miércoles, mayo 21, 2014

Marcela Lagarde: “El feminismo no es una fe; ha de ser creado, aprendido y aplicado a la vida propia”

Enric Llopis

Rebelión El pensamiento feminista evoluciona y se adapta a los tiempos. En la actualidad, por ejemplo, plantea un análisis complejo y de carácter científico sobre la violencia de género. Es uno de los grandes y recientes aportes. “En países como México, es tal la violencia contra mujeres y niñas, crímenes terribles, que llevan a la proliferación de reflexiones amparadas en la tradición feminista”, sostiene la antropóloga, investigadora, activista y teórica del feminismo mexicana, Marcela Lagarde. Su definición de “feminicidio” no coincide con la del diccionario de la Real Academia Española. Lo caracteriza Lagarde como “un homicidio político de género, y contribuyen a él las comunidades e instituciones que no hacen lo necesario para construir una cultura de igualdad, por reformar la educación y por respetar las leyes nuevas de igualdad”.

No se trata únicamente del crimen en sí o de la relación que pueda trabarse entre víctima y victimario. Debe ponerse el foco, asimismo, en las sociedades y los estratos sociales donde se fomenta la violencia contra mujeres y niñas. Según Marcela Lagarde, existe una amplia tolerancia social y por parte de los estados hacia la violencia de género. Y ello conduce a la impunidad. En el caso del feminicidio (los ejemplos de violencia más extrema), se trata no sólo de una palabra, sino más bien de una “categoría”. “Es muy importante acuñarla, nombrarla y explicarla; cuando señalamos las causas del fenómeno, iniciamos el proceso para enfrentarlo”.

Precisamente Lagarde, que ha impartido una conferencia en la Universitat de València, acuñó el término “feminicidio” con el fin de caracterizar la realidad en Ciudad Juárez. Con mucho esfuerzo, logró que una Comisión del Congreso mexicano investigara estos crímenes. Consiguió, con la lucha también de otras mujeres, que el delito de feminicidio se incluyera en el Código Penal Federal o la aprobación de una Ley General mexicana de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En el ámbito académico, ha destacado con trabajos como “Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas”; “Para mis socias de la vida. Claves feministas para el poderío y la autonomía de las mujeres, los liderazgos entrañables y las negociaciones en el amor”; “Insurrección zapatista e identidad genérica: una visión feminista” o “El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías”, entre otros.

En cuanto a la violencia patriarcal, “es muy importante nombrar esas experiencias, llevarlas a la legislación y convertirlas en delitos específicos”. La investigadora ha realizado estudios comparados de la ley española, guatemalteca y mexicana en la materia. La española contiene aspectos positivos: “gracias a ella, por las medidas cautelares de protección, miles de mujeres han salvado la vida”. La violencia de género comienza, avanza, se hace progresiva y crónica, y finalmente se convierte en mortal. En Guatemala hay mujeres que, con gran valentía, han testimoniado contra el exdictador Ríos Montt por el genocidio. Después de una primera fase de denuncias, impulsaron organizaciones de supervivientes (para no quedarse en la condición de víctimas). “Pero más que sobrevivientes habría que buscar nombres que convoquen, por ejemplo, colectivos por el derecho a la vida de las mujeres”. La ley mexicana se denomina, en positivo, de acceso a una vida libre de violencia, no “contra la violencia” (lo que implicaría exclusivamente denuncia).

¿Qué es el feminismo? Después de muchos años de militancia, resume la teórica y activista mexicana: “No es una religión, ni una fe; el feminismo ha de ser creado, aprendido, leído y mirado en el cine o la televisión; una cultura ilustrada para que la gente pueda decidir si es feminista o no”. A las últimas generaciones, en las escuelas no se les enseñan cuestiones relacionadas con el feminismo, “y eso dificulta que lo comprendan”. Pero el feminismo resulta decisivo para preservar la riqueza acumulada en la sociedad, por ejemplo, en México, donde se está produciendo un voraz proceso privatizador de lo público. Además, en los últimos 40 años las feministas “hemos construido los Derechos Humanos de las mujeres, y no podemos dejar que se pierda este capital político tan importante para la vida de las mujeres (y de los hombres)”.

En la Cumbre de Viena (1993), Naciones Unidas reconoció los Derechos Humanos de las mujeres y, más aún, señaló que sin estos no puede afirmarse que existan Derechos Humanos. Por último, el feminismo no es, en absoluto, “un pensamiento único; ha de admitir la diversidad, la duda y las agendas nuevas, aunque también asumir el legado que vaya quedando del pasado”.

Además, “el feminismo hay que aplicarlo a la vida propia; porque a veces, las activistas dedicamos poco tiempo a la reflexión sobre lo que nos pasa y a nuestras experiencias concretas”. Por ejemplo, Marcela Lagarde ha participado en talleres de madres e hijas, “para comprender mejor esta relación tan compleja y cargada de implicaciones patriarcales”. O talleres de mujeres y padres, o sobre la sexualidad de las mujeres. Es decir, dar el salto de la agenda política a la experiencia individual. “Es algo que aprendí de las experiencias de educación popular, tan importantes en América Latina; de la pedagogía de Freire y los grupos de autoconciencia de mujeres en los años 60 y 70 en Estados Unidos y Francia”. En el mayo del 68 se decía que lo personal es político. Para que efectivamente lo sea, “he de revisar quién soy, dónde estoy, cómo actúo…”.

“Las mujeres necesitamos grupos pequeños feministas, de intimidad; que no sean necesariamente los grupos tradicionales que se organizan para ir a las manifestaciones; ni los grupos de amigas, que a veces son demasiados condescendientes”, afirma Marcela Lagarde. Pone el ejemplo de las “comadres asturianas”, o las “tres Marías” portuguesas que se enfrentaron a la dictadura. “En el siglo XX se masculinizó como nunca la condición humana, los nombres y los oficios; pero nosotras hemos dado empuje a la “a”, aunque si somos nosotras y nosotros también está muy bien”.

Preguntada por la participación de las mujeres en la política y en los círculos de poder, la antropóloga no vacila: “Se trata de hacer una política redistributiva desde el punto de vista de género; debemos hacer, para ello, un esfuerzo por acercar la política a las personas, aunque ésta se halle muy desprestigiada debido, entre otras cosas, a la corrupción”. “Hace falta una política diferente, más mujeres y más feministas que participen en política”. En América Latina muchas mujeres participan en los partidos y en las campañas electorales, pero están “cuidando” de una política “que se hace para otros”. Paso a paso, conquista a conquista, “las instituciones para atender a las mujeres víctimas de la violencia de género las hemos creado nosotras, con las uñas, frente a todos los que nos decían: eso no es importante”. Y frente al supremacismo de los hombres.

Es una tarea muy ardua: “buscamos la igualdad, pero también acabar con la supremacía económica, política y cultural de los hombres como género”. Las leyes han contribuido a cambiar algo las conductas, por ejemplo, al penalizar la violencia masculina o, mediante legislaciones en materia de igualdad, promover algún avance en las empresas y sus consejos. “Todo ello para ir modificando poco a poco el supremacismo de género”. Otro vector de la lucha, según Marcela Lagarde, es la construcción del “empoderamiento” de las mujeres (hace 25 años me decían que ésta era una palabra horrible, procedente del inglés, e incluso vinculada a la expansión imperialista). Con el tiempo, la palabra “empoderamiento” se propulsó y cobró vigor en la calle. Después llegó a las instituciones.

Empoderarse, en sentido político, implica adquirir una conciencia feminista de género (sobre el yo y sobre el mundo); la independencia de las mujeres; la transformación de las relaciones de género, entre mujeres y hombres, pero también entre éstas y las instituciones. Ello tiene que ver además con la “resistencia” (frente a las normas patriarcales, los matrimonios obligatorios o la exclusión de la educación) y con la “rebeldía” civil y democrática. “Hemos de estar en la subversión (en la calle, como hacen las Femen), pero también en la universidad y las instituciones presentando mociones contra el patriarcado”.

Marcela Lagarde pone mucho énfasis en “los conflictos entre nosotras”. Se dan muchas desigualdades entre mujeres, y relaciones de competencia muy fuertes entre ellas, inducidas por las estructuras patriarcales (“apenas hemos logrado abrir alguna grieta en el supremacismo masculino”). Así, “nos vemos como si no tuviéramos que ver las unas con las otras, y muchas veces desplegamos una cultura misógina entre nosotras, que tendríamos que desmontar”. Porque “la misoginia agranda el conflicto, nos lleva a funcionar con prejuicios y a distanciarnos de las otras mujeres”. De ese modo, se termina acatando la norma patriarcal del aislamiento. No es fácil romper con el bucle: “podemos agruparnos para defender el medio ambiente, pero no para enfrentarnos a unos afectos libres de misoginia”.

La académica y activista defiende la idea de “sororidad” (de “sor”, hermana; habitualmente se utiliza “fraternidad”, término que abarca a mujeres y hombres). La “sororidad” implica la no jerarquía y la igualdad entre mujeres, pero también nuevos afectos entre ellas, “escuchar con tolerancia”. En el fondo, se trata de “cambios culturales y personales, basados en alianzas entre mujeres (con pactos y sin jerarquías), y sin un pensamiento único”. Construir una nueva relación intergenérica, una nueva ética, nuevos comportamientos… “A veces también hay que desmontar las miradas, leernos y ser capaces de reconocer y poner en valor lo que hacemos, cambiar el lenguaje” (expresiones como “la tipa esa”) y crear confianza (como defienden las feministas de la diferencia). Además, la clave no está en “cómo nos queremos, sino en que nos respetemos”.

Mucha daño ha hecho el mito del amor romántico, que la autora mexicana investigó durante muchos años hasta comprobar que constituía uno de los “cautiverios” de la mujer. Inventó la categoría de “madresposa”, que no existe de modo ajeno al amor romántico, el de la madre, amante, vecina cariñosa...Y donde amor maternal y conyugal confluyen. Muchas de estas cosas las aprendió de su maestra de la vida, Franca Basaglia. “Afirmaba que la mujer en el mundo occidental (incluida América Latina, donde se habla una lengua occidental y rigen estados a la manera occidental) se configuraba como ser-para-otro, lo que se fundamentaba en ser cuerpos-para-otros”. Es decir, un cuerpo para la maternidad, rechoncho, abombado y presto para la crianza; pero también un cuerpo erótico –con dietas, tallas y cirugía plástica- para el placer de otros. Franca Basaglia lo resumía en cuerpos “cosificados”, bien para la maternidad, bien para el eros.

El amor romántico se corresponde con un determinado tipo de mujer. Genera una gran dependencia porque está basado en la fusión de las mujeres a los hombres y, en consecuencia, la pérdida de autonomía. Al final, se produce una simbiosis o dependencia vital. Es ésta la esencia del amor romántico, el mito de la media naranja. Simone de Beauvoir afirmaba que en “El segundo sexo” que las mujeres son construidas como seres para el hombre, pero Franca Basaglia agrega que también para los hijos, abuelos, personas dependientes, etcétera.

“Se les reduce a cuidadoras perpetuas, como si esto fuera en el ADN”. “Si esto fuera así, lucharíamos en un laboratorio de genética –ironiza Lagarde-, pero es cuestión de cultura; se trata de cambiar las pautas de conducta, los afectos y todo lo demás”. Asimismo, el amor romántico es funcional al ordenamiento actual del mundo. “Pero esto se empezó a tronchar cuando las mujeres comenzaron a participar en lo público y discutir con los hombres”. A principios del siglo XX, muchas feministas, a las que se llamaba “radicales”, hablaban de “amor libre”, “una utopía feminista que se ha llamado de diferentes maneras según la época”. “Mucho después se habló del libre amor entre mujeres, frente a la heterosexualidad patriarcal, añade Lagarde. Historiadoras estadounidenses constataron el dolor y el malestar que se generaba en las “mujeres modernas”, pero con una vida al servicio de familia, marido e hijos. En definitiva, “los mitos se han renovado para que las mujeres sigamos cayendo como moscas y no podamos hacer otras cosas; el hogar dulce hogar, el nido de amor…”. Decía Simone de Beauvoir que las mujeres no debían ir por la felicidad (que no era una construcción propia), sino por las libertades.

Angela Davis: qué significa ser radical en el siglo XXI

Patt Morrison

La Haine Angela Davis (1944), legendaria activista afroamericana de los años 60 vinculada al movimiento de derechos civiles, los Panteras Negras y el Partido Comunista norteamericano, por el que fue candidata a la vicepresidencia en los años 80, fue discípula de Herbert Marcuse. Su trabajo teórico se ha centrado, entre otros temas, en el análisis de lo que denomina el “complejo penitenciario industrial” en los Estados Unidos.

45 años después de que sus primeros bolos académicos atrajesen la ira del gobernador [de California] Ronald Reagan, Angela Y. Davis vuelve al campus este semestre como profesora del departamento de estudios de género de la Universidad de California en Los Ángeles. Su discurso del jueves pasado en el Royce Hall sobre feminismo y supresión de las cárceles resume parte de su trabajo, pero no todo, una larga carrera académica con su activismo radical en paralelo. El presidente Nixon la llamó "peligrosa terrorista" cuando fue acusada de asesinato y conspiración tras un tiroteo mortal en un juzgado en 1970. Fue absuelta y, desde entonces, esta mujer nacida en el campo de minas de la segregación racial de Birmingham, en el estado de Alabama, ha escrito, enseñado y dado clase por todo el mundo. Su emblemático pelo “afro” se ha transformado desde su silueta de 1970; su intensidad, no.

El Congreso está trabajando en la reforma de de las penas de cárcel. Muchos estados han prohibido la pena capital. ¿No resulta esto alentador?

Me he vinculado al movimiento de supresión de las prisiones; eso no significa que me niegue a respaldar reformas. Hay una campaña muy importante contra las celdas de aislamiento, una reforma que es absolutamente necesaria. La diferencia reside en si las reformas contribuyen a hacer la vida más habitable para la gente que está en la cárcel o si apuntalan el complejo penitenciario-industrial. De modo que no es una situación de blanco o negro.

¿Qué sería un sistema penal justo para usted?

Es complicado. La mayoría de quienes estamos en el movimiento abolicionista del siglo XXI nos fijamos en la crítica que hizo W.E.B. Du Bois respecto a la supresión de la esclavitud: que no se trataba simplemente de arrojar las cadenas. La verdadera meta consistía en volver a crear una sociedad democrática que permitiera la incorporación de los antiguos esclavos. La supresión de las cárceles tendría que ver con la construcción de una nueva democracia: derechos substanciales, a la subsistencia económica, a la salud; un énfasis mayor en la educación que en el encarcelamiento; crear nuevas instituciones que tenderían a hacer obsoletas las cárceles.

¿Cree que llegará un día en que las cárceles ya no sean necesarias?

Es posible, pero aunque no suceda esto, podemos pasar a un tipo muy diferente de justicia que no requiera un impulso retributivo cuando alguien hace algo terrible.

¿Ha visto la tragicomedia 'Orange Is the New Black' [serie televisiva], de tema carcelario?

No sólo he visto la serie sino que he leído las memorias [de Piper Kerman], que es un análisis mucho más profundo que el que se ve en la serie, pero como persona que ha analizado el papel de las cárceles de mujeres en la cultura visual, sobre todo en el cine, creo que [la serie] no está mal. Hay tantos aspectos que con frecuencia no aparecen en las representaciones de la gente en estas circunstancias opresivas. Por ejemplo, en Doce años de esclavitud, uno de las cosas que eché de menos era cierto sentido de alegría, cierto sentido de placer, cierto sentido de humanidad.

