sábado, marzo 30, 2013

Y si fueran ellos…


Virginia Carrera Garrosa

Investigadora y experta en género. Portavoz del Colectivo Feminista Trece Rosas
El 30 de marzo se celebra el Día Internacional de las Trabajadoras de Hogar. Se trata de una ocasión idónea para reivindicar los derechos de miles de trabajadoras, en un sector que está sujeto a una grave precariedad laboral, en la que cabe destacar que no existe el derecho al subsidio por desempleo.

La reflexión sobre este día me trae a la cabeza la imagen de aquellas mujeres que utilizaban traje negro y cofia y que aparecían en las películas de la dictadura y transición española. Aquellas trabajadoras que emigraban de sus pueblos, buscando un futuro mejor o algo que llevarse a la boca. Y “disfrutaban” de unas relaciones laborales que no les hacían olvidar que ellas eran las que servían y otros los que mandaban.

Las diferentes modificaciones en el ámbito del empleo del hogar no han pasado solo por su cambio de nomenclatura. Desde que se publicara, en 1985, la regulación especial del “servicio doméstico”, hasta 2011, en que se realiza la última reforma, se han producido cambios relevantes en esta profesión. Quizás, ya no visibilizamos el uniforme al referirnos a la empleada de hogar; ahora lo que vemos es una trabajadora atendiendo a nuestras y nuestros dependientes, manteniendo nuestros hogares y cuidando de nuestras criaturas.

Ya no tienen una puerta especial por la que salir y entrar, pero sí mantienen un trato diferenciado respecto al resto de personas trabajadoras. Porque sus condiciones de trabajo y derechos laborales son muy diferentes al conjunto de la clase trabajadora.



Durante los últimos años, coincidiendo con las épocas de menor crisis económica y laboral, y digo menor porque en una sociedad como la nuestra las altas tasas de desempleo no son nuevas, la imagen de la empleada de hogar era de la una trabajadora extranjera que venía de sus país de origen, motivada por una inmigración económica, y que esperaba encontrar en nuestra sociedad una estabilidad laboral y un salario que le permitiera mantenerse aquí y mantener a “los de allí”; porque no olvidemos que en épocas de bonanza económica se mercantilizan algunos servicios, sobre todo aquellos vinculados a tareas poco reconocidas como pueden ser las labores del hogar o la atención a la dependencia.

Ahora la situación es otra: seguimos encontrando trabajadoras extranjeras cuidando de nuestras familias y manteniendo nuestros hogares, pero cada vez encontramos más españolas. Más españolas en un sector reconocido como el menos protegido socialmente y más bajo en la jerarquía ocupacional. Eso sí, necesario en nuestra sociedad.

Toda esta reflexión la realizo en femenino, porque no podemos olvidar el hecho de que el 96% de las personas que trabajan en este sector son mujeres. Podríamos afirmar que es un sector altamente feminizado y así ha sido siempre. Esta profesión ocupada por mujeres es la única profesión que no cotiza para el desempleo, que reconoce horarios intempestivos y disponibilidad absoluta, con un salario equivalente a 645.30 euros (Salario Mínimo Interprofesional), y que mantiene la polivalencia de la trabajadora, sin clasificar ni ser valorada.

Conocer estas situaciones laborales nos enseña que todavía quedan profesiones que no se valoran de la misma forma que el resto y, casualmente, las desarrollan mujeres. Empleos que tienen que ver con las actividades que las mujeres hemos desarrollado en el espacio privado. Trabajos como son el cuidado de los y las dependientes, el mantenimiento de los hogares y el acompañamiento en la transmisión de valores, actitudes, conocimientos y habilidades, es decir el desarrollo del aprendizaje, de nuestras criaturas. En la actualidad estas profesiones suponen sectores altamente feminizados.

Un ejemplo visible de esta afirmación es el de las trabajadoras del hogar. Después de 28 años reglamentando y manteniendo estas desigualdades socio laborales la pregunta que me viene a la cabeza es ¿si hubiera sido un sector masculinizado, la cosa estaría igual? Ahí lo dejo.

Esperamos que este día sirva para sacar a la luz la situación de miles de mujeres que trabajan en este sector y que lo hacen con unas condiciones laborales muy precarias y, por supuesto, para reivindicar los mismos derechos por trabajos de igual valor.

OIT señala como reto el ratificar convenio para reconocer derechos de empleadas del hogar


Notimex

El principal reto que tiene México en el reconocimiento de los derechos de las y los empleados domésticos es la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), referente a la labor de este sector, afirmó el presidente del Conapred, Ricardo Bucio Mujica. En el marco del Día Internacional de la Trabajadora del Hogar y ante la situación que viven cientos de personas que se emplean en las labores domésticas en el país: sin seguridad social, contrato o salarios justos, es necesario que México ratifique dicho convenio que reconoce sus derechos.

Así lo indicó en entrevista con Notimex el titular del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), quien además confió en que este mismo año se ratifique dicho acuerdo, lo que comprometería al gobierno federal hacer las adecuaciones a las leyes correspondientes durante la administración. En el país, de acuerdo con cifras del Inegi, existen más de dos millones de empleados domésticos -mayoritariamente mujeres- quienes sufren discriminación múltiple por sus condiciones. Y es que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Discriminación (Enadis 2010), este sector es uno de los que más frecuentemente ve vulnerados sus derechos, específicamente laborales.

Pero la discriminación en este caso no se limita al aspecto laboral ya que también su género, su estrato socioeconómico, estado civil o el nivel educativo que tienen, son factores para que constantemente se reciban un trato diferenciado y desfavorable al emplearse en este oficio. “Hay una situación de precariedad en las condiciones laborales, la ley mexicana es deficiente y desventajosa respecto a otros oficios y profesiones, porque no hay políticas ni programas dirigidos específicamente a este sector y por la cultura social en la que prevalece una constante afectación”, señaló Bucio.

Por ello, insistió en que es necesario ratificar el convenio pues ello “obligaría a una armonización legislativa” además de la modificación de las leyes Federal del Trabajo y la General del IMSS, para hacer valer derechos como el acceso a seguridad social, salarios justos, contratos y otros. Además, permitiría establecer la obligación para inspeccionar a las instituciones públicas en la regulación de las relaciones obrero-patronales que no se hace respecto a este trabajo- y daría la pauta para que se homologuen los derechos de este tipo de empleo. En este contexto, se pronunció a favor de que el Ejecutivo federal envíe pronto el convenio al Senado de la República para que éste lo revise y ratifique a fin de que haya un acuerdo entre las secretarías del Trabajo, la de Educación, el Instituto Nacional de la Mujeres (Inmujeres) y los organismos encargados de la regulación de medios. Sin embargo, admitió el ex secretario Técnico de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), esto no será suficiente pues faltan mecanismos de cambio cultural y de confrontación con la realidad, para permitir la obligatoriedad de contratos que establezcan derechos y obligaciones para empleados y empleadores. Señaló que para el reconocimiento de derechos de este grupo también es necesario un trabajo conjunto entre sociedad, políticos, legisladores y medios de comunicación, donde estos últimos asuman su responsabilidad en la reproducción y fomento de la discriminación las personas del servicio doméstico.

Respecto a las quejas que el Conapred recibe por discriminación laboral hacia este grupo social, Bucio Mújica refirió que sí reciben “aunque son pocas” referentes a la falta de seguridad social o contratos, debido, en gran medida, a que “es una discriminación normalizada y aceptada por los propios trabajadores”. Refirió que también tienen quejas por las decisiones que se toman en los espacios residenciales, como negar el acceso a determinados espacios, aunque “esta parte que es mucho más estructural o sutil no se denuncia pero ahí está y tenemos conocimiento de situaciones que se siguen reproduciendo”; sin embargo, en estos casos el consejo “se ha topado con pared”. Ello, explicó, porque aunque el Conapred tiene la posibilidad de emitir resoluciones para las instituciones públicas y no a los particulares, es necesario modificar los términos legales, independientemente de si se ratifica el convenio de la Organización Internacional del Trabajo. En ese sentido, subrayó que el Estado debe regular a los particulares para que, al igual que los funcionarios, rindan cuentas, pues el Estado “no tiene que intervenir mientras no haya violación o vulneración de derechos. Aquí la hay y debe de hacer una intervención”.

En este contexto, el presidente del consejo consideró que luego de la reforma constitucional en materia de derechos humanos aprobada en 2011, y de la propuesta que ha hecho el presidente Enrique Peña Nieto, de crear una sociedad de derechos, “lo que tendría que suceder, como un efecto natural, es la ratificación del convenio 189″. “Es indispensable que los empleadores y los trabajadores no caigan en la contradicción de procurar fuera del hogar un sistema de derechos, de modificación de las leyes, para respetar las libertades, y mantener dentro de los hogares un sistema de privilegios que perpetúa la desigualdad”, exhortó. Hay una responsabilidad muy clara de quien emplea, destacó Ricardo Bucio, e independientemente de los cambios legales que se puedan dar, debe haber un cambio en el paradigma del trabajo doméstico.

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30 de Marzo: Día Internacional de las Trabajadoras del Servicio Doméstico


Esta conmemoración es un recordatorio de muchos años de las luchas de millones de mujeres de servicio doméstico para mejorar su situación, pero en América Latina y el Caribe las condiciones no han cambiado mucho.

Por: Teresa Sosa - Palabra de Mujer

Esta fecha conmemorativa tiene una historia y un camino marcado por el trabajo denodado de mujeres que en 1926 inician los primeros intentos para la conformación en 1988 de lo que es hoy la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO); Chile, Brasil, Perú y México fueron los países pioneros, entre 1950 y 1970 se suman Colombia y Paraguay.

El 30 de marzo de 1988 se lleva a cabo el primer Congreso Latinoamericano de Trabajadoras del Hogar en Bogotá (Colombia) en el que participan 11 países de América Latina y el Caribe, México, Venezuela, República Dominicana, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Chile y Argentina. Se aprobaron dos acuerdos importantes: unir a todos los países allí representados en una Confederación como base del Movimiento Latinoamericano de Trabajadoras de Hogar y establecer el 30 de Marzo como día Internacional de las Trabajadoras del Hogar.

Esta Confederación surge con los objetivos hacer visible y pública la situación de discriminación, explotación y violación a los derechos humanos que sufren las trabajadoras o empleadas domésticas, crear conciencia a la trabajadora de la situación que vive, respaldar las reivindicaciones de las organizaciones de los diferentes países teniendo en cuenta la diversidad y especificidad social, cultural y económica de Latinoamérica y el Caribe.



En este proceso organizativo la Confederación recibe apoyo de otros grupos como el movimiento de Juventud Obrero Católica de Bélgica; en 1990 comenzaron las primeras relaciones con otras organizaciones, se realizaron estudios de investigación sobre la situación y las condiciones de trabajo de las mujeres en servicio doméstico en los distintos países.

Situación laboral

Las mujeres representan por lo menos el 20 por ciento de la fuerza de trabajo remunerado en Latinoamérica y el Caribe, según los censos y las encuestas de la fuerza laboral de los países de la región.

Según el Informe de 1982 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se indica que en la mayoría de los países, la proporción de mujeres en el servicio doméstico, varia entre una quinta parte y una tercera parte de la fuerza total laboral femenina dependiendo del país.

Este alto porcentaje se debe principalmente a dos razones: la idea falsa de que el trabajo doméstico es característico de la condición femenina, y la dificultad que enfrentan las mujeres para emplearse como asalariadas en los empleos formales de la economía.

Este trabajo, al igual que las mujeres que lo realizan, se vuelve invisible, aunque es la principal ocupación de las latinoamericanas. En gran parte esta invisibilidad parte de la idea tradicional de que es un trabajo “natural” de las mujeres y ellas lo asumen como tal y entonces socialmente no tienen un valor.

En la sociedad caribeña según la investigación de Patricia Mohammed “Trabajadoras domésticas en el Caribe”, muchas mujeres se ven obligadas a pedir trabajo en la única área para la cual han sido “entrenadas”: la del servicio doméstico.

En un punto convergente en todos los países es que este tipo de trabajadoras tiene edades que fluctúan de 18 y 25 años. Su necesidad de encontrar empleo y de retenerlo, las coloca a estas mujeres en posiciones muy vulnerables.

El maltrato, común en el trabajo doméstico, con frecuencia va más allá de los insultos y se convierte en abuso físico. Así también el acoso sexual es parte de las constantes denuncias que hacen las mujeres trabajadoras del servicio doméstico.

Las relaciones patrones-trabajadoras siguen estando permeadas por la inequidad, la humillación y la violencia


Fuentes: Cimac, Isis Internacional y otros servicios de información por Internet.

México: Doméstico, un trabajo invisible


CITLALLI LÓPEZ - noticiasnet.mx

Durante 47 años, a pesar de las con agobiantes jornadas laborales de más de 8 horas y de laborar los siete días de la semana todos los días del año, Marina García no ha logrado acceder a la seguridad laboral, contar con un crédito de vivienda, seguridad social o fondo de ahorro. Ella forma parte del ejército de trabajadoras inexistentes en el país. Es trabajadora doméstica.

De acuerdo con ONU Mujeres, en el mundo sólo 4 de cada diez países contempla en sus leyes la protección a quienes se emplean en labores del hogar.

En México, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), existen 2 millones 200 mil personas dedicadas al trabajo doméstico remunerado en el país, cuyos derechos laborales no fueron del todo protegidos en la reciente reforma a la Ley Federal del Trabajo porque no les garantiza la seguridad social y prestaciones.

En la actualidad, el 96 por ciento de los y las trabajadoras domésticas carece de acceso a servicios de salud pública. Del 4 por ciento restante, el 1.3 por ciento se atiende en el IMSS y 2.7 por ciento en otras instituciones.

En tanto, 4 de cada 5 (79.3%) carece de prestaciones. Del 20.7 por ciento goza de alguna alguna prestación y el 44.6 por ciento tiene vacaciones con goce de sueldo.



Sin opciones

Marina, tiene 58 años de edad. Es originaria de San Mateo Piñas, municipio ubicado en la Región de la Costa oaxaqueña en donde 9 de cada diez personas vive en pobreza.

Martinada de su derecho a la educación, desde los 9 años debió salir de su comunidad para trabajar como empleada doméstica y dedicarse al cuidado de una persona enferma en una casa del Distrito Federal.

“La verdad me fue muy mal en México. Como niña me trataban muy mal, me insultaban, incluso llegaron a pegarme como castigo por no realizar las labores en el tiempo en que me pedía que lo hiciera. Yo era una niña haciendo labores de un adulto”, relata.

Las condiciones de abuso de ese entonces a la actualidad no han cambiado mucho, señala, aunque en su caso, se considera afortunada porque durante los dos últimos años de trabajo recibió aguinaldo de uno de sus tres patrones con los que trabaja.

“La gente ha cambiado un poco pero no siempre ha sido así”. Marina recuerda que la situación más desagradable la vivió al ser injustamente acusada de robo y después despedida de un momento a otro.

“La señora con la que trabajaba me acusó de haberme robado unas cucharas. Cuando llegué a la casa la señora me dijo: vacía tu bolsa tú te las robaste. No fue así, ella había olvidado en donde las guardó. Luego de que aparecieron al otro día me presenté a trabajar y sus hijos me dijeron que regresara después porque no estaba su mamá. Al otro día regresé y dijeron lo mismo. Nunca hablaron claro que ya no querían que siguiera trabajando con ellos”.

Sujeta a ser despedida en cualquier momento, Marina considera necesario ‘visibilizar’ el trabajo doméstico como un empleo formal que permita

Sin un contrato, casi esclavas

“Solicito sirvienta de preferencia indígena para trabajar en casa”, expone el anuncio clasificado. No hay prestaciones, el sueldo “según aptitudes”, el ofrecimiento sólo comida y habitación en Ciudad Juárez, Chihuahua.

El maltrato, la discriminación, humillaciones, sueldos raquíticos, incluso el abuso y acoso sexual, son condiciones que viven día a día las trabajadoras domésticas debido a la falta de regulación porque quienes desempeñan esta labor en su mayoría son mujeres, de comunidades indígenas, sin o con estudios menores, porque de esta forma los patrones las emplean bajo condiciones de abuso.

En 2012, un total de 96 de cada 100 trabajadores domésticos declararon no tener una relación laboral en la que medie un contrato por escrito; sólo 1.9 por ciento ha firmado un contrato escrito y el resto las ‘atan’ contratos temporales o no especificó el tipo de contrato.

En promedio, los trabajadores domésticos remunerados laboran 31.5 horas a la semana. Cuatro de cada 10 ocupados en esta actividad cumplen jornadas de 40 horas o más a la semana.

Siete de cada diez trabajadores y trabajadoras domésticas perciben hasta dos salarios mínimos o menos y sólo 4.2 por ciento más de tres.

Por sexo, tres de cada 4 mujeres reciben menos de dos salarios mínimos, en tanto que seis de cada 10 hombres se encuentran en igual situación. El 17.1 por ciento de los hombres tiene ingresos superiores a tres salarios mínimos, sólo 3.7 por ciento de las mujeres está en este rango de percepciones.

Día Internacional de las trabajadoras del hogar

El 30 de marzo fue declarado Día Internacional de las trabajadoras del hogar derivado de una iniciativa del primer Congreso de Trabajadoras del Hogar realizado en Bogotá, Colombia en 1998.

El objetivo es recordar la importante labor que desempeñan las y los trabajadores domésticos, puesto que se calcula que el trabajo en el hogar representa el 22.6 por ciento (2 mil 672 billones de pesos) del Producto Interno Bruto (PIB). Monto superior a la aportación de sectores como el manufacturero y el agrícola, según el INEGI.

La ley redactada en ‘masculino’

Aún cuando son mujeres el 95 por ciento de quienes se dedican a las labores domésticas remuneradas, la Ley Federal del Trabajo, redacta en género masculino a los sujetos de derechos.

El capítulo XIII en su artículo 331, señala que Trabajadores domésticos son los que prestan los servicios de aseo, asistencia y demás propios o inherentes al hogar de una persona o familia”.

El Artículo 337. refiere que “Los patrones tienen las obligaciones especiales siguientes: I. Guardar consideración al trabajador doméstico, absteniéndose de todo mal trato de palabra o de obra; II. Proporcionar al trabajador un local cómodo e higiénico para dormir, una alimentación sana y satisfactoria y condiciones de trabajo que aseguren la vida y la salud; y III. El patrón deberá cooperar para la instrucción general del trabajador doméstico, de conformidad con las normas que dicten las autoridades correspondientes”

Mínimo estudios trabajo agobiante

27.4 % tiene primaria incompleta

35.3% primaria completa

32.0 % secundaria completa

5.2 % estudios medio superiores

84.2% realiza tareas de limpieza en hogares particulares

8.5% cuida de personas

6.2% es lavandera y/o planchadora en casas particulares.

40.1 años edad promedio de las y los trabajadores domésticos

40.5 para hombres y 40.1 para mujeres

75.3% de las y los trabajadores domésticos tiene 30 o más años.

Otorga Brasil derechos por empleo doméstico


Fuente: Reforma

La nueva norma incluye como maximo 44 horas semanales de trabajo, intervalos de al menos una hora diaria de alimentación y descanso, el pago de horas extra por un valor 50 por ciento superior al salario normal, vacaciones pagadas y un mes de salario adicional al final del año.

El Congreso brasileño concluyó la votación de una enmienda constitucional que concede plenos derechos laborales a los empleados domésticos, incluyendo jornada diaria de ocho horas, pago de horas extras y vacaciones pagadas.

Con la nueva disposición, las empleados domésticos tendrán los mismos derechos garantizados en la legislación para cualquier trabajador en Brasil.

La enmienda fue votada anoche por segunda vez después de una primera votación la semana pasada, y en ambas ocasiones tuvo el apoyo unánime de los legisladores presentes.

La Cámara de Diputados ya había votado el año pasado la iniciativa, apoyada por el Gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff. Las enmiendas constitucionales requieren ser votadas en dos sesiones de cada Cámara legislativa.

La nueva norma, que debe ser ratificada por Rousseff para entrar en vigor, extiende a los trabajadores domésticos derechos como el tope de 44 horas semanales de trabajo, intervalos de al menos una hora diaria de alimentación y descanso, el pago de horas extra por un valor 50 por ciento superior al salario normal, vacaciones pagadas y un mes de salario adicional al final del año.



Cálculos extraoficiales indican que cerca de 8 millones de personas trabajan en Brasil como empleados domésticos y más de 90 por ciento de ese total son mujeres.

Pese al amplio apoyo que recibió en el Congreso, la norma despertó suspicacias entre sectores patronales que cuestionaron la forma de calcular la jornada laboral y de recoger las contribuciones patronales al Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio (FGTS), administrado por el Gobierno para garantizar un pago al trabajador cuando está desempleado.


"Como toda novedad, el empleador del funcionario doméstico tendrá algunas dificultades iniciales, pero ciertamente, y con el pasar del tiempo, la relación jurídica se perfeccionará y el trabajador doméstico finalmente tendrá sus derechos reconocidos por toda la sociedad'', comentó, por otra parte, el abogado laboralista Roberto Caldas de Oliveira.


En el mismo sentido, la secretaria de Autonomía Económica de las Mujeres, Tatau Godinho, explicó que el costo de las nuevas normas será mínimo para los empleadores.


"Lo que aumenta efectivamente es la obligatoriedad del FGTS. Los empleadores que ya cumplen con la legislación, que pagan el salario mensual adicional, dan vacaciones, aportan al fondo de pensiones y reconocen la jornada de 44 horas tendrán un aumento muy pequeño'', dijo Godinho.


En la sesión del Senado se encontraban miembros de la Federación Nacional de las Trabajadoras Domésticas, cuya presidenta, Creuza Maria Oliveira, destacó que la enmienda constitucional representa una evolución en la legislación laboral brasileña, que finalmente reconoce los derechos de los empleados domésticos.


"Nuestra lucha es un sacerdocio, cada trabajador tiene que tener su ciudadanía'', dijo Oliveira, tras resaltar que la relación entre domésticas y los empleadores no puede seguir siendo de "esclavistas y esclavos''.


El presidente del Senado, Renán Calheiros, anunció que el martes 2 de abril se realizará una sesión solemne en el Congreso para promulgar la enmienda constitucional.

viernes, marzo 29, 2013

Dios en la teología feminista. Estado de la cuestión


Isabel Gómez Acebo / Ciudad de Mujeres

Tras poco más de 40 años de reflexión teológica feminista empieza a haber un material suficiente para el análisis que permita extraer alguna de las pautas por las que discurre su pensamiento. Ni se puede, ni creo se debe, pretender alcanzar grandes denominadores comunes ya que las coordenadas espacio - temporales de las autoras son, en muchos casos, diametralmente opuestas, una diferencia que condiciona su manera de pensar. Pero dicho esto, sí creo que hay una música de fondo común que abandona categorías de la reflexión tradicional para embarcarse en nuevas rutas. Unas demostrarán su valía mientras que otras se quedarán en simples pistas que una vez pateadas se demuestre no llevaban a ninguna parte. Todavía es pronto para conocer la reflexión que perdurará.

Los precursores
No existe ningún tipo de pensamiento que surja de la nada pues todos los seres humanos somos hijos del momento histórico en el que vivimos y la teología feminista no es una excepción. La reflexión de las mujeres está condicionada por las corrientes filosóficas, las circunstancias mundiales y la reflexión teológica general. Son distintas corrientes que han llegado a un mismo río agrandando el caudal de sus aguas.

De aquí, que me parezca obligado hacer una pequeña introducción que nos permita encontrar la fuente de muchas de las ideas que han proyectado las mujeres sobre Dios. Creo que es debido, reconocer el primer lugar al movimiento feminista que ha luchado a partir del siglo XIX por devolver a las mujeres los derechos que se le habían negado, Muchas de esas negativas se sustentaban en un presunto orden natural creado y querido por Dios, indudablemente ese Dios era un ídolo falso cuya imagen había que destruir. No nos puede extrañar que una buena parte de la reflexión inicial se haya dedicado a derribar esa imagen idolátrica del Creador.

Las primeras sufragistas defendían la existencia de un Dios liberador de los oprimidos llevando en una mano la Biblia y en la otra el código de derecho civil. La existencia de la esclavitud y la subordinación de las mujeres eran dos realidades que precisaban ser cambiadas, un cambio que se anclaba en la imagen del Dios que predicó Jesucristo. [1] Elizabeth Cady Stanton lideró un grupo de estas mujeres pioneras que publicaron en 1895, The Women’s Bible, [2] un comentario bíblico que pretendía desmontar el status secundario femenino que se decía anclado en la Sagrada Escritura. Ningún credo cristiano se mostró partidario de las primeras feministas pues consideraban que sus reivindicaciones supondrían el fin de la civilización cristiana. Hasta Pablo VI y muy tímidamente, no se ha mostrado la Iglesia Católica favorable a algunas de sus demandas, entre ellas, las ideas sobre Dios y la necesidad de que aparezca en la reflexión teológica cristiana el punto de vista de las mujeres.



La fuerza de los grandes números no se alcanza hasta el fin de la II Guerra Mundial cuando las mujeres que habían suplido en el trabajo a los varones que marcharon al frente se negaron a regresar a sus casas. Un momento que coincide con que muchas confesiones protestantes empiezan a ordenar mujeres y algunas cátedras de teología en el mundo anglosajón las ganan mujeres. Con todo, el comienzo de la reflexión a nivel y conciencia de grupo todavía no se da hasta finales de los 60 o principios de los 70.

Es un momento en el que los grandes paradigmas del mundo moderno que tenían las esperanzas puestas en un continuo progreso se desvanecen y surge la New Age, el posmodernismo, que intenta un camino nuevo que ofrezca respuestas en cuya reflexión entren todos los países y culturas. Un mundo que se presenta receloso de las verdades absolutas y que está a la búsqueda de algo que desconoce. Un problema que no es ajeno la reflexión sobre Dios ya que cuestiona muchos de los planteamientos tradicionales. Hay caldo de cultivo para una hermeneútica de la sospecha y para una nueva oferta de imágenes y valores para Dios.

Era difícil seguir hablando de un Dios impasible e insensible a nuestros Huertos de los Olivos tras los horrores de la II Guerra Mundial. El pensamiento teológico tuvo que revisar sus ideas y la obra de Jürgen Moltmann, “El Dios crucificado”, se convirtió en un clásico. Su visión de Dios le hacía participar de los gozos y las sombras del mundo que había creado. [3] Un camino que las mujeres encontraron afín con sus experiencias maternales y en el que profundizaron.

Los nuevos teólogos de esta tendencia abogan por un pensamiento que tenga en cuenta la praxis social y que condene una teología burguesa que no incluye otros lugares del planeta menos favorecidos. Una consecuencia lógica de estos planteamientos fue el nacimiento de la teología de la liberación y sus presupuestos sobre un Dios que toma la faz de un ser preocupado por el bienestar y la liberación de los menos favorecidos entre los que se encuentran en primerísimo lugar las mujeres del Tercer Mundo.

Puede sorprender que la teología feminista tardara un cierto tiempo en entrar en este tipo de reflexión lo que se comprende si se tiene en cuenta que las primeras teólogas son blancas y burguesas por lo que no se consideraban capacitadas para hablar de lo que no conocían por propia experiencia. Es la segunda oleada de teólogas la que desde los países del Tercer Mundo reflexiona sobre Dios desde los parámetros liberadores de la teología de la liberación.

Mucho menos conocida es la influencia sobre la teología feminista de los teólogos procesales. Durante 2000 años la teología se ha sustentado sobre la filosofía griega, un pensamiento que atribuía a la categoría de sustancia, primacía sobre todas las otras. La sustancia suprema era aquella que no necesitaba de nada ni de nadie para existir. De aquí, que Dios tuviera que ser definido como trascendente e inmutable. La física moderna ha cambiado este paradigma colocando el mundo de las relaciones, antes consideradas secundarias y accidentales, como esenciales para la existencia de todo ser.

Desde este enfoque el cambio ya no es una aberración en Dios sino bien al contrario. El sufrimiento y la inmanencia divina son dos categorías que entran en la reflexión divina por la puerta grande pues son las que le permiten relacionarse con el mundo creado. Aunque gran parte de la teología moderna parte del concepto relacional son la teología procesal y la feminista la que lo han llevado hasta sus últimas consecuencias. Le debemos a Alfred North Whitehead la afirmación de que la realidad es un suceso, un evento y no una sustancia. Todo ser integra su pasado con las nuevas relaciones que va teniendo y se proyecta hacia el futuro. Nada es estable, todo cambia, todo está en continúa relación. La existencia se convierte en un ir siendo mientras que un mundo relacional es un mundo interdependiente en el que todos los seres influyen los unos en los otros. [4]

¿Qué impacto ha tenido este pensamiento sobre Dios? Es claro que si toda existencia es relacional, Dios no escapa a la norma. Y no sólo a nivel intratrinitario sino que Dios siente al mundo, participa en sus movimientos, lo integra dentro de su ser transformándolo y redimiéndolo continuamente. La creación continua de la teología tradicional se entiende desde este movimiento interrelacional continuo.

Hay, por último que hacer referencia a toda una serie de teologías sectoriales que se han ido incorporando progresivamente con sus características propias. Las voces de los países del Tercer Mundo que junto a la reflexión hecha por varones aporta la de las mujeres. La teología womanista de las afro-americanas, la mujerista de las americo - hispanas, la africana, la oriental... Menos conocida es la que se conoce bajo el nombre de “Queer Theology” siendo la palabra queer un vocablo hostil que hace referencia al mundo homosexual. Inicialmente fue propiciada por los varones pero recientemente se han sumado un buen número de mujeres teólogas que confiesan su condición de lesbianas. Es un esfuerzo por traer a la reflexión la experiencia y la manera de imaginar a Dios de estos colectivos antes marginados. Las mujeres lesbianas priman una visión de Dios a imagen de la amistad entre mujeres. [5]

Tras este largo “input” sobre las influencias que ha recibido la reflexión feminista sobre Dios entro en el meollo de la cuestión.

Los primeros pasos: la crítica

No nos puede sorprender que la reflexión sobre Dios en los inicios se centrara prioritáriamente en la crítica acerba de muchos planteamientos previos. Dios, centro de toda religión, había quedado en el cristianismo relacionado con un varón, un soberano trascendente sobre el que recae todo el poder. Una imagen labrada desde el campo de la filosofía y que nunca se ha mostrado afín con el pensar de los místicos o incluso con la experiencia orante de un cristiano de base. Un problema añadido era que los atributos con los que se le adornaba se presentaban en clara oposición a los de las criaturas que eran su imagen. Así se le definía como omnipotente, eterno, omnisciente, impasible y lo peor de todo sin relación alguna con el mundo que había creado. Jesucristo era el único punto en el que Dios y mundo convergían.

La teología feminista comenzó montando toda una crítica contra estas definiciones sobre Dios. En primer lugar, denunciando la idolatría que supone hablar de Dios en términos exclusivamente masculinos con la conciencia de que el simbolismo y la analogía acaban confundiéndose con la realidad. Un Dios descrito como varón se convierte en un varón Dios. Las mujeres educadas en las mismas claves que los varones acaban interiorizando la masculinidad divina con lo que se eliminan todas las intuiciones que puede aportar nuestro sexo a la comprensión sobre Dios.

A los semiólogos y estructuralistas del siglo XX como Saussure [6], Wittgenstein [7], Eco [8] les debemos el descubrimiento de que el lenguaje no sólo es un código de signos que permite la comunicación sino que al mismo tiempo que nombra, influye y planifica la realidad. También ellos han advertido la importancia que tiene la lengua en la composición de las sociedades y en el caso femenino su contribución a elaborar una imagen negativa de la mujer perpetuando su subordinación. La posibilidad que tiene el masculino en muchas lenguas para definir lo propio del varón y el plural de ambos géneros ha contribuido a lo largo de los siglos a la invisibilidad femenina. El resumen final supone constatar que el lenguaje androcéntrico contribuye a perpetuar este tipo de sociedad desigual, algo que va claramente en contra de la imagen de Dios que describió Jesucristo. [9]

Un clásico de la teología feminista en estos aspectos es el libro de Rosemary Radford Ruether, “Sexism and God talk: toward a feminist theology”. [10] La autora sostiene que la figura de un Dios varón ha estructurado los grandes tratados de la teología. Para la cristología que Jesús fuera varón se convirtió en una necesidad ontológica. En la antropología era obligada la afirmación sobre la superioridad del género masculino frente al femenino. La eclesiología impedía el acceso de las mujeres a las funciones de mando dentro de la organización. La mariología colocaba todos los atributos femeninos que se le habían hurtado al Dios cristiano en María... A la postre toda la reflexión cristiana quedaba mediada por el Dios definido como varón.

Después de constatar esta realidad se comprenden todos los esfuerzos de las mujeres para introducir en el lenguaje religioso vocablos femeninos que hagan referencia a Dios. Un esfuerzo que al principio produjo estupor y luego hilaridad pero que, poco a poco, ha ido calando. Hoy, especialmente en el mundo de América del Norte, ya no sorprenden las liturgias que hacen referencia a Dios indistintamente en masculino o femenino.

Pasada la crítica era necesario dar un paso más que permitiera la elaboración de la figura divina bajo la perspectiva femenina. ¿Cómo es el Dios que describen las mujeres? En este empeño se han abierto varios caminos.

Las grandes tendencias

Pienso que se pueden dividir los discursos alternativos en 3 grandes bloques aunque las divisiones son siempre arbitrarias y otras personas encontrarán algunos más.

1 - Un primer grupo de mujeres teólogas se ha apartado del cristianismo pues consideran que sus presupuestos androcéntricos no dejan espacio para que las mujeres puedan desarrollar plenamente sus sentimientos religiosos. Están abanderadas por Mary Daly que se hizo famosa por su obra “Beyond God the Father. Toward a philisophy of women’s liberation” [11], un libro al que acompañó con un gesto simbólico. Encargada por la Universidad de Harvard en los 70 para dar el discurso inaugural de curso, terminadas sus palabras en la Iglesia del centro, se marchó por el pasillo central afirmando que dejaba la Iglesia para nunca volver. No se podía ser cristiana y mujer.

Este grupo de mujeres que yo llamaría post - cristianas sigue trabajando y tienen una innegable influencia en otras tendencias. Con todo, al apartarse del cristianismo se salen de nuestra reflexión.

2 - Un segundo grupo es el que está interesado por la teología de la Diosa. Hablan de hacer thealogy en lugar de theology. En sus primeros pasos se dedicaron a estudiar el mundo de las religiones primitivas y las funciones que en estas culturas desarrollaron las diosas. Uno de sus primeros libros fue “The first sex” de Elizabeth Gould Davis que se inspiró en el título de la obra de Simone de Beauvoir [12] afirmando que el matriarcado había precedido al patriarcado.

Esta tendencia estuvo muy de moda hace unos años y hoy ha perdido fuerza pues es una reflexión romántica que habla de la ternura de las diosas primitivas lo que se aleja posiblemente de lo que fue la realidad. Olvidan la crueldad y la beligerancia de muchos de sus relatos. Con todo les debemos bastantes intuiciones con lo que hay que reflexionar sobre sus aportaciones.

Fuera de la religión de la diosa pero compartiendo muchas de sus premisas está la nueva ola del feminismo laico de la diferencia que considera que las mujeres somos mejores que los varones: más compasivas, más tiernas, más cercanas... Todas estas cualidades se le aplican al Dios mujer en detrimento del Dios varón lo que supone caer en las mismas críticas que se le han achacado a la teología tradicional.

3 - El último grupo es aquel que intenta reflexionar dentro del cristianismo. Están a la búsqueda de una imagen de Dios que sirva por igual a los intereses de los varones, como a los de las mujeres. A ellas dedicaremos la mayor parte de este estudio.

Thealogy, teología de la Diosa

El término tiene una doble acepción pues se aplica indistintamente a la reflexión sobre las diosas o a las referencias a Dios cuando se le nombra en femenino. La palabra fue creada por una teóloga judía canadiense Naomí Goldenberg [13] con la intención de crear conciencia sobre el androcentrismo de la teología.

Una de las obras más antiguas, de 1976, corresponde a Merlin Stone con un libro “Cuando Dios era mujer”, una obra que obtuvo mucha difusión traduciéndose a numerosas lenguas. Su autora tiene el mérito de marcar una línea que han seguido muchas teólogas posteriormente [14]. Quiero hacer mención especial de un libro, “In the wake of the Goddesses” de Tikva Frymer Kensky [15] pues mientras que Merlin Stone, catedrática de arte antiguo, investiga las estelas, tumbas, templos y en general restos arqueológicos Tikva F.Kensky como sumerióloga, asirióloga y biblista ofrece la comparación de los grandes mitos y temas del mundo cercano a Israel con las páginas de la Sagrada Escritura.

Estas mujeres buscan los motivos por los que las diosas fueron siendo relegadas de los panteones y sus funciones asumidas por dioses varones. Un relevo fácil en el caso de facetas guerreras o sabias pero no tanto en el caso de la fertilidad, unida desde tiempo inmemorial al mundo de las diosas madres. [16] El caso israelita es muy claro pues con el añadido del monoteísmo, Yahveh acabó asumiendo todas las funciones de los dioses tanto si fueran varones como mujeres.

Pero a la teología feminista le debemos el encuentro de algo que era obvio. El proceso purificador del monoteísmo israelita llevó su tiempo y posiblemente Yahveh compartió su vida con una compañera, la diosa Asherah. Fueron los sacerdotes de Israel los que a la vuelta del exilio acabaron con su culto declarándolo incompatible con el monoteísmo judío. El libro de Tilde Bingen [17], “Asherah, Goddesses in Ugarit, Israel and the Old Testament” estudia las funciones de la diosa en el mundo israelita, funciones que una vez eliminada tuvo que asumir su esposo Yahveh.

El rastreo de todas las imágenes y simbolismos femeninos para Dios en la Sagrada Escritura se ha llevado a cabo por varias mujeres. No son referencias numerosas pero existen lo que ya es un triunfo en un mundo tan androcéntrico. Posiblemente una de las pioneras en adentrarse en este campo haya sido Virginia Ramey Mollenkott con su obra, “The divine feminine. The biblical imagery of God as female” [18]. Su obra sirvió para encontrar las referencias lo que permitió que otras autoras hicieran posteriormente una reflexión más profunda. Dado que sólo el mundo de la maternidad no ha podido ser absorbido por los dioses varones cobra especial relevancia. Se analizan todos los textos que hablan de la maternidad de Dios destacando la concepción de la divinidad como un inmenso útero del que emana todo lo creado. Toda una intuición que entronca con el arquetipo de la madre, prima la inmanencia divina y encuentra su presencia en el interior de la tierra y no en el alejado cielo.

La obra de Rosemary Radford Ruether, “Gaia and God. An ecofeminis theology of earth healing” [19], sigue estos pasos llegando a medio identificar al mundo con Dios mismo. Es un pensamiento que nos permite recuperar el sentido sagrado del mundo, ver a Dios reflejado en sus criaturas, incluso en el cuerpo de las mujeres tradicionalmente visto bajo lentes negativas. Con ello, se consigue un renacimiento de la espiritualidad del cuerpo pero especialmente del femenino. Melissa Raphael, “Thealogy and embodiment, The post - patriarchal reconstruction of female sacrality” [20], hace una reconstrucción de la sacralidad femenina partiendo de todos los momentos de cambio físico de las mujeres. Nace una espiritualidad de la adolescencia como periodo en el que aparece la posibilidad de crear vida, una espiritualidad de la maternidad, de la menopausia, de la viudedad... por todos los estados de vida por los que pasa el cuerpo de las mujeres y que nos afectan. Cristo se encarnó en el Logos pero asumiendo toda la naturaleza humana con sus penas y glorias, una encarnación que también asumió el cuerpo femenino en cuanto que imagen de Dios.

Desde aquí, la preocupación por el deterioro del medio ambiente adquiere nuevas dimensiones ya que el sufrimiento de la tierra afecta al propio Dios. En las mujeres esta reflexión se llama ecofeminismo teológico y ha dado lugar a un sin fin de obras. [21]

Si la intuición primera de la thealogy habla de Dios como el gran útero del que todo ser emana sus consecuencias nos introducen en todo el camino de la maternidad hasta que el niño se independiza. Se multiplican los simbolismos de un Dios que amamanta a los suyos en una doble faceta: material y espiritual. La primera adopta la línea del pan que a diario pedimos en la oración del Padrenuestro, la necesidad de alimentar a las masas hambrientas del mundo siguiendo la línea de la teología tradicional que habla de la creación continua. [22] La segunda se centra en la exigencia de nutrición para crecer en la fe. Un alimento que es leche en la primera fase de la vida y que luego pasa a alimentos más sólidos en la medida que la dentición y el estómago del progreso espiritual son capaces de procesarlos.

Es muy curioso el hecho que en la espiritualidad medieval un salvador varón que es Jesús adopta todas estas metáforas femeninas de alimento y de cobijo. La eucaristía se convierte en el alimento por antonomasia mientras que la herida que la lanza hizo en su costado es el camino para resguardarse en su interior. Jesucristo, imagen perfecta del Padre, asume para estos místicos las metáforas femeninas. [23] Una espiritualidad que cuando fue descubierta hace relativamente poco hizo “temblar a muchos teólogos”. [24]

A imitación de la madre siguen todos los pasos subsiguientes: el Dios que sufre por y con sus hijos, el Dios más fiel que cualquier madre. Incluso se altera la visión del pecado pues aquel que sólo daña al que lo comete se considera como una travesura del hijo que Dios pasa por alto. No tiene la misma importancia que los actos que dañan a las personas con las que se convive pues estos generan la ira de Dios al ver el sufrimiento de sus hijos. Incluso le indigna la pasividad, un rol muy femenino, que implica no salir en defensa de las personas injustamente tratadas. Precisamente un artículo de Valerie Saiving, “The human situation: a feminine view”, del año 1960, fue el primer aldabonazo de la teología feminista, una voz que alertaba sobre una concepción de pecado y su respectiva visión de Dios que no se correspondía con el punto de vista de las mujeres. [25]

Un último capítulo sobre todas las analogías de Dios en su faceta materna ha supuesto la búsqueda en la Sagrada Escritura de los versículos que hicieran mención a estas labores. Una reflexión olvidada y que hoy es capaz de alimentar la espiritualidad de varones y mujeres por igual. [26]

Otras ofertas bíblicas

Con independencia de la reflexión ligada al mundo de la maternidad hay otra serie de versículos bíblicos en los que han profundizado las mujeres para una nueva oferta de Dios feminizada. Un tema estrella proviene de la Sabiduría personificada en una mujer según textos del AT que luego recoge el Nuevo para aplicarlos a Jesucristo. [27] Son textos que aparecen como contraculturales ya que la mujer sabia demuestra un interés tan desmedido por los seres humanos que no duda en colocarse en los cruces de los caminos para llamar la atención. No teme la pérdida de su reputación pues un comportamiento semejante es más propio de prostitutas. Es un Dios mujer que no hurta esfuerzos, ni le importa el que dirán si consigue el seguimiento de los hombres.

Pero no sólo sorprende el sitio que utiliza para darse a conocer pues también son insólitas sus palabras en el libro de los Proverbios: “A vosotros, hombres, os llamo para los hijos de hombre es mi voz... Escuchad voy a decir cosas importantes y es recto cuanto sale de mis labios... Yo soy la inteligencia mía es la fuerza. Por mí los reyes reinan y los magistrados administran la justicia”. La sabiduría encarnada en una mujer le presta a Dios su palabra, su inteligencia, su poder... un camino más afín con los roles femeninos de nuestro tiempo y a mil años luz de la prohibición paulina sobre que las mujeres hablaran en las asambleas. Esa función de la “Sophia” del AT los autores del NT la ven cumplimentada por Jesús.

Esa sabiduría también cumple papeles de mujer más estereotipados pues hay textos en los que aparece como la perfecta anfitriona. Es un camino tradicional en el que la mujer abre de par en par las puertas de su casa y cuida con esmero los preparativos de su cena. El interés añadido de estas imágenes es que Jesús las retoma cuando se convierte en el anfitrión por antonomasia. El emisario sin igual del Dios sabio hace en masculino lo que la Sabiduría hacía en femenino. [28]

Mención especial merece la persona de Elisabeth Schüssler Fiorenza por toda su obra de teología feminista que en este caso la llevó a escribir un libro, “Miriam’s child, Sophia’s Prophet” [29], que es una cristología bajo la imagen del Salvador como la Sabiduría encarnada de Dios. Para la autora el Reino de Dios por venir promoverá la igualdad pero también el bienestar de todos a imagen de la mesa abundante a la que invita la sabiduría. Es original su oferta de suprimir el género divino empleando la palabra D*s o D-S en lugar de Dios, algo con más trascendencia en inglés, una lengua que no obliga a dar género a los adjetivos que acompañan al sustantivo.

Una historiadora de los primeros siglos cristianos, Mary Rose D’Angelo, ha publicado unos interesantes artículos en los que analiza la palabra Padre que le aplica el NT a Dios. [30] Con sus argumentos refuta las tesis de Joachim Jeremias [31]pues la autora llega a la conclusión que fue la primera comunidad y no el propio Jesús quién desarrolló el vocablo Abba para hablar de Dios. La autora cree que detrás de su uso está la motivación de dejar bien claro que el Padre del cristiano no es el emperador, ni Zeus, sino su Dios. Incluso va más allá cuando afirma que el vocablo padre es evitado por Jesús para no confundir a sus oyentes que pueden entenderlo en un contexto patriarcal. La idea de Dios que tiene Jesús se encuentra en el relato del hijo pródigo, una imagen más cercana a la de la madre que permanece trabajando en el hogar y que encarna sus virtudes pues abraza y no pide cuentas del pasado. Lo que no nos debe sorprender pues hay otras imágenes para Dios y el Reino en el NT que también utilizan metáforas del mundo femenino. Este sería el caso de la mujer que amasa la harina o la que pierde la moneda y barre sin parar la casa hasta encontrarla.

Por último, quiero hacer mención del versículo del Génesis que habla de una imagen de Dios en el género humano común a los dos sexos. La mujer es imagen de Dios como el varón aunque a lo largo de los siglos se nos hayan recortado las alas. Que vuelvan a crecer desmontando los argumentos en contra ha sido una labor meritoria que han seguido varias mujeres. [32]

La teología de Elizabeth Johnson

El libro de Elizabeth Johnson, “She Who Is. The mistery of God in feminist discourse”, [33] tiene el atractivo de tocar muchos de los puntos que caracterizan a la teología feminista sobre Dios. Sigue un itinerario que comienza con el discurso tradicional para ir adentrándose en los nuevos modos de pensar que se originan en el mundo femenino. A estas alturas no nos podrá chocar que toda su argumentación esté impregnada de la inmanencia divina, de la inmanencia que permitió que una pequeña parte de Dios habitara en el cuerpo humano de Jesús de Nazaret. De aquí llega a la conclusión de que todo cuerpo humano, no sólo el de Jesús, es un nexo de relación entre tierra y cielo.

Contempla la naturaleza de Dios como Otro, que en toda libertad se acerca a nosotros para darnos vida - Yahveh quiere decir Vida - alojándose para ello en lo más profundo de nuestro interior, en la raíz del ser. Es esta profundidad de su alojamiento la que nos permite hablar de su trascendencia pues se escapa de nuestros conceptos finitos. Jamás podremos llegar a esas profundidades de nuestro yo como tampoco somos conscientes de los meses de gestación que son parte de nuestra existencia y en los que Dios ya estaba instalado. La analogía con la vida de la madre es una conclusión lógica de su pensamiento.

La preocupación por compaginar la trascendencia de Dios con su inmanencia es típicamente femenina y se da en todas las épocas de la historia. Mujeres medievales ignorantes como podían ser las beguinas hablaban de Dios como “Le Loingpres”, una expresión francesa que podemos traducir como el Lejanocercano. Una filósofa francesa de nuestro siglo, Luce Irigaray, usa la expresión de Trascendental Sensible ya que no conoceríamos su existencia si no fuera por las marcas que ha dejado en su creación.

El siguiente paso de Elizabeth Johnson nos lleva a adentrarnos en el misterio trinitario comprendido como vida compartida en lo más profundo del universo, una vida donde la unidad se hace multiplicidad. La comunidad humana es siempre algo por hacer y tiene como modelo y meta la divina. Una Trinidad que proyecta una idea de Dios que se aleja del modelo monárquico para adentrarse en el relacional: Dios trino, una comunidad de iguales relacionada en mutualidad. Muchas mujeres han cambiado los nombres trinitarios pues hablan de creador para el Padre, redentor para el Hijo y sustentador para el Espíritu. Con ello se pretende visualizar una sociedad en la que Dios está presente y donde la identidad está basada en la relación. Ni mujeres ni varones por separado pueden ser reflejo de la Trinidad, lo son todos los seres humanos y en la medida que se relacionan.

No puede sorprendernos que la teología feminista abogue por ideas trinitarias ajenas al concepto monárquico, siempre proclive a esquemas jerárquicos y de dominio y donde se valoran más los que están más cerca de la cabeza. Una democracia o comunidad de iguales son siempre preferidas para hablar del Dios trino y uno.

Esta vida relacional de Dios no es sólo intratrinitaria sino que tiene su contrapartida cuando habla de su relación con el mundo creado. Surgen toda una serie de modelos relacionales extraídos de la vida de los seres humanos. Así Dios puede ser Padre, Madre, Hermano, Amiga, Compañero, Pastor... en cada momento de nuestra vida elegiremos el que nos suponga más atractivo. [34] Dentro de la amistad algunas mujeres ofrecen como novedad su amistad femenina lesbiana. [35]

A lo largo de los siglos pero especialmente por influjo de las mujeres muchos varones han descrito la parte femenina de la divinidad representada por el Espíritu Santo. Se comprende fácilmente pues es la persona menos sexualizada de la Trinidad y tiene el papel de alentar la creación desde sus albores. Pero las mujeres prefieren hablar de que toda la Trinidad es inmanente aunque en su centro esté la actividad del Espíritu creando y recreando constantemente el universo. Desde esta intuición la persona divina que parece más abstracta se convierte en la más íntima y poderosa presencia de Dios en el mundo.

Las características de Dios

No basta hablar de Dios en femenino sino que junto a su imagen van surgiendo las distintas características que las mujeres consideran deben adornar a Dios. Ya no son en exclusiva los valores que admiran los varones. Las mujeres comprenden que la trascendencia tenía el valor de hacer a Dios invulnerable pero a costa de alejar tanto su vida como sus intereses del mundo creado. Tampoco un Dios que se define como amor puede quedar impasible ante el dolor del mundo.

Las mujeres seguimos la línea de la teología del dolor de Moltmann o Kitamori pero matizando ese sufrimiento y sus características. Posiblemente las mujeres han sido los seres humanos que más han padecido en el mundo y hoy crece una línea de pensamiento que sale al paso de una postura pasiva ante el dolor. El Dios que sufre apoya con entusiasmo a todos aquellos que luchan por erradicar el padecimiento. Tampoco es un Dios masoquista que ve con gusto mortificaciones y sacrificios estériles sino alguien que busca y quiere la felicidad de todos los seres humanos. [36] Incluso la ira de un Dios que sufre ante el dolor que causamos con nuestros actos puede impulsarnos y resultar una buena vitamina para la lucha. [37]

El Dios del dolor aparece todavía con más intensidad junto a los que reconocen su incapacidad para entender la causa y el por qué de sus sufrimientos. Los esfuerzos de la teología para explicar el dolor siempre se quedan cortos y se puede contemplar desde dos ángulos: el místico y el político. El primero lo considera un camino privilegiado de unión con Dios mientras que para el otro es una fuerza divina que empuja a combatirlo y erradicarlo. Al final la última palabra es de Dios, un Dios que lleva al ser humano por un camino que posiblemente no hubiera escogido. De aquí, que la persona que sufre, tras la lucha por erradicar su dolor, debe aceptar el misterio en una línea semejante a la de Job pero nunca desde una resignación pasiva.

La idea de la redención como necesidad de pagar prenda por el pecado original, la imagen de un Padre que sacrifica la vida de su Hijo para rescatarnos del mal no es aceptada por muchas mujeres. El rechazo es fruto de la línea de abusos padre - hijos tan frecuente en nuestras sociedades. [38] En una gran conferencia celebrada en Minnesota en 1993 una mujer de raza negra, Delores Williams, presentó sus quejas sobre la teología de la redención apoyándose en la afirmación de que Jesús no vino a morir por la humanidad sino a vivir por ella. Fue su vida y no su muerte la que nos redimió ya que en el centro de la vida del cristiano está la vida de Jesús y no su cruz. Su muerte fue política y no religiosa, lo mataron los hombres con la tristeza de Dios. Curiosamente estas ideas fueron contestadas de inmediato por muchos teólogos, una discusión que permanece abierta hoy.

Para otras mujeres la cruz es una fuerza que les mueve a actuar. Incluso hay quién ve el poder de Dios no en la posibilidad de ser todopoderoso sino en su capacidad infinita de compasión. Todo el ser de Dios se hace siervo de la compasión, del cuidado y del desvelo por el mundo [39]. Es esa compasión la que le impulsa a la justicia sin buscar el castigo del culpable sino la forma de acrecentar la vida del que está roto por el dolor o el sufrimiento. Las mujeres no conciben la idea de un Dios todopoderoso que deje morir de hambre a los suyos. Prefieren renunciar a ideas sobre el poder, del que tradicionalmente hemos estado apartadas, para apostar por la compasión y el amor.

Es por esto que muchas mujeres aboguen por la utilización de nuevas metáforas para hablar de Dios que no pongan el acento en su fuerza. Junto a roca, águila, fortaleza, bastión, rey... sugieren que se hable de Dios como rocío, nube, tienda, camino, agua. Con ellas nos acercamos a la vulnerabilidad de Dios, al riesgo que sumió de fracaso y de abandono. Un riesgo que sabemos se convirtió en realidad cuando muchas personas niegan conocerle, incluso niegan su existencia. “Estoy a la puerta y llamo” es la lógica del amor que no obliga. El poder de Dios consiste en darnos la libertad de abrir esa puerta que lleva a la plenitud.

Hay recelo ante la noción de sacrificio por la imagen de Dios que puede proyectar. Sólo se comprende una negación del yo en la medida que sirva para el avance espiritual del que lo hace o el bien del que lo recibe. La negación per se ni tiene valor ni debe ser el centro de la idea del sacrificio. [40]

Dentro de las teologías sectoriales el acento se coloca en aspectos diversos. La womanista, fruto de las mujeres norteamericanas de raza negra o la mujerista pensada por las mujeres de América del sur ponen el centro de su pensamiento sobre Dios en sus facultades liberadoras. Es un Dios que les sale al paso en el desierto, en la soledad, en el dolor y que tras el encuentro recobran las fuerzas para volver a la ciudad y a la lucha por una sociedad que intente erradicar el sufrimiento. Dios libera y transforma la vida de las mujeres pobres de la misma manera que actuó con su madre. [41]

Tratan de evitar el título de Señor para Dios ya que lo consideran insultante para sus comunidades pues era el vocablo que utilizaban los esclavos para llamar a sus amos. La noción de siervo, que es la otra cara de la moneda, también necesita de explicación para evitar confusiones. [42]

Muchas de estas ideas deben ir sedimentándose y tomando cuerpo pues no podemos olvidar la juventud de esta teología. Unas fructificarán y otras se abandonarán pero todas en alguna medida habrán contribuido a una visión nueva del Dios cristiano en la que por primera vez en 2000 años las mujeres han aportado su voz.

Los detractores

Que una línea de pensamiento tenga detractores es una buena señal pues significa que se tiene en consideración. En principio tanto los sectores tradicionales como los liberales son conscientes de que muchas cosas tienen que cambiar en la Iglesia con respecto a las mujeres, tanto a nivel organizativo como de pensamiento. Las imágenes de Dios como madre han tenido éxito en cuanto que contentaban a los dos bandos. A los más conservadores puesto que apuntalaba la figura de la mujer madre, de la mujer en casa al cuidado del marido y los hijos. A los más progresistas pues lo veían como un paso en buena dirección que exigiría, con el tiempo, dar muchos más.

Las críticas han venido de varios lados. Hay personas que no consideran lícito introducir palabras nuevas para hablar de Dios si éstas no están en la Biblia. Si además son femeninas la negativa se acrecienta pues consideran que oscurecen la kénosis divina, el gran salto del poder a la fragilidad humana. En un Dios caracterizado en femenino no hubiéramos sido capaces de ver poder, por lo tanto, tampoco vaciamiento. [43]

Pero lo que más recelo produce es hablar de un Dios inmanente. Hay miedo de volver a la diosa Gaia y a las Grandes Diosas Madres, un concepto del que separó el pueblo de Israel pues en sus relatos creacionales quiso enfatizar la trascendencia divina. Se habla de retroceso en esta forma de pensar e imaginar a Dios pues se considera que el Dios matriz es la vuelta a concepciones menos personales y más arcaicas. [44] Para mí, en la medida que la materia ha perdido su carácter negativo nada hay de malo que Dios le infunda vida desde dentro. Pienso, a su vez, que la consideración de que un Dios matriz es menos personal es hija de la vieja teoría que nos concibe a las mujeres como útero y pechos pero sin cabeza. Será el tiempo quién determine si nuestra oferta es válida y enriquece nuestras imágenes de Dios. De momento cada persona decidirá por sí misma.



