lunes, noviembre 30, 2009

Elecciones fraudulentas en Honduras






Italia: 10.000 mujeres protestaron en Roma contra la explotación económica y política del cuerpo

Palabra de Mujer/redacción
Varios miles de mujeres (10.000 según las organizadoras) se han manifestado en Roma “contra la violencia machista y la explotación del cuerpo de las mujeres con fines políticos y económicos”. Han pedido una escuela que eduque en la convivencia civilizada entre los sexos, libertad de elección sexual, menos homofobia y menos racismo. Las manifestantes portaban un solo cartel. Decía “BASTA”.

Las miembras de organizaciones feministas y lesbianas han reiterado que las cifras oficiales de la violencia machista en Italia revelan una situación dramática. Casi siete millones de mujeres de entre 16 años y 70 años han sufrido agresiones o maltrato al menos una vez en su vida. Ocho de cada diez son agredidas en casa, por maridos, novios, padres o parientes. Un millón ha soportado una violación o un intento de violación. Solo un 2% denuncia los ataques.

En los doce meses previos a la encuesta del Instituto de Estadística (ISTAT), medio millón de mujeres habían sufrido violencia. En Roma, los datos muestran un aumento espectacular. Los casos de violencia sexual aumentaron en 2008 un 52% respecto a 2007. La prostitución y pornografía infantil, un 70%.

Todo ello sucede en el silencio y la impunidad. El jueves, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, pidió acciones urgentes y “rigor sin indulgencia” para frenar “la violencia, la prepotencia y la intimidación”. Y llamó a combatir “la imagen vulgar de la mujer, meramente consumista, que trasmiten la televisión y la publicidad”.

Sabina Ambrogi, guionista de televisión y especialista en la representación de la mujer en los medios, explica que el caso italiano es “especialmente desolador porque no hay alternativas culturales al modelo patriarcal que desde hace 30 años ha construido la televisión privada”.

Ese modelo, explica, “representa a la mujer como un pedazo de carne portaobjetos, carente de cerebro, obligada a estar siempre disponible”. Con la complacencia de de la Iglesia y de la política, “se ha creado una industria, no ya del entretenimiento sino del marketing, que es pornografía pura y modifica la idea de libertad femenina: debéis gozar y atraer a los hombres, no importa si estudiáis o no

La imagen de la mujer en los medios de Berlusconi

Sabina Ambrogi, autora de televisión y especialista en medios de comunicación y representación femenina, ha dirigido una serie para el canal Red sobre el machismo televisivo en Italia, en la que revela las claves del modelo patriarcal impuesto por la industria cultural y del ‘marketing’. Uno de los vídeos, que ha sido colgado en Youtube con subtítulos en castellano, resume algunos ejemplos de la imagen de la mujer en el universo de las televisiones de Silvio Berlusconi.

FUENTE: Miguel Mora, El País, Madrid, 29/11/2009

Huelga de hambre de 11 mujeres del Sindicato Mexicano de Electricistas

Kaos en la Red
Han transcurrido 45 días desde que el decreto Presidencial impulsado por Felipe Calderón (olvidando a las Cámaras de Senadores y Diputados para esta desición), Extinguir la paraestatal de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, quién se encarga de dar energía eléctrica a la Ciudad de México, dejando sin empleo a 44 mil trabajadores de esta compañía.

Ante esta situación, 11 mujeres pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas, decidieron realizar una huelga de hambre, desde el pasado 23 de Noviembre manteniendo un plantón en la instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad, ubicado en dos de las avenidas principales de la cuidad de México (Insurgentes y Reforma), el día jueves 26 de noviembre del año en curso, a 4 días de mantener esta huelga de hambre, cientos de Policías federales (en su mayoría mujeres) se presentaron ante un acto intimidatorio, sin embargo ante un llamado de sus compañeros sindicalizados que se encontraban en el momento, impulsaron guardias durante las 24 horas de día.

En entrevista con Mónica Jiménez , representante de estas mujeres , comentó: “ Esta huelga es derivada de un decreto presidencial, que desde el 11 de octubre dejan sin empleo a 44 familias, fuimos a tocar muchas puertas, Secretaría de Gobernación, Secretaría del Trabajo, Secretaría de Energía, en los Pinos (casa presidencial de Felipe Calderón) y en todos lados, nos cerraron las puertas". Esta huelga de hambre, agregó: "hacerlo es de manera simbólica ya que ciento de miles de compañeros lo están haciendo en su casa…por que no tenemos empleo”."Nos mantendremos aquí aún que la represión es una costumbre de los gobiernos neoliberales", puntualizó: " El día martes por la noche iniciaron con amedrentando con la Policía Federal, realizó varios rondines con sus camiones . El jueves por la mañana estuvieron los granaderos y Policías Federales ,mujeres en su mayoría. en estas instalaciones de CFE (Comisión Federal de Electricidad).

Por último, Mónica Jimenez, comentó : "Nosotros tenemos constitucionalmente por derecho la libre manifestación, no estamos agrediendo a nadie, responsabilizamos al gobierno federal de cualquier represión a nuestras personas a nuestras familias, incluso de nuestra salud. Añadió que el plazo para mantener el plantón,la huelga de hambre de 11 mujeres, lo tiene el gobierno, mientras no se tenga una solución real para los electricistas , que nos devuelvan nuestros empleos, que de (el Gobierno) una mesa de negociación… no nos moveremos de este plantón.

Mónica, solícita el apoyo de la población en general, en la lucha de esta huelga de hambre, y la solidaridad a sus 10 compañeras , al SME.

Durante la guardia nocturna (jueves 26 ) la presencia de la Policía Federal fue notoria, durante el transcurso de la 1:00 a 6:00 de la madrugada, al menos 3 rondines se hicieron presentes, el último rondin al rededor de las 6 de la de la mañana, alertó a los plantonistas que se mantenían alertas ante la expectativa de una futura agresión, dado que dos camionetas de Policía Federal , uniformados como antimotines se acercaron al plantón , sin embargo sólo resulto una falsa alarma, o como comentaban los plantonistas en apoyo a la huelga de hambre 11 mujeres, trabajadoras de la Compañía de Luz y Fuerza, "era un simulacro más….."

Mientras las guardias nocturnas continúan, en otros calles de la cuidad de México se hacen trabajos a marchas forzadas, por parte de la empresa WL Comunicaciones, para la venta de la fibra óptica. La cereza del pastel que varias empresas trasnacionales ven con voracidad muy pronto en sus manos, el punto nodal: la Fibra Óptica, para desaparecer la Compañía de Luz y Fuerza, y dar un golpe final al Sindicato Mexicano de Electricistas.

Violencia contra las mujeres

Helen Groome Gara
Pero, chicas, lo que está claro es que unas cuantas mujeres sí empezaban a denunciar todo esto, aunque les señalaban con el dedo, así que ahora a aprovechar los cambios que ganaron en la ley y exigir respeto. No dejéis acumular las violencias ejercidas por hombres

Pero ¿por qué no lo denunciaste? Pregunta repetida cinco veces tras lo que contaban cinco mujeres a hijas y amigas adolescentes acerca de algunas de sus experiencias con la violencia de género cuando ellas mismas eran adolescentes.

«Mira, subimos al autobús de línea para volver del instituto a casa y nos siguió un hombre que se puso frente a nosotras, se bajo el pantalón y frotó su pene. Solamente teníamos 13 años».

«Mira, a nosotras nos pasó algo parecido con unos 15 años, pero peor, ya que vimos a un amigo de mi familia, unos diez años mayor que yo, y les dije a mis amigas que fuéramos a saludarle; y ¿qué hace el tipo? Bajarse la cremallera para enseñarnos una erección».

«Pues yo tuve un caso muy distinto: con 17 años, y al estar terminando el bachillerato, envié una solicitud para poder formar parte en una expedición a la Antártida y van y me responden que la expedición no aceptaba a mujeres por no tener la infraestructura que éstas necesitarían».

«Lo mismo que yo entonces, que envié una solicitud de trabajo al Servicio Forestal y el saludo inicial de la respuesta que me enviaron era `Estimado Señor', y eso que en el currículum venía claramente mi nombre de chica. Se conoce que ni pensaban que una mujer podría querer trabajar en ese sector».

«Pues mi caso era de violencia física pura y dura. Tras aguantar al novio cuatro años, con sus borracheras, sus aventuras con otras chicas y sus exigencias de obediencia, llegó el día en que, en la parada del autobús que cogía yo para volver a casa tras verle, le dije que no tenía sentido que siguiésemos saliendo. Y lo que hizo fue poner sus manos alrededor de mi cuello y decir que si él quisiera me podría estrangular. Solamente la llegada del autobús me salvó. Si no, con 18 años allí me quedo».

«¿Y nos preguntáis por qué no lo denunciábamos? Es que estas cosas parecían tan habituales que sería como denunciar a un hombre por gritar `guapa' a una chica desconocida. Todavía se culpaba sistemáticamente a la mujer si un hombre desvariaba; o sea, si te enseñaba el pito sería por que ibas provocando, si te violaba era por que ibas con minifalda...».

«Yo no tenía la más mínima posibilidad de decirle a mi madre lo que me había pasado, y menos a mi padre. Es que no se hablaba de estas cosas. Y, también, en esa época aún menos planteabas ir a la comisaría y hacer una denuncia en todo rigor. Cómo mínimo se habrían reído de nosotras».

«Y yo, por mi parte, creo que entonces ni siquiera lo veía como algo violento, sino más bien se suponía que el mundo funcionaba así. Al menos en eso hemos avanzado. Se dice que hoy hay más violencia de género, pero yo veía casos de todo tipo antes, si bien simplemente no se hablaba de ello, ni se contemplaba una denuncia».

«Pero, chicas, lo que está claro es que unas cuantas mujeres sí empezaban a denunciar todo esto, aunque les señalaban con el dedo, así que ahora aprovechad los cambios que ganaron en la ley y exigid respeto. No dejéis acumular las violencias ejercidas por hombres. ¡Denunciadlas! ¡Todas!

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20091125/168556/es/Violencia

domingo, noviembre 29, 2009

La Esclava en la Colonia...

Por: María del Mar Álvarez* / Fuente: Palabra de Mujer
La situación de los esclavos era de explotación. Considerados una mercancía, eran tratados como un instrumento de trabajo. Constituyeron el elemento que significó un cambio en la estructura económica colonial. Sin el aporte de esa fuerza de trabajo, la expansión del cultivo del cacao -petróleo de los siglos XVII y XVIII- no hubiera tenido lugar.

El comercio de esclavos en Venezuela comenzó en el siglo XVI y tuvo su mayor auge en el siglo XVIII. El bajo rendimiento del trabajo indígena, primero en las minas y posteriormente en las labores agrícolas, incrementó dicho tráfico.

Como mercancía, tuvo una reglamentación legal. Se exigía una tercera parte de hembras en el lote general que se importaba. El sexo no constituía un factor que determinase un mayor o menor valor. La edad, la salud y las habilidades eran los elementos tomados en cuenta.

Como mercancía, el esclavo podía ser objeto de diversas negociaciones –como la venta- y la redacción del documento no era diferente al de la enajenación de un inmueble.

El comercio de esclavos constituyó un negocio muy lucrativo para los llamados negreros. Arrancados los negros de su tierra y grupo social, fueron transportados a América en condiciones infrahumanas; sobrevivían los más fuertes, un porcentaje considerable llegaba en malas condiciones y otro tanto moría antes del arribo al nuevo destino.

No concluían sus penalidades cuando llegaban a tierra. Al incorporarse al trabajo del amo, una vida de explotación les esperaba. Aquellos con riesgo de la pérdida de su fortuna explotaban al máximo la fuerza de trabajo esclava, hasta que perecían víctimas de desnutrición y de diversas enfermedades.

En este contexto general, transcurrió la vida de la esclava en la Venezuela colonial. Además de ser considerada una mercancía, constituyó un objeto sexual para los amos y sus hijos.


Para la esclava, el sexo constituyó el camino de la prostitución y paradójicamente en algunos casos les permitió una vida mejor y la conquista de su libertad.

La explotación de la fuerza de trabajo de la esclava estuvo encaminada en dos direcciones: a labores agrícolas y al servicio doméstico. A este último se dedicó un sector considerable, como ha sido tradicional en la división del trabajo que subyace en la sociedad y que consideraba dichas labores, como inherentes a la naturaleza biológica de la mujer. En cumplimiento de dichas tareas fueron lavanderas, cocineras, aseadoras de la casa, planchadoras y, en general, de las mujeres de la familia; las cuidaban en las enfermedades y actuaban como curanderas y preparaban bebedizos para que sanaran. Cabe destacar, como oficio importante, el de aya y nodriza de los hijos de los amos.

Igualmente importante era su fuerza de trabajo en las labores agrícolas. En un padrón de esclavos de la Hacienda Chuao, hoy en el Estado Aragua, realizado en 1671, de la población apta para el trabajo, a partir de los 12 años, de un total de 62 esclavos se contabilizaron 32 mujeres y 30 mujeres; en otro padrón de la misma plantación, del año 1742, de un total de 80 la mitad eran mujeres. No podemos generalizar dichas proporciones a todas las plantaciones de la Colonia, pero las mismas, dada la importancia económica de la Obra Pía, constituyen un indicador muy significativo del porcentaje equilibrado de la fuerza de trabajo esclava en las plantaciones coloniales.

La jornada de trabajo se iniciaba a las 4 de la mañana y, después de rezar, comenzaba la recolección de leña para el fuego, con participación de todos, y no había ninguna consideración especial para la mujer grávida o con hijos para amamantar; había una edad mínima de 12 años y máxima de 60.

En cuanto a las condiciones de trabajo existentes entre las domésticas y la agrícolas, debemos considerar que las primeras se efectuaban en la casa del amo y las segundas en la intemperie, lo que determinó una preferencia de las esclavas por las tareas domésticas y más si éstas eran cocineras y ayas, lo que les merecía un trato especial por parte de los miembros de las familias. No obstante, cuando pretendían casarse, comprar su libertad o hacer efectiva una justa aspiración, se rompía la vinculación humana y surgía el nexo jurídico de amo y esclava.

En otras labores realizadas por la negras durante la Colonia no pudimos precisar su carácter de libres o esclavas, a pesar de que la referencia encontrada fue en los años en que existía la esclavitud. Tal fue el caso de las llamadas panaderas, a quienes el Cabildo de Caracas, en 1661, ordena entregarles una fanega de maíz del depósito como medida de garantizar un pan más barato. El mismo Ayuntamiento, en 1701, hace alusión a las ventas de las negras en la plaza.

En relación al tipo de familia que tenían los esclavos, se hace necesario aclarar que, considerados una mercancía, eran vendidos separando a las parejas y a las madres de sus hijos. No podían tener una familia monogámica, al igual que sus amos, porque la esclava era un objeto sexual y no podía oponerse a los requerimientos amorosos de los varones miembros de la familia del amo. Habiendo perdido su condición de personas, tampoco podían organizarse como una familia poligínica, tal como estaban organizadas en África, donde el vínculo más estrecho era entre madre e hijo y es este último elemento el que perdura en las esclavas.

Como la negra permanecía vinculada a sus hijos, a pesar de la separación que imponía la venta de los mismos, podemos decir que, a través de este vínculo afectivo, se configuraba un tipo de familia particular de la esclavitud en Venezuela.

La esclava, al igual que los esclavos, no se resignaba a permanecer en esas condiciones. Para lograr su libertad, recurrió fundamentalmente a las vías jurídicas. En tal sentido reclamaba el cumplimiento de las cláusulas testamentarias que le otorgaban su libertad algunos miembros de la familia que, por agradecimiento o por amor, testaban a su favor. Para lograr el cumplimiento de esa voluntad casi siempre tenían que recurrir a los tribunales y no pocas veces esa medida era revocada; también ofrecían dinero comprando su manumisión.

No descartó la esclava la conquista de su libertad al margen del derecho, como fueron las fugas y las sublevaciones, en las cuales, según la historia, hubo una participación femenina menor que la masculina, pero no por ello menos significativa. Cuando se escapaban de sus amos, fundaban la cumbe, poblaciones de negros ‘cimarrones’. La presencia de las negras como concubinas o esposas evidentemente era lo que determinaba la estabilidad del grupo social.

En la sublevación de los esclavos se 1795 se menciona a tres mujeres: Apolonia, Juana Antonia y Trinidad, condenadas a 200 azotes con recomendación de sus dueños de venderlas fuera de la jurisdicción.

Merece destacarse la historia de Juana Inés y de Julián Cayetano y Julián Cayetano, quienes habían logrado su libertad en la hacienda de Chuao vendiendo una arboledilla de su propiedad, con el compromiso de no regresar a Chuao ni a sus alrededores. Sin embargo, llegaron a Turmero, Juana Inés entró a la plantación y se escaparon 34 esclavos instigados por ella. Fue apresada junto a su compañero y desterrada a Veracruz. Este episodio, que no debió ser el último en esa etapa histórica, nos revela el papel tan importante de la esclava en la conquista de su libertad.

De igual manera una carta del 17 de mayo de 1603, del gobernador Juárez de Amaya, en la cual narra la larga lucha sostenida por el Capitán Cedeño Albornoz para derrotar la sublevación de los negros buceadores de perlas y esclavos cumaneses, menciona la prisión de una negra a quien los esclavos habían nombrado su reina. Constituye una incógnita para la historia el papel de dirigente o no de aquella esclava, pero el hecho revela lo afirmado anteriormente.

La esclava ubicada en la escala más baja de la estructura social de la Colonia ha permanecido oculta en la historia, al igual que la indígena y la mujer blanca. Con estas breves líneas pretendemos destacar su aporte en la economía como fuerza de trabajo a la par que el hombre y rendir homenaje a esa madre insigne en lucha por sus hijos y a esa mujer que luchó por conquistar su libertad. En esta forma develamos parte de esa historia no escrita e iniciamos la historia de la mujer negra en Venezuela.

*Abogada. Doctora en Derecho. Investigadora. Escritora. Primera Directora del CEM-UCV. Profesora Jubilada, UCV. Ex Defensora Nacional de Derechos de la Mujer (Inamujer)

"Llegamos a donde estamos gracias a las mujeres que fueron parte de la lucha por la liberación nacional y la igualdad de género"

Entrevista a Thenjiwe Mtintso, embajadora de Sudáfrica en Italia
Por: Miren Gutiérrez / IPS
Nació en un campamento de ocupantes y fue criada por una madre viuda. Trabajó en una fábrica mientras terminaba la secundaria por correspondencia. Fue arrestada y proscripta por el gobierno del apartheid. La embajadora de Sudáfrica en Italia es un ejemplo del largo camino que ha recorrido su país.

En el contexto de una conferencia internacional sobre violencia de género y el rol de los medios organizada este jueves en la capital italiana por IPS y apoyada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia y el Municipio de Roma, Mtintso habló sobre lo que ocurre detrás de la lucha por la igualdad de género en Sudáfrica.

IPS: Sudáfrica se ubica en la sexta mejor posición del último Índice de Brecha Global de Género elaborado por el Foro Económico Mundial. "Los últimos datos revelan que Sudáfrica logró mejoras significativas en la participación femenina en la fuerza laboral, además de triunfos para las mujeres en puestos parlamentarios y ministeriales del nuevo gobierno. Sudáfrica es el punto más alto de la región en materia de empoderamiento político". ¿Se siente reivindicada?

THENJIWE MTINTSO: Sí, hay un sentido de reivindicación. Y también de conciencia. Cuando yo era periodista en los años 70, a veces se consideraba fuera de lugar (el tema de la discriminación contra las mujeres, dentro de la lucha contra el apartheid), a tal punto que algunas se preguntaban: "¿Estamos diciendo tonterías?". Las personas que asumían la lucha social contra el régimen del apartheid (de segregación racialo contra la mayoría negra) creían que, como las mujeres eran parte de la nación, no era necesario marcar una diferencia.


Yo considero que esta historia de éxito es un efecto directo de la lucha por la igualdad de las mujeres (de ese periodo). Llegamos a donde estamos gracias a las mujeres que fueron parte de la lucha por la liberación nacional y la igualdad de género, a las mujeres que formaron el movimiento y lograron una unidad más allá de las razas.

Fue en ese entorno político particular en el que las mujeres sentían las presiones de diferentes frentes, que fue posible que mujeres blancas y negras se unieran. Las blancas eran las esposas y las negras eran las trabajadoras domésticas. En realidad, los hombres tenían dos esposas.

Así que las mujeres se acercaron entre sí en el entorno previo a las primeras elecciones (1994). Se unieron y decidieron que no dejarían que los hombres hablaran en su nombre.

IPS: Usted subrayó el hecho de que Sudáfrica está en una mejor posición que Italia, que se ubica en el puesto 72 del Índice de Brecha Global de Género...

TM: Hay una diferencia histórica. Hemos pasado por una crisis enorme. Las luchas que atravesamos crearon una dinámica diferente que posibilitó esto.

IPS: Sin embargo, estamos hablando de un país que ocupa el primer puesto en materia de violaciones por persona (1,19 por cada 1.000 personas), según el Séptimo Estudio de las Naciones Unidas sobre Tendencias Delictivas y Funcionamiento de los Sistemas de Justicia Penal Correpondiente al Periodo 1998-2000. Más de 25 por ciento de los hombres sudafricanos consultados admitieron haber violado a alguien, según un estudio reciente realizado por el Consejo de Investigaciones Médicas. ¿Cuáles son las principales áreas en las que la discriminación todavía es dominante?

TM: Este problema es muy serio. Con las mejoras, hubo reveses. Lo que ocurrió es que cuanto más rápido íbamos (en términos de igualdad de género), más desafíos enfrentaban los hombres. Y algunos de ellos no estaban listos para ser liderados por mujeres, para que sus mujeres ganaran más dinero, para transferir roles de liderazgo a las mujeres.

Desafortunadamente, la violencia fue una respuesta. Tenemos hombres jóvenes golpeando a mujeres jóvenes. Las presiones económicas están empeorando las cosas. Se supone que los hombres deben mantener a sus familias (mientras que la crisis está afectando su capacidad de hacerlo). Las frustraciones de los hombres conspiran contra las mujeres.

Pero aunque las estadísticas sean correctas, ahora se reportan más (casos de violencia contra mujeres). Esto también se revela en las estadísticas.

IPS: Otro país africano, Lesotho, avanzó seis puestos, pasando del 16 al 10, ingresando a la lista de los 10 países con menores brechas de género de todo el mundo. Entre los 10 mejor posicionados figuran seis europeos, dos africanos y dos de Asia-Pacífico.

Liberia tiene a la primera mujer jefa de Estado de todo el continente, Ellen Johnson-Sirleaf (las mujeres ocupan altos puestos en otros varios países como presidentas de parlamentos, primeras ministras y vicepresidentas). Y el parlamento de Ruanda tiene la mayor proporción de mujeres del mundo: 56 por ciento. ¿Acaso estos hechos dicen algo sobre África en general?

TM: Éste es nuestro tiempo. Sudáfrica y África en general pueden evitar repetir los errores que cometieron otros países, porque podemos aprender de las experiencias de otros. Nos liberamos recién en los años 90, así que estamos caminando juntas hacia la democracia y la igualdad.

Tanzania está implementando un sistema de cuotas femeninas. Sudáfrica tiene cuotas en su partido gobernante. Otros implementan mecanismos para lograr la igualdad. Y todo esto ha tenido un impacto en las cantidades. Y sin cantidad, la calidad no es posible.

IPS: Usted mencionó la crisis económica. El Índice de Brecha Global de Género sugiere que hay un vínculo directo entre la pequeña brecha de género y el alto desempeño económico. Un ejemplo en esta región es Chad (ubicado en el puesto 133 del índice, apenas por encima de Yemen). Al otro lado del espectro, Sudáfrica tiene un desempeño bastante bueno, en el lugar 45 de 133 países...

TM: Hay una lección que aprender. El entorno económico y político es fundamental para el avance de la igualdad de género. Usted tiene una mayor igualdad de género cuando el desarrollo permite avances, aunque tenga excepciones como Ruanda (con una escasa brecha de género y bajo desarrollo).

Pero esto también funciona a la inversa. Cuando se libera el potencial de las mujeres, que está cercado por limitaciones y discriminación, se crece más rápidamente.

Y también se crece de modo diferente. Las mujeres pueden aportar maneras innovadoras de estimular el espíritu empresarial. Las que participan en pequeñas empresas tienen diferentes experiencias que pueden ser valiosas para el desarrollo. Es probable que involucrar más a las mujeres tenga un impacto positivo en el progreso económico y social.

Miren Gutiérrez es editora jefa de IPS.

Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=94058

sábado, noviembre 28, 2009

Emma Goldman: La Prostitución...

Por: Emma Goldman
Nuestros reformistas hicieron de repente un gran descubrimiento: la trata de blancas. Los diarios se llenaron de exclamaciones y hablaron de cosas nunca vistas e increíbles, y los fabricantes de leyes se prepararon para proyectar un haz de leyes nuevas a fin de contrarrestar esos horrores.

Es altamente significativo este hecho toda vez que a la pública opinión se le presenta, como si fuera una distracción más, unos de estos males sociales, enseguida se inaugura una cruzada contra la inmoralidad, contra el juego de azar, las salas de bailes, etc. ¿Y cuáles son los resultados de semejantes campañas aparentemente moralizadoras? El juego aumenta cada vez más, las salas funcionan clandestinamente a la luz del día, la prostitución se encuentra siempre al mismo nivel y el sistema de vida de los proxenetas y sus similares se vuelve un poco más precario.

¿Cómo puede ser que esta institución, conocida hasta por los niños de teta, haya sido descubierta recientemente? ¿Qué es, después de todo, este gran mal social, reconocido por todos los sociólogospara que dé lugar a tanto ruido y a tanta alharaca la publicación de todas esas informaciones?

Resumiendo las recientes investigaciones sobre la trata de blancas por lo pronto muy superficial es nada de nuevo se descubrió. La prostitución ha sido y es una plaga sumamente extendida, y asimismo la humanidad continuó hasta ahora imbuida en sus asuntos, indiferente a los sufrimientos y a la desventura de las víctimas de ese tráfico infame; tan indiferente como lo fue ante nuestro sistema industrial, o ante la prostitución económica.

Solamente cuando el humano dolor se convierte en una diversión, en una especie de juguete de brillantes colores, el niño que es el pueblo se interesa por él, siquiera un tiempo determinado; el pueblo es un niño de carácter veleidoso; todos los días quiere un juguete nuevo. Y el desaforado grito contra la trata de blancas, es precisamente eso. Le servirá para divertirle durante un tiempo y también dará lugar a que se instituya una serie de puestos públicos, unos cuantos parásitos más, que se pasearán por ahí, como detectives, inspectores, miembros investigadores, etc.



¿Cuál es la verdadera causa que origina el tráfico de la mujer, no solamente de la
blanca, sino de la negra y la amarilla? Naturalmente es la explotación, que
engorda el fatídico Moloch del capitalismo con una labor pagada a un misérrimo
precio, lo que empuja a miles de jóvenes mujeres, muchachas y niñas de poca
edad hacia el pozo sin fondo del comercio del lenocinio. Es que todas ellas
sienten y opinan como la Sra. Warren: ¿para qué agotar la existencia por la paga
de algunos chelines semanales en un obrador de modista, etc., durante diez,
once horas por día?

Es lógico esperar que nuestros reformistas no dirán nada acerca de esta causa
fundamental. Comprenden demasiado que son verdades que rinden poco. Es
más provechoso desempeñar el papel del fariseo, esgrimir el pretexto de la
moral ultrajada, que descender al fondo de las cosas.

Sin embargo, hay una recomendable excepción entre los jóvenes escritores:
Reginald Wright Kauffmong, cuyo trabajo The House of Bondage es uno de los
primeros y serios esfuerzos para estudiar este mal social, no desde el punto de
vista sentimental del filisteísmo burgués. Periodista de vasta experiencia,
demuestra que nuestro sistema industrial no ofrece a muchas mujeres otras
alternativas que las de la prostitución. La heroína femenina que se retrata en
The House of Bondage, pertenece a la clase trabajadora. Si el autor hubiese
pintado la vida de una mujer de otra esfera, se habría hallado con idéntico
asunto y estado de cosas.

En ninguna parte se trata a la mujer de acuerdo al mérito de su trabajo; por eso,
ese procedimiento es todavía más flagrantemente injusto. Es imperiosamente
inevitable que pague su derecho a existir, a ocupar una posición cualquiera
mediante el favor sexual. No es más que una cuestión de gradaciones que se
venda a un hombre, casándose, o a varios. Que nuestros reformistas lo admitan
o no, la inferioridad social y económica de la mujer, es directamente
responsable de su prostitución.

Justamente en estos días la buena gente se asombró de ciertas informaciones,
donde se demostraba que solamente en Nueva York, de diez mujeres que
trabajaban en fábricas, nueve percibían un salario de seis dólares semanales por
48 horas de trabajo, y la mayoría de ellas debían afrontar varios meses de
desocupación; lo que en total representaba una suma anual de 280 dólares.
Ante estas horribles condiciones económicas, ¿hay motivo de asombro al
constatar que la prostitución y la trata de blancas se hayan convertido en un
factor tan predominante?

Si las precedentes cifras pueden ser consideradas exageradas, no estará de más
escuchar lo que opinan algunas autoridades en materia de prostitución:

Las múltiples causas de la creciente depravación de la mujer se hallan en los
cuadros estadísticos, indicando la trayectoria de los empleos ocupados, sus
remuneraciones antes de que se produjera su caída; entonces se dará la
oportunidad para que el economista político decida si la mera consideración
de los negocios es una suficiente disculpa para el patrono que disminuye el
nivel general de los jornales obreros o si bien aumentándolos en un pequeño
porcentaje, los contrabalancea, por la enorme suma de tasas y exacciones
impuestas al público sobre los gastos que éste hace al adentrarse para
su satisfacciónen la vasta maquinación de los vicios, la cual es un resultado
directo, la mayoría de las veces, de una insuficiente retribución del trabajo
honesto.(Dr. Sanger, La Historia de la Prostitución).

Nuestros actuales reformistas podrían muy bien enterarse del libro del Dr.
Sanger. Entre 2,000 casos observados por él, son raros los que proceden de la
clase media, de un hogar en prósperas condiciones. La gran mayoría salen de las
clases humildes y son, por lo general, muchachas y mujeres trabajadoras;
algunas caen en la prostitución a causa de necesidades apremiantes; otras
debido a una existencia cruel de continuo sufrimiento en el seno de su familia, y
otras debido a deformaciones físicas y morales (de las que hablaré después).
También para edificación de puritanos y de moralistas, había entre esos dos mil
casos, cuatrocientas mujeres casadas que vivían con sus maridos. ¡Es evidente
que no existía mucha garantía de la pureza de ellas en la santidad del
matrimonio!

El Dr. Blaschko en Prostitution in the Nineteenth Century , hace resaltar más
aún que las condiciones económicas son los más poderosos factores de la
prostitución.

Aunque la prostitución existió en todas las edades, es el siglo XIX el que
mantiene la prerrogativa de haberla desarrollado en una gigantesca
institución social. El desenvolvimiento de esta industria con la vasta masa de
personas que compiten mutuamente en este mercado de compra y venta, la
creciente congestión de las grandes ciudades, la inseguridad de encontrar
trabajo, dio un impulso a la prostitución que nunca pudo ser soñado siquiera
en periodo alguno de la historia humana .

Otra vez Havelock Ellis, aunque no se incline absolutamente hacia las causas
económicas, se halla empero obligado a admitir que directa o indirectamente
éstas vienen a ser uno de los tantos motivos, y de los principales. Encuentra,
pues, que un gran porcentaje de prostitutas se reclutan entre las sirvientas, no
obstante sufrir menos necesidades. Pero el autor no niega que la diaria rutina, la
monotonía de sus existencias de servidumbre, sin poder compartir nunca las
alegrías de un hogar propio, sea también causa preponderante que las obliga a
buscar el recreo y el olvido en la vida de los ficticios placeres de la prostitución.
En otras palabras, la muchacha que es sirvienta no posee nunca el derecho de
pertenecerse a sí misma; maltratada y fatigada por los caprichos de su ama, no
puede encontrar otro desahogo que el de prostituirse un día u otro, lo mismo
que la muchacha de la fábrica y de la tienda.

La faz más divertida de esta cuestión que acaba de hacerse pública, es la
superabundante indignación de nuestras buenas y respetables personas, y
especialmente de algunos caballeros cristianos, quienes siempre encabezan esta
suerte de cruzadas y también otras que surjan de cualquier parte o por cualquier
motivo. ¿Es que ellos ignoran completamente la historia de las religiones y
particularmente de la cristiana? ¿Por qué razones deberían gritar contra la
infortunada víctima de hoy, desde que es conocido por los estudiosos de alguna
inteligencia que el origen de la prostitución es, precisamente, religioso, lo que la
mantuvo y la desarrolló por varios siglos, no como una vergüenza, sino como
digna de ser coronada por el mismo dios?

Parece que el origen de la prostitución se remonta a ciertas costumbres
religiosas, siendo la religión la gran conservadora de las tradiciones sociales,
la preservó en forma de libertad necesaria y poco a poco pasó a la vida de las
sociedades. Uno de los ejemplos típicos lo recuerda Herodoto; quinientos años
antes de Cristo, en el templo Mylitta, consagrado a la Venus babilónica, se
establecía que toda mujer que llegase a edad adulta había de entregarse al
primer extraño que le arrojase un cobre en la falda como signo de adoración a
la diosa. Las mismas costumbres existían en el oriente de Asia, en el norte de
África, en Chipre, en las islas del Mediterráneo, y también en Grecia, donde el
templo de Afrodita en Corinto poseía más de mil sacerdotisas dedicadas a su
servicio.

El hecho que la prostitución religiosa se convirtiese en ley general, apoyada en
la creencia que la actividad genésica de los seres humanos poseía una
misteriosa y sagrada influencia para promover la fertilidad de la naturaleza,
es sostenido por todos los escritores de reconocida autoridad en la materia.
Gradualmente y cuando la prostitución llegó a ser una institución organizada
bajo la influencia del clero, se desarrolló entonces en sentido utilitario,
coadyuvando así a las rentas públicas.

El Cristianismo, al escalar el poder político cambió poco semejante estado de
cosas de la prostitución. Los meretricios bajo la protección de las
municipalidades se encontraban ya en el siglo XIII. Los principales jefes de la
Iglesia los toleraron. Constituían esas casas de lenocinio una especie de
servicio público, cuyos dirigentes eran considerados como empleados públicos.
(Havelock Ellis, Sex and Society ).

A todo esto débese agregar lo que escribe el Dr. Sanger en su libro citado
anteriormente:

El papa Clemente II, dio a la publicidad una bula diciendo que se debía tolerar
a las prostitutas, porque pagaban cierto porcentaje de sus ganancias a la
Iglesia.

El papa Sixto IV fue más práctico; por un solo meretricio que él mismo mandó
construir, recibía una entrada de 20,000 ducados.

En los tiempos modernos la Iglesia se cuida más, respecto a este asunto. Por lo
menos abiertamente no fomenta el comercio del lenocinio. Encuentra mucho
más provechoso constituirse en un poder casi estatal, por ejemplo la Iglesia de
la Santísima Trinidad, y alquilar a precios exorbitantes las reliquias de un
muerto a los que viven de la prostitución.

Aunque desearía mucho extenderme sobre la prostitución de Egipto, de Grecia,
de Roma y de la que existió durante la edad media, el espacio no me lo permite.
Las condiciones de este último periodo son particularmente interesantes, ya que
el lenocinio se organizó en guildas asociaciones gremiales presidido
por el rey de un meretricio. Estas corporaciones empleaban la huelga como medio de
mantener inalterable sus precios. Por cierto es algo mucho más práctico que el
usado por los explotadores modernos de ese mismo tráfico.

Pero sería demasiado parcial y superficial por nuestra parte, sostener que el
factor económico es la única causa de la prostitución. Hay otros no menos
importantes y vitales. Los mismos reformistas los reconocen, mas no se atreven
a discutirlos, ni hacerlos públicos, y menos aumentar esa cuestión, que es la
savia de la verdadera vida del hombre y de la mujer. Me refiero al tema sexual,
cuya sola mención produce ataques espasmódicos en la mayoría de las personas.

Se concede que una mujer es criada más para la función sexual que para otra
cosa; no obstante se la mantiene en la más absoluta ignorancia sobre su
preponderante importancia. Cualquier cosa que ataña a este asunto se le
suprime con aspaviento, y la persona que intentara llevar la luz a estas espesas
tinieblas, sería procesada y arrojada a la cárcel. Sin embargo, sigue siendo
incontrovertible que mientras se continúe en la creencia que una joven no debe
aprender a cuidarse a sí misma, ni debe saber nada acerca de la más importante
función de su vida, no tiene que sorprendernos que llegue a ser fácil presa de la
prostitución, o de otra forma de relaciones, que la reducen a convertirse en un
mero instrumento sexual.

A esta criminal ignorancia se debe que la entera existencia de una joven resulte
deformada y estropeada. Desde hace tiempo la gente se halla convencida que un
muchacho, en su adolescencia, sólo responde al llamado de su naturaleza, es
decir, tan pronto como despierta a la vida sexual puede satisfacerla; pero
nuestros moralista se escandalizarían al sólo pensar que una muchacha de esa
edad hiciese lo mismo. Para el moralista la prostitución no consiste tanto en el
hecho que una mujer venda su cuerpo, sino en que lo venda al margen del
hogar, del matrimonio. Este argumento no as muy infundado, ya que lo prueban
la cantidad de casamientos por conveniencias monetarias, legalizados,
santificados por la ley y la opinión pública; mientras que cualquier otra unión,
aun siendo más desinteresada y espontánea, será considerada ilegítima, y por
ende condenada y repudiada. Y eso que la prostitución, definida con propiedad,
no significa otra cosa que la subordinación de las relaciones sexuales a la
ganancia. (Guyot, La Prostitución).

Son prostitutas aquellas mujeres que venden su cuerpo, ejerciendo actos
sexuales y haciendo de ellos una profesión (Banger, Criminalité et Condition
Economique).

En efecto, Banger va más allá; sostiene que el acto de prostituirse es
intrínsecamente igual para el hombre y la mujer que contrae matrimonio por
razones económicas.

Naturalmente, el matrimonio es el único fin a que tienden todas las jóvenes,
pero a miles de muchachas, cuando no pueden casarse, nuestro
convencionalismo social las condena al celibato o a la prostitución. Y la
naturaleza humana afirma siempre su improrrogable derecho, sin cuidarse de
las leyes; ya que no existen razones plausibles para que esa naturaleza se adapte
a una pervertida concepción de moralidad.

Generalmente la sociedad considera el proceso sexual del hombre como un
atributo de su propio desarrollo viril; entre tanto, lo que idénticamente se
realiza en la vida de la mujer es mirado como una de las más terribles
calamidades: la pérdida del honor. y todo lo que es bueno y noble en la criatura
humana. Esta doble modalidad moral tuvo no poca participación en la creación
y perpetuación de la prostitución. Ello entraña mantener a la juventud femenina
en una absoluta ignorancia de la cuestión sexual, con el pretexto de la inocencia,
junto con una represión anormal de los deseos genésicos, lo que contribuye a
originar morbosos estados de ánimo, que nuestros puritanos particularmente
ansían evitar y prevenir.

Tampoco la venta de los favores sexuales ha de conducir necesariamente a la
prostitución; es más bien responsable la cruel, despiadada, criminal persecución
llevada a cabo por los poderosos contra la masa de los vencidos; los primeros
tienen aún el cinismo de divertirse a costa de los últimos.

Muchachas, todavía niñas, que trabajan amontonadas, en talleres, a veces con
temperaturas tórridas, durante diez o doce horas al pie de una máquina,
forzosamente deben hallarse en una constante sobreexcitación sexual. Muchas
de esas muchachas no poseen hogares confortables ni nada parecido; al
contrario, viven en continua penuria; entonces la calle o cualquier diversión
barata le servirá para olvidar la rutina diaria. Todo esto trae como consecuencia
natural la proximidad de los dos sexos. Es pues, muy difícil afirmar cuál de los
dos factores condujeron a ese punto culminante de la sobreexcitación sexual de
la joven; mas el resultado será el mismo. Ese es el primer paso hacia la
prostitución. No es ella la responsable, por cierto. Al contrario, esa falta recae
sobre la sociedad; es la total carencia de comprensión; nuestra falta de una justa
apreciación de los sucesos de la vida; especialmente la culpa es del moralista,
que condena a la que cayó para una eternidad, solamente porque se desvió del
sendero de la virtud; eso es, porque realizó su primera experiencia sexual sin la
sanción de la iglesia y del Estado.

Ella se sentirá completamente al margen de la vida social, que le cerrará las
puertas. Su misma educación y todo lo que se le ha inculcado, hará que se
reconozca una depravada, una criatura caída para siempre, sin el derecho a
levantarse más, sin que nadie le extienda la mano; al contrario, se tratará de
hundirla cada vez más. Es así como la sociedad crea las víctimas y luego
vanamente intenta regenerarlas. El hombre más mezquino, el más corrompido y
decrépito podrá aún considerarse muy bueno para casarse con una mujer, cuya
gracia comprará muy ufano, en vez de pensar que puede salvarla de una vida de
horrores. Tampoco podrá dirigirse a su hermana la honesta en busca de
amparo, de auxilio moral; ésta, en su estupidez, teme mancillar su pureza y
castidad, no comprendiendo que en muchos aspectos su posición es más
lamentable que la de su hermana en la calle.

La mujer que se casa por dinero, comparada con la prostituta, es
verdaderamente un ser despreciable, dice Havelock Ellis. Del mismo modo se
prostituye, se le paga menos, en cambio, por su parte retribuye mucho más en
trabajo y cuidados y se halla atada a un solo dueño. Por empezar, la prostituta
nunca firma un contrato, por el cual pierde todo derecho sobre su persona,
conserva su completa libertad de entregarse a quien quiere, no obstante
hallarse obligada siempre a someterse a los brazos de los hombres.

No se trata mejor a esa mujer casada, si llegan a su noticia las palabras de la
apología de Lecky, al decir de la prostituta: aun cuando sea la suprema
encarnación del vicio, es también la más eficiente salvaguarda de la virtud:
gracias a ella, cuántos hogares aparentemente respetables escaparon de ser
corrompidos, mancillados por prácticas antinaturales; sin ella, estas
aberraciones del sentido genésico abundarían más de lo que se puede suponer.

Los moralistas se hallan siempre dispuestos a sacrificar una mitad de la raza
humana para conservación de algunas miserables instituciones que ellos no
pueden hacer prosperar. En rigor, la prostitución no representa tampoco una
salvaguarda más para asegurar la pureza del hogar, como no lo representan esas
mismas leyes, cuyos efectos pretende contrarrestar. Casi el cincuenta por ciento
de los hombres casados frecuentan los prostíbulos o los patrocinan. Es a través
de este virtuoso elemento que las casadas y aun los niñoscontraen
enfermedades venéreas. Asimismo no tiene ninguna palabra de condenación
para el hombre, mientras que para la indefensa víctima, la meretriz, no hay ley
lo suficientemente monstruosa que la persiga y la condene. No es solamente la
presa de los que la poseen, durante el ejercicio de su profesión; lo es también de
cada policía y de cada miserable detective que la persiga, de los oficialitos de los
puestos de policía y de las autoridades de todas las cárceles a donde llegue.

En un reciente libro, escrito por una mujer que regenteó una de esas casas, se
puede hallar la siguiente anotación: Las autoridades del lugar me obligaban a
pagar todos los meses, en calidad de multa de $14.70 a $29.70; las pupilas
debían pagar de $5.70 hasta $9.70 solamente a la policía . Si se tiene en cuenta
que la autora hacía sus negocios en una ciudad pequeña, las sumas que cita no
comprenden las extras en forma de contravenciones, coimas. etc.; de lo que se
puede deducir la enorme renta que reciben los policías de los departamentos,
extraídas, sonsacadas del dinero de esas víctimas, que ellos tampoco desean
proteger. Guay de la que se rehúse a obrar esa suerte de peaje; será arrastrada
como ganado, aunque no fuera más que para ejercer una favorable impresión
sobre los honestos y buenos ciudadanos de esas ciudades, o también para
obedecer a las autoridades que necesitan cantidades extras de dinero. además
de las lícitas. Para las mentalidades enturbiadas por los prejuicios que no creen
a la mujer caída incapaz de emociones, les será imposible imaginarse, sentir en
carne propia la desesperación, las afrentosas humillaciones, las lágrimas
candentes que vierte cuando la hunden cada vez más en el fango.

¿Parecerá acaso extraño que una mujer que regenteara una de esas casas sepa
expresarse tan bien con tal vehemencia, sintiendo de tal manera? Más extraño
me parece el proceder de este buen mundo cristiano que supo sacar provecho,
trasquilar, hacerle pagar su tributo de sangre y dolor a semejante criatura y
luego no le ofrece otra recompensa que la detracción y la persecución. ¡Oh la
caridad de este buen mundo cristiano!

Se está investigando con mucha violencia contra la trata de blancas que se
importa desde Europa a Norteamérica. ¿Cómo podrá conservarse virtuoso este
país si el viejo mundo no le presta su ayuda? No niego que en una pequeña parte
sea esto verdad, tampoco niego que existen emisarios en Alemania y en otras
naciones haciendo su innoble comercio de esclavas con los Estados Unidos. Pero
me niego absolutamente a creer que este tráfico asuma apreciables
proporciones, en lo que respecta a Europa. Si es verdad Que la mayoría de las
prostitutas de Nueva York son extranjeras, sucede también por lo mismo que la
mayoría de su población está compuesta de extranjeros. Desde el momento que
se va a otra ciudad del territorio norteamericano, Chicago, por ejemplo,
encontraremos que las prostitutas extranjeras se hallan en ínfima minoría.

Igualmente exagerada es la creencia basada en que la mayoría de las mujeres
que comercian sus encantos en las calles de esta ciudad, ejercitaban el mismo
tráfico en sus países respectivos antes de venir a Norteamérica. Muchas de estas
muchachas hablan un excelente inglés, se americanizaron en sus modales y su
vestir, lo que es un fenómeno imposible de adaptación, de verificarse, a menos
que hayan permanecido bastantes años en este país. Lo cierto es esto, que
fueron arrastradas a la prostitución por las condiciones del ambiente
norteamericano, a través de las costumbres norteamericanas, inclinadas a un
lujo excesivo, a la afición desmedida por sombreros y vestidos vistosos, y
naturalmente para todas estas cosas se necesita dinero, un dinero que no se
gana en las fábricas, ni en las tiendas.

En otras palabras, no hay razón para creer que ningún grupo comercial de
hombres deseen correr los riesgos de gastos exorbitantes para importar aquí
productos extranjeros, cuando por las mismas condiciones del ambiente el
mercado rebasa con miles de muchachas del país. Por otra parte, hay también
pruebas suficientes para afirmar que la exportación de mujeres jóvenes
norteamericanas, no es tampoco un factor desdeñable.

Ahí está un ex secretario de un juez de Cook County, III., Clifford G. Roe, quien
acusó abiertamente que se embarcaban muchachas del Estado de Nueva
Inglaterra para el exclusivo uso de los empleados del Tío Sam en Panamá. Mr.
Roe agregaba que le pareció que había un ferrocarril subterráneo entre Boston y
Washington, en el que continuamente viajaban mujeres de esas. ¿No es muy
sugestivo que esa línea ferroviaria vaya a morir en el centro y en el corazón de
las autoridades federales? Ese Roe dijo mucho más de lo que se deseaba en las
esferas oficiales, y la prueba es que al poco tiempo fue destituido. No es muy
sensato que los empleados de la administración nacional se pongan a narrar
cierta clase de cuentos.

Las excusas que se adujeron para aminorar la gravedad de este suceso,
estribaban en las particularidades climatológicas de Panamá y en que allí no
existía ningún meretricio. Es el sólito sofisma, la sólita hoja de parra con la que
un mundo hipócrita quiere escudarse porque no se atreve a enfrentar la verdad.

Después de Mr. Roe se halla James Bronson Reynolds, quien hizo un estudio
completo de la trata de blancas en Asia. Siendo este un típico norteamericano y
amigo del futuro Napoleón estadounidense, Teodoro Roosevelt, se puede
asegurar que es el último hombre que intenta desacreditar las virtudes innatas
de su país. Así es como nos informa sobre los establos de Augias del vicio
norteamericano. Hay allí prostitutas norteamericanas que se pusieron de tal
modo en evidencia, que en el Oriente la American girl es sinónimo de
prostituta. Mr. Reynolds le hace recordar a sus conciudadanos que mientras los
norteamericanos en China se hallan bajo la protección de sus cónsules, los
chinos en Estados Unidos están completamente desamparados. Todos los que
conocen las brutales y bárbaras persecuciones que la raza amarilla soporta en
casi toda la costa del Pacífico, han de ver con agrado la amonestación de Mr.
Reynolds.

En vista de todos los hechos descriptos, es un poco absurdo señalar a Europa
como un foco de infección, de donde proceden la mayoría de las enfermedades
sociales que llegan a las playas norteamericanas. Y esto es tan absurdo como
proclamar que la raza judía es la que proporciona el más cuantioso contingente
de esta desarmada presa ante todos los apetitos. Estoy segura que nadie podrá
acusarme de nacionalista en ningún sentido. He podido despojarme de este
prejuicio como de otros, de lo que me hallo muy satisfecha. Es por eso que me
fastidia oír la afirmación de que aquí se importan las prostitutas judías, y si
protesto acerca de tal infundio, no es por mis simpatías judaizantes, sino por los
rasgos inherentes de la vida de esa gente, que conozco muy bien. Nadie ha de
decir que las jóvenes judías emigran a tierras extrañas, si no sabe que algún
pariente cercano o lejano ha de acompañarlas. La muchacha judía no es
aventurera. Hasta hace pocos años no abandonaba su hogar, aun para ir a la
próxima aldea o ciudad, donde podía visitar a alguien de su relación. ¿Es
entonces probable que una joven judía deje su familia, viaje miles de millas
hacia tierras desconocidas bajo la influencia de promesas y de fuerzas extrañas?
Id si queréis hacia esos grandes transatlánticos y comprobad si esas muchachas
no llegan acompañadas con sus parientes, hermanos, tías o familias amigas.
Habrá excepciones, naturalmente, pero de ahí a establecer que un gran número
de jóvenes judías vienen importadas con el propósito de la prostitución y de
cosas parecidas, es desconocer completamente la psicología hebrea.

Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras al techo de las
ajenas; además, los cristales norteamericanos son un poco delgados y pueden
romperse fácilmente, y en el interior no habrá cosas placenteras para ser
exhibidas en público.

Adjudicar el aumento de la prostitución a la alegada importación extranjera, al
hecho de extenderse cada vez más el proxenetismo, es de una superficialidad
abrumadora. Como ya me referí al primer factor, el segundo, los proxenetas,
detestables como son, no se debe ignorar que forma parte esencialmente de una
fase de la prostitución moderna, fase acentuada por las persecuciones y los
castigos resultantes de las esporádicas cruzadas llevadas a cabo contra ese mal
social.

El proxeneta, no dudando que es uno de los miserables especimenes de la
familia humana, ¿en qué manera puede ser más despreciable que el policía,
quien le arranca hasta el último centavo a la pobre trotadora de la calle para
luego conducirla presa todavía? ¿Cómo el proxeneta ha de ser más criminal, o
una más grande amenaza para la sociedad cuando los propietarios de grandes
almacenes, de tiendas o fábricas, buscan sus víctimas entre el personal
femenino para satisfacer sus ansias bestiales y después enviarlas a la calle? No
intento defender al proxeneta de ningún modo, mas no comprendo por qué se le
ha de dar caza despiadadamente, cuando los verdaderos perpetradores de las
iniquidades sociales gozan de inmunidad y de respeto. Entonces, hay que
recordar muy bien que ellos también contribuyen a hacer a las prostitutas, no
solamente el proxeneta. Es por nuestra vergonzosa hipocresía que se creó la
prostituta y el proxeneta.

Hasta el año 1894 estaba muy poco difundido en Norteamérica el hombre que
vivía exclusivamente de las mujeres alegres. Por entonces tuvimos unos ataques
epidérmicos de virtud. El vicio debía abolirse y el país purificarse a toda costa.
El cáncer social fue extirpado del exterior para que sus raíces arraigaran más
hondamente en el organismo de la nación. Los propietarios de prostíbulos y sus
infelices víctimas se hallaron a merced de la policía. Se subsiguió la inevitable
consecuencia con exorbitantes multas, las coimas y la penitenciaría.

Las pupilas antes relativamente amparadas en los meretricios, por representar
ellas cierto valor monetario, se encontraron en la calle como presas indefensas
en las manos del policía groseramente codicioso. Desesperadas, necesitando que
alguien las protegiera amándolas, les fue muy fácil caer en los brazos de los
proxenetas, uno de los productos más genuinos de nuestra era comercial. De ahí
que la modalidad social del proxenetismo no fue más que una excrescencia
natural de las persecuciones de la policía, de las bárbaras puniciones y el intento
siempre frustrado de suprimir la prostitución. Sería absurdo confundir esa faz
moderna de los males sociales con esta última.

La opresión simple y pura y los proyectos de leyes coercitivas no han de servir
más que para amargar a la infortunada víctima de su misma ignorancia y
estupidez, y luego llevarla a la última degradación. Uno de ellos logró su
máxima severidad, proponiendo que a las prostitutas se les diera el tratamiento
de los criminales, y las cogidas en flagrante, se las penaría con cinco años de
cárcel y 10,000 dólares de multa. Semejante actitud sólo demuestra la obtusa
incomprensión de las verdaderas causas de la prostitución, como factor social,
como también esto es una manifestación del puritánico espíritu de otros días
sangrientos en la historia del puritanismo.

No existe un escritor moderno que al tratar este asunto no señale la completa
futilidad de estos métodos legislativos con sus innumerables medios de
coerción. El Dr. Blaschko dice que las represiones gubernativas y las cruzadas
moralizadoras nada consiguen más que dispersar el mal social que quieren
combatir por miles de otros conductos secretos, multiplicando así los peligros
para la sociedad. Havelock Ellis. el temperamento más humanitario y el
estudioso más profundo de la prostitución, nos hace comprobar con el
fehaciente testimonio de citas históricas, que cuanto más drástico es el método
de represión, mucho más empeora las condiciones de ese mal. Entre una de esas
citas se halla la siguiente: En 1560 Carlos IX abolió con un edicto todos los
prostíbulos; pero el número de las meretrices no hizo más que aumentar,
mientras otras casas de lenocinio fueron apareciendo clandestinamente,
siendo mucho más peligrosas que las anteriores. A despecho de esa legislación,
o por causa de ella, no hubo país entonces en el que la prostitución se
extendiera con más fuerza, jugando un rol preponderante. (Sex and Society ).

Solamente una opinión pública inteligentemente educada, que deje de poner en
práctica el ostracismo legal y moral hacia la prostitución, ha de coadyuvar al
mejoramiento del presente estado de cosas. Cerrar los ojos por un falso pudor y
fingir ignorancia ante este mal y no reconocerlo como un factor social de la vida
moderna, no hará más que agravarlo. Debemos estar por encima de la estúpida
noción soy mejor que tú, tratando de ver en la prostituta solamente a un
producto de las condiciones sociales. Semejante actitud por parte nuestra, al
desterrar para siempre toda postura hipócrita, establecerá una más amplia
comprensión, haciéndonos espiritualmente aptos para otorgarle un trato más
humanitario, casi fraternal a esas desventuradas.

Respecto a la total extirpación de la prostitución, nada, ningún método podrá
llevar a cabo esa magna empresa, sino la más completa y radical transmutación
de valores, en la actualidad falsamente reconocidos como beneficiosos especialmente
en lo que atañe a la parte moral junto con la abolición de la esclavitud industrial,
su causa causarum.

Julio César Pagés: No es aguja es pajar...

Por Aloyma Ravelo / Revita Mujeres Cubaweb
Julio César es un hombre cautivador. Una se prenda de cada palabra que dice, no tanto por la belleza o la poesía que anida en su discurso, sino por la fuerza con que expresa cada argumento. En el fondo de su mirada, se puede ver que en él habita un líder que se afana y dedica con la mayor fe, a la necesidad de cambios culturales, de comportamientos y estereotipos, de esencia y presencia… Construir mejores seres humanos, desde una perspectiva relacional, no solo entre los géneros, sino cada quien consigo mismo.

Como historiador, profesor de la Universidad de La Habana y coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, ha escrito innumerables artículos polémicos, reflexivos y analíticos tales como “Feminismo y Masculinidad: ¿mujeres contra hombres?” Otro muy interesante que recuerdo, “Género y masculinidad en Cuba: ¿el otro lado de una historia?” Sus libros también tienen esa impronta de promover debate, asombro y algo más, como “Por andar vestida de hombre.”

El profesor Pagés, me es una persona muy cercana, a quien admiro por su dedicación al trabajo y a lo que tanto cree. Es indicado para entrevistar un día como hoy, que el mundo entero intenta hacer un llamado al cese de tanta violencia contra las mujeres.

El cuestionario comienza: ¿En qué espacios y niveles hay que actuar para que no se produzca la violencia contra las mujeres? ¿Es tarea principalísima sólo de mujeres?
¿Un problema social? ¿Cómo involucrar a la otra mitad, los hombres?

De esto y más habló el profesor, quien vive convencido que cualquier compromiso social, de lucha por lograr una humanidad con más equidad de género, tiene que pasar primeramente por la decisión y responsabilidad individual.


“Revisar todos los códigos personales para evitar transmitir violencia de cualquier tipo. Nadie se puede sentir exento a este análisis constante en la vida cotidiana. Muchas veces vemos la paja en el ojo ajeno. Yo me autoanalizo todos los días, en cuanto a mi comportamiento, que no sea hegemónico mi trato, mi manera de expresarme. Trabajo con un equipo muy joven y todo el tiempo insisto en que no sea violento, porque a veces las hegemonías son violentas”.

“Abogo por una no violencia en general, hacia determinados grupos de edades, hacia las personas diferentes. Un día como hoy es importante combatir todas las violencias, y no buscar culpables. Yo intento transmitir paz a las personas que me rodean y esto se revierte”.


Hombre a todo...

En uno de sus artículos, escribió el doctor González Pagés que “el machismo es el término con el que se acuña la hiperbolización de la masculinidad y pone al macho, entiéndase al hombre, como centro del universo. Utilizado muchas veces en contraposición al feminismo, este conjunto de ideas socio-ideológico-culturales, se ha encargado de preservar la hegemonía masculina como centro del poder”.

Manifiesta que el machismo ha sido validado en Cuba como una forma de la cultura, y todo el mundo sabe lo complejo y difícil que es desterrar modelos. Por eso, propone, hay que militar más, los medios de comunicación deben meterse más en este problema. No se trata de días ni campañas. Combatir la violencia donde surja, en la calle, en cualquier espacio.

“No puedo sentir pena de llamarle la atención a alguien por su conducta violenta o permitir que se excluya a quienes viven con otras capacidades físicas. No es para nada saludable y dignificador consentir la burla, el choteo. Somos a veces permisibles, y apenas si nos damos cuenta”.

El profesor Julio Cesar insiste en el tema de los muy variados espacios donde se ejerce violencia contra las mujeres, argumentando que “muchas veces se repiten estribillos de canciones que son muy agresivas, que incitan por ejemplo a una sexualidad casi pornográfica, que no es sexualidad, ni eros ni emoción, sino consumo sexual. Una sexualidad en la que no hay placeres, porque descubrir siempre tiene un encanto, tanto como el deseo de conquista, de seducción. No es mi intención hacer discursos de moralidad, pero no podemos perder el aroma del disfrute de todo lo que es disfrutable, de manera adecuada, por supuesto.

“Eso también es cultura de paz, cuando logramos ser diversos en el mismo espacio. La incitación al debate, no es incitación a la agresión. Se puede pensar diferente, pero no hay por qué censurar menospreciar, atropellar a nadie”.

Mi entrevistado tiene un sentido muy preciso del magisterio: “Yo no puedo cambiar la sociedad cubana pero puedo cambiar a las personas que me rodean, y como profesor sé que tengo un reto, soy un líder de opinión, y sé que estoy influyendo en un sector importante, que son los estudiantes. Esto es un compromiso con el país en que uno vive, con la sociedad que te toca vivir. Para mí, es una norma de ser revolucionario. Ser revolucionario no es solamente el que lo dice, es evitar también que la violencia se extienda, no llegue a las calles. Yo aspiro a seguir caminando por mi ciudad sin miedo, y ese llamado además es para los hombres, quienes tienen que formar parte de estas celebraciones y reflexiones que hacemos en una jornada como la de hoy. Hablar de un mundo de equidad, un mundo contra la violencia, eso también nos incluye a nosotros”.

No busca Julio Cesar una aguja en un pajar.

Mariana, Madre de la Patria Cubana...

Por Marilys Suárez Moreno
“El verbo de Mariana Grajales, su palabra, fue siempre atinado y oportuno, verdadera maestra”. Estas palabras, de la fallecida doctora Leyda Oquendo, retrata a una mujer que por Ley de la República de Cuba fue denominada Madre de la Patria, aunque desde mucho antes el pueblo la había proclamado como tal al reconocer en ella, no solo a la progenitora de los aguerridos Maceo, sino también porque representaba el prototipo nacional de nuestra mujer heroica, ejemplo de virtud, abnegación y patriotismo.

¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto?, diría Martí, nuestro Héroe Nacional.

A Mariana le tocó vivir una época de hiriente hostilidad a su raza… de inhumana represión, valoró el historiador Leopoldo Horrego. Nacida en Santiago de Cuba, el 12 de julio de 1815, pasó su niñez con sus padres, oriundos de Santo Domingo. Eran años en que los esclavos y esclavas se sublevaban una y otra vez, en que la atmósfera de revolución se respiraba.



Casada en primeras nupcias con Fructuoso Regueiferos, de esa unión tuvo cuatro hijos. Joven aun enviudó, casándose años después con el venezolano Marcos Maceo. A los hijos de Regueiferos, Marcos los tuvo como suyos. Trece en total parió Mariana, de los cuales 10 los ofreció a la causa redentora como bravos guerreros. Solo uno de ellos no combatió, porque murió antes de iniciarse la contienda independentista. El resto, con la madre a la cabeza, se fue al campo insurreccional.

Mujer humilde se preocupo porque sus hijos alcanzaran la mejor educación y pagaba maestros en una época en que no era bien visto que un negro quisiera aprender. Sus hijos tuvieron mucho de la madre heroica que, a la par de una vida honesta, supo trasmitirles su patriotismo e intransigencia ante las debilidades, rasgo que distinguió a los Maceo Grajales. Antonio, encarnación de todos los Grajales, legó o a la historia en 1878 la gloriosa Protesta de Baraguá, para siempre blasón de Cuba entera. Sin libertad, sin abolición de la esclavitud, no cabía ningún pacto con España. Mariana, otra vez con su tropa heroica, partió a la emigración revolucionaria. Tenía 70 años.

Desde el exilio la heroica mujer continuó apoyando con su aliento y ejemplo la lucha revolucionaria. En 1892 conoció personalmente al Héroe Nacional de Cuba, José Martí, a la sazón en los preparativos para la contienda bélica que se iniciaría el 24 de febrero de 1895 y quien después de verla, escribió en el periodito Patria, que fundó, dirigió y editó: “Vi a la anciana dos veces y me acarició y me miró como a un hijo, y la recordaré con amor toda la vida”.

El 27 de noviembre de 1893 dejó de existir la heroica mambisa cubana. Presente en la acción de la mujer combatiente, en la actitud mantenida ante el trabajo, en la exigencia cotidiana, en la lucha revolucionaria de cada día. Hoy, mañana y siempre, Mariana, esa mujer inmensa que acunó a hijos tan grandes y heroicos como ella misma, vive en el corazón de su pueblo, en sus raíces. .

La tragedia de la emancipación de la mujer...

Por: Emma Goldman
Comenzaré admitiendo lo siguiente: sin tener en cuenta las teorías políticas y económicas que tratan de las diferencias fundamentales entre las varias agrupaciones humanas; sin miramiento alguno para las distinciones de raza o de clase, sin parar mientes en la artificial línea divisoria entre los derechos del hombre y de la mujer, sostengo que puede haber un punto en cuya diferenciación misma se ha de coincidir, encontrarse y unirse en perfecto acuerdo.

Con esto no quiero proponer un pacto de paz. El general antagonismo social que se posesionó de la vida contemporánea, originado, por fuerzas de opuestos y contradictorios intereses, ha de derrumbarse cuando la reorganización de la vida societaria, al basarse sobre principios económicos justicieros, sea un hecho y una realidad.

La paz y la armonía entre ambos sexos y entre los individuos, no ha de depender necesariamente de la igualdad superficial de los seres, ni tampoco traerá la eliminación de los rasgos y de las peculiaridades de cada individuo. El problema planteado actualmente, pudiendo ser resuelto en un futuro cercano, consiste en preciarse de ser uno mismo, dentro de la comunión de la masa de otros seres y de sentir hondamente esa unión con los demás, sin avenirse por ello a perder las características más salientes de sí mismo. Esto me parece a mí que deberá ser la base en que descansa la masa y el individuo, el verdadero demócrata y el verdadero individualista, o donde el hombre y la mujer han de poderse encontrar sin antagonismo alguno. El lema no será: perdonaos unos a otros, sino: comprendeos unos a otros. La sentencia de Mme. Stael citada frecuentemente: Comprenderlo todo es perdonarlo todo, nunca me fue simpática; huele un poco a sacristía; la idea de perdonar a otro ser demuestra una superioridad farisaica.


Comprenderse mutuamente es para mí suficiente. Admitida en parte esta
premisa, ella presenta el aspecto fundamental de mi punto de vista acerca de la
emancipación de la mujer y de la entera repercusión en todas las de su sexo.

Su completa emancipación hará de ella un ser humano, en el verdadero sentido.
Todas sus fibras más íntimas ansían llegar a la máxima expresión del juego
interno de todo su ser, y barrido todo artificial convencionalismo, tendiendo a la
más completa libertad, ella irá luego borrando los rezagos de centenares de años
de sumisión y de esclavitud.

Este fue el motivo principal y el que originó y guió el movimiento de la
emancipación de la mujer. Más los resultados hasta ahora obtenidos, la aislaron
despojándola de la fuente primaveral de los sentidos y cuya dicha es esencial
para ella. La tendencia emancipadora, afectándole sólo en su parte externa, la
convirtió en una criatura artificial, que tiene mucho parecido con los productos
de la jardinería francesa con sus jeroglíficos y geometrías en forma de pirámide,
de conos, de redondeles, de cubos, etc.; cualquier cosa, menos esas formas
sumergidas por cualidades interiores. En la llamada vida intelectual, son
numerosas esas plantas artificiales en el sexo femenino.

¡Libertad e igualdad para las mujeres! Cuántas esperanzas y cuántas ilusiones
despertaron en el seno de ellas, cuando por primera vez estas palabras fueron
lanzadas por los más valerosos y nobles espíritus de estos tiempos. Un sol, en
todo el esplendor de su gloria emergía para iluminar un nuevo mundo; ese
mundo, donde las mujeres se hallaban libres para dirigir sus propios destinos;
un ideal que fue merecedor por cierto de mucho entusiasmo, de valor y
perseverancia, y de incesantes esfuerzos por parte de un ejército de mujeres, que
combatieron todo lo posible contra la ignorancia y los prejuicios.

Mi esperanza también iba hacia esa finalidad, pero opino que la emancipación
como es interpretada y aplicada actualmente, fracasó en su cometido
fundamental. Ahora la mujer se ve en la necesidad de emanciparse del
movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre. Puede
esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad.

¿Qué consiguió ella, al ser emancipada? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró
depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores
predecían? No, por cierto. De paso hay que advertir, ya llegó la hora de que la
gente sensata no hable más de corruptelas políticas en tono campanudo. La
corrupción en la política nada tiene que ver con la moral o las morales, ya
provenga de las mismas personalidades políticas.

Sus causas proceden de un punto solo. La política es el reflejo del mundo
industrial, cuya máxima es: bendito sea el que más toma y menos da; compra
lo más barato y vende lo más caro posible, la mancha en una mano, lava la
otra . No hay esperanza alguna de que la mujer, aun con la libertad de votar,
purifique la política.

El movimiento de emancipación trajo la nivelación económica entre la mujer y
el hombre; pero como su educación física en el pasado y en el presente no le
suministró la necesaria fuerza para competir con el hombre, a menudo se ve
obligada a un desgaste de energías enormes, a poner en máxima tensión su
vitalidad, sus nervios a fin de ser evaluada en el mercado de la mano de obra.
Raras son las que tienen éxito, ya que las mujeres profesoras, médicas,
abogadas, arquitectos e ingenieros, no merecen la misma confianza que sus
colegas los hombres, y tampoco la remuneración para ellas es paritaria. Y las
que alcanzan a distinguirse en sus profesiones, lo hacen siempre a expensas de
la salud de sus organismos. La gran masa de muchachas y mujeres trabajadoras,
¿qué independencia habrían ganado al cambiar la estrechez y la falta de libertad
del hogar, por la carencia total de libertad de la fábrica, de la confitería, de las
tiendas o de las oficinas? Además está el peso con el que cargarán muchas
mujeres al tener que cuidar el hogar doméstico, el dulce hogar , donde solo
hallarán frío, desorden, aridez, después de una extenuante jornada de trabajo.
¡Gloriosa independencia esta! No hay pues que asombrarse que centenares de
muchachas acepten la primera oferta de matrimonio, enfermas, fatigadas de su
independencia, detrás del mostrador, o detrás de la máquina de coser o escribir.
Se hallan tan dispuestas a casarse como sus compañeras de la clase media,
quienes ansían substraerse de la tutela paternal.

Esa sedicente independencia, con la cual apenas se gana para vivir, no es muy
atrayente, ni es un ideal; al cual no se puede esperar que se le sacrifiquen todas
las cosas. La tan ponderada independencia no es después de todo más que un
lento proceso para embotar, atrofiar la naturaleza de la mujer en sus instintos
amorosos y maternales.

Sin embargo la posición de la muchacha obrera es más natural y humana que la
de su hermana de las profesiones liberales, quien al parecer es más afortunada,
profesoras, médicas, abogadas, ingenieras, las que deberán asumir una
apariencia de más dignidad, de decencia en el vestir, mientras que
interiormente todo es vacío y muerte.

La mezquindad de la actual concepción de la independencia y de la
emancipación de la mujer; el temor de no merecer el amor del hombre que no es
de su rango social; el miedo que el amor del esposo le robe su libertad; el horror
a ese amor o a la alegría de la maternidad, la inducirá a engolfarse cada vez más
en el ejercicio de su profesión, de modo que todo esto convierte a la mujer
emancipada en una obligada vestal, ante quien la vida, con sus grandes dolores
purificadores y sus profundos regocijos, pasa sin tocarla ni conmover su alma.

La idea de la emancipación, tal como la comprende la mayoría de sus
adherentes y expositores, resulta un objetivo limitadísimo que no permite se
expanda ni haga eclosión; esta es: el amor sin trabas, el que contiene la honda
emoción de la verdadera mujer, la querida, la madre capaz de concebir en plena
libertad.

La tragedia que significa resolver su problema económico y mantenerse por sus
propios medios, que hubo de afrontar la mujer libre, no reside en muchas y
variadas experiencias, sino en unas cuantas, las que más la aleccionaron. La
verdad, ella sobrepasa a su hermana de las generaciones pretéritas, en el agudo
conocimiento de la vida y de la naturaleza humana; es por eso que siente con
más intensidad la falta de todo lo más esencial en la vida lo único apropiado
para enriquecer el alma humana, y que sin ello, la mayoría de las mujeres
emancipadas se convierten a un automatismo profesional.

Semejante estado de cosas fue previsto por quienes supieron comprender que
en los dominios de la ética quedaban aún en pie muchas ruinas de los tiempos,
en que la superioridad del hombre fue indisputada; y que esas ruinas eran
todavía utilizadas por las numerosas mujeres emancipadas que no podían hacer
a menos de ellas. Es que cada movimiento de tinte revolucionario que persigue
la destrucción de las instituciones existentes con el fin de reemplazarlas por otra
estructura social mejor, logra atraerse innumerables adeptos que en teoría
abogan por las ideas más radicales y en la práctica diaria, se conducen como
todo el mundo, como los inconscientes y los filisteos (burgueses), fingiendo una
exagerada respetabilidad en sus sentimientos e ideas y demostrando el deseo de
que sus adversarios se formen la más favorable de las opiniones acerca de ellos.
Aquí, por ejemplo, tenemos los socialistas y aun los anarquistas, quienes
pregonan que la propiedad es un robo, y asimismo se indignarán contra quien
les adeude por el valor de media docena de alfileres.

La misma clase de filisteísmo se encuentra en el movimiento de emancipación
de la mujer. Periodistas amarillos y una literatura ñoña y color de rosa trataron
de pintar a las mujeres emancipadas de un modo como para que se les erizaran
los cabellos a los buenos ciudadanos y a sus prosaicas compañeras. De cada
miembro perteneciente a las tendencias emancipacionistas, se trazaba un
retrato parecido al de Georges Sand, respecto a su despreocupación por la
moral. Nada era sagrado para la mujer emancipada, según esa gente. No tenía
ningún respeto por los lazos ideales de una mujer y un hombre. En una palabra,
la emancipación abogaba solo por una vida de atolondramiento, de lujuria y de
pecado; sin miramiento por la moral, la sociedad y la religión. Las
propagandistas de los derechos de la mujer se pusieron furiosas contra esa falsa
versión, y exentas de ironía y humor, emplearon a fondo todas sus energías para
probar que no eran tan malas como se les había pintado, sino completamente al
reverso. Naturalmente decíanhasta tanto la mujer siga siendo esclava del
hombre, no podrá ser buena ni pura; pero ahora que al fin se ha libertado
demostrará cuan buena será y cómo su influencia deberá ejercer efectos
purificadores en todas las instituciones de la sociedad. Cierto, el movimiento en
defensa de los derechos de la mujer dio en tierra con más de una vieja traba o
prejuicio, pero se olvidó de los nuevos.

El gran movimiento de la verdadera emancipación no se encontró con una gran
raza de mujeres, capaces y con el valor de mirar en la cara a la libertad. Su
estrecha y puritana visión, desterró al hombre, como a un elemento perturbador
de su vida emocional, y de dudosa moralidad. El hombre no debía ser tolerado,
a excepción del padre y del hijo, ya que un niño no vendrá a la vida sin el padre.
Afortunadamente, el más rígido puritanismo no será nunca tan fuerte que mate
el instinto de la maternidad. Pero la libertad de la mujer, hallándose
estrechamente ligada con la del hombre, y las llamadas así hermanas
emancipadas pasan por alto el hecho que un niño al nacer ilegalmente necesita
más que otro el amor y cuidado de todos los seres que están a su alrededor,
mujeres y hombres. Desgraciadamente esta limitada concepción de las
relaciones humanas hubo de engendrar la gran tragedia existente en la vida del
hombre y de la mujer moderna.

Hace unos quince años que apareció una obra cuyo autor era la brillante
escritora noruega Laura Marholom. Se titulaba La mujer, estudio de caracteres.
Fue una de las primeras en llamar la atención sobre la estrechez y la vaciedad
del concepto de la emancipación de la mujer, y de los trágicos efectos ejercidos
en su vida interior. En su trabajo, Laura Marholom traza las figuras de varias
mujeres extraordinariamente dotadas y talentosas de fama internacional; habla
del genio de Eleonora Duse; de la gran matemática y escritora Sonya
Kovalevskaia; de la pintora y poetisa innata que fue María Bashkirtzeff, quien
murió muy joven. A través de la descripción de las existencias de esos
personajes femeninos y a través de sus extraordinarias mentalidades, corre la
trama deslumbrante de los anhelos insatisfechos, que claman por un vivir más
pleno, más armonioso y más bello y al no alcanzarlo, de ahí su inquietud y su
soledad. Y a través de esos bocetos psicológicos, magistralmente realizados, no
se puede menos de notar que cuanto más alto es el desarrollo de la mentalidad
de una mujer, son más escasas las probabilidades de hallar el ser, el compañero
de ruta que le sea completamente afín; el que no verá en ella, no solamente la
parte sexual, sino la criatura humana, el amigo, el camarada de fuerte
individualidad, quien no tiene por qué perder un solo rasgo de su carácter.

La mayoría de los hombres, pagados por su suficiencia, con su aire ridículo de
tutelaje hacia el sexo débil, resultarían entes algo absurdos, imposibles para una
mujer como las descritas en el libro de Laura Marholom. Igualmente imposible
sería que no se quisiese ver en ellas más que sus mentalidades y su genio, y no
se supiese despertar su naturaleza femenina.

Un poderoso intelecto y la fineza de sensibilidad y sentimiento son dos
facultades que se consideran como los necesarios atributos que integrarán una
bella personalidad. En el caso de la mujer moderna, ya no es lo mismo. Durante
algunos centenares de años el matrimonio basado en la Biblia, hasta la muerte
de una de las partes, se reveló como una institución que se apuntaba en la
soberanía del hombre en perjuicio de la mujer, exige su completa sumisión a su
voluntad y a sus caprichos, dependiendo de él por su nombre y por su
manutención. Repetidas veces se ha hecho comprobar que las antiguas
relaciones matrimoniales se reducían a hacer de la mujer una sierva y una
incubadora de hijos. Y no obstante, son muchas las mujeres emancipadas que
prefieren el matrimonio a las estrecheces de la soltería, estrecheces convertidas
en insoportables por causa de las cadenas de la moral y de los prejuicios
sociales, que cohíben y coartan su naturaleza.

La explicación de esa inconsistencia de juicio por parte del elemento femenino
avanzado, se halla en que no se comprendió lo que verdaderamente significaba
el movimiento emancipacionista. Se pensó que todo lo que se necesitaba era la
independencia contra las tiranías exteriores; y las tiranías internas, mucho más
dañinas a la vida y a sus progresos las convenciones éticas y sociales se
las dejó estar, para que se cuidaran a sí mismas, y ahora están muy bien cuidadas. Y
éstas parece que se anidan con tanta fuerza y arraigo en las mentes y en los
corazones de las más activas propagandistas de la emancipación, como los que
tuvieron en las cabezas y en los corazones de sus abuelas.

¿Esos tiranos internos acaso no se encarnan en la forma de la pública opinión, o
lo que dirá mamá, papá, tía, y otros parientes; lo que dirá Mrs. Grundy, Mr.
Comstock, el patrón, y el Consejo de Educación? Todos esos organismos tan
activos, pesquisas morales, carceleros del espíritu humano, ¿qué han de decir?
Hasta que la mujer no haya aprendido a desafiar a todas las instituciones,
resistir firmemente en su sitio, insistiendo que no se la despoje de la menor
libertad; escuchando la voz de su naturaleza, ya la llame para gozar de los
grandes tesoros de la vida, el amor por un hombre, o para cumplir con su más
gloriosa misión, el derecho de dar libremente la vida a una criatura humana, no
se puede llamar emancipada. Cuántas mujeres emancipadas han sido lo
bastante valerosas para confesarse que la voz del amor lanzaba sus ardorosos
llamados, golpeaba salvajemente su seno, pidiendo ser escuchado, ser
satisfecho.

El escritor francés Jean Reibrach, en una de sus novelas, New Beauty La
Nueva Belleza intenta describir el ideal de la mujer bella y emancipada. Este
ideal está personificado en una joven, doctorada en medicina. Habla con mucha
inteligencia y cordura de cómo debe alimentarse un bebé; es muy bondadosa,
suministra gratuitamente sus servicios profesionales y las medicinas para las
madres pobres. Conversa con un joven, una de sus amistades, acerca de las
condiciones sanitarias del porvenir y cómo los bacilos y los gérmenes serán
exterminados una vez que se adopten paredes y pisos de mármol, piedra o
baldosas, haciendo a menos de las alfombras y de los cortinados. Ella
naturalmente, viste sencillamente y casi siempre de negro. El joven, quien en el
primer encuentro se sintió intimidado ante la sabiduría de su emancipada
amiga, gradualmente la va conociendo y comprendiendo cada vez más, hasta
que un buen día se da cuenta que la ama. Los dos son jóvenes, ella es buena y
bella y, aunque un tanto severa en su continencia, su apariencia se suaviza con
el inmaculado cuello y puños. Uno esperaría que le confesara su amor, pero él
no está por cometer ningún gesto romántico y absurdo. La poesía y el
entusiasmo del amor le hacen ruborizar, ante la pureza de la novia. Silencia el
naciente amor, y permanece correcto. También, ella es muy medida, muy
razonable, muy decente. Temo que de haberse unido esa pareja, el jovencito
hubiera corrido el riesgo de helarse hasta morirse. Debo confesar que nada veo
de hermoso en esta nueva belleza, que es tan fría como las paredes y los pisos
que ella sueña implantar en el porvenir. Prefiero más bien los cantos de amor de
la época romántica, don Juan y Venus, más bien el mocetón que rapta a su
amada en una noche de luna, con las escaleras de cuerda, perseguido por la
maldición del padre y los gruñidos de la madre, y el chismorreo moral del
vecindario, que la corrección y la decencia medida por el metro del tendero. Si el
amor no sabe darse sin restricciones, no es amor, sino solamente una
transacción, que acabará en desastre por el más o el menos.

La gran limitación de miras del movimiento emancipacionista de la actualidad,
reside en su artificial estiramiento y en la mezquina respetabilidad con que se
reviste, lo que produce un vacío en el alma de la mujer, no permitiéndole
satisfacer sus más naturales ansias. Una vez hice notar que parecía existir una
más estrecha relación entre la madre de corte antiguo, el ama de casa siempre
alerta, velando por la felicidad de sus pequeños y el bienestar de los suyos, y la
verdadera mujer moderna, que con la mayoría de las emancipadas. Estas
discípulas de la emancipación depurada, clamaron contra mi heterodoxia y me
declararon buena para la hoguera. Su ciego celo no les dejó ver que mi
comparación entre lo viejo y lo nuevo tendía solamente a probar que un buen
número de nuestras abuelas tenían más sangre en las venas, mucho más humor
e ingenio, y algunas poseían en alto grado naturalidad, sentimientos
bondadosos y sencillez, más que la mayoría de nuestras profesionales
emancipadas que llenan las aulas de los colegios, las universidades y las
oficinas. Esto después de todo no significa el deseo de retornar al pasado, ni
relegar a la mujer a su antigua esfera, la cocina y al amamantamiento de las
crías.

La salvación estriba en una enérgica marcha hacia un futuro cada vez más
radiante. Necesitamos que cada vez sea más intenso el desdén, el desprecio, la
indiferencia contra las antiguas tradiciones y los viejos hábitos. El movimiento
emancipacionista ha dado apenas el primer paso en este sentido. Es de esperar
que reúna sus fuerzas para dar otro. El derecho del voto, de la igualdad de los
derechos civiles, pueden ser conquistas valiosas; pero la verdadera
emancipación no empieza en los parlamentos, ni en las urnas. Empieza en el
alma de la mujer. La historia nos cuenta que las clases oprimidas conquistaron
su verdadera libertad, arrancándosela a sus amos en una serie de esfuerzos. Es
necesario que la mujer se grabe en la memoria esa enseñanza y que comprenda
que tendrá toda la libertad que sus mismos esfuerzos alcancen a obtener. Es por
eso mucho más importante que comience con su regeneración interna, cortando
el lazo del peso de los prejuicios, tradiciones y costumbres rutinarias. La
demanda para poseer iguales derechos en todas las profesiones de la vida
contemporánea es justa; pero, después de todo, el derecho más vital es el de
poder amar y ser amada.

Verdaderamente, si de una emancipación apenas parcial se llega a la completa
emancipación de la mujer, habrá que barrer de una vez con la ridícula noción
que ser amada, ser querida y madre, es sinónimo de esclava o de completa
subordinación. Deberá hacer desaparecer la absurda noción del dualismo del
sexo, o que el hombre y la mujer representan dos mundos antagónicos.

La pequeñez separa; la amplitud une. Dejen que seamos grandes y generosos.
Déjenos hacer de lado un cúmulo de complicadas mezquindades para
quedarnos con las cosas vitales. Una sensata concepción acerca de las relaciones
de los sexos no ha de admitir el conquistado y el conquistador; no conoce más
que esto: prodigarse, entregarse sin tasa para encontrarse a sí mismo más rico,
más profundo, mejor. Ello sólo podrá colmar la vaciedad interior, y transformar
la tragedia de la emancipación de la mujer, en gozosa alegría, en dicha ilimitada.