Este semestre vuelve usted a la UCLA [Universidad de California en Los Ángeles], el campus del que el gobernador Ronald Reagan hizo que le expulsaran.

Era una oferta que no podía rechazar. Los estudiantes son muy diferentes de los estudiantes de 1969, 1970. Son mucho más sofisticados en el sentido de que tienen preguntas más complicadas.

Cuando considera hoy el feminismo, ¿cree que las mujeres han retrocedido, salvo, si acaso, cuando se trata de la sala de juntas?

Se puede hablar de multiples feminismos; no se trata de un fenómeno unitario. Hay quienes asumen que el feminismo significa ascender dentro de la jerarquía en puestos de poder, y eso está bien, pero no es lo que mejor sabe hacer el feminismo. Si las mujeres que están en la base se mueven hacia arriba, el conjunto de la estructura se mueve hacia arriba.

La clase de feminismo con el que me identifico es un método de investigación, pero también de activismo.

Stokely Carmichael solía bromear diciendo que la posición de las mujeres en el Student Nonviolent Coordinating Committee del movimiento de derechos civiles era "boca abajo". ¿Son las mujeres participantes plenas de la política de hoy?

Tal vez no del todo, pero hemos hecho muchos progresos. Respecto a cómo pensamos sobre los movimientos del pasado, animo a la gente a mirar más allá de las heroicas figuras masculinas. Si bien Martin Luther King es alguien a quien reverencio, no me gusta dejar que lo que representa borre las aportaciones de la gente corriente. El boicot de los autobuses de Montgomery en 1955 tuvo éxito porque hubo mujeres negras, trabajadoras domésticas, que se negaron a tomar el autobús. ¿Dónde estaríamos hoy si no hubieran actuado así?

¿Apoya usted el libre control de la natalidad y el aborto, que se denuncia entre ciertos sectores como genocidio?

A veces en lo que podrían parecer afirmaciones estrafalarias, descubrimos que puede haber un grano de verdad. Aunque nunca sostendría que el control de la natalidad o el derecho al aborto constituyen genocidio, he de tomar en consideración de qué modo se ha impuesto la esterilización a la gente pobre, sobre todo a la gente de color, y que alguien como Margaret Sanger [precursora de la planificación familiar en los años 20] sostenía que [el control de natalidad] era un privilegio para las mujeres acomodadas, pero un deber en el caso de las mujeres más pobres.

¿Qué piensa del primer presidente negro del país?

Hay momentos de enormes posibilidades, y su elección fue uno de esos momentos. En todo el mundo la gente tenía la impresión de que nos movíamos hacia un mundo nuevo. Por breve que fuera esa sensación de euforia, se trata de algo que no olvidaremos. Eso nos permite comprender qué posibilidades podría reservarnos el futuro. [Pero] mucha gente ha tendido a depositar tantas aspiraciones en individuos singulares que no han conseguido — no hemos conseguido — realizar esa labor de sacarle más partido a ese momento. La gente fue a las urnas y dijo "Ya hemos hecho nuestro parte" y le dejó el resto a Obama.

¿Es la democracia un buen chasis sobre el que erigir un sistema politico?

Creo profundamente en las posibilidades de la democracia, pero la democracia necesita emanciparse del capitalismo. Mientras vivamos en una democracia capitalista, se nos seguirá escapando un futuro de igualdad racial, de igualdad de género, de igualdad económica.

En 1980 y 1984 se presentó como candidata del Partido Comunista a la vicepresidencia; ¿significaba eso que tenía fe en el proceso democrático?

Se trataba de sugerir que hay alternativas. Nadie creía que fuera posible ganar, pero en los años 80 se produjo el ascenso de la globalización del capital, del complejo penitenciario-industrial, y era importante proporcionar algunos análisis politicos alternativos.

¿Qué piensa ahora del comunismo?

Todavía mantengo un vínculo, [pero] ya no soy militante. Abandoné el partido porque tenía la impresión de que no estaba abierto al tipo de democratización que nos hacía falta. Creo que el capitalismo sigue siendo el género de futuro más peligroso que podamos imaginar.

¿Por qué falló el comunismo en lo que falló?

Eso exigiría una larga conversación. Puede que haya habido democracia económica, que es lo que nos falta en Occidente, pero sin democracia política y social, lo cierto es que no funciona. No creo que tengamos que tirar el bebé con el agua del niño, sería important ver qué es lo que verdaderamente funcionaba y lo que no.

¿Como que no hubiera libertad de expresión?

Sí.

En 2016 se cumplirá el 50 aniversario del partido de las Panteras Negras; fue usted miembro del mismo durante algún tiempo.

El movimiento de derechos civiles tendía a centrarse en la integración, pero había quienes decían: "No queremos asimilarnos en un barco que se hunde, de modo que cambiemos totalmente el barco". El surgimiento del Partido de las Panteras Negras marcó un momento de ruptura y todavía estamos en ese momento.

El partido tenía dos tipos distintos de activismo: el activismo de base que contribuyó a crear instituciones que todavía hoy funcionan, por ejemplo, el Departamento de Agricultura dispone ahora de programas de desayunos gratuitos. Por otro lado, está la posición de defense propia y de control de la policía.

Si se le echa un vistazo al programa de 10 puntos del partido, cada uno de sus puntos resulta tanto o más pertinente 50 años más tarde. El punto décimo incluye el control comunitario de la tecnología. Eso fue muy profético. Se trata de usar la tecnología en vez de que permitir que nos use a nosotros.

Alguna gente todavía debe ver en usted a la joven que apoyaba la violencia contra la policía, la violencia de los movimientos políticos.

Es importante comprender las diferencias entre esa época y ésta. Nuestra relación con las armas era muy diferente y se centraba en buena medida en la defensa propia. Hoy en día, cuando hay del orden de 300 millones de armas en el país y hemos experimentado estos horrendos tiroteos, no podemos adoptar la misma postura. Estoy completamente a favor del control de armas, de eliminar las armas no sólo de los civiles sino también de la policía.

Se utilizaron pistolas de su propiedad en el secuestro y el tiroteo del Marin County Civic Center en 1970. Fue absuelta de todas las acusaciones. He leído que había comprador las pistolas para su propia defensa.

Sí, y comenté la circunstancia de que mi padre tenía armas cuando yo era pequeña; nuestras familias tenían que protegerse del Ku Klux Klan. [Hoy en día] tenemos leyes contra el odio, hacia las que tengo una actitud ambivalente, porque a veces acaban usándose contra la gente que era inicialmente víctima. La legislación contra linchamientos se dirige más hacia los niños negros y las llamadas pandillas. A veces las herramientas contra el racismo se ponen al servicio de una especie de racismo estructural.

El documental Free Angela and All Political Prisoners destaca mucho su relación con George Jackson, el activista de las cárceles muerto en la prisión de Soledad. ¿Demasiado?

Yo habría puesto el énfasis en otra parte. Si hablas con la directora, Shola Lynch, comprobarás que estaba trabajando dentro de géneros convencionales; ve la película como un drama político, un thriller criminal y una historia de amor. Aun así, la investigación que llevó a cabo fue realmente asombrosa. Entrevistó a uno de los agentes del FBI que me detuvieron y gracias a esa entrevista descubrí cómo me atraparon. Me impresiona cómo ha afectado la película a la gente joven. Puede ayudar a conversaciones entre generaciones de las que aprenda yo algo y aprenda algo la gente más joven.

¿Qué pasó con la forma de escribir radical, personal, de enfrentamiento de la década de los 60 y 70?

Es una pregunta interesante. En muchas cosas dependíamos de nosotros mismos. Esos experimentos son importantes, porque sin movernos a terrenos de los que uno no sabe nada, nunca habrá ningún cambio.

Supongo que hay gente que le dice: "Si no le gusta Norteamérica, ¿por qué se queda?"

He vivido en otros países, pero este es mi hogar, y me siento comprometida con la transformación de este país. Así lo he sentido desde que era niña. Mi madre era una activista que creía en las posibilidades de transformar el mundo. Y eso es algo a lo que todavía no he renunciado.

Los Angeles Times. Traducción para sinpermiso.info: Lucas Antón

Claves para un análisis feminista de la prostitución

Rosa Cobo

La Haine La prostitución es un antiguo fenómeno social que ha experimentado cambios muy profundos en los últimos treinta años, relacionados con dos procesos sociales que están transformando el mundo del siglo XXI y estrechamente vinculados a la crisis del contrato sexual. Mujeres en distintas partes del mundo han conseguido derechos y, además, los han ejercido. Por primera vez en la historia, grupos reducidos, pero significativos, de mujeres pueden decir, y dicen, ’no’ a los varones.

Esa primera parte del contrato sexual por el que cada varón se convierte en dueño y señor de una mujer, y cuya expresión social legítima es el matrimonio, ha entrado en crisis, pues ha dejado de ser la única opción para muchas mujeres. Sin embargo, este hecho no debe oscurecer que frente a esta mayor libertad para algunas mujeres, se encuentran otras cuya situación ha empeorado visiblemente. Y con esta afirmación, me estoy refiriendo a la segunda parte del contrato sexual, por la que un reducido grupo de mujeres es asignado a todos los varones y cuya expresión, socialmente reprobable, es la prostitución.

La idea que argumentaré brevemente es que a medida que algunas mujeres pueden desasirse del dominio masculino y conquistan parcelas de individualidad, otras son más intensamente dominadas y explotadas por el sistema patriarcal. Con la globalización neoliberal el rostro de la prostitución ha cambiado decisivamente, pues de ser una realidad social reducida se ha convertido en una gran industria global que moviliza miles de millones de euros anuales.

Para comprender la complejidad de esta práctica social hay que diferenciar dos planos: el intelectual y el ético-normativo. Primero hay que examinar la naturaleza y las causas de este fenómeno social y, en consonancia con ese análisis intelectual, adoptar una posición ético-normativa respecto a su existencia. Si el punto de partida, tras estudiar la prostitución y las causas que la originan, es que esta práctica social es una forma deseable de vida y no puede ser definida como una forma de explotación sexual, entonces la conclusión lógica es legalizar y reglamentar la prostitución. Si, por el contrario, se considera la prostitución una forma inaceptable de vida, resultado del sistema de hegemonía masculina, vinculada a la dominación patriarcal y que vulnera los derechos humanos de las mujeres al convertir su cuerpo en una mercancía y en un objeto para el placer sexual de otros, entonces se concluye la imposibilidad de su legalización.

El punto de partida ético-normativo, que compartimos quienes escribimos en este monográfico, es que la prostitución es una realidad social que debe ser erradicada porque es fuente inagotable de desigualdad y subordinación para las mujeres que la ejercen y para las mujeres en general [1]. Para ello es necesario distinguir el fenómeno social que es la prostitución del colectivo concreto que son las mujeres prostituidas, pues esta distinción nos permitirá criticar esa realidad social y al mismo tiempo establecer elementos de solidaridad con las mujeres que la ejercen. En otros términos, pondremos en tela de juicio la estructura de subordinación y explotación sexual que subyace a la prostitución y, al mismo tiempo, afirmamos nuestra solidaridad con las mujeres prostituidas.

Naturalización de la prostitución

Uno de los argumentos centrales de este debate hace referencia al estereotipo de que la prostitución es el ’oficio más viejo del mundo’. En el imaginario colectivo está profundamente arraigada la idea de que la prostitución es una realidad que está más allá de lo cultural. Todo fenómeno social para que pueda reproducirse a lo largo del tiempo tiene que estar sometido a procesos permanentes de legitimación. La primera legitimación de cualquier fenómeno social se encuentra en su propia facticidad. El hecho de que haya existido durante largos periodos históricos puede sugerir que forma parte de un ’orden natural’ de las cosas imposible de alterar.

Si, además de existir, también ha sobrevivido a intentos de acabar con esa realidad, como, por ejemplo, la legislación prohibicionista, entonces parece que tiene una fuerza que va más allá de lo puramente social. Uno de los subtextos del imaginario de la prostitución sugiere que está profundamente anclada en algún oscuro lugar de la naturaleza humana. Y éste es, desde luego, uno de los problemas que obstaculizan una posición crítica frente a la prostitución: su naturalización, pues con esos argumentos se coloca a esta práctica social en el orden de lo pre-político. En efecto, si el fundamento de esta práctica social está en la naturaleza, entonces difícilmente podrá ser definida como una institución y, por tanto, interpelada socialmente.

La invisibilidad del cliente

La prostitución es una realidad social cada día más compleja debido tanto al aumento creciente de los actores y procesos involucrados alrededor de esta institución como a los significados e implicaciones ideológicas que derivan de su existencia. En efecto, la prostitución hoy es una gran empresa global, vinculada a la economía criminal, y en la que intervienen muchos actores que se benefician de ese negocio: medios de comunicación, empresarios del sexo, agencias de turismo sexual, proxenetas, narcotraficantes o traficantes de mujeres. Sin embargo, los actores principales, en primera instancia, son las mujeres que ejercen la prostitución y los clientes que utilizan los servicios de estas mujeres.

En el imaginario colectivo, sin embargo, la prostitución está asociada a la imagen de la puta. Y, sin embargo, no hay mujer prostituida sin cliente. ¿Por qué el cliente ha sido invisibilizado en el imaginario de la prostitución? La prostitución, sin embargo, no debe ser definida como el oficio más antiguo del mundo sino como la actividad que responde a la demanda más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder al cuerpo de una mujer y lo logra a cambio de un precio [2]. Lo que queremos hacer notar es que la figura del cliente ha sido silenciada como si fuese un elemento completamente secundario en esta obra de teatro. Y este hecho es un claro indicador de la permisividad social que existe hacia el prostituidor. De ahí la necesidad de mostrar la asociación entre cliente y dominio masculino, pues solo así podrán visibilizarse las relaciones de poder que están en el origen de la prostitución.

Por eso es necesario resignificar el imaginario de la prostitución y poner a los clientes en el lugar que les corresponde. Es necesario señalar que esos varones son algo más que consumidores y la prostitución no es una práctica inocua sino que, como todas las demás, no puede desligarse de las relaciones de poder que estructuran cada sociedad. En sociedades patriarcales en las que los varones tienen una posición dominante difícilmente podría pensarse que la prostitución es una realidad ajena a las relaciones de poder entre los géneros.

En este sentido es necesario retomar la categoría de patriarcado, pues sin la misma perdería sentido la posición ético-normativa que mantenemos sobre la prostitución. Si prescindimos de esta categoría que da nombre a esa compleja estructura social nos quedamos sin las herramientas intelectuales que hacen posible su comprensión. En efecto, la prostitución, como realidad social, solo se hace legible a la luz de esta estructura sistémica que organiza la sociedad asignando recursos y derechos asimétricamente entre hombres y mujeres.

Consentimiento y coacción en las mujeres prostituidas

Un argumento que aparece recurrentemente en la literatura sobre prostitución y que está muy asentado en el imaginario colectivo es el de la legitimidad de la relación entre la mujer prostituida y el prostituidor, siempre y cuando las mujeres elijan libremente esa actividad. Sin embargo, ¿hasta qué punto las mujeres en situación de prostitución, todas ellas pobres y en algunos países, además, inmigrantes, pueden ser definidas como libres a la hora de elegir la prostitución como forma de vida? Con esta pregunta, queremos señalar que la cuestión del consentimiento es una variable fundamental a la hora de adoptar una posición ética sobre la prostitución.

¿Es un contrato libre, y por ello legítimo, el que establece la mujer prostituida y el cliente? La Modernidad se edificó sobre una nueva relación social, la contractual, y la piedra angular de ese edificio fue el consentimiento. La figura del individuo como sujeto político, la configuración de una nueva clase hegemónica, la burguesía, y la propuesta de un nuevo sistema político, la democracia son los elementos centrales del nuevo mundo. Y es ahí donde precisamente adquiere sentido la categoría de consentimiento. La Modernidad no aceptará la instauración de sistemas políticos ni relaciones sociales que no estén basados en un contrato basado en el consentimiento de sus miembros. No podríamos entender la democracia ni el resto de las relaciones sociales, incluido el matrimonio, fuera del contrato. Ese tipo de relación contractual es históricamente nueva y surge como una conquista frente a las relaciones sociales medievales, basadas en relaciones de adscripción.

A fin de comprender las relaciones sociales que se desarrollan entre el varón prostituidor y la mujer prostituida es necesario hacer una reflexión sobre la naturaleza del contrato y sobre la naturaleza del consentimiento.

Rousseau explica que un contrato firmado por dos partes en la que una de ellas está dominada por la necesidad no es un contrato legítimo. Kant también explica que no se puede ser al mismo tiempo cosa y persona, propiedad y propietario. Estos filósofos sugieren que esos contratos podrán ser legales, pero nunca legítimos porque la capacidad de decisión de quien está dominado por la necesidad vicia ese consentimiento. En esa misma línea, en el siglo XIX, Marx lanzaba una mirada crítica a los contratos establecidos entre un burgués y un obrero, entre un empresario y un trabajador, al poner en cuestión los contratos económicos basados en la necesidad absoluta de una de las partes contratantes. Y de esta argumentación se deriva una conclusión que ha estado en el fundamento de todas las teorías críticas de la sociedad: no puede haber libertad de contrato absoluto en sistemas sociales edificados sobre dominaciones. Ya en el siglo XX, Carole Pateman analiza el contrato entre prostituidor y mujer prostituida como carente de legitimidad, pues esa relación se origina en un contrato sexual sobre el que se edifican las sociedades patriarcales.

Nos interesa señalar que la ilimitada libertad de contrato forma parte del núcleo ideológico más duro del liberalismo y la crítica a esa libertad absoluta forma parte de las señas de identidad de los pensamientos críticos. La idea que queremos subrayar es que la libertad y el consentimiento de las mujeres que llegan a la prostitución son reducidos, pues están limitados por la pobreza, la falta de recursos culturales, la escasa autonomía y en muchos casos por el abuso sexual en la infancia. Y para que todo ello adquiera sentido hay que señalar que esas realidades están inscritas en el marco de sociedades patriarcales en las que los varones tienen una posición de hegemonía sobre las mujeres.

Los análisis que intentan justificar la prostitución como un contrato legítimo se apoyan en argumentaciones funcionales al neoliberalismo, para cuya ideología los contratos no deben tener límites. Los autores y autoras que defienden la legitimidad de ese contrato fundamentándolo en la voluntad del individuo, se olvidan que libertad y voluntad no coinciden en muchas ocasiones.

Para concluir, la prostitución como práctica social que consagra la explotación sexual sólo puede ser combatida con más libertad y más igualdad para las mujeres que se ven obligadas a ejercerla y todo ello en el marco de los derechos humanos.

"Sororidad" en cuotas: La división sexual del poder neoliberal

Victoria Aldunate Morales

La Haine Sería un enorme acto de “solidaridad de género” de parte de las señoritas y señoras del Congreso, convencer a sus colegas varones para que juntos, complementariamente -tipo “el yin y el yan”- paguen con sus sueldos millonarios el bono de la Ley de Cuotas.

A las damas de la clase política de todos los colores se les ve muy sororales por estos días. Hasta pronuncian la frase “solidaridad de género” en los interbiu que dan. ¡Y qué mayor sororidad que ahorrarnos a las demás esa plata que nos va a quitar el E$tado para pagar sus cupos!

Cada partido político que logre acomodar en un buen puesto a alguna de sus candidatas recibirá como “premio” un “bono” de 12 millones de pesos -cerca de 21 mil dólares-. La condición es bien clara: No sólo deben llevar candidatas a las diversas elecciones políticas, sino lograr que éstas sean elegidas. Eso porque las mujeres políticas se dieron cuenta de que los partidos suelen usarlas de decoración; las designan a destajo, publicitan que fueron “quienes más mujeres llevaron a las elecciones", se lucen con sus estadísticas “de género”, pero a la hora de las campañas reales optan por apoyar a hombres. ¡Obvio! Los hombres les creen a los hombres, respetan a los hombres, escuchan a los hombres, temen a los hombres, gustan de los hombres... Ahora deberán elegir entre la masculinidad y el dinero.

Pero la cosa es: esa plata que les van a pagar a los partidos por embutirse el “enfoque de género” alguien tiene que financiarla y no va ser Moya quien pague, sino nosotras y nosotros todos. Es como el peso ($) que nos instan a donar en los supermercados o en las cadenas farmacéuticas: Nos “solicitan” donar nuestro vuelto a fundaciones diversas y luego sus holdings se lucen por “solidarios”. Hacen caridad con nuestra plata, sin gastar ni un peso de la suya y con ventas que engordan sus arcas. Todo lo que ellos “regalan” sale de nuestros bolsillos y de nuestros hogares. Lo mismo creo que va a pasar con el bono ese, ellas tendrán su cuota del Paraíso masculino y nosotras -y nosotros- todos aquellos que no vivimos en sus barrios ni veraneamos en sus exclusivos balnearios, nuevamente pagaremos.

¡Las “igualitas” a las europeas!

Actualmente hay un 13% de mujeres políticas en el Senado y un 14% en la Cámara de Diputados (17 mujeres de un total de 120 Diputados). No han avanzado mucho con esta democracia sin alegría que tanto les gusta -y que las demás sobrellevamos hace casi 24 años-. Entonces ellas quieren igualarse a los hombres ¡y qué mejor que la Ley de Cuotas impulsada por la presidenta Bachelet! Alucinan con la Ley: Dicen que de aprobarse se va a incorporar al sistema Binominal, lo que hará de este sistema pinochetista un sistema “más amigable”.

Otra novedad es que las mujeres de la Clase Política podrían llegar a tener hasta el 40% del paraíso republicano y neoliberal $hileno. ¡Y lo mejor de todo!: piensan que vamos alcanzar el ideal nórdico-europeo, ya que las suecas, las danesas, las noruegas, etcétera, comenzaron con la Ley de Cuotas hace algunas décadas y ahora tienen un buen porcentaje de mujeres en los espacios políticos institucionales…

Parecen demasiado optimistas las chilenas, pero hay algo en lo que sí se parecen a las políticas europeas y es que entre ellas hay de todo: mujeres fascistas, mujeres racistas, mujeres dere$histas, mujeres imperialistas, mujeres que votan contra el aborto, mujeres que están a favor de las invasiones, también mujeres socialdemócratas y mujeres de izquierda parlamentaria, y claro no faltará alguna representante de “Minorías Sexuales” (para amenizar la cosa). En fin, son diversas, como les gusta decir, y a la vez tienen algo en común: todas están totalmente integradas al Patriarcado.

¿Sabrán las señoritas y señoras políticas de $hile que en esos países, en Suecia por ejemplo, se destina un 11% de inversión en la Salud Mental de las mujeres, mientras que en $hile sólo se destina el 3%?

Porque claro para que las mujeres toleren la vida femenina cuando no son parte de las elites -como la elite de la Clase Política-, necesitan suficiente apoyo en Salud Mental. Y peor si es “a la $hilena” porque acá más del 30% de los trabajos que suelen encontrar las mujeres son “por cuenta propia”, de personal de servicios domésticos y familiar no remunerados”*.

Si se trata de dejar de ser pobre, la creciente participación de las mujeres chilenas en el trabajo remunerado, no sirve para nada. La Encuesta CASEN, de Caracterización Socioeconómica Nacional, 2011 lo devela cuando concluye que el 51% de los hogares pobres y el 55% de los hogares indigentes tienen “jefaturas” femeninas. Las mujeres trabajan más y siguen siendo las más pobres de los pobres en $hile porque no estamos en Europa, y los poderes coloniales reemplazan la organización popular y la organización autónoma por formas políticas que sean “más manejables”.

Manejables para los Holdings que se roban nuestras fuerzas y nuestros pesos, manejables para los E$tados que siguen arrebatando territorio a los pueblos ancestrales, y más manejables para la Clase Política que receta calmantes a las mujeres en vez de despenalizar el aborto e intervenir concretamente en la defensa de nuestras vidas. La Ley de Cuotas es una forma política manejable, un muy buen negocio para los privilegiados del sistema y sus acompañantes. La presidenta Michelle Bachelet en 2006 ya había defendido su propuesta de Ley de Cuotas y su manera de hacerlo fue expresar en un Foro**: Esto “No es feminismo". Tiene toda la razón, no lo es. (Se agradece la aclaración). Quien apoya la Ley de Cuotas más que feminista, es arribista porque se quedó con la repartija neoliberal del Poder de la Clase Política, ahora entre sexos. victoria aldunate, feminista autónoma wallmapu

Notas

* Minuta de Empleo, Trimestre Marzo-Mayo 2013, Fundación Sol

** Foro Icare "Mujeres al timón”, Junio 2006)

La Haine

La guerra no declarada contra las mujeres y las niñas

Nuria Varela

La Marea Hasta la semana pasada era obvio (y no por ello mayoritariamente reconocido) que vivíamos una guerra no declarada contra las mujeres y las niñas. Los datos, aún parciales y aproximados -cuando hablamos de violencia contra las mujeres nunca tenemos datos exactos-, lo demuestran: existen en todo el mundo entre 113 y 200 millones de mujeres demográficamente desaparecidas. Cada año, entre 1.5 y 3 millones de mujeres y niñas pierden la vida como consecuencia de la violencia o el abandono por razón de su sexo; 6.000 niñas al día sufren la ablación del clítoris, alrededor de 600.000 mujeres mueren cada año al dar a luz y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), otras 47.000 fallecen todos los años como consecuencia de abortos inseguros y en malas condiciones de salubridad. Como publicó hace años The Economist, “cada periodo de dos a cuatro años, el mundo aparta la vista de un recuento de víctimas equiparable al Holocausto de Hitler”.

Las conclusiones del primer informe mundial sobre violencia realizado por la OMS, “estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyugal en la salud”, califican la violencia de género como “epidemia” y señalan afecta a un tercio de las mujeres en el mundo. En Europa, el Informe sobre violencia contra las mujeres realizado por la Agencia de los derechos fundamentales de la Unión Europea cuantificó que en el último año, 13 millones de mujeres sufrieron violencia física en los 28 estados miembros, 3,7 millones fueron violadas y nueve millones de mujeres fueron víctimas de acoso. A lo largo de su vida, 62 millones de europeas, es decir, una de cada tres, ha sufrido violencia física o sexual -la encuesta recoge datos a partir de los 15 años, así que se queda fuera toda la violencia sufrida por las niñas-.

La semana pasada, Aboubakar Shekau, el líder de Boko Haram, el grupo que secuestró hace ya más de un mes a 234 niñas nigerianas, hizo explícita esta declaración de guerra delante de las cámaras. El video se ha visto en todo el mundo. El tipo se alía nada menos que con Alá para escenificar todos los ingredientes de esta guerra: las muchachas son suyas, puede hacer con ellas lo que quiera; el secuestro es un castigo -lo merecen- por estudiar, por pretender tener una vida propia lejos de los mandatos de sumisión, lo que no impide que sean violadas porque el “honor” y la “castidad” que se les exige a las niñas no tiene nada que ver con lo que Alá les exige a ellos. Son moneda de cambio en el conflicto político que vive Nigeria y valen tan poco que indistintamente se las puede vender, esclavizar, abusar, intercambiar o convertir a una fe que no profesan. Es decir, cualquiera se puede apoderar de la voluntad de las niñas porque a las únicas a las que no les pertenece es a ellas mismas.

Ante esta declaración pública, obscena y desafiante del líder de Boko Haram, ante la demostración de que son prisioneras de una guerra que va más allá del conflicto nigeriano, que es una guerra contra los derechos humanos de estas niñas a las que se les niega incluso el respeto a su cuerpo y el acceso a la educación, ha habido una tardía pero global reacción de la sociedad civil y un tibio y de momento ineficaz movimiento de los gobiernos, incluido el de Nigeria. Al presidente Goodluck Jonathan no parece que le importen mucho incluso ahora, presionado por la comunidad internacional, sólo le oímos excusas sobre la dificultad de la misión de rescatarlas. Sería la primera vez que un ejército o las fuerzas internacionales se movilizan para defender los derechos humanos de mujeres.

Podemos cerrar los ojos y seguir ignorando esta guerra que asesina, viola y destruye la vida de millones de mujeres en el mundo pero ya es hora de dejemos de creer los mitos y las ideologías dogmáticas que defienden que la desigualdad entre hombres y mujeres es natural, histórica y, en consecuencia, irremediable. Ya es hora de trabajar para construir un mundo habitable también para las mujeres, un mundo donde las niñas tengan el derecho a vivir sin violencia y a recibir educación y, también, ya es hora de trabajar para educar a los niños dándoles la oportunidad de hacerse hombres no violentos.

Fuente: http://www.lamarea.com/2014/05/15/la-guerra-declarada-contra-las-mujeres-y-las-ninas/

América Latina: Mujer insurgente y libertaria

Daniel Benadava

Rebelión Históricamente las mujeres no hubiesen sido avasalladas en su dignidad si, como plantea Eduardo Galeano, Eva hubiese escrito el Génesis y aclarado que no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció nunca ninguna manzana a nadie y que Dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará.

Pero desde el principio de los tiempos los hombres escribieron la historia y condenaron a las mujeres a existir para complacer los deseos de ellos y a cargar con el rótulo de “sexo débil”.

Ahora bien desde la década del 70 del siglo pasado, tiempo en el que Juan Pablo I afirmó que Dios es Padre y mas aún Madre, muchas latinoamericanas comenzaron a sumergirse en la Teología de la Liberación y en el frescor de sus aguas pensaron críticamente su realidad, leyeron como hijas la Palabra de Dios y con ojos, mente y corazón de mujer, lo reconocieron desde su Ser Mujeres. En otras palabras, como dicen las indígenas tzeltales que habitan en territorio mexicano, experimentaron y descubrieron la dulzura de la Palabra de Dios, conociéndola, leyéndola y sacándole esa dulzura.

En palabras de la teóloga Pilar Aquino, las latinoamericanas reflexionaron sobre la vivencia que las mujeres y hombres tienen de Dios en sus prácticas que buscan transformar los sistemas que producen empobrecimiento y violencia contra las personas, con el fin de avanzar hacia nuevas relaciones sociales gobernadas por la justicia y la integridad de vida, en un ambiente cultural libre de dominación patriarcal.

Actualmente, diferentes comunidades latinoamericanas continúan desanudando la compleja trama en la que se encuentra enmarañada la subjetividad femenina e inventan nuevas formas relacionales. Entre estos colectivos se encuentra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional -EZLN- que, del 26 al 30 de mayo, organizará un encuentro en el que se compartirán pensamientos e historias de lucha y resistencia indígenas.

Una de estas luchas esta siendo protagonizada por las rebeldes e incómodas mujeres indígenas del EZLN que, habiendo participado muchas de ellas en comunidades de base adherentes a la Teología de la Liberación, ocupan un rol protagónico en las luchas campesinas ya que comprenden que la historia sin ellas no es más que una historia mal hecha.

Así desde el primer día del levantamiento del EZLN, en enero de 1994, lograron que se proclame la Ley Revolucionaria de Mujeres y, a través de ella, se transformaron en insurgentas y formalmente se reconocieron sus derechos a ocupar cargos de dirección en la organización, tener grados militares en las fuerzas revolucionarias, trabajar y percibir un salario justo, decidir el número de hijos a tener, participar en los asuntos comunitarios, elegir su pareja, recibir educación, etc.

Tal como dicen las mujeres del EZLN, aún falta mucho por hacer y por luchar porque resulta que eso de la dignidad es contagioso y son las mujeres las más propensas a enfermarse de ese incómodo mal. Pero es indudable que con su andar, emancipador y revolucionario, ellas están pariendo nuevas formas de vida insurgentes y libertarias que se propagan a través de las venas latinoamericanas.

(*) El presente texto fue publicado con anterioridad en el Nº 308 la Revista de Información Social y Religiosa Alandar.

El cuerpo de Scarlett: sexismo al desnudo

Ángela Solano

En lucha Se filtran fotos de Scarlett Johansson desnuda y acaba convertida en tendencia: Twitter echa humo desde primera hora de la mañana. A nadie le sorprende, ¿verdad?

Cuando leí su nombre entre los trending topics ya intuía lo que iba a encontrarme. Pincho sobre el hipervínculo y comienzo a ojear con precaución los comentarios. La mayoría están escritos por chicos, pero también los hay de chicas, y casi todos vienen a decir lo mismo si leemos entre líneas (no hace falta partirse demasiado la cabeza en esta ocasión): un cuerpo desnudo, y especialmente un cuerpo desnudo de mujer, está ahí para ser juzgado. A una vez le cae la ropa y transciende a la luz pública -de forma voluntaria o no, eso no resulta especialmente relevante para quienes participan de este show- ya no hay marcha atrás: su desnudez pasa a dominio público, eso que parece que es de todos porque no es de nadie, y que por lo tanto es susceptible de recibir comentarios de toda clase, ofensivos o no y casi sin derecho a rechistar. Pero resulta que ese cuerpo desnudo sí tiene dueña: sorpresa, el cuerpo de Scarlett… ¡pertenece a la propia Scarlett! Y si ella decide mostrarlo por motivos de trabajo o porque es naturista, o simple y llanamente porque le sale del coño, no implica que desee una avalancha de opiniones que no ha pedido por parte de gente que ni siquiera conoce, y que desde luego tampoco la conocen a ella. Este tipo de actitudes me crispan más aún cuando dichas imágenes son robadas -eso de “filtradas” se me antoja un eufemismo que no voy a secundar- por un fan obsesionado, un ex novio vengativo o una codiciosa productora de cine que ve en ello una oportunidad para promocionar su película de forma gratuita (como parece ser el caso).

“La primera vez que vi la escena estaba aterrorizada, en parte por el desnudo. No sabía cómo iba a ser usado ni cómo de desnuda iba a ser mi actuación, en sentido figurado”, comentaba la actriz en una entrevista durante el rodaje de la cinta en cuestión. “Tú asumes que va a haber un fotograma circulando. De alguna manera sopesas el valor del riesgo que estás tomando”, añadió. ¿No es triste e indignante que la impresión y la utilización que pueda tener nuestro cuerpo desnudo sea motivo de miedos? ¿No es triste e indignante que deba considerarse “arriesgado” aparecer desnuda en pantalla y por exigencias del guion, según asegura la actriz? Scarlett sabía de lo que hablaba, y también sabía que no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto. No en vano, es la segunda vez que le sucede esto: ya le hackearon el teléfono móvil en otra ocasión con idénticos resultados. Todo el mundo parece tener algo que decir acerca de su cuerpo, un cuerpo que no es exactamente el típico al que desean someternos. Se trata de una mujer con curvas, con todos sus “adeptos” y “detractores”, y eso echa más leña a la hoguera del cotorreo. Si no me creéis, os animo a que le deis un repaso a las redes sociales: muchos comentarios resultan absolutamente deplorables y lo cierto es que ni siquiera brillan por su ingenio.

Supongo que quienes se deleitan con estas bromitas facilonas serían mucho más originales si fueran ellos los que, al despertar por la mañana, descubrieran una foto de sus propios cuerpos en cueros inundando internet y generando un alud de observaciones por parte de sus usuarios. Más de lo mismo, nada nuevo bajo el sol, y encima como te quejes eres una hipócrita amargada, porque la gente simplemente está reconociendo una obviedad. Hasta Lucía Etxebarria lo ha dicho: “Scarlett Johansson está buenísima, desnuda también”. Así que nada, arreando, que aquí lo menos relevante del asunto es que a Scarlett nuestra opinión le importe un pimiento y no lo considere más que un fastidioso “gaje del oficio” (¿o deberíamos decir un “gaje de ser mujer”?). Yo, por mi parte, esperaré a ver la película, que me han dicho que va de extraterrestres, aunque la crítica -cinematográfica- no termina de ponerse de acuerdo en sus valoraciones. Diez años ha tardado el director Jonathan Glazer en darle forma a Under the skin, no sé si le habrá sentado demasiado bien que al final que la productora decida vender su obra “filtrando” desnudos, pero esa reflexión ya la dejo para otra ocasión.

Ángela Solano (@Angela_Freebird) es militante de En lucha / En lluita.

Fuente: http://enlucha.org/articulos/el-cuerpo-de-scarlett-sexismo-al-desnudo/#.U1d2asd4wgM

La abeja obrera: Seguir siendo mujer al hacer la revolución

Valeria Silva

Rebelión Uno de los más vergonzosos errores de las y los ex marxistas, desertantes y resentidos autodenominados desde la conciencia intelectual como “maduros” es la ligereza de asumir al marxismo casi como sinónimo de machismo. Cuando una mujer feminista se define como marxista no faltan las feministas que la condenan como traidora, eurocéntrica o trasnochada; de la misma manera, cuando una marxista se define como feminista, no faltan los camaradas que la acusen de revisionista, posmoderna o pequebú. En efecto, durante el siglo XX se han construido fronteras falaces a causa de la enajenación generada por el mal manejo de las teorías que son en sí mismas libertarias.

El ocaso del siglo XX ha ignorado que Marx y Engels ya en el Manifiesto Comunista evidenciaron que el modo de producción capitalista dejaba la peor plaza en la sociedad a las mujeres, incluso en el hogar. Lenin lo tenía presente, sus camaradas más entrañables también. La revolución bolchevique se encargó de liberar espacios jurídicos, espacios familiares y espacios formales para las mujeres, en una sociedad que no dejaba de sentir el olor del zarismo.

El amor de las abejas obreras y la bolchevique enamorada, entre otras, son de las mejores proyecciones del alma de Aleksandra Kollontái (1872-1952), una de las luces más resplandecientes del comunismo revolucionario ruso y, en definitiva, del marxismo feminista. Es menester decir que ciertos camaradas varones de ese entonces sufrían de miopía en lo que respecta al apremio de revolucionar el “mundo de hombres” y convertirlo en un mundo también de mujeres; la avanzada intelectual al respecto, como no podía ser de otra manera, estaba vestida de mujer. Así, Aleksandra -de origen aristocrático y a pesar de éste- levantó la bandera de la liberación femenina estacándola en los intersticios de las leyes, del partido y de las familias, siendo de las principales impulsoras del derecho al aborto, al divorcio y al salario igualitario como responsabilidades estatales, responsabilidades de un Estado revolucionario y comunista.

Aleksandra fue la primera mujer elegida en el soviet de Petrogrado y, posteriormente, la primera mujer en el mundo en fungir como embajadora. Su lucha desde la más rigurosa formación marxista y desde dentro del Estado jamás dejó de atender las necesidades de organizarse como mujeres y entre mujeres para hacer en la URSS una verdadera y profunda revolución, desde las entrañas. Lamentablemente, después de 1925 muchos de los alcances en contra de la privatización de las relaciones personales y de la enajenación del cuerpo propio fueron rifados en la reinstauración de la moral burguesa –el aborto en 1936, la homosexualidad en 1934-. La educación mixta, el adulterio y el divorcio fueron algunos de los elementos que fueron señalados como incómodos y que fueron modificados para aquella reinstauración. Su misión diplomática desde 1923 fue su forma de sobrevivir a las purgas de stalinistas. La amiga de Lenin volvió a Rusia después de la segunda guerra mundial y murió en su tierra en a los 80 años, sin dejar de confiar en la revolución bolchevique, incluso -apostaría- a pesar del dolor en el alma que le producían las fallas, los errores y las muertes injustas. Lo que es irrefutable es que permaneció firme y al servicio hasta el final.

Ser abeja obrera es pertenecer a la colmena. Ser abeja obrera es ser mujer. Ser abeja obrera es ser marxista y militante. Ser abeja obrera es asumir que camarada no es aquel que a pesar de formación y de su militancia es un canalla con su pareja, con sus hijas, con su madre o con sus hermanas. Ser abeja obrera es combatir la moral burguesa en la casa, en el trabajo, en el Estado y en la cama. Así eran las abejas obreras que aparecen en el libro de Aleksandra en los 20’s, así fue ella misma, así tenemos el deber de ser las mujeres del proceso de cambio.


Valeria Silva es marxista feminista

Sindicatos para ganar al machismo

Mireia Gargallo

Periódico En lucha / Diari En lluita Las mujeres han desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de las luchas obreras, pero a menudo sus voces han sido silenciadas o relegadas a un segundo plano.

Las estructuras de los sindicatos mayoritarios, pero también la de los más combativos, están fuertemente masculinizadas, incluso en aquellos sectores donde las mujeres son mayoría. En 2010 la afiliación femenina es de un 14,8% frente al 17,8% de los hombres, según la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo. Esto se traduce también en una mayor presencia de hombres en los cargos de representación sindical.

Esta situación es un espejo de la sociedad en general, donde las mujeres ocupan puestos de trabajo altamente precarizados, a menudo con salarios bajos y jornadas parciales y donde los sindicatos a menudo no están implantados. A estas condiciones hay que añadir una doble jornada, porque se encargan mayoritariamente de las tareas reproductivas y de cuidados. La sobrecarga de trabajo a la que están sometidas genera que el tiempo disponible para la participación en el sindicato sea escaso o inexistente.

Para invertir esta tendencia es necesario que los sindicatos comiencen a desarrollar estrategias para ser útiles en las luchas de las trabajadoras que ocupan puestos de trabajo más precarios. Esto a menudo significa un cambio organizativo, no sólo en horarios y previsión de guarderías, entre otros, sino también en una estructura más flexible y participativa donde se produzca un empoderamiento colectivo que pueda ser el motor de posibles luchas.

Por otra parte, los sindicatos deben tener como elemento fundamental y transversal de todas las luchas cuestiones que afecten específicamente a las mujeres, como los despidos por estar embarazadas, la discriminación por el cuidado de familiares dependientes, el acoso sexual, la discriminación por razón de sexo u orientación sexual, etc. Es imposible interpelar a la participación de las mujeres si no se tienen en consideración cuestiones de género.

La lucha sindical se hace más fuerte y efectiva cuando se lleva a cabo conjuntamente con la lucha contra la opresión.

Mireia Gargallo (@MireiaSants) es militante de En lluita / En lucha

Fuente: http://enlucha.org/diari/sindicatos-para-ganar-al-machismo/#.U3SIeC94wgM

República Dominicana: La Ley Nacional de semillas hará desaparecer la agricultura familiar campesina

Vía Campesina La producción de semillas es un proceso esencial de la agricultura. Gracias a éste, los campesinos y campesinas han domesticado las especies vegetales que hoy consumimos. Por eso es vital la protección del patrimonio genético del país, de todas y todos, de los campesinos y campesinas o de los que por opción deciden sembrar huertos en sus jardines en las urbes.

La Articulación Nacional Campesina (ANC) ve como grave para la agricultura la propuesta de Ley Nacional Semillas que fue aprobada por el Senado de la República, propuesta por el legislador Amílcar Romero. La agricultura campesina sólo saldrá perdiendo de aprobarse definitivamente esta nueva ley por parte de la Cámara de Diputados, afirmaron los/as dirigente de la ANC.

Con esta ley se estaría desconociendo los conocimientos y saberes ancestrales en la producción, conservación y cuidado de las semillas alimentarias y medicinales, producida principalmente por las mujeres y declarada por la Vía Campesina Internacional como patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad

Para la Articulación Nacional Campesina (ANC) como parte de la Cloc- Vía Campesina Dominicana y Organizaciones Aliadas, ve en el trasfondo y la terminología de esta nueva ley, tales como "semilla certificada" que sólo esconde detrás el fortalecimiento del agronegocio y la privatización del sector agropecuario; dejando a unos cuantos grupos empresariales el beneficio de lucro. Todo en el marco de la privatización que se pretende con las leyes de agua y de minería, expresaron.

Manifestaron que este proyecto de ley fue conocido de manera sigilosa por los senadores y que no contó con la consulta de los sectores campesinos. La ANC entiende que existen suficientes marcos legales para el uso y regulación de semillas en el país, solo es cosa de actualizarlos y hacer real su aplicación.

Plantearon que el esquema propuesto en la nueva ley va en camino de privatizar el uso de las semillas, y que es una seria amenaza a la producción que la dejaría dependiente del mercado, y no ya de las necesidades de consumo de la población.

Advirtieron también que la misma no se toma en cuenta la protección a las variedades locales de semillas. Ya que este proyecto no deja claro la protección ANCde la bioseguridad, y posibilita la entrada al país de materiales genéticamente modificados (OGM).

Las personas que trabajan la tierra deben tener el derecho de practicar la gestión sostenible de los bienes naturales y de preservar la diversidad biológica y los conocimientos tradicionales y ancestrales, libre de derecho de propiedad intelectual y basados en el respeto de la diversidad cultural.

La semilla y toda la biodiversidad terrestre y acuática constituyen el corazón de la Soberanía Alimentaria puesto que de ellas nace toda la producción de alimentos. Y es sobre en quien descansa la posibilidad de alimentarse de toda la humanidad.

Seguimos luchando por la libre circulación de las semillas y resistiremos todas las amenazas a las semillas, como su apropiación corporativa, su manipulación genética y su apropiación a través de los derechos de propiedad intelectual.

La Articulación Nacional Campesina (ANC) y La Cloc Vía Campesina hace un llamado a todas las organización del sector agropecuario a estar vigilantes frente a este nuevo intento privatizador y neoliberal. Por esto plantea que:

1) Realizará un encuentro nacional del sector campesino para evaluar la nueva propuesta de Ley Nacional de Semillas.

2) Proponer a la Cámara de Diputados que sean recogidos, revisados y actualizados en un solo textos todas las leyes y reglamentos sobre la regulación y uso de semillas en el país.

3) Que sean integrados todos los sectores involucrados en el sector agropecuarios en la discusión de esta nueva propuesta de ley.

4) Asumir una posición vigilante frente a la ola privatizadora que arropa al continente en materia de producción de alimentos que atenta contra la Soberanía Alimentaria.

5) Demandamos de la FAO en el año de la agricultura familiar y campesina instar a los gobiernos y en especial al gobierno dominicano a respetar las practicas ancestrales de las comunidades a controlar, reproducir, intercambiar, mejorar y criar variedades de semillas.

Fuente original: http://viacampesina.org/es/index.php/temas-principales-mainmenu-27/biodiversidad-y-recursos-gencos-mainmenu-37/2153-republica-dominicana-ley-nacional-de-semillas-hara-desaparecer-la-agricultura-familiar-campesina