do Pará, fue transformar las leyes para que ellas respondieran a las necesidades y expectativas de las mujeres. Siendo conscientes que la Ley 294 de 1996 por la cual se desarrolla el Artículo 42 de la Constitución Política y se dictan normas para prevenir, remediar y sancionar la violencias en las familias, no era una ley que tipificará de manera específica la violencia contra las mujeres, se participó en su formulación y se realizaron acciones durante varios años para que fuera aprobada en el Congreso, como un primer paso de una lucha que aún no termina (5).

No hemos idealizado los avances ganados pulso a pulso, en el reconocimiento de nuestros derechos, acercándonos a lo planteado por Nancy Fraser, “como sistemas interpretativos institucionalizados que construyen a la mujeres y sus necesidades según ciertas interpretaciones –en principio, cuestionables o disputables”. Hemos sido conscientes que las leyes y las políticas tienen efectos culturales claros en relación a como se representan, y cómo se podrían solucionar, nuestros problemas y necesidades y como se construye la ciudadanía diferenciada. No existirá ley capaz de dar valor a la sexualidad, a la autonomía, a la identidad de las mujeres si no estamos reconocidas socialmente. Este es uno de los obstáculos a superar, para que el ámbito jurídico político sea un instrumento para la transformación de la situación de subordinación y opresión que viven las colombianas.