sábado, junio 21, 2014

La economía feminista desnuda al capitalismo

Mª Ángeles Fernández

Pikara Magazine. Prima de riesgo, euríbor, rescate, paro, mercados, bonos, ‘banco malo’. Abrir la sección de economía de cualquier diario produce estupor, indiferencia y, últimamente, pesadumbre. Las fotografías no tienen espacio, los fríos y deshumanizados gráficos sirven de ilustración, y el color salmón es, en muchos casos, el único matiz que permite volar la imaginación. La sensación de escalofrío paraliza si se indaga en los contenidos: una visión neoclásica de la economía, sinónimo paupérrimo de mercado. Y de capitalismo, disfrazado bajo el narcótico de economía de mercado.

“La economía convencional ha limitado mucho el análisis económico a las actividades mercantiles, principalmente a la gran empresa. La economía feminista intenta apartar al mercado del centro del análisis para abrirlo hacia temas como la sostenibilidad de la vida y la importancia de la reproducción social”, inicia la conversación al otro lado del teléfono Yolanda Jubeto, profesora de la Facultad de Economía de la Universidad del País Vasco. “Hay que vincular lo económico con lo social, porque lo social está en el centro de lo económico”, añade. Y ahí el feminismo es pionero.

“La economía feminista ha sido una de las corrientes económicas que con más argumentos ha estado criticando el fundamentalismo de mercado. También ha cuestionado la universalidad del ‘homo economicus’ movido por el egoísmo”, toma la palabra Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo Olavide. Una corriente económica que parte de la invisibilidad a la que ha sido sometido el trabajo del cuidado, la reproducción de las mujeres o el trabajo de los pequeños productores y productoras agrícolas y que han hecho posible el trabajo asalariado.

La discriminación y la desigualdad social de las mujeres hunden sin duda parte de sus raíces en la economía practicada de manera mayoritaria, la capitalista. Las estadísticas (entendidas de manera simplificada y universal en el PIB –Producto Interior Bruto-) reflejan poco las distribuciones del tiempo y obvian determinados trabajos y procesos fundamentales para la reproducción social y humana y para el mantenimiento de las condiciones de vida. “Ofrecen una visión desfigurada de la realidad”, concreta en uno de sus textos de Cristina Carrasco, profesora de Teoría Económica de la Universidad de Barcelona. Hablan únicamente de crisis financiera, pero obvian otras como la alimentaria o la de género, entrelazadas a la primera según la economista mexicana Alicia Girón.

¿Tiene la opresión y marginación de las mujeres en un sistema patriarcal una base económica?, preguntamos vía cuestionario a Gálvez. “Sin duda. El patriarcado es un sistema basado en las diferencias de poder entre mujeres y hombres, y por tanto en el dominio de los hombres sobre las mujeres. Gran parte de ese poder se basa en un distinto acceso a los recursos económicos como la tierra, el capital o el empleo, lo que ha limitado enormemente la autonomía y la libertad de las mujeres y las ha llevado a una situación de dependencia. A eso habría que unir el haber asignado a las mujeres casi de manera ‘natural’ los trabajos de cuidados no remunerados que han redundado en esa falta de autonomía y libertad”.

La discriminación más allá de la nómina

Los datos están ahí. Y son fáciles de comprobar. Según un informe presentado recientemente en el Estado español, las mujeres ganan un 15,3 por ciento menos que los hombres. “En ningún caso las mujeres perciben mayor remuneración que los hombres ni por condiciones personales, ni empresariales, ni geográficas, ni de competitividad”, recoge el documento titulado ‘Determinantes sobre la Brecha Salarial de Género en España’, del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y del Consejo Superior de Cámaras de Comercio. La diferencia de salario es, obviamente, una simple estadística desnuda que no explica la exclusión que practica la economía capitalista ