miércoles, septiembre 03, 2014

"Las empresas son responsables directas del feminicidio en Congo"

LUCÍA VILLA

Público Ponga el cronómetro. Espere cinco minutos y cuente hasta cuatro. Espere otros cinco minutos más y vuelva a contar. Después de media hora sumarán 24. Tras una hora serán ya 48 y así, sucesivamente... Este es, según el American Journal of Public Health, el ritmo al que miles de mujeres en República Democrática del Congo son violadas, torturadas y mutiladas por los grupos rebeldes desde que comenzara el conflicto en 1996.

Caddy Adzuba, periodista y activista congoleña de tan sólo 32 años, dedica su vida a denunciar las atrocidades que se cometen contra las mujeres en su país. Lo hace casi a tiempo completo: trabaja para Radio Okapi, la emisora de la ONU en Congo; es miembro de la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación (AFEM) y colabora en la reinserción de las víctimas con el colectivo AFIDEP. Sus últimas vacaciones las ha pasado en España, en una gira por diferentes ciudades para seguir reclamando la acción de la comunidad internacional y decir que "ya está bien", que es suficiente. Desde que comenzó en esto hace una década no hay quien la haga callar, aunque es consciente del riesgo que corre. En 2009 fue oficialmente amenazada de muerte en su país y reconoce que a veces se le quitan las ganas de seguir. "Yo también quiero vivir tranquila", dice con ojos abatidos desde la silenciosa sala de reuniones de un hotel madrileño. Pocos minutos antes de comenzar esta entrevista, Caddy ha recibido la noticia del asesinato de un colega y amigo.

El feminicidio en la República Democrática del Congo es, posiblemente, uno de los más graves del mundo. Estamos hablando de cuatro mujeres violadas cada cinco minutos, 400.000 al año, durante los 17 años que dura ya el conflicto... ¿Cómo se explica tanta impunidad?

Se explica porque hay grandes potencias detrás de esta violencia, grandes intereses detrás de las violaciones. En el plano internacional no hay interés por la situación y los medios no se interesan por esta cuestión. Por eso no se ha encontrado una solución sostenible al conflicto. Sin embargo, vemos conflictos que son también cruentos, pero que no tienen la amplitud del conflicto del Congo, y que sí aparecen en los medios cada día. Esta es la situación.

Habla de "grandes intereses". Todas estas atrocidades están ocurriendo en uno de los países con mayor riqueza natural del mundo: diamantes, piedras preciosas, coltán y otros minerales muy cotizados. Usted ha denunciado el papel de las multinacionales del norte en el conflicto congoleño. ¿Las considera responsables?

La relación que hay entre los intereses de las multinacionales y las violaciones sexuales es muy clara. Es posible que las multinacionales no sean conscientes del impacto de sus acciones en la población civil congoleña... o si lo saben, les da igual. Conciben a la población como insectos a los que pueden destruir sin pensar en las consecuencias. La cuestión es que tienen necesidad de estos minerales preciosos y para acceder a ellos financian a los grupos armados. Ellos compran los minerales a los rebeldes y con ese dinero, que ellos pagan, lo rebeldes continúan la guerra. Y si continúa la guerra, continúan las violaciones a las mujeres. Asi que, ¿quiénes son los responsables? Las multinacionales son tan responsables de la guerra como aquellos que perpetran la violencia, porque son ellos los que dan los medios. Sin medios los rebeldes no podrían tener las armas con las que hacen las cosas que hacen. Yo pienso que son las primeras responsables y creo que deberían parar ya porque es demasiado.


¿Y los Gobiernos de los países de donde provienen estas empresas, todos ellos grandes defensores de los derechos humanos?


Sabemos cómo se financian y de dónde vienen los fondos de muchos de los gobiernos. Muchas veces las multinacionales financian gobiernos. Detrás de la riqueza de muchos países está la riqueza de las multinacionales. Aunque estos países proclamen la defensa de los derechos humanos, a la vez están contribuyendo a su violación. Es pura apariencia. Por eso nosotros siempre les instamos a respetar los derechos recogidos en las convenciones. Los derechos humanos tienen que ser aplicados no solamente en terreno occidental, sino también en África. Y hay que dejar a los africanos vivir su vida, que se organicen como quieran.

Más que de violencia contra la mujer, para el caso del Congo usted habla de "genocidio"...

Es que es más que violencia sexual, porque el objetivo de estos actos de violencia es exterminar a una apte de la comunidad. Si pensamos en la definición jurídica de genocidio, se refiere al acto planificado y organizado de acabar con una comunidad o una población completa. Aunque no se sabe con certeza el número de mujeres que ha sufrido estos abusos, podemos decir que hay una planificación porque las cifras son absolutamente desorbitantes. La cuestión no es que sean violadas, sino que después de que esto ocurre quedan destruidas, se convierten en población inútil que no puede volver a su ocupación previa. Muchísimas de ellas han muerto a consecuencia de la violencia sexual. Entonces, ¿por qué no podemos hablar de genocidio contra las mujeres? A mí me parece que encaja con la definición de derecho internacional sobre genocidio. A nosotros nos gustaría que se hablara de feminicidio.

Después de tantos años de barbarie y atrocidades contra las mujeres sin que nadie haya hecho nada para ponerle remedio ¿La sociedad se resigna a algo con lo que tiene que convivir?

Voy a responder con otra pregunta para que podáis comprender. ¿Piensas que alguien se puede habituar a tener hambre?, ¿Crees que te puedes acostumbrar? La respuesta es 'no', porque tu corazón no lo soporta. Además de todos los signos físicos externos que indican malnutrición, tu corazón no puede comprender que esto esté ocurriendo. Es lo mismo con la violencia sexual. Nadie se puede acostumbrar a esta situación. Cuando vas a un pueblo y escuchas que allí se han violado a tantas mujeres, piensas: "ha vuelto a ocurrir". Pero cuando ocurre en tu casa y son tus hijas y tu mujer las que han sido violadas, no lo soportas.

Se conoce la situación, se sabe que se están violando mujeres, pero cuando te ocurre a ti te vuelves loco, no lo aceptas, hay signos externos, traumatismos. Pienso que la población civil nunca se va a habituar a esto.

Y cuando la guerra acabe, ¿crees que la sociedad congoleña se podrá recuperar de algo así?

Hay esfuerzos que se están haciendo día a día para ayudar a las víctimas. Hay proyectos de asistencia psicológica y también proyectos que ponen el acento en la reinserción de las víctimas porque después de la violencia sexual muchas familias se dislocan. El padre está por un lado, los hijos por otro, la madre por otro... la cohesión y el núcleo familiar deja de existir. Así que además de la reparación física y mental, tenemos que llevar a cabo una reunificación familiar para estas familias que han sido separadas. Pero para llegar a esto es necesario que la guerra termine, tiene que producirse un espacio de paz para que esta reunificación tenga efecto. Para reconstruirnos como sociedad es necesario que la guerra acabe, necesitamos calma para trabajar. Necesitamos ayuda de la comunidad internacional para esto, pero nosotros como congoleños nos vamos a ocupar de la reparación y las consecuencias.

El caso de las violaciones de mujeres en Congo tiene una doble cara. Del otro lado de la barbarie están, muchas veces, niños soldado entrenados desde muy pequeños para matar y violar. Son perpetradores, pero también son víctimas...

Son verdaderas víctimas. Los niños no tienen capacidad para reflexionar y les entrenan para hacer lo que hacen y les obligan a ello. Y sin ser conscientes lo hacen. ¿Por qué los rebeldes los reclutan? Porque los utilizan como quieren, es fácil manipularles, trabajar su psicología y convertir al niño en una máquina de matar. Otro trabajo que la sociedad civil congoleña debe hacer es recuperar a estos niños, reinsertarles y destraumatizarles. Son muchos los casos de niños que dejaron los grupos armados, fueron desmovilizados y cuando vuelven a la sociedad se vuelven completamente locos porque han vivido los peores horrores.

En este contexto, ¿es posible intentar llegar a una reconciliación entre ambos grupos de víctimas, mujeres y ex niños soldado?

Bueno, no es una reconciliación, es una reinserción socio-económica la que hay que hacer con ellos. No podemos pensar en una reconciliación entre víctimas, es un mal procedimiento. Porque incluso a veces son los hijos de estas mujeres violadas los que más tarde son secuestrados y entrenados para convertirse en niños soldado. Lo que hacemos es recuperar a esos niños cuando son todavía menores de edad. Reinsertarles y llevarles a la escuela para que puedan retomar su vida normal. Si tienen 16 o 17 años y ya es demasiado tarde para volver a la escuela, se les manda a proyectos de formación profesional. Después hay un acompañamiento para la reinserción económica y social.

Si se da el caso de que el joven va a ser reinsertado en una zona en la que él ha participado como perpetrador, se pide a los responsables de la zona, que suelen ser líderes tradicionales, que comiencen un diálogo social. Presentan los niños a la comunidad y el niño empieza a contar todo lo que ha vivido y se da una suerte de terapia comunitaria. La comunidad les acoge y sensibilizamos a las comunidades para que protejan a estos niños que son psicológicamente muy frágiles y tienden a recaer en los grupos armados. La comunidad tiene ese papel de vigilar que no recaigan.

Usted trabaja con mujeres que han sido víctimas de los abusos, violaciones y mutilaciones.¿Cómo es el proceso de reinserciónpara ellas?¿Qué vida llevan la mayoría después de haber vivido experiencias tan traumáticas?

Lo primero que hay que hacer es buscar cuidados médicos y después las mujeres van a centros especiales gratuitos para las víctimas, que se llaman centros de tránsito. Lo que se les enseña es que tienen que volver a las comunidades a las que pertenecían y convertirse en las líderes del proceso de sensibilización para que no siga ocurriendo lo que ocurre. Aprenden a protegerse de la violencia sexual y construyen grupos de alerta en sus comunidades para avisar sobre lo que está pasando y evitar que ocurra. Son centros que transforman su pena en coraje.

¿Y aceptan pasar por ese proceso?

Todas las víctimas lo rechazan de primera. Ha sido muy difícil conseguir que hablaran. Muchas no quieren decir que han sido violadas. Hablar de eso es un tabú. Este es el motivo por el que creamos AFEM, porque es la manera que teníamos, a través de la radio, de llegar a estas mujeres para convencerlas de que empezaran a denunciar los crímenes. Hace años nadie hablaba y ahora lo hacen la mitad de estas víctimas. Como nosotros decimos, hablar es actuar. Pero sigue habiendo muchas mujeres que no aceptan hablar y que no quieren curarse. Hace falta mucho coraje para hablar de lo ocurrido y presentarse en los centros de salud y buscar ayuda. Por eso no sabemos con exactitud cuántas mujeres sufren la violencia sexual en Congo. Las cifras que tenemos es de las que acuden a los centros médicos.

AFEM ha llevado ante la Corte Penal Internacional (CPI) y el Senado de EEUU los casos de violencia sexual en el Congo. ¿Qué esperáis de la justicia internacional?

"No sabemos con exactitud cuántas mujeres han sido violadas. Muchas no quieren hablar" La asociación es contraparte de la CPI y tenemos proyectos con ellos de sensibilización que tiene como objetivo que estas mujeres se constituyan como testigos para poder ir a testificar ante la CPI. El primer gran paso fue ir a la CPI para demandar que los crímenes sexuales fueran considerados como crímenes de guerra y eso ha sido acordado y seguimos trabajando conjuntamente.

¿Crees que algún día los criminales serán juzgados?

Seguro, si. Tenemos mucha esperanza. Hay una gran cantidad de órdenes de arresto a nivel internacional. Hay una lista de líderes de grupos armados que están reconocidos como instigadores de los crímenes y una lista de países a los que no pueden acudir porque serían arrestados.

Usted y sus compañeras están amenazadas de muerte como consecuencia a sus denuncias. ¿Se ha planteado si merece la pena?

Si. Como ser humano, yo también tengo ganas de vivir tranquila, no tener miedo todo el tiempo y no preguntarte constantemente si mañana vas a seguir viviendo, no preguntarte las consecuencias que van a tener tus acciones porque hay algunos compañeros que han sido asesinados. De hecho, me acabo de enterar de que un colega periodista ha sido asesinado hace dos días al norte del país.

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