Notas
[1] La vida de una de estas mujeres, Elizabeth Cady Stanton, parece una novela. Consiguió que la admitieran en una universidad en 1834 pues comprendía la necesidad de una buena educación. En su viaje de bodas en Inglaterra acudió a la Convención contra la Esclavitud escondiéndose tras una cortina ante la negativa de los varones a admitir mujeres. Feminista convencida consiguió que su capilla metodista incluyera una resolución inspirada en la Declaración de Independencia Americana que decía: “La mujer es igual al varón, fue intención del Creador que así fuera y para mayor bien de la raza es imprescindible que sea reconocida como tal”. Su libro, The Women’s Bible, no tenía otra intención que conseguirlo. Una buena biografía suya en E.GRIFFITH, In her own rigth, Oxford 1984

[2] Hay una edición moderna de su obra, The women’s Bible, Polygon, Edimburgo 1985

[3] La obra de Moltmann se termina un viernes santo de 1972. Su título fue The crucified God. The croos of Christ as the foundation and criticism of christian theology. Menos conocida pero anterior en el tiempo ya que se publica en 1958 es la obra de un japonés KAZOH KITAMORI, Teología del dolor de Dios, Sígueme 1975

[4] La obra de Whitehead es de 1929 y se publicó bajo el título de Process and reality de la que se han hecho cuantiosas ediciones. Para una buena introducción a esta teología J.B. COBB y D.R.GRIFFIN, Process Theology: an introductory exposition, Westminster Press, Filadelfia 1976

[5] Dentro de la Queer Theology femenina la obra más conocida es la de MARY HUNT, Fierce tenderness. A feminist theology of friendship, Crossroad, N.York 1991.También J.M. CLARK y M.L. STEMMELER (eds), Spirituality and community: diversity in lesbian and gay experience, Monumento Press, Las Colinas 1994

[6] FERDINAND DE SAUSSURE dio un curso en 1916 que recogieron sus alumnos para componer un libro, Curso de lingüística general, Alianza Editorial, Madrid 1972

[7] LUDWIG WITTGENSTEIN, Tractatus philosophicus, Cambridge 1921

[8] UMBERTO ECO, La estructura ausente:introducción a la semiótica, Lumen, Madrid 1999

[9] UMBERTO ECO, La estructura ausente:introducción a la semiótica, Lumen, Madrid 1999

[10] Beacon Press ha reimpreso el libro agotado en Boston 1993

[11] Beacon Press, Boston 1973. Otras obras suyas son: The church and the second sex, Harper and Row, N.York 1968; Gyn/ecology: the metaethics of radical feminism, Beacon Press, Boston 1978; Pure lust: elemental feminist philosophy, Beacon Press, Boston 1984

[12] La traducción española de esta obra de Simone de Beauvoir: El segundo sexo: los hechos y los mitos, Vol.I, Cátedra, Madrid 1998 y El segundo sexo: la experiencia vivida, Vol. II, Cátedra, Madrid 1998

[13] “The return of the Goddess: Psychoanalytic reflections on the shift from theology to thealogy”, Studies in religion/ Sciences religieuses 16 (1987) 37 -52

[14] Entre otras CAROL CHRIST, Laugther of Aphrodite. Reflections on a journey to the Goddess, Harper & Row, San Francisco 1987 y C.CARON, To make and make again. Feminist ritual thealogy, Crossroad, N.York 1993

[15] In the wake of the Goddesses: women, culture and the Biblical transformation of pagan myth, Free Press. NÝork 1992

[16] Para los aspectos psicológicos de estas diosas ERICH NEUMANN, The Great Mother, Princeton University Press, Princeton 1974

[17] El libro está editado por Sheffield Press, Sheffield 1997

[18] Crossroad, N.York 1989.

[19] Harper & Collins, San Francisco 1992. La obra de SALLY MCFAGUE, The body of God. An ecological theology, Fortress Press, Minneapolis 1993 sigue la misma línea

[20] Sheffield Academic Press, Sheffield 1996

[21] La lista es larga y sólo voy a hacer mención de las más representativas. ROSEMARY RADFORD RUETHER (ed), Women healing earth. Third world women on ecology, feminism and religion, Orbis Books, N.York 1996; JUDTIH PLANT (ed), The healing of wounds. The promise of ecofeminism, New Society Publishers, Filadelfia 1989; CAROL J.ADAMS, Ecofeminism and the sacred, Continuum, N.York 1993; CATHARINA J.M.HALKES, New creation. Christian feminism and the renewal of the world, SPCK, Londres 1991; ANNE PRIMAVESI, Del Apocalipsis al Génesis. Ecología, feminismo, cristianismo, Herder, Barcelona 1991

[22] Para SALLY McFAGUE, “Dios Madre”, Concilium 236 (1989) p.483 es ”quizá la imagen más fuerte para expresar el amor de donación es la de unos padres que buscan y no encuentran alimento para sus hijos”. Una angustia de la que Dios participa.

[23] C.WALKER BYNUM, Jesus as mother, Londres 1982 y K.E.BORRESEN, “Les métaphores féminines dans le discours sur Dieu”, RevTheolLouv 13 (1982) 205 - 220

[24] Su descubridor fue en 1947 ANDRÉ CABASSUT, “Une dévotion medievale peu connue: la dévotion a Jésus notre mère”, Mélanges Marcel Villet, RAM 25 (1949) 234 - 245. Al temblor alude el Dictionnaire de Spiritualité publicado 20 años después.

[25] El artículo se publicó en Journal of religion en abril de 1960

[26] Mi propia obra Dios también es Madre, San Pablo 1994, busca los rastros en la Biblia de Dios en su faceta materna

[27] El estudio más conocido es de CLAUDIA CAMP, Wisdom and the feminine in the Book of Proverbs, Sheffield 1988

[28] JUDITH McKINLAY, Gendering Wisdom the Host. Biblical invitations to eat and drink, Sheffield Academic Press, Sheffield 1996 hace un buen estudio comparativo de los textos de Proverbios, Ben Sira y el evangelio de Juan

[29] Lo publicó Continuum en N. York 1995 pero ya ha salido una traducción española

[30] MARY ROSE D’ANGELO, “Abba and Father: imperial theology and the Jesus tradition” JBL III/4 (1992) 611 - 630 y “Theology in Mark and Q: Abba and Father in context” HTR 85 (1992) 149 - 174

[31] Me refiero a Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1983 un libro que se ha aceptado como dogma.M

[32] Una de ellas es KARI ELISABETH BORRESEN (ed), The image of God. Gender models in judaeo - christian tradition, Fortress Press, Minneapolis 1995

[33] Publicada en N.York en 1992 por Crossroad. Otras obra suyas son Women, earth and Creator Spirit, Paulist Press, N.York 1993 y Friends pf God and Prophets. A feminist theological reading of the communion of saints, Continuum, N.York 1998 aparte de numerosos artículos en revistas.

[34] El libro de SALLY McFAGUE, Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear, Santander 1994 explora estos modelos. En la misma línea TRINIDAD LEÓN, “El Dios relacional. El encuentro y la elusividad de un Dios comunicativo” pp. 161 - 240 en ISABEL GÓMEZ ACEBO (ed), Así vemos a Dios, Desclée, Bilbao 2001

[35] Una de las más representativas es MARY HUNT, Fierce tenderness. A feminist theology of friendship, Crossroad, N.York 1991. También K.JAY y J.GLASGOW, Lesbian texts and contexts: radical revisions, N.York University Press, N.York 1990

[36] KRISTINE M.KANKA, Women and the value of suffering. An aw(e)ful rowing toward God, The Liturgical press, Collegeville, Minnesota 1998

[37] Esta es la forma de pensar de DOROTHY SOELLE, Suffering, Fortress Press, Filadelfia 1975y Creative desobedience, Pilgrim Press, Cleveland 1995

[38] J. BROWN y C.R.BOHN (eds), Christianity, patriarchy and abuse. A feminist critique, Pilgrim Press, N.York 1989 fueron las pioneras de una línea de pensamiento que ha dado mucho juego

[39] Así se expresa WENDY FARLEY, Tragic vision and divine compassion. A contemporary theodicy, Westminster John Knox Press, Louisville 1990

[40] NANCY JAY, Throughout your generations forever: sacrifice, religion and paternity, Chicago University Press, Chicago 1992

[41] ELSA TAMEZ, Las mujeres toman la palabra, DEL, San José de Costa Rica 1989

[42] La obra de DELORES WILLIAMS, Sisters in the wilderness. The challenge of feminist God talk, Orbis Books, N.York 1993 es muy representativa de estas ideas

[43] Es un buen resumen de las críticas a la teología feminista y a sus imágenes sobre Dios el libro de ALVIN KIMMEL (ed), Speaking the christian God. The Holy Trinity and the challenge of feminism, Grand Rapids 1992

[44] JOSÉ MARÍA MARDONES, ¿Adonde va la religión? Cristianismo y religiosidad en nuestro tiempo, Santander 1996, p. 87

La paradoja de María, Madre-Virgen


Mercedes Navarro Puerto

PLANTEAMIENTOS EPISTEMOLÓGICOS: NEUTRALIZACIÓN DE LA PARADOJA
Los católicos y católicas generalmente llamamos a María Virgen Madre como si de algo normal se tratara. Tal vez porque nuestro sistema de creencias y el mismo sistema teológico funciona como un marco coherente que amortigua muchas de las extrañezas y contradicciones que profesamos. Este marco coherente ahoga posibles preguntas que apenas si pueden emerger. Eso significa que en muchas ocasiones han de venir formuladas desde fuera del sistema. Llamar a María Virgen Madre no es lógico. Es paradójico. 

La Mariología acusa con frecuencia la aprehensión lógica de una formulación que se escapa a ella. La aceptación del binomio apela a un conocimiento cuyo análisis rompe nuestra lógica. Es una paradoja que generalmente no percibimos. Un binomio, por otro lado, de orden cambiante que produce o refleja sutilmente desde dónde lo percibimos, cuál es el extremo más problematizado y cuál el más invisibilizado. La situación actual nos brinda posibilidades inéditas en la historia occidental pues nunca como hoy están problematizadas las dos partes del binomio: virginidad y maternidad, lo que no impide, por otro lado, que consideremos el extremo madre como el más problematizado y el opuesto virgen como el invisibilizado. A lo largo de la historia, sin embargo, se observa que el extremo indiscutible es el de madre, mientras que el de virgen queda a su servicio. No parece darse la reversibilidad. Así la paradoja ordinariamente queda neutralizada.

Entre las funciones de la paradoja, como tendremos ocasión de analizar, se incluye la creación de una nueva realidad expresada por los términos aparentemente irreconciliables, y esa nueva realidad debe convertirse en alternativa y factor de cambio. Si esto es así, es legítimo preguntarse hasta qué punto el binomio madre-virgen con el que nombramos a María funciona como paradoja o, por el contrario, se le ha despojado de esta condición.

De cuanto queda dicho se puede deducir que el análisis que pretendo realizar pasa inevitablemente por un momento de crítica de ciertos planteamientos epistemológicos que, a su vez, me llevarán a adoptar en mi estudio una perspectiva interdisciplinar o multidisciplinar. Se trata de un tema que no se deja abordar desde un sólo o único enfoque. Por eso me dejaré interpelar y ayudar por la antropología, la historia, la psicología y la exégesis bíblica, pero no podré olvidar los datos de la fenomenología de la religión, ni los de las religiones comparadas. Y tendré que echar mano, de vez en cuando, de la literatura y la sociología. Estamos ante un binomio simbólico que no se presta a reducciones.

0.1.- La crítica a la Episteme de Lo Mismo y la Mariología

La lógica de la identidad o Episteme de Lo Mismo (1), típica de nuestra mentalidad occidental, viene siendo criticada en los últimos años, sistemáticamente, por pensadores y pensadoras desde distintas disciplinas científicas. Esta lógica subyace a los planteamientos de la Mariología, del mismo modo que subyace a los del resto de las disciplinas teológicas. Por eso debo hacerla explícita aquí. Una de las cristalizaciones de estos a prioris es el presupuesto del marco coherente en el que es difícil integrar las diferencias, sin que esta integración suponga negatividad, minusvaloración o inferioridad (2). La mariología parte de unos supuestos del marco coherente acerca de la figura de María y de su elaboración simbólica y teológica tanto en lo que se refiere a madre como en lo relativo a virgen. Desde el momento en que María, figura histórica y figura teológica, implica lo femenino nos situamos en un determinado lugar de ese marco coherente en el que cristaliza la Episteme de Lo Mismo con relación a los géneros.

La crítica feminista sobre lo femenino no es unívoca, sino que está diversificada. Hoy que sus posturas y sus reflexiones prácticamente han invadido nuestro mundo, alguien podría pensar que no es necesario volver sobre ello. Por el contrario no se la puede dar por supuesta porque nos encontramos ante mecanismos de reciclaje de esta Episteme que imposibilita la incidencia real de la reflexión crítica llevada a cabo. Esto se aplica también a la reflexión mariológica en la que se advierten los mismos mecanismos de reciclaje como tendré ocasión de mostrar.

Uno de los síntomas más claros de la pervivencia de la Episteme de Lo Mismo es la imposibilidad de reversibilidad entre lo Uno y lo otro, la Figura y el fondo. En el tema que nos ocupa esta reversibilidad tampoco se ha hecho posible en los términos del binomio, ni antes, ni ahora: Lo Mismo, o el marco coherente, o la Figura ha sido y sigue siendo Madre mientras que lo diferente, lo marginal y el fondo ha sido y sigue siendo virgen. Esto explica que se haya neutralizado la paradoja que implica la formulación hasta el punto de que las distintas adjetivaciones no han creado nada realmente importante acerca de lo supuesto femenino de la figura y símbolo de María. Para ello uno de los extremos se ha mantenido como sustantivo y otro como adjetivo: María es una virgen maternal y una madre virginal. Esto no implica una verdadera reversibilidad. La paradoja queda destrozada porque entra perfectamente en el marco coherente sin alterarlo lo más mínimo. Es decir, sigue siendo Lo Mismo que, traducido, es como decir que sigue siendo la ilusión de La Mujer hasta el punto de que se sacrifican y extorsionan los datos diferenciales de la figura histórica y narrativa de María de Nazaret según los evangelios.

La verdadera reversibilidad debía suponer el paso a la paradoja, pero la paradoja rompe el sistema lógico, rompe Lo Mismo enfatizando la relación de los extremos y los contrarios. Por tanto madre y virgen no se han podido fecundar mutuamente, la una rompiendo la otra. Para hacerlo, en esta misma lógica de la identidad (que no de la igualdad), se han debido reducir a lo físico hasta volverlo elemento sustentante sin el que no es posible mantenerlo, tal vez porque no se ha tenido en cuenta que lo importante estriba en el significado de tal manera que el dato en sí apenas si tiene importancia por sí mismo. Cuando esta lógica queda puesta de relieve los datos del evangelio se perciben a otra luz. ¿Cómo se puede seguir manteniendo que María es madre en sentido físico cuando su mismo hijo físico explícitamente lo rechaza para incluir el significante madre en un orden de significados diferente?

La Episteme de Lo Mismo se caracteriza por su racionalismo. Va más allá de lo razonable y racionaliza con el consiguiente resultado reduccionista. Una paradoja, en cambio, no permite la racionalización de sus extremos, aunque puede integrar explicaciones o razones. Es decir, no excluye lo razonable. Esto explica que la mariología haya incorporado multitud de símbolos sin que por ello se afecte y evolucione el marco coherente de la lógica de la identidad y que no se haya respetado suficientemente la naturaleza de su objeto (la figura histórica y teológica de María en el Nuevo Testamento) llevando a una violencia de ciertos datos que han sido suplantados por otros más ajustados al marco coherente.

Los resultados se perciben en la expresión visible de lo femenino formulado en madre y en virgen. Con respecto a madre encontramos una esencialización u ontologización que lleva a identificar femenino con materno y mujer con madre, encontramos asi mismo una atemporalización del término y significación de madre y una desexualización de la misma. Con respecto a virgen el resultado es la de-sexualización que refuerza la atemporalidad o ahistoricidad de mujer y de madre.

Hoy el marco coherente tiene muchas fisuras y comienzan a percibirse mejor sus puntos ciegos, sus escotomas a la hora de apreciar los datos y dotarlos de significado. La crítica a la Episteme de Lo Mismo advierte que lo visible está sostenido por lo invisible y busca puntos de luz que cure los escotomas y nos permita acceder a lo invisible hasta visibilizarlo.



0.2.- El imaginario social ante lo femenino y La Mujer

La reflexión precedente nos lleva de la mano a un somero análisis del imaginario social que ha llenado de significados el marco coherente acerca de María en cuanto mujer histórica y mujer simbólica cristalizada en la madre virgen por excelencia. Ella encarna en el imaginario social de occidente, desde hace 20 siglos, La Mujer de forma que no se la ha podido percibir en sus dimensiones históricas y narrativas a partir de las fuentes cristianas de las que brota. Como tampoco se la ha podido entender como una mujer, ni ha permitido esta concreción singular y positiva de cada una de las mujeres, que han debido sacrificar su individualidad y su propia diferencia a la identidad propugnada por este mismo imaginario que ha construido a La Mujer. Esta Unica Mujer, pretendida plenitud de una pretendida esencia de mujer y de lo femenino, ha fagocitado la individualidad de las diferentes mujeres históricas. Del mismo modo ha impregnado la mariología de elementos que han reforzado, siglo tras siglo, el marco coherente en el que María La Mujer se ha inscrito cultural, simbólica y religiosamente. En este sentido podemos hablar con propiedad de María madre virgen o virgen madre en cuanto mito acerca de lo femenino. La Mujer que ella representa, por tanto, lleva impresa la marca del mito para bien y para mal como intentaré mostrar en lo que sigue (3).

Generalmente los mitos se expresan en relatos o discursos narrativos cuya repetición posibilita su eficacia simbólica. El mito que transmite (y produce) la equivalencia mujer=madre funciona como organizador del binomio madre-virgen. Su repetición en relatos y en otro tipo de discursos como el de la mariología, o en el lenguaje cúltico, ritual y de las artes, ha dado un sólido soporte al núcleo del mito, de forma que su crítica y el intento de visibilizar sus invisibles, pide unos instrumentos no reductibles a la lógica racional. Si ésta se torna punto de partida es sólo para impulsar una crítica que debe llevar la impronta de lo afectivo-emotivo, lo reiterativo del rito y la simbolización que se expresa en el arte.

La eficacia del mito mujer=madre a lo largo de la historia de occidente y la eficacia de su reciclaje actual se debe a tres esencialismos acerca de la mujer: el esencialismo biológico, el esencialismo sociológico y el esencialismo psicológico (4). El esencialismo biológico postula una mujer a priori cuya verdadera naturaleza no se deja ver puesto que queda tapada por los modelos culturales que se le han ido superponiendo. Eso significa que existe una esencia femenina previa a la operación del orden simbólico en referencia al cual tendrá que constituirse este sujeto, es decir, a su hacerse como biografía. El esencialismo sociológico postula un sujeto a priori al que la sociedad le asigna un género que dicho sujeto llegará a asumir o no. Eso supone que se asigna existencia real a una comunidad constituída por todas las mujeres, una feminidad genérica compartida por todas ellas. Y el esencialismo psicológico postula una feminidad auténtica, una entidad dada que en todo caso es desfigurada por la sociedad. Eso significa que se ignora el proceso a través del que cada cual conforma su propia imagen. Esta autoimagen no es una función psicológica aislada, sino modelada según el ideal que corresponde a patrones propuestos por la cultura para cada sexo, mediatizados por las figuras de nuestro entorno con las que cada uno se identifica.

Estos esencialismos se expresan y se asumen de unas determinadas formas entre las que quiero enumerar algunas de las más relevantes: la creencia de que existe una feminidad esencial, previa a los avatares de la propia historia; la feminidad entendida como resultado de la adquisición mecánica de un género asignado socialmente que descansa en un cuerpo biológico y en función de él (de sus rasgos observables), la feminidad definida por rasgos propios o típicos como el narcisismo, o el masoquismo, los celos, la ternura, la mayor sensibilidad... que describen, definen y circunscriben un espacio propio de este género separado del otro; y por último lo femenino percibido y entendido como enigma que no permite la simbolización que posibilita el lenguaje, puesto que es algo de lo que no se habla. Frente a la naturalización de la feminidad, esta perspectiva le asigna el lugar de lo místico (5)

Los esencialismos mencionados son construcciones del imaginario social, típicas del orden androcéntrico por lo que toda reflexión sobre la construcción de la feminidad ha de articularse con el malestar de la cultura (6).

0.3.- María y el arquetipo femenino

La construcción del imaginario social acerca de lo femenino apela a lo arquetípico pero a este respecto es necesario precisar algunas cosas sobre la misma noción de arquetipo. Por su misma naturaleza el arquetipo indica un hueco, un vacío, un continente con posibilidad de contenido. En el ser humano no hay un arquetipo único, sino varios (pocos) y se trata, insisto, de formas vacías, de esquemas que apuntan hacia lo verdaderamente específico humano. Esto quiere decir que los contenidos no pertenecen al arquetipo. Postular un arquetipo sobre lo femenino no debe identificarse con ninguno de los esencialismos previamente criticados. El arquetipo de lo que llamamos femenino y masculino indica sólo la predisposición a la diferencia de los humanos que tiene que ver con el sexo y con el género, pero que no se identifica ni con uno ni con otro. Dicho arquetipo no contiene como en esencia los rasgos que en una determinada cultura se designan como femeninos o como masculinos (7). Este arquetipo permite la pluralidad diferencial de los contenidos culturales acerca de lo que se entiende como masculino o como femenino. Gracias al arquetipo los contenidos culturales asignados a un sexo y a un género en una determinada cultura pueden llegar a ser rasgos típicos. Típicos pero no esenciales, puesto que al cambiar de cultura los encontramos o cambiados, o diversificados e incluso invertidos (8). Esto significa que los contenidos culturales de un arquetipo se pueden alterar y modificar debido a que son filogenéticos e históricos en su origen y en sus diferentes configuraciones.

El imaginario social de una cultura como la judeo cristiana ha dado unos determinados contenidos a lo femenino y lo masculino y de ellos somos herederas y herederos los occidentales que, cada cual en su proceso de individuación, hace posible de una determinada manera en sus infinitas variaciones subjetivas. Pero los contenidos del imaginario social se proyectan en símbolos pregnantes que perpetúan y refuerzan dichos contenidos. Pues bien, el imaginario social occidental que impregna el arquetipo de lo femenino se ha proyectado unitaria y condensadamente en la figura de María. Eso la hace especialmente apta para estudiarlo y analizarlo, tanto como para intentar modificarlo. Dicho arquetipo está polarizado, como venimos diciendo, en madre y virgen. Por eso debemos dedicar un espacio a cada uno de los polos para poder verlos después en su unión paradójica formando un binomio creativo.

En la impregnación de contenidos simbólicos en la figura de María a nivel racional, es decir, en sus desarrollos teológicos, se viene a dar el mismo proceso psicológico de naturaleza proyectiva que aparece normalmente en el varón: ella es Una, la Madre originaria, pero múltiple en cada una de sus réplicas (las mujeres singulares) que, posteriormente, permitirán la reconstrucción de esa Unidad primigencia, la Unica mujer, La Mujer, la madre propia, que en el imaginario colectivo es proyectada en la ilusión de La Mujer en que se ha convertido a la mujer concreta e histórica que se llamaba María (9). La crítica a la Episteme de Lo Mismo en lo relativo al género afecta a los contenidos del imaginario social y a su cristalización condensada en la figura de María como símbolo del arquetipo occidental de lo femenino. La misma figura de María debe ser liberada de aquellos contenidos que la hacen desaparecer como mujer histórica concreta en aras del Uno y el Todo del arquetipo, formado en base a la lógica de la identidad cuya razón es ratio, es decir, la reducción escrupulosa de los objetos de pensamiento a una medida común, a leyes universales. Puesto que mediante la noción de una esencia, el pensamiento convierte a los particulares concretos en una unidad (10), debemos rescatar a María de esa Unidad para devolverle su particularidad. Así cada cristiano y , en particular cada cristiana, podrá encontrar en ella a la primera persona de la historia (11). Su carácter ejemplar sería universalizable a partir del criterio evangélico de universalización que, lejos de pasar por la reducción de las diferencias en favor de las homologaciones que derivan en leyes generales, se centra en la concreción y contextualización de figuras, grupos y acontecimientos (12).

1.- MARÍA MADRE

Toda vida procede de la humanidad básica que propicia la madre. El arquetipo de lo materno, así, solapa lo que llamamos lo femenino y sustitiye a la mujer hasta el punto de que se le antepone y la absorbe. Si cualquier mujer pone en crisis lo materno está cuestionando en definitiva su misma condición de mujer. Mantener que María es mujer en nuestra sociedad es anteponer su condición materna a cualquier otra con la que pudiera caracterizarse y definirse. Una vez más lo materno lejos de potenciar a la mujer, la ahoga en cuanto sujeto y margina en un sacrificio estéril los aspectos más cristianos de su persona, y, por lo mismo, de su ejemplaridad. Estamos ante uno de los más fuertes constructos del imaginario social en el que interfieren diferentes factores subjetivos inscritos en hombres y en mujeres.

1.1.- La Madre en el imaginario social: la cristalización mítico-simbólica

En principio me ocuparé de las afirmaciones ya cristalizadas desde tiempos inmemoriales y en sus nuevas formulaciones, como punto de partida para realizar el análisis contextualizado de las que considero más importantes. Sólo entonces podré remitir a María y su condición de madre a las fuentes del Nuevo Testamento.

– maternidad y reproducción

Aunque pueda parecer innecesario volver sobre algo de sobra sabido, no debo dar por supuestas algunas diferencias en conceptos manejados en el lenguaje coloquial y científico. Reproducción y maternidad no son equivalentes, ni hay nexos de causalidad necesarios entre ambos. La reproducción pertenece al orden de la especie, al dominio de lo biológico. La maternidad es el conjunto de rasgos significativos que una cultura determinada da a la reproducción. En muchas de las culturas conocidas la maternidad se asigna a las mujeres. Pero en otras culturas no es así (13). Ser madre no equivale a parir, puesto que parir es una actividad típica de la hembra (mamífero hembra), invariable, mientras que la maternidad es una actividad asignada, variable, que, estrictamente hablando según nuestros patrones occidentales, también podrían ejercer los varones. En el imaginario social, sin embargo, se sigue considerando la maternidad en el orden de lo biológico, instintivo y natural.

¿Por qué lo natural intenta sustituir a lo cultural en este tema? Las razones, como antes indicaba, apuntan a rasgos inscritos en la subjetividad humana, entre los que entresaco los más relevantes. Por una parte están las identificaciones con la madre propia por parte de las mujeres y la represión temprana de los hombres de todo lo relativo a la humanidad básica que ella representa y, por ende, de todo lo femenino. El proceso de separación con el que muchas sociedades obligan a sus varones a dejar a sus madres, hace que la misma identidad masculina sea tan débil como necesitada de demostrar de por vida una virilidad que se debía suponer adquirida (14). Esta debilidad les lleva a afirmar compulsivamente esa virilidad contra o sobre la identidad femenina reprimida, primera experiencia de lo humano llevado a cabo por la propia madre y las otras mujeres de la familia.

Otro factor se debe al lugar ocupado por cada varón en el conficto edípico y su resolución y, en particular, subrayo la producción y reproducción de un conjunto de significaciones imaginarias constitutivas de lo femenino y lo masculino que forman parte de valores sociales tanto como de la subjetividad de hombres y mujeres.

– las raíces de lo materno

Pero estos factores no se inscriben en el vacío, como teníamos ocasión de ver al hablar del arquetipo. Forman parte de unos contenidos ancestrales de culturas como la nuestra y se enraízan en ella. Se explica que en el contexto de los primeros siglos de la era cristiana, a medida que el cristianismo avanzaba institucionalmente e iba reprimiendo las diferenciaciones de los rasgos afirmados como femeninos y proyectados en diferentes deidades femeninas, se construyera el mejor caldo de cultivo para el efecto de condensación operado sobre la figura de María de Nazaret (15). La dispersión y diversificación de los rasgos culturales asignados a lo femenino y proyectados en las diosas pasaron a ser atributos marianos. La piedad popular, las leyendas apócrifas, el culto y las primeras definiciones dogmáticas se aliaron para conseguir un mismo efecto reforzado a partir de entonces en la reflexión y la creencia. María se convirtió en continente del Todo, pero a la par se oscureció el dato de lo singular y lo concreto, tan evangélico y tan encarnatorio dentro de lo cristiano.

Lo materno absorbió a la mujer de Nazaret que debió someterse a lo totalitario de sus proyecciones.

En la cultura mediterránea el destino de una mujer era su rol en la reproducción y por tanto dentro del sistema de la parentela masculina. Desde su nacimiento la sociedad la prepara para que cumpla adecuadamente su rol. En la reproducción, con las asignaciones significativas de su cultura, ella debía ser madre. El ideal realizado la imaginaba como madre de hijos varones que perpetuaran la descendencia, el futuro del padre. De este modo ella se inscribía en la genealogía patriarcal como colateral, en los márgenes. El ideal de una mujer en esta cultura es, por tanto, ser madre fecunda de hijos. Los demás aspectos serán tolerados en la medida en que contribuyan a este logro y los que no contribuyan, o por el contrario entorpezcan o extorsionen el objetivo principal será duramente sancionado. La inmensa mayoría de las mujeres que transitan por la Biblia hebrea se amoldan al modelo y sirven al mismo como punto de referencia y como refuerzo (16). El Dios patriarcal de muchos relatos sanciona con su presencia y su intervención la importancia sin igual del lugar de la mujer-madre en el sistema. Es el Dios que fertiliza el vientre de las estériles abriéndolos a la vida de un niño que será importante para la historia de Israel, el Dios que se comunica con ellas en función del rol femenino en la reproducción, fundamental para el cumplimiento de la alianza que pasa por la descedencia masculina (17).

El mundo antiguo del Mediterrráneo no conoce el papel biológico que desempeña la mujer en el proceso de reproducción, al igual que el resto de los pueblos conocidos hasta los descubrimientos del siglo pasado. Para los pueblos anteriores a la industrialización de occidente la vida humana no deriva del acto sexual sino sólo de la semilla del padre que él siembra en la mujer. Ella en realidad no aporta nada al hombre y a la vida. Es tan sólo el campo en el que esa semilla crece y se transforma. La necesidad de su cuerpo es sólo temporal puesto que una mujer no se prolonga, no tiene futuro. Son los únicos seres que nacen y mueren definitivamente (18). Por eso la metáfora que imagina el rol de cada sexo en la reproducción es suficientemente elocuente: el hombre es la semilla y por eso es potente o impotente; genera hijos e hijas pero sólo los hijos garantizan su futuro. La mujer es el campo y por eso es fértil o estéril; aporta la seguridad para la semilla plantada, garantizada por la salvaguarda de su virginidad previa y el posterior control sobre su estricta fidelidad monogámica. El hijo, en cuanto niño, no es importante más que por ser representante del padre. Lo representa para salvarlo de la muerte, de la ausencia de futuro.

Este lugar asignado en la cultura mediterránea a la mujer, reducida a la reproducción y a la tarea de la maternidad, aparece impregnado de rasgos asociados que se constituyen en opuestos a los asociados al mundo asignado como masculino. Estos rasgos delimitaban toda la realidad: el espacio (público/privado), el tiempo (prolongación/finitud), las actividades (roles) y lo relativo a la religión. Pero lo natural es tan sólo una ilusión. A la mujer-madre correspondía no sólo la crianza y cuidado de los hijos e hijas pequeños, sino todo lo relativo a las tareas del hogar, el lugar apropiado ante el marido-padre y el lugar asignado en el sistema socio institucional. La sanción divina corrobora y refuerza la ilusión de naturalidad. Un sistema en el que el padre se caracteriza por su ausencia y la madre por su presencia en el ámbito de lo doméstico (19). La ausencia del padre de las actividades de crianza y cuidado de los niños y niñas es posible sólo por la presencia de la madre. Es lógico, por tanto, que para no romper el equilibrio fuera preciso mantener a toda costa esa presencia e impregnarla de la ilusión de naturalidad que impide el desafío al sistema.

La cultura mediterránea, centrada en el sistema familiar y en los valores centrales y sexuados del honor (masculino) y la vergüenza (femenina), ha construido el mito mujer=madre. No se puede olvidar, como luego diré más detenidamente, que los evangelios han nacido en este mundo cultural y la figura histórica de María pertenece a él, así como tampoco debe olvidarse que los antecedentes de las atribuciones cuasi divinas a María se gestaron en el área del Mediterráneo (Asia Menor) en donde se definió el dogma de la maternidad divina de María (Efeso) y que la devoción a María se desarrolló con enorme rapidez a fines del s.IV en Egipto, tanto a través de los monjes como del pueblo (20).

Contextualizar la maternidad atribuída a María no es únicamente situar la cuestión en su momento histórico y su cultura. Supone un análisis crítico de los intereses del patriarcado que ha sostenido y alimentado muchos de los atributos de la maternidad mariana, construcciones masculinas que han formulado santos y teólogos a lo largo de estos 20 siglos. Su fiat, dice un prestigioso estudioso, prueba su dedicación al rol natural de madre con todas las virtudes naturales a la naturaleza femenina: amabilidad, docilidad, paciencia, sumisión, humildad, modestia, silencio, obediencia, sufrimiento, complacencia, compasión, pureza, oración, nada menos que el ideal de mujer e hija que puede controlar el macho mediterráneo (21).

La contextualización en su propio escenario es el primer paso, en efecto, pero no puede detenerse ahí dado que hoy se la sigue llamando fundamentalmente madre por parte de una inmensa mayoría de creyentes en todo el mundo. Muchas de las culturas evangelizadas la invocan como madre sin entenderla casi como virgen, reduciendo de nuevo su persona, su figura, su ejemplaridad y los contenidos de la fe a los contenidos sociales aceptados y valorados en cuanto maternos (22).

Por la herencia de la modernidad en nuestro mundo occidental se ha producido un cambio importante en la concepción de la mujer como madre que afecta directamente al concepto de la maternidad e indirectamente a la inflación de lo materno en la figura de María. A medida que la mujer occidental de clase media (23) se ha ido liberando de su vinculación con la naturaleza, es decir, a mayor higiene y medicina que lleva a la disminución de la mortalidad infantil, a mayor vida útil tras la menopausia, la anticoncepción, etc. se han ido estructurando otros factores culturales diferentes que vinculan a la mujer con la maternidad, exaltando los valores e importancia de la madre. Al tener menos hijos y puesto que la maternidad es (sigue siendo) su misión (24) (al menos la principal), la mujer centra en ellos su dedicación de forma que a medida que disminuye el número de hijos crece la incondicionalidad, dedicación y sacrificio por ellos. El discurso psicológico científico ha reforzado esta ecuación prácticamente hasta hoy. Pero es la patología la que hace visibles las fisuras de esta lógica aparente: cuanto más se exalta a la madre (25) más se agudizan las patologías de la superprotección de los hijos e hijas, así como los problemas psicológicos de las mujeres, en especial las depresiones reactivas y otros síntomas neuróticos (26). Las patologías de la sobreprotección, por los sutiles mecanismos del reciclaje ideológico, se clasifican entre los problemas del exceso de amor, cuando en realidad se trata de problemas de agresividad reprimida y desplazada. Estudios empíricos llevados a cabo en los últimos años (27) muestran cómo la exaltada figura de la madre oblativa, volcada en sus hijos, está sustentada en la inhibición de los impulsos hostiles y en su reconversión, por formación reactiva (28), en comportamientos de entrega, generosidad, disponibilidad y auto-renuncia (29).

La propuesta idealizada de María como madre para mujeres y para hombres, heredera de un concepto mediterráneo de lo materno y de lo femenino, no hace más que perpetuar la profunda escisión secularmente abierta entre el ideal femenino de lo materno y las mujeres concretas, con su diversidad subjetiva (30). Los cristianos, mirando a María como madre pueden, tranquilamente, olvidarla como mujer. Y, todavía más, la madre no permite que aflore un ideal posible, humano e histórico, para unas y otros (31) que nos acerque a todos a la discípula de Jesús y no sólo a su madre biológica. Parece más bien que ella siga propuesta como figura en función de los intereses del patriarcado, antiguo y moderno (32).

Si es cierto, como indica la crítica a la Episteme de Lo Mismo, que lo exaltado contiene lo negado y lo invisibiliza, es posible cuestionar la exaltación del amor materno. Si el amor exaltado de la madre por antonomasia se predica como incondicional, indestructible, instintivo, tierno..., necesariamente se tienen que omitir aquellos datos que nieguen, ensombrezcan o interroguen esos atributos. Es decir, se niegan e invisibilizan datos que aparecen en los evangelios como perturbadores de la figura mítica de María como por ejemplo sus difíciles relaciones con Jesús, la irrelevancia de su rol materno con respecto al proyecto del Reino que verdaderamente absorbía a Jesús, sus momentos de confrontación con claras connotaciones de hostilidad por parte del mismo Jesús y el escasísimo testimonio de su papel en las primeras comunidades cristianas. Hay una fuerte fractura entre la negación que Jesús hace del rol de madre y la recuperación magnificada y exaltada de muchos roles proyectados al de la maternidad de María. Esta fractura apuntaría a una experiencia religiosa, ciertamente, pero sospecho que ha desplazado una adecuada actitud cristiana respecto a María. De ello me voy a ocupar en lo que sigue.



1.3.- Lo silenciado de los datos evangélicos y sus contradicciones

La tradición ha formulado dogmáticamente lo que las Escrituras revelan, por lo que es necesario volver siempre e incansablemente a ellas. La maternidad de María no puede estar en contradicción con el tratamiento que Jesús le da en los evangelios. Nos encontramos, así, con una primera perplejidad: ¿cómo se puede exaltar de una forma tan totalitaria la maternidad de María cuando Jesús inscribe la maternidad en un concepto subversivo de familia? Ninguno de los relatos evangélicos que conservamos muestran como ideal de mujer a la madre. El ideal subjetivo y de rol está profundamente ligado al discipulado. En el grupo de Jesús no hay lugar para los roles mediterráneos familiares, hasta el punto de que le es preciso, en un momento determinado frente a su propia familia biológica y sociológica, definirlo claramente y ponerlo en abierta crisis (33).

Para Jesús la familia judeomediterránea es un verdadero impedimento para el advenimiento del Reino. El mismo permanece célibe como signo de un orden radicalmente nuevo que rompe con las obligaciones de la carne, la sangre y la raza. Su celibato tiene menos que ver con el ejercicio del sexo que con la descendencia y el lugar que le correspondía ocupar como varón en el sistema familiar y religioso israelita. Con su celibato Jesús proclamaba prácticamente lo que decían sus palabras y sus relaciones: que las vinculaciones de raza, carne y sangre, eran vinculaciones inútiles en su proyecto. De ese modo puede decir proféticamente que el judaísmo necesita una apertura universal, inclusiva, para llevar a cabo la promesa de bendición del Dios de los patriarcas. Por eso Jesús no podrá nunca recuperar al padre judío (cf Mc 10, 29-30). El mismo ha renunciado a serlo manteniendo su identidad relacional como Hijo respecto a Dios y como maestro y amigo respecto a sus discípulos y discípulas (cf Jn 13,13-14; 15,15). Ha construido como alternativa otra familia, con otros lazos (cf Mc 3,31-35 y par). No reconoce otra filiación, ni otra paternidad. Extraña, pero coherentemente, ningún texto evangélico permite deducir que él se reconozca hijo de María. Le ven así sus coetáneos e incluso el narrador, pero él nunca se denomina a sí mismo hijo de su madre, ni llama nunca madre a María.

El texto de Mc 3,20-21.31-35, por comentar algunos de los textos relevantes de lo que nos ocupa, expresa con claridad suficiente la profunda y escandalosa ruptura cultural y religiosa que realiza Jesús con respecto a la familia judía y mediterránea. La decisión de los parientes de ir a buscar a Jesús se produce porque consideran, posiblemente ofendidos, que cuanto dice y hace indica que está loco. La ofensa requiere restaurar el honor amenazado o perdido enviando una delegación a buscarlo, encabezada por la propia madre como figura de autoridad, posiblemente por ausencia del paterfamilias. La madre tiene aquí un puesto como figura sustitutiva del cabeza de familia (34). El narrador deja claro que se trata del rol. La individualidad de la mujer que está detrás desaparece en el rol, como corresponde al sistema cultural. Jesús entra con radicalidad en este juego de roles familiares del sistema, pero sólo para no dejar nada en su sitio. Allí están los parientes ejerciendo un fuerte control sobre la familia con una solidaridad de grupo que les llevaba a velar por su propio honor (35). María queda reducida a la madre que se ha debido sentir en la obligación de ir por el hijo (36). Ella entra plenamente en el juego de control y Jesús se lo va a desbaratar. Como madre realiza el papel que se espera de ella: restaurar públicamente el honor perdido o amenazado de pérdida. Tiene la esperanza de hacerle volver y que se someta al grupo familiar. Demuestra, así, que está lejos y fuera del proyecto de Jesús (37).

La respuesta de Jesús es contracultural y altamente subversiva de los roles familiares, sociales, institucionales y religiosos de la familia en Israel. Corrige escandalosa y provocativamente el concepto mismo de familia y lleva a cabo un desplazamiento a otro nivel de relaciones en el que el primer rol afectado es el de madre. La ausencia del padre es, igualmente, escandalosa. Jesús mira por los intereses de Dios y de su Reino que no sólo es su causa como ha mostrado el evangelio hasta ese momento, sino también su familia. A través de la técnica narrativa de la defamiliarización el narrador muestra a su lector cómo Jesús lleva a cabo la eliminación del padre judío, creando un vacío escandaloso que rompe el sistema por dentro. Es preciso recordar que la base de la cultura semita y mediterránea, así como el sistema religioso estaba fundado en el tipo de familia patriarcal. Y en segundo lugar redefine los roles familiares, especialmente el de madre, despojándolos del género, soporte sobre el que estaba construída la rígida división de los dos mundos (38).

Jesús sustituye el lazo intenso de la díada madre-hijo por el de otra díada Padre-Hijo, pero en la que el Padre no reproduce la figura de padre judío mediterráneo. En ese Padre también está la Madre. Eso hace que las categorías de género que normalmente se proyectan en la divinidad como expresión de nuestra necesidad de categorías del lenguaje expresivo, se sitúen en Dios. Su propia madre queda devuelta a la realidad intrahistórica, contexto desde el que es invitada a entrar en el proyecto del Reino que Jesús predica. A partir de ese momento el mismo evangelio no permite hacer de María La Madre (39). Las relaciones de Jesús con ella han cambiado de nivel y se inscriben en la dimensión de discipulado. Esto hace todavía más extraño a lo cristiano el proceso por el que María ha sido convertida en cuasi una diosa Madre, aunque tenga su explicación lógica en categorías psicológicas, sociológicas y culturales. El texto de Mc que comento contrapone dos díadas que reflejan dos tipos de familia: la díada madre/hijo, familia judeo mediterránea, representada por la madre y los parientes que van con ella no sólo a respaldar su acción, sino a controlar el cumplimiento de su deber y la díada Padre/Hijo, representada por la Palabra-voluntad de Dios que crea una nueva familia con nuevos vínculos y sustituye el deber que representa la acción de María con los parientes, por el deber de cumplir la voluntad de Dios.

Es una propuesta en la que cabe también María, pero no por obligación, ni por derecho adquirido en el sistema familiar de Israel, sino por opción libre al modo de cuantos están en torno a él en cuanto discípulos.

El texto de Mc muestra a través del narrador, del discurso del personaje Jesús y del sujeto del v.32, una hostilidad hacia su madre y hacia su grupo de parentesco que es necesario subrayar y que revela elementos de la cultura que tienen que ver con su madre y con las consecuencias de la relación madre-hijo que producía la misma cultura. Revela una cultura que cultivaba la ambivalencia de los varones con respecto a las mujeres y a sus madres, como compensación reactiva a la fuerte dependencia que han experimentado con respecto a ella desde el nacimiento. A esta luz se vislumbra una madre, María, interpretada como una mujer co-dependiente (40). A la vez revela el correctivo de Jesús a esta imagen esperada, que viene no solamente de la familia alternativa de Jesús. Este correctivo a los supuestos y expectativas culturales presenta a la mujer concreta, María, cuya importancia no era la de ser madre biológica de Jesús, como queda de relieve en la escasez de datos que sobre ella ofrece este evangelio.

2.- MARÍA VIRGEN

El segundo extremo del binomio que nombra a María virgen tiene su lugar y su sentido en aquel como mostraré en lo que sigue, pero hoy adquiere una peculiar dificultad tratarlo separadamente. Por eso necesitamos siquiera introducir su problemática.

2.1.- Virginidad y cultura

La idea común acerca de la virginidad como un estado asexuado ha marcado la tradición mariana que la proclama madre virgen o virgen madre. Esta asociación ha impedido que el binomio formulado pudiera funcionar como paradoja. Pero es un concepto que, como todos, debe ser mirado en su contexto. Accederé a él desde lo que hoy se entiende acerca de la virginidad en nuestra cultura occidental para pasar a la raíz de dicha concepción, al contexto del que partió para su aplicación a María.

– el tabú de la virgen hoy

En nuestro mundo en el que lo sexual queda reducido a lo genital y en el que lo genital perpetúa la sexualidad androcéntrica, la virginidad ha quedado bajo varios estigmas y un aura de sospecha y de recelo del que es difícil sustraerse. La sociedad occidental es inflacionista y compulsiva en lo relativo al ejercicio del sexo y no deja que pueda emerger con la debida serenidad la importante pregunta sobre la sexualidad humana. Todo parece desenvolverse a niveles reactivos que, lejos de haber disminuído la conflictividad que conlleva, la ha mostrado con mayor crudeza y crispación. La virginidad, en este contexto, es un auténtico tabú. Abordarlo requiere el riesgo de romperlo.

La noción de virginidad en este contexto no se inscribe en el mundo de la sexualidad humana, sino en sus márgenes. Decir virgen equivale a decir sin sexo y, casi, sin cuerpo. La asexuación o desexualización de esta situación no ha nacido en la postmodernidad, evidentemente, aunque se encuentre radicalizada por el contexto. Es heredera de una profunda y antigua ambigüedad en lo relativo al sexo de los humanos y, en particular de las mujeres. Con sus variaciones a lo largo de distintas etapas de la historia, ha permanecido ligada a connotaciones restrictivas y, en el fondo, peyorativas de la sexualidad. En unos casos porque la sexualidad se consideraba menos perfecta (41) y en otros porque el ejercicio de la sexualidad se consideraba más perfecto y humano. La virginidad siempre ha estado caracterizada por el signo menos hasta conseguir cotas de cero, de menos grado a ninguno. Pasó de ser un estadio de las mujeres, pasajero a todas luces, previo al ejercicio de la sexualidad en el matrimonio, a ser un estado permanente de las mujeres que, más tarde, se extendió a los hombres.

La virginidad entendida como desexualización deja ver el mismo concepto de sexualidad que subyace. La sexualidad humana se identifica con su ejercicio y, en particular, con el ejercicio de la genitalidad masculina a la que debe amoldarse la genitalidad femenina. Virginidad, lógicamente, aparece en sus antípodas. Si sexualidad equivale a ejercicio, virginidad equivaldrá a no ejercicio. Si sólo aparecen como sexuadas las personas que ejercen un determinado tipo de sexualidad, es obvio que quienes no la ejercen aparecerán asexuadas o desexuadas.

Los intentos teóricos de ampliar el concepto de sexualidad no parecen haber llegado a impregnar nuestra cultura y por eso, con él y a su pesar, el concepto de virginidad no ha variado y aunque resulta anacrónico asociarlo a menos y a nada con relación a sexualidad, es el concepto que prima. Su biologicismo es patente y las resistencias a pensarla en ámbitos más amplios de corporalidad y sexualidad son extrañamente fuertes. Ella, entendida de forma negativa y marginal, sostiene el mito androcéntrico de la sexogenitalidad. Si cambia el discurso posiblemente se atente contra los intereses de este mito en el que las mujeres están tan prisioneras como lo estaban antaño, aunque hayan cambiado un extremo del continuum por el otro.

– la virginidad en la cultura mediterránea antigua

La presencia de vírgenes no es exclusiva, ni mucho menos, de nuestra cultura religiosa mediterránea, ni de las antiguas religiones mediterráneas. Las vírgenes aparecen en muchas de las otras religiones conocidas. Uno de los rasgos comunes es su estrecha relación con el culto. La virginidad aparece ligada a connotaciones de pureza y dedicación a los dioses y diosas. Esta pureza, como pureza original, se expresaba en el cuerpo, preferentemente en el de las mujeres jóvenes y era incompatible con el ejercicio adulto de la sexualidad. En los siglos precedentes a la era cristiana encontramos instituciones de vírgenes rigurosa y celosamente vigiladas. Se trataba de jóvenes permanentemente dedicadas al culto y sacrificadas sexualmente a dicha tarea (42). La concepción de la virginidad estaba centrada en la integridad corporal de la genitalidad de la mujer.

En Israel, como resulta ampliamente conocido, no existía institución de vírgenes. La virginidad era considerada una desgracia para cualquier mujer, puesto que su realización estaba en el matrimonio y, en particular, en la maternidad. La virginidad prácticamente no era conocida en Israel más que en el lugar preciso que tenía de cara al mismo sistema patriarcal. Los escasos ejemplos de la Biblia en que se convierte en situación permanente llevan la marca de la tragedia (la hija de Jefté) y aparecen ligados a la religión.

Pero tanto en el caso de las culturas mediterráneas del helenismo antiguo, como del judaísmo, la virginidad de facto aparece como un estado pre-sexual, eminentemente femenino y definido en función de un concepto de sexualidad androcéntrica que concibe la sexualidad de la mujer en función del matrimonio y la descendencia. Todo lo demás se inscribe en la marginalidad del sistema. En Israel la virginidad es el don más precioso de las mujeres a los hombres. Es la preocupación del padre puesto que si la pierde verá mancillado su honor y tendrá especiales dificultades para casarla. Es la dote que recibe su marido como garantía de que ningún otro hombre ha tenido relaciones sexuales con ella que amenace la legitimidad de su descendencia. En la cultura mediterránea no hay descendencia legítima donde no hay virginidad, porque se fundamenta en un derecho del hombre al realizar el pacto matrimonial con el padre de la mujer elegida. Con el matrimonio el hombre adquiere un himen intacto, fuente de fertilidad. Así, una madre inserta en el sistema debe ser, en verdad, una madre virgen por cuanto ha accedido a esa maternidad desde la condición sine qua no le era posible. Virgen significa que ningún otro hombre ha entrado en el vientre de la mujer. Es una aptitud de la mujer que garantiza la semilla de un hombre particular, una aptitud especialmente valiosa para su familia y su futuro marido. De este modo virginidad y monogamia estricta vinculan, después del matrimonio, la identidad del hijo como una extensión de patrilinearidad (43). La virginidad, así, aparece como un símbolo multivalente y cargado de tensión con implicaciones para la identidad de Jesús, el monoteísmo y la apelación continua de alguna comprensión traidicional en nuestras iglesias (44).

Esta virginidad pre-materna de Israel sienta las bases a su recepción de mitos de orígenes ajenos a la tradición semita, mitos helenistas, que explican los clichés literarios en los que se vierte el contenido de fe acerca de la filiación divina de Jesús. Sin embargo las conexiones mítico-literarias no explican adecuadamente por qué los desarrollos teológicos más tempranos no entendieron la dimensión simbólica de la virginidad, dado el contexto cultural y religioso en el que tuvieron lugar, quedando desde el comienzo en una fijación biologicista hasta el presente (45). La respuesta, de nuevo, no puede venir sólo del campo de la cultura sino que apela a razones psicológicas, individuales y colectivas que, en el caso de María y en el caso de las mujeres en general, están profundamente vinculadas a la madre, real y simbólica.

2.2.- Virgen asexuada

Desde el momento en que la cultura patriarcal del mundo mediterráneo consagra a La Madre invisibilizando a la mujer concreta, tiene lugar un proceso desexualizador de la maternidad, que por más que choque con la realidad edípica de la irrupción del tercero, se fija a la díada negando a ese tercer rival. No existe ninguna imagen arcana que permita centrarse en el niño como la de La Madre, ni hay resistencias tan fuertes como la de admitir la plena condición sexuada de la madre.

Pero por otro lado no puede ignorarse la carga simbólica que poseía la virginidad femenina en las culturas que reservaban a jóvenes vírgenes para el culto. Había una actitud particular hacia la virginidad, en cuanto conferidora de poder mágico que otorgaba fuerza y pureza ritual, que favoreció algunas ideas que todavía permanecen. Así, los mismos Padres de la Iglesia enseñaron que la vida virginal reducía ese plus de culpabilidad que tenían las mujeres en el pecado original. Por tanto es sagrada. Y por otro lado la representación imaginaria del cuerpo femenino virginal se asociaba a la idea de suprema integridad y ésta, a su vez, evocaba la santidad (46). Virginidad que, además, aparece simbólicamente unida a las ideas de juventud, renovación y, sobre todo, a la idea de autonomía. Artemis, Atenea Parthenos e Hipólita, reina de las amazonas, eran vírgenes, es decir, autónomas. En ellas la virginidad significaba la libertad de elección de amantes. Un símbolo, por tanto, no sólo polivalente, sino investido de profundas ambivalencias afectivas respecto a mujer y sexualidad. La cultura occidental seleccionó unos elementos del símbolo que visibilizó interesadamente mientras reprimió e invisibilizó otros que no entraban fácilmente en el marco coherente.

Una virginidad desexualizada, en efecto, entra sin fricciones en el sistema patriarcal. Permite el control del cuerpo de la mujer, se la priva de su cualidad sexuada y, en especial del placer de los sentidos, identificando sexogenitalidad con placer en general que, por un desplazamiento de sentido, reduce placer a sexo y muestra a la virgen como aquella que no tiene ni sexo, ni placer. La virgen temporal y funcional es la mujer infantilizada, en espera del hombre que la despierte adecuadamente. La virgen por estado es la eternamente infantilizada por razones de tipo sacral, que ha renunciado al sexo (del hombre) y al placer. De este modo los desplazamientos en la concepción sobre la virginidad corren paralelos con las sucesivas significaciones que se han dado a la sexualidad en el sistema patriarcal. Ella muestra hasta qué punto se ha despojado a la mujer de una corporalidad y sexualidad propia (47). La moralización temprana de la virginidad facilitó en gran medida dichos desplazamientos (48).

La recuperación de la virginidad de María en un sentido positivo pasa hoy por una redefinición del símbolo y del contenido del concepto. Para una mayoría de cristianas, estudiosas y teólogas, la fijación puramente biologicista de la virginidad de María, elevada a ideal de pureza, comporta un implícito rechazo de la sexualidad femenina inaceptable, que supone una condición natural de la mujer como impura. Y hoy resulta insostenible, por lo que explica la distancia de muchas mujeres de la figura de María, el rechazo de esta figura vista como negativa para las mujeres concretas, pero muy conveniente al patriarcado para mantener su corporalidad y su condición sexuada bajo el control de la culpa. Esta concepción de la virginidad de María, ciertamente, no tiene mucho de cristiano por lo que se convierte en un concepto-desafío a la mariología y a la misma devoción popular.

La virginidad como atributo de la figura de María no puede funcionar contra las mujeres concretas e históricas porque estaría en abierta contradicción con su origen evangélico, con la misma teología encarnatoria en la que ella se inscribe y estaría realzando un tipo de separación y un concepto de pureza que tiene su lugar en el Antiguo Testamento y no en el proyecto de Jesús. Ella aparecería como separada de los orígenes humanos y de las relaciones humanas, ajena a una visión positiva del cuerpo y de la sexualidad y ajena, asi mismo, a la universalidad del orden de la redención con respecto a la mujer. El concepto de la virginidad pide hoy una mayor coherencia con el resto de la teología cristiana y católica y una reformulación simbólica que reinserte a María en el evangelio. De lo contrario habría que dar la razón a quienes piensan que en la figura de la Virgen María están condensados todos los sueños, deseos y esperanzas de los varones en relación con lo femenino, en relación con un cuerpo que contiene la semilla de Dios y procreador de un hijo masculino, privado de los atributos femeninos. Una condensación interesada, injusta e ideologizada del sistema patriarcal secularmente opresivo de las mujeres. Una figura manipulada y manipuladora contra la mitad de la humanidad.

2.3.- María virgen en los evangelios

Tomando como referencia los textos de los relatos de la infancia de Jesús de Lc encontramos muchos lugares comunes de la literatura y la mentalidad de su tiempo acerca del nacimiento de un gran personaje. Y si se lee bajo esta luz el relato de la vocación de María todo podría resultar previsible. No obstante el lector, en los engranajes de la cultura, va encontrando las entrelíneas de lo contracultural (49).

María es visitada por un ser celeste y, conforme a la convención, se turba en su presencia. El mensajero divino le propone una maternidad prodigiosa en función de la identidad máxima de su futuro hijo. Convenciones literarias helenistas y veterotestamentarias se dan cita en el relato. Y sin embargo éste no se ajusta a ninguno de ellos por lo que resulta en extremo revelador.

Hay algunas extrañezas de orden narrativo que dan qué pensar. El narrador, antes de que el ángel entre donde María, advierte a su lector de las condiciones de la joven resaltando algo obvio: que era una virgen desposada. La condición de desposada o prometida implicaba la virginidad en una joven. No es un dato necesario. Pero todavía sorprende más que reaparezca en el diálogo de la joven con el ángel. Este se ha pronunciado en futuro sobre su maternidad ¿cómo es que ella le dice cómo va a ser esto, si no conozco varón? Aparte de la función narrativa de hacer hablar al ángel, es demasiado burdo para un narrador tan magistral como Lc (50). Estas aparentes incongruencias de estilo apuntan en Lc a otras cosas. En primer término remiten un relato de carácter gnoseológico como éste a ciertas alusiones analépticas del A.T., así como a un carácter proléptico del relato con referencia a todo el evangelio y Hechos. Por tanto no se trata sólo de un recurso literario para mostrar, en lenguaje inculturado, la filiación divina de Jesús garantizada como descendencia legítima de Dios por el vientre virginal de María, sino de muchos recursos narrativos para indicar al lector, como sumario y pórtico, lo que todo el evangelio va a desarrollar enraizado en tradiciones veterotestamentarias. El relato dice algo sobre los personajes. Dice todo sobre la identidad de Jesús, pero ¿qué dice sobre María? Volvemos a encontrarnos con las incongruencias acerca de sus condiciones enfatizadas cuando debían resultar obvias.

Si la condición de desposada indica la normalidad de su proyecto de vida, el énfasis en la virginidad es, además, de carácter simbólico acerca de las condiciones en las que ella va a decidir su futuro y su identidad. Para verlo mejor es preciso compararlo con el relato paralelo del anuncio a Zacarías. Mientras que allí se daba como elemento de identidad (pero funcional al relato) la condición de justos que contrastaba con el hecho de no tener hijos, remitiendo así la situación de la pareja a otras parejas famosas del A.T., visitadas y bendecidas por Dios en condiciones semejantes, en el relato de la vocación de María no se habla de una condición moral, sino de la condición misma de su proyecto normal, como dato extraño que indica la intervención de Dios en dicho proyecto afectándolo. En lugar de estéril María es virgen. La esterilidad de Isabel implica la intervención de Dios en una vida cumplida (eran justos), en una mujer anciana. Las analepsis retoman el pasado. La virginidad de María subraya todo lo contrario, el riesgo, el proyecto, la juventud, la promesa, el futuro y, sobre todo, la libertad y la consciencia (en las propias palabras de María). Es la intervención de Dios en un nuevo comienzo. La virginidad de María enfatizada, que pudiera parecer ofensiva a una joven en sus condiciones, remite la Palabra y la intervención de Dios al futuro (del mismo modo que la identidad de Jesús remite al resto del relato). La remite a ella como personaje al futuro. Y sus palabras llevan esa marca, como llevan la marca de la autonomía y la libre decisión. María no consulta con nadie, aparece como una joven decidida y autónoma, imagen inusitada en su contexto cultural. Desde entonces, virgen remite a palabra, decisión, proyecto y futuro para María y para la ejemplaridad cristiana que ella representa. La corporalidad sexuada de su virginidad y su maternidad están ligadas a esas otras realidades. Separarlas ha sido funesto para su imagen evangélica y para la praxis de las mujeres que la han mirado para imitarla. Separarlas ha sido, ante todo, una extorsión (parcialidad selectiva de datos) de los mismos datos evangélicos. Cuando se unen virginidad y maternidad en María no se pueden dejar atrás los datos más relevantes.

En el proceso que convirtió a María en La Virgen la misma cultura seleccionó unos datos y dejó otros en el camino. Baste recordar cómo se ignoró la tradición oracular que ligaba las diosas a la palabra, propia de la tradición romana. Entre el 616 a.C. y el 38 d.C. diferentes figuras de diosas romanas unían la fecundidad y la protección de los partos de las mujeres con la función oracular. La devoción popular, sin embargo y la resistencia de las mujeres no consiguió impedir que fueran degradadas progresivamente a seres inferiores (Parcas, Carmenta, Fauna...) a causa del uso de la palabra que Roma nunca aceptó en las divinidades femeninas (51). La privación de palabra fue sistemática en cada una de las versiones sucesivas de esta figura, pero también lo fue la persistencia con que esta diosa-tipo fue reapareciendo. Este rasgo nunca se sumó a los atributos desplazados a María a pesar de que la tradición judía contaba con la profecía y a pesar, sobre todo, de la práctica de muchas de las mujeres profetisas en comunidades cristianas del s.I y II.

3.- MARÍA MADRE VIRGEN

El estudio de cada extremo del binomio por separado nos ha traído como de la mano, de nuevo, a reunirlos para poderlos ver bajo la condición de paradoja. Las relaciones puestas de relieve hasta ahora apuntan a una subordinación de la virginidad a la maternidad. El extremo más fuerte del binomio es, como queda visto, el de madre. La maternidad divina y humana universal atribuída a María requería la virginidad como su condición. Esta precediendo a la primera. Sin embargo, a pesar de esta relación lógica el binomio funcionaba en diferentes direciones según sus combinaciones: virgen y madre, virgen madre, madre virgen, maternidad virginal, virginidad materna... que indican una amplitud simbólica que rebasa una cierta lógica de precedencia. Mi hipótesis es que el binomio resulta más adecuado al estilo evangélico cuando se contempla en su naturaleza paradójica y es aquí donde quiero detenerme.

3.1.- La paradoja y la fuerza expresiva

Paradoja, desde el punto de vista etimológico viene directamente del término griego paradoxa (de para contra, contrario a y doxa norma, doctrina, algo establecido) (52) y significa algo opuesto o contrario a la opinión común que pone de relieve un punto de vista generalmente descuidado. Una afirmación que no se opone a la verdad, sino que pretende establecerse frente a las supuestas verdades de la opinión corriente, científica o filosófica, que ofrece como contradictorias ideas que en el fondo encierran una verdad. Añadiendo elementos del sentido retórico y literario la paradoja se entiende como aquella unidad que se opone, como anormalidad, a la norma común. Toma como fórmula expresiva la desfiguración del lenguaje común desviando los contenidos lógicos de expresión. Sería una figura de pensamiento que consiste en la unión de dos ideas irreconciliables o contrapuestas. A menudo tras la aparente contraposición se esconde un sentido profundo que las reconcilia. De la unión de ideas supuestamente irreconciliables surge un significado nuevo, al que se le da el nombre de paradoja.

La paradoja es una figura que se forma a partir de ideas antitéticas, fecuentemente en forma de oxímoron (53), de tal manera que aunque parecen excluirse, los significados se hacen compatibles por el contexto, dando lugar a un término nuevo aparentemente ilógico e irracional.

La filosofía y la psicología han manejado a menudo la paradoja. Pero no todos los filósofos la han entendido como lo polar y contrario sino como lo diferente y alternativo a la norma (Platón, por ejemplo, frente a Aristóteles). El existencialismo (Kierkegaard) la entiende como la realidad marginada por el pensamiento lógico-sistemático objetivizante. La psicología, por su parte, entiende la paradoja como un principio hermenéutico de la realidad humana conflictiva, compleja y difícil de reducir a principios lógicos. Pero además considera la unión de contrarios como un momento final del proceso de autorrealización humana (Jung) e incluso un instrumento de cambio y transformación positiva (terapias paradójicas). La fenomenología religiosa acude a menudo a la paradoja para dar cuenta de la experiencia religiosa humana, dada la dificultad de encerrarla en esquemas lógicos.

3.2.- Funciones de la paradoja

La función de la paradoja puede ser entendida desde diferentes puntos de mira. En cuanto que es lenguaje, la paradoja tiene una función eminentemente expresiva y comunicativa, pero es peculiar de su expresión expresiva la función de desconcertar y favorecer la percepción de algún aspecto oculto. Pero desde el punto de vista humano la paradoja expresa el desbordamiento de la persona en sentimientos, intenciones, imaginación que no se puede reducir a principios lógicos. Desde el punto de vista psicosocial y religioso el lenguaje paradójico pretende visibilizar lo oculto, denunciar mediante la exageración o la desfiguración expresiva aspectos negativos o reductores de un determinado contexto, posibilitar un espacio de libertad a través de la oferta alternativa y crear, asi mismo, una realidad nueva que transforme el contexto denunciado.

Por todo ello es fácil comprender la importancia simbólica que reviste la paradoja así como percibir la fuerza interpelante y transformadora que encierra. Los más importantes cambios históricos, sociales y religiosos se encuentran con frecuencia expresados y experimentados bajo la forma de paradojas creativas. Es, por consiguiente, una ruptura lógica y una apertura creativa con funciones, resumiendo lo dicho, renovadoras, alternativas subversivas.

3.3.- La paradoja mariana madre-virgen

Comenzábamos nuestro trabajo advirtiendo sobre la neutralización de la paradoja madre-virgen y dábamos por supuesto que estábamos ante una paradoja. El examen detenido sobre cada uno de los extremos de la paradoja ha revelado una comprensión que nada tiene de paradójica. En realidad la formulación María madre virgen o virgen madre no ha funcionado como paradoja. No vamos a repetir los argumentos, fácilmente deducibles al/la lector/a, sino más bien poner de relieve sus raíces para fundamentar su carácter paradójico que nos permita una lectura diferente de María que la devuelva en su condición de cristiana a nuestro hoy.

– la paradoja evangélica

Los evangelios, al igual que muchos relatos y textos del Antiguo Testamento, se expresan en lenguaje paradójico. Más aún, podríamos decir que la paradoja es una forma expresiva habitual de Jesús en sus parábolas, en sus dichos y sentencias, en sus símbolos, en sus gestos y en sus propias situaciones personales (54). No extraña, por tanto, que Mt al relatar el nacimiento de Jesús acuda a una analepsis profética, paradójica a todas luces (cf Mt 1, 23), para expresar un acontecimiento que rompe la lógica. María es ella misma la paradoja como la virgen que concibe (en presente). La contemporaneidad de ambas situaciones hace de María, situación y cuerpo, paradoja de la encarnación y paradoja sobre la encarnación. Tampoco extraña que Lc relate la vocación de María utilizando la paradoja. Más que lenguaje paradójico, como en el caso de Mt, encontramos una situación paradójica: la oferta imposible de Dios hecha posible al estilo de las estériles fértiles pero en su dimensión de proyecto, como quedaba dicho. Pero tanto en el caso de Mt como en el de Lc la paradoja debe ser contextualizada porque su sentido está ligado al texto y al contexto.


– María virgen madre paradoja que rompe el sistema religioso patriarcal
En el caso de Mt la paradoja (analepsis bíblica) rompe los esquemas contextuales de la lógica de la ley judía, a partir del recurso a las intervenciones de Dios de carácter paradójico y subversivo (cf el contexto de Is 7,14), pero da un paso más y revela la ruptura lógica en la identificación del personaje de la cita de Is y María en la misma dirección en que había roto la lógica de la genealogía en 1, 16 al introducir a María de la que nació Cristo. Mt utiliza la lógica judía precisamente para romperla, para poner de relieve su imposibilidad y su agotamiento, para desvelar aquello invisible, escondido, que esa lógica ha marginado esterilizando las posibilidades salvadoras. En este sentido aparece el nacimiento de Jesús en la paradoja encarnatoria de la virgen madre. María es el símbolo de la ruptura de la lógica de la Ley israelita a través de la irrupción de Jesús en la vida humana. Ella, precisamente como madre virgen muestra la esterilidad de la pretendida fecundidad de la vinculación de la salvación a los lazos de la carne, sangre y raza. Es decir, muestra los límites, la incapacidad, la injusticia del patriarcado israelita, sus resultados marginalizadores, su reducción. Y lo muestra con la paradoja de una joven al borde de la marginalidad por la justicia del hombre con el que está prometida. Una joven que se salta el orden social y religioso del patriarcado. Es una paradoja fuerte, de un enorme potencial subversivo. La sobriedad con que lo cuenta Mt hace mucho más impactante esta potencialidad. Lo que resulta de la paradoja va más allá de lo que pueden significar cada uno de sus extremos. Viene de la combinación de ambos en ese contexto determinado. Es decir, María en cuanto virgen madre se ha salido del sistema patriarcal rompiéndolo por dentro. El nacimiento de Jesús, por tanto, está a la vez dentro y fuera de ese orden. Puesto que es de madre judía, está dentro, pero como esta madre judía es una virgen está fuera. La paradoja está en captar esto sin necesidad de razonamientos o de explicaciones racionales.

– María virgen madre: subversión de los términos

Con respecto a Lc las cosas cambian un tanto. Si Mt se vale de la palabra profética, Lc se vale de la palabra actual de María. La contextualización de la paradoja remite también al A.T. pero como un fuerte contraste entre la intervención de Dios en la paradoja de las madres estériles de Israel y, sobre todo, focaliza la atención en el contexto dialogal en que se lleva a cabo así como en el carácter de prolepsis de los relatos de infancia con respecto al resto del evagelio.

María es presentada como una virgen por la palabra del narrador, pero es su propia palabra la que dice que no conoce varón. Y con esa premisa recibe el mensaje del ángel y toma una decisión por sí misma. Su maternidad, así, queda sustentada en la palabra dialogal. Lc en el resto de su evangelio tendrá ocasión de mostrar al lector lo que supone esta maternidad y esta virginidad. En 8,19 es la palabra de Jesús la que corrobora (veridicción narrativa) la naturaleza de la maternidad de María y de quienes quieran ser madre y hermano de Jesús (55): escuchar y cumplir la Palabra de Dios. En 11,27-28 queda reforzado y reafirmado. De este modo la condición de la maternidad queda remitida a la maternidad de María en cuanto maternidad virgen. Y María como virgen madre entra en el proyecto del Reino a partir de la Palabra y a través de la palabra, es decir, en contexto de diálogo y de relación. La paradoja, más compleja en Lc que en Mt, sitúa a María virgen madre en un campo semántico más amplio. La paradoja contextualizada rompe las fijaciones biologicistas de sus extremos y sitúa la corporalidad de María en la dimensión de la palabra (56).

Ni la virginidad ni la maternidad pueden entenderse ya con categorías judeo mediterráneas ni helenistas. La madre, en el proyecto de Jesús, entra como virgen madre, es decir, como paradoja. Ya no es ni la virgen ni la madre al uso de la época. Es el proyecto de Jesús el que lo ha roto. Lc es el único evangelista que no sitúa a María en relación hostil con Jesús en cuanto madre. Esto indica que la elaboración y contextualización de la paradoja es diversa en cada uno de los evangelios.

La extrañeza que advertíamos entre el rol de madre de María y la comprensión subversiva de dicho rol por parte de Jesús trae de inmediato una pregunta sobre la relación entre la paradoja y su comprensión. Dicho de otro modo ¿era consciente María de su propia condición paradójica? Tres de los cuatro evangelios parecen decir que no. Lc es el único que acerca a María a su propia condición paradójica. Eso significa que, como sucede en numerosos casos, se puede ser portadora de ella sin advertirlo, pero ejercer adecuadamente su función. Por otro lado no se puede entender esta paradoja concreta sin referencia a Jesús, a su proyecto del Reino y a la misma paradoja que él era, consciente en este caso, en cuanto célibe o virgen portador de vida con sus palabras y sus gestos.

Y surge otra pregunta que hace de pasaje al parágrafo final. ¿Por qué no se percibió el binomio virgen madre como paradoja, ni pudo funcionar como alternativa, como denuncia subversiva (57)? La respuesta viene expresada en otra de las paradojas populares y bíblicas de Jesús: para que viendo no vean y oyendo no entiendan, es decir, por la necesidad de empatía y sensibilidad perceptiva que requiere la paradoja, tan reacia a explicaciones racionalistas.

Como hemos intentado mostrar el ambiente de la cultura judeo mediterránea, o heleno mediterránea no favoreció lo más mínimo la percepción del impacto de la paradoja mariana. En cambio sí entró en otros moldes preparados popularmente y sufrió así el despojo del que ya hemos hablado y la condensación simbólica totalitaria e insaciable (58) a la que siguió, en seguida, la misma mariología.

CONCLUSIÓN

En un mundo como el nuestro en el que se han roto los esquemas de comprensión tradicionales acerca de valores atribuídos a las mujeres como maternidad y virginidad no se puede seguir hablando de estos términos como si nada hubiera cambiado. A muchas de nosotras, mujeres cristianas y teólogas, a muchas de las mujeres que piensan y reflexionan seriamente sobre nuestra condición, nos resulta ajeno un lenguaje y un bagaje conceptual que ignora los cambios sufridos e intenta, inútilmente, recuperar lo que pertenece a otra realidad y otro contexto.

María virgen madre no puede ser entendida hoy como negación de valores humanos conquistados por las mujeres y asumidos como propios. Es decir:

a) no puede exaltarse una virginidad entendida como negación de la condición sexuada de las mujeres, ni como un valor superior al ejercicio de la sexualidad de la inmensa mayoría de las mujeres adultas. Es preciso resaltar la virginidad en correlación positiva con otras formas de opciones sexuales
b) ni la maternidad de María puede servir ideológicamente a unos intereses patriarcales sobre las mujeres que pretende seguir sosteniendo la visibilidad del mundo público y del ejercicio del poder de los hombres, sobre la invisibilidad del mundo de lo privado en el que se viven y se resuelven las necesidades afectivas, de cuidado, crecimiento y maduración humanas, entendidas como responsabilidad exclusiva o predomiante de las mujeres

c) no se puede utilizar a María como modelo de un tipo de maternidad que justifique la ausencia de paternidad y la atribución de responsabilidades a un género que justifique la falta de responsabilidad del otro

Será preciso recuperar la formulación de virgen madre de María en su dimensión paradójica poniendo de relieve su condición concreta e histórica asi como las posibilidades simbólicas y creativas que derivan de ella para hombres y mujeres en nuestros contextos cristianos y en la sociedad en la que cristianos y cristianas vivimos. Es decir:

a) será preciso estudiar los datos bíblicos contextualizados, tanto en su cualidad narrativa como en su significación, enfatizando los elementos simbólicos a los que son más sensibles las mujeres y los hombres de hoy
b) no se deberían soslayar aquellos aspectos más impactantes y subversivos de esta paradoja mariana, válidos hoy como ayer con respecto al sistema patriarcal puesto que entran dentro del proyecto de Jesús. Por el contrario deberíamos ir cristianizando la figura de María a partir de aquellos símbolos creativos que ya se encuentran en los evangelios destacando su fuerza renovadora y profética. Eso supone que María virgen madre, según la paradoja lucana, deberá estimular a las mujeres a tomar la palabra y a tomar decisiones de forma autónoma aunque en contexto dialogante

c) la paradoja de María virgen madre debe llevar a poner de relieve lo que el marco coherente creado por la Episteme de Lo Mismo ha invisibilizado y marginado con respecto a las mujeres, su función en la sociedad y en la Iglesia, sobre la sexualidad y las relaciones entre los sexos y el tipo de familia en el que nos movemos, como interpelación continua sobre el marco evangélico del Reinado de Jesús en el que tanto la función de mujeres y hombres, sus responsabilidades, sus relaciones y la familia deberían insertarse. Y si el Reinado de Jesús al que María fue llamada implica unas relaciones de igualdad con un sólo y único Padre común, no se puede utilizar la figura de María para mantener las asimetrías y desigualdades ajenas al espíritu del evangelio. Ella, como he querido mostrar, estuvo invitada con fuerza a entrar en ese nuevo orden y experimentó las dificultades ligadas al necesario cambio de mentalidad requerido

d) esto significa que no podemos acudir acríticamente a unos contenidos fijos e inmutables de un arquetipo mariano de lo femenino, virgen y madre, que debería ser modificado según contenidos más cristianizados. Decir de María que es virgen madre debe remitir a María al evangelio y, en ningún caso sacarla de él y alejarla de la historia y de la humanidad. La contextualización evangélica y cultural permitirá una adecuada inculturación en nuestra época y en nuestro mundo plural y diverso




NOTAS


(1) Con la expresión lógica de la identidad o Episteme de Lo Mismo, me refiero a los a prioris históricos constitutivos por los que las teorizaciones transitan en su discurso sobre la diferencia, en concreto, sobre la diferencia de género sexual. Estos a prioris son inmanentes, pero no esenciales. La lógica de la identidad es la necesidad imperiosa de pensar la realidad diversa, no en su diversidad, sino como un todo formando una unidad. Se funda en un principio de ordenamiento que consiste en la exclusión, segregación y jerarquización inferiorizante de la alteridad, lo otro, lo diferente. Al entronizarse lo mismo se pierde el juego dialéctico entre Identidad y Diferencia. Al cristalizarse lo uno en figura y lo otro en fondo , no alcanzan su reversibilidad. Lo mismo será siempre eje de medida, positividad. Lo otro será siempre margen, negatividad, sombra, doble, reverso, complemento. Lo mismo al no poder pensarse nunca como lo otro se ha transformado en lo único. A.Mª Fernandez, La mujer de la ilusión, Barcelona-Buenos Aires 1992.

(2) La positividad de las diferencias no supone una actitud acrítica ante ellas, pero la crítica se realiza sobre los contenidos y no sobre la diferencia en sí misma. La Episteme de Lo Mismo, en cambio, adopta como criterio a priori la inclusión de las diferencias ya en una jerarquía. Lo otro es inferior porque NO es Lo Mismo; lo otro es negativo por referencia a la positividad de lo Uno y lo otro es inferior porque lo Uno es superior.

(3) Mencionaré la evolución histórica de pasada a sabiendas de que en este mismo número otro de los estudios se ocupa ampliamente de ello.

(4) Sigo fundamentalmente el trabajo de S. Tubert, "La construcción de la feminidad y el deseo de ser madre" en A. González de Chavez (comp.), Cuerpo y subjetividad femenina, Madrid 1993, 55-56.

(5) S. Tubert, La construcción, o.c. 56.

(6) ibid. Sigue diciendo la autora: Esto es así ... porque la estructuración de la feminidad se funda en la pura diferencia; tanto la masculinidad como la feminidad resultan de una operación simbólica de división que crea lugares vacíos que cada uno puede ocupar y a los que se adscriben caracteres o rasgos contingentes, históricos, en tanto esa marca simbólica, al inscribirse en los cuerpos, produce efectos imaginarios. Sin embargo, tales lugares no se nos presentan efectivamente como vacíos y su contenido no es exclusivamente producto de lo imaginario. En efecto, los significantes que en un juego de oposiciones crean la diferencia, no aparecen como significantes puros, desencarnados, sino que peoducen efectos de significación que asignan una cierta identidad a esos lugares. Aunque tal identidad es lábil e inestable supone, en cierta medida, un cierre: cada uno ya no podrá pasar libremente de un lugar a otro, ni será fácil sustituir, por un acto de voluntad, unos emblemas o rasgos por otros. id 56-57.

(7) Para C.G. Jung los arquetipos son formas configuradoras, puras estructuras formales vacías de contenido (el subrayado es mío), meras potencialidades o capacidades de preformación o preordenamiento de los contenidos representativos. Cf C.G. Jung Arquetipos e inconsciente colectivo, Buenos Aires 1970; Psicología y símbolos del arquetipo, Buenos Aires 1977. Para una buena introducción al pensamiento junguiano puede verse A. Vázquez, Pisocología de la personalidad en C.G. Jung, Salamanca 1981; en pp. 18-20 precisa el concepto junguiano de arquetipo con claridad y con rigor. Para una aproximación divulgativa puede verse A. Vázquez, Freud y Jung exploradores del inconsciente, Madrid 1986, 147.

(8) Los antropólogos y las antropólogas culturales han puesto de relieve estas diferencias que echan por tierra tantos de los esencialismos postulados por nuestra cultural occidental acerca de los géneros. Cf H.L. Moore, Antropología y feminismo, Madrid 1991.

(9) Comparto la idea junguiana que lleva a postular el ánimus monógamo en su fondo y polígamo en sus expresiones a la vez que postula el ánima como poliándrica en su fondo y monoándrica en su expresión pero no comparto sus descripciones como esquemas universales del arquetipo que llevarían a pensar en algo esencial ligado a lo biológico. Bastarían los trabajos sobre descubrimientos antropológicos recientes para dar al traste con dichas descripciones pretendidamente universales.

(10) Cf A. Mª Fernández, La mujer de la ilusión, o.c. 35.

(11) Cf X. Pikaza, La madre de Jesús, Salamanca 1989, 340ss.

(12) Estamos ante uno de los rasgos bíblicos más importantes: la pretensión de universalidad a partir de lo concreto y particular, tanto en el AT como en el Nuevo.

(13) H. L. Moore, Antropología y feminismo, o.c. 40-41 llega a mostrar no solamente que existen culturas que asignan la maternidad a los hombres, sino cómo en nuestra misma cultura occidental la equivalencia mujer=madre no deja ver una realidad que contradice esta misma afirmación. Dice esta autora que la asociación entre mujer y madre no es tan natural como pueda parecer a primera vista. Para mostrarlo recurre a las diferencias existentes entre dar a luz y criar a los hijos, actividad ésta que correspondería a lo que entendemos por maternidad. Alude a un trabajo de C. Stack sobre la sociedad urbana de EE.UU. que pone de manifiesto las grandes diferencias en la formación de los hogares de las familias negras urbanas y demuestra que el 20% de los niños objeto de su estudio eran criados en un hogar distinto al que albergaba a su madre biológica, aunque en la mayoría de los casos dicho hogar estaba vinculado a la familia de la madre (Stack, 1974). No se trata sencillamente de alegar que las madres no son las únicas personas que se dedican al cuidado de los niños, sino de subrayar que (1) las unidades domésticas no se construyen necesariamente en torno a la madre biológica y a su prole y que (2) el concepto de madre en una sociedad determinada no tiene por qué estar basado en el amor maternal, cuidado cotidiano o proximidad física. La realidad biológica de la mternidad no produce una relación ni una unidad madre-hijo universal e inmutable.

(14) A este respecto es sumamente interesante el estudio de E. Badinter, XY. La identidad masculina, Madrid 1992, sobre los procesos por los que los varones acceden a esta insegura identidad y las consecuencias para ellos y para las mujeres.

(15) No me detendré en este proceso del que se coupa otro de los artículos de este mismo número. Se pueden consultar en todo caso los trabajos de S. Benko, The Virgin Goddess. Stduies in the Pagan and Christian Roots of Mariology, New York Köln 1993; M. Warner, Tú sola entre las mujeres, Madrid 1991; I. Magli, La madonna, Milano 1987.

(16) No obstante un detenido análisis de personajes y relatos muestran datos enormemente subversivos que revelan las resistencias de las mujeres en el sistema que las margina.

(17) He estudiado la alianza abrahámica en esta perspectiva en Gen 22: lectura e interpretación feminista, en Biblia, Literatura e Iglesia, Salamanca 1995.

(18) Sobre todo lo relativo a la familia y roles sexuales en la cultura mediterránea de los primeros siglos puede consultarse B. Malina, Christians Origins and Cultural Anthropology: Practical Models for Biblical Interpretation, Atlanta 1986. Para algunos conceptos fundamentales puede consultarse en español el trabajo de R. Aguirre, La mesa compartida. Estudios del Nt desde las ciencias sociales, Santander 1994.

(19) M.P. Carroll llama a este tipo de familia the father-ineffective family, cf The Cult of the Virgin Mary: Psycological Origins, New York 1986.

(20) Cf R. M. Radford Ruether, Mujer Nueva, Tierra Nueva, Buenos Aires 1977, 61ss.

(21) B. Malina, "Mother and Son", BTB 20 (1990) 54-64.

(22) En un reciente simposio sobre María y Culturas que tuvo lugar en la facultad Marianum de Roma los primeros días de octubre de 1994, al que asistí y en el que intervine, pude comprobar cómo diversas culturas africanas, hindúes y asiáticas han asumido a María en su cualidad materna posponiendo los rasgos más cristianos que los escasos textos evangélicos le atribuyen. Lejos de tratarse de una cuestión colonial, la maternidad aparecía como el punto de encuentro en el que se daban cita rasgos comunes en los que se posibilitaba una inculturación de su figura. No obstante es discutible una inculturación que no deja apenas lugar para la contracultura o correctivo evangélico. Pero es obvio que no se trata de un problema de las otras culturas, sino de un problema que afecta a la nuestra en la misma medida.

(23) Comparto con A. Mª Fernández, La mujer de la ilusión, o.c. 136, que es oportuno tener en cuenta la importancia de la mujer blanca, de clase media y heterosexual porque es sobre este modelo sobre el que se construyen los universos de significaciones colectivas que dan como resultado La Mujer.

(24) Es lo que vienen afirmando los discursos oficiales eclesiásticos y otros discursos políticos, evidentemente interesados en conservar a la mujer oculta en la madre.

(25) A. González de Chavez, "Mujer: cultura , identidad y salud mental, I", Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, XII, 40 (1992), 9-29, muestra con toda claridad de qué forma la mujer-madre actual es una figura imposible, una hiperidealización de todas las necesidades humanas, así como el impasse en el que se encuentra la mujer madre concreta, atrapada entre el Ideal inalcanzable y su profundo sentimiento de fracaso por querer ser más mujer que madre.

(26) La gama sintomática es bastante amplia: sustituciones de la palabra y la acción o formas alternativas de comunicación para expresar ira o demandas como el llanto, las conversiones histéricas, las quejas somáticas y enfermedades psicosomáticas, intentos de suicidio, miedo al rechazo, al abandono, los malos tratos, la pérdida de amor, aceptación y protección son algunos de los síntomas registrados.

(27) Cf A. González de Chavez, Mujer, cultura, identidad, I, o.c. 109.

(28) La formación reactiva es un mecanismo de defensa que consiste en la intensificación de una tendencia de signo contrario a aquella que nos resulta intolerable.

(29) Termina la autora su trabajo con estas significativas palabras: es necesario, pues, hacer todos el duelo por la gran madre, por el ansia de la Unidad, sueño irrealizable, a fin de que la identidad femenina pueda librarse del Ideal, para que pueda haber mujeres, también madres, pero no necesariamente Supermujeres, ni Supermadres, A. González de Chavez, "Mujer, cultura, identida y salud mental II", Revista de la Asociación española de neuropsiquiatría, 42 (1992) 112.

(30) Un somero análisis de los mensajes de la Virgen en las distintas apariciones da la razón a lo que decimos. Estos mensajes, como quedará estudiado en su momento, son un vivo espejo de las preocupaciones de la ideología conservadora, consignas y normativas que reflejan una determinada moral, en cuyo revés se advierten los miedos de quienes no miran el futuro, ni el cambio con ojos positivos.

(31) Aparte de la lejanía de la María del evangelio, considero que es una propuesta pastoralmente errónea que evita el esfuerzo necesario de inculturación en el occidente postmoderno en el que, queramos o no, se han originado cambios drásticos en lo que a la mujer, la maternidad, la pareja y las relaciones entre los sexos se refiere.

(32) Dice la citada autora si se hace una revisión de las religiones, puede observarse que la evolución llevada a cabo por las poderosas divinidades femeninas primitivas hasta llegar a la benévola, sacrificada y asexuada Virgen María, que ya no es siquiera una diosa, sino la Madre del Hijo de Dios, ejemplifica el engrandecimiento del Hombre al ir logrando su dominio sobre la Naturaleza y las mujeres. El deseo -filial- masculino ha exigido que la única identidad femenina deba quedar reducida a ser madres asexuadas y benévolas, sin rastro de ira, de poder y de otro deseo que no sea el de su Hijo (a ser posible varón), "Mujer, cultura, identidad, I", o.c. 92.

(33) Lo he estudiado a propósito de Mc 3,31-35 en EphMar, 54 (1994) 67-96 y de Jn 2,1-12 en EphMar 53 (1993) 313-338, aunque con connotaciones diversas, tal vez menos críticas desde el punto de vista cultural y social del rol de madre.

(34) En este caso es posible que, según era costumbre en ciertos ambientes de la cultura mediaterránea, se obigara a la mujer/madre a tomar su lugar de forma que ella quedaba autorizada para actuar vicariamente y mirar por sus intereses, por su honor, el honor de la familia de su marido

(35) Cf D. Jacobs Malina Beyond of Patriarchy, o.c. 6. Las posibilidades de que fuera la madre, María, la que tomara el lugar del marido se reducen si ella se desenvolviera en ámbito urbano y en cambio aumentan si, como es el caso, la mujer vive en ámbito rural en el que existen más necesidades y, en ciertas reglas, el control es menor y, concomitantemente, la libertad es mayor. De todas formas una cosa es segura: ella, según el texto, iba a la cabeza del grupo en un rol de autoridad. Lo que esto signifique es lo que es preciso estudiar más detenidamente. La cuestión, siempre debatida, queda todavía abierta.

(36) El avance de los vv.20-22 a 31-35 hace referencia a uno de los instrumentos retóricos de Mc: la progresión en dos pasos o etapas en la que el segundo concreta al primero, lo precisa y ofrece las claves de comprensión del mismo. Es el relato de 31-35 el que da las claves de los vv.20-22. Pero a la par los dos momentos están formando otra de las figuras retóricas de Mc. la del encuadre, por la que el elemento del centro, en este caso el enfrentamiento con los letrados sobre su poder sobre los demonios, afecta a los dos extremos y tanto el relato que lo enmarca, como el elemento central se remiten mutuamente para el significado del total.

(37) Los términos con los que se indica su postura son suficientemente elocuentes al respecto: la familia de Jesús está fuera y de pie y estos términos están en oposición con dentro y alrededor que son los que caracterizan a quienes están con Jesús en actitud de discípulos.

(38) El texto no deja lugar a dudas sobre la conversión de roles determinados, en masculino y femenino, en categorías relacionales por parte de Jesús, cuando en 3,35 el discurso de Jesús habla de hermano, hermana y madre sin artículo.

(39) Aunque con diferentes acentos se puede deducir lo mismo de Mt y Lc y, en particular del cuarto evangelio. No es al azar que el narrador se refiera a la madre de Jesús, para hablar de María y que no ponga nunca en labios de Jesús el término madre, sino mujer con el que referirse a ella. Cf mi trabajo "La mujer en las bodas de Caná. Un relato de los orígenes", en A. Aparicio (ed.), María del evangelio, Madrid 1994, en especial 318-320.

(40) La codependencia se refiere a an emotional, psychological and behavorial pattern of coping that develops as a result of an individual’s prolonged exposure to, and practice of, a set of oppressive rules -rules which prevent the open expression of feeling, as well as the direct discussion of personal and interpersonal problems, B.J. Malina, "Mother..." o.c. 61.

(41) Una panorámica del desarrollo de esta temática en los primeros siglos puede encontrarse en P. Brown, El cuerpo y la sociedad. Los cristianos y la renuncia sexual, Barcelona 1993.

(42) No tengo noticias de que existieran en la antigüedad instituciones de vírgenes laicas.

(43) Cf M. S. Stevens, "Maternity and Paternity in the Mediterranea: Foundations for Patriarchy", BTB 20 (1990), 50.

(44) Cf M.S. Stevens, "Maternity and Paternity" o.c. 50.

(45) S. Benko The Virgins Goddess, o.c. 202 al afirmar cómo en el protoevangelio de Santiago ya se habla de María virgen, se pregunta cómo es posible que los cristianos se ocuparan del himen de María cuando el núcleo de la llamada a la salvación residía en el Misterio Pascual de Cristo. Una de las respuestas que ofrece es que a las mentes acostumbradas a pensar en categorías de cultura pagana, la madre del Hijo de Dios no pudo tener menor dignidad que la Gran Madre de los dioses, divinidad favorita de la piedad popular en el Oriente. El autor del protoevangelio sacó a María de su condición humilde y la elevó a figura semejante a una diosa. M. Warner, Tú sola entre las mujeres, o.c. 71, se hace una pregunta parecida desde el presente a la que sin embargo no encuentra respuesta. Cree la autora que así como resulta comprensible la visión la concepción virginal dado que los géneros literarios y los relatos míticos son dependientes del conocimiento que cada cultura tiene acerca de la reproducción, así como de las significaciones que se le otorga, no se explica la forma en que se siguen manteniendo literalmente las mismas explicaciones dada la información que se tiene actualmente de la sexualidad humana y los procesos de reproducción, así como del papel de la mujer en él.

(46) Cf M. Douglas, Pureza y peligro: un análisis de los conceptos de "contaminación" y "tabú", Madrid 1973; Símbolos naturales, Madrid 1978.

(47) La virginidad y el celibato temporal o perpetuo está siendo en estos momentos, como lo fue en otros momentos de la historia, un instrumento de rebeldía y resistencia de grupos de mujeres ante las reducciones a que las somete la sexualidad genital androcéntrica. Actualmente existen grupos de mujeres en diferentes países del mundo occidental que reaccionan con el celibato ante la presión de la llamada cultura genital androcéntrica. Cf a este respecto S. cline, Mujer, celibato y pasión, Madrid 1993.

(48) En el caso de las diosas, como Venus, Isthar, Anat... el signo de la virginidad raramente incluía la castidad en cuanto virtud ( a excepción de Diana).

(49) He estudiado los textos de Lc bajo esta perspectiva en "Rasgos de inculturación de la figura de María en el Nuevo Testamento", en AA.VV. Maria nelle culture, Roma 1995.

(50) Lo destaca con mucha fuerza el estudio de J.N. Aletti, El arte de contar a Jesucristo, Salamanca 1992.

(51) Es interesante observar por ejemplo cómo transforma a Lara en Muta o Tacita, o cómo se ignora oficialmente a Juno. Puede consultarse al respecto S. Montero Herrero, Diosas y adivinas. Mujer y adivinación en la Roma antigua, Madrid 1994, en especial 13-41.

(52) Pueden consultarse Diccionario gramatical y de dudas del idioma, Dicionario ilustrado de la lengua española, Diccionario del lenguaje filosófico, Enciclopedia Laorusse, M. Moliner, Diccionario de uso del español, Diccionario manual de la lengua española, J. Casares, Diccionario ideológico de la lengua española, Diccionario de sinónimos y contrarios, y otros.

(53) Según el Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria el oxímoron es una agrupación de dos palabras de significado contrario por poseer semas incompatibles, que produce una contradicción en el interior de un elemento en el que falla la coherencia sémica interna, como por ejemplo música callada.

(54) Las citas son demasiadas como para intentar reproducirlas, pero a modo de ejemplo puede verse Mt 10,34-36; Mt 11,4; 18,1-4; Lc 1,27; Lc 6,27; Lc 9,59; Jn 1,14; 11,25-26, etc.

(55) Lc, como Mc 3,35, pone en boca de Jesús mêtêr sin artículo (Lc 8,21).

(56) La relación de María con la palabra la he estudiado en mi trabajo María, la mujer, Madrid 1987.
(57) La virginidad de Jesús sí realizó algunas de sus funciones subversivas y alternativas, pero casi sólo en las mujeres porque las encontró más receptivas y sensibilizadas. En cambio no tuvo impacto en el sistema patriarcal de la cultura mediaterránea de la inmensa mayoría de los hombres, a los que, sin embargo, iba directamente destinada. Soy consciente de que dejo sin estudiar algunos de los elementos más prometedores de un nuevo concepto de virginidad que hunde sus raíces en la paradoja evangélica, como por ejemplo la dimensión de corporalidad, el tipo de sexualidad y de goce que implica, así como la condición de libertad en correlación con el ejercicio de la sexualidad interhumana e intersexual. Razones obvias de espacio no me permiten un mayor desarrollo.

(58) El axioma de Maria nunquam satis muestra hasta qué punto algo que le corresponde sólo a Dios, quedó desplazado a ella.

Fuente: vidareligiosa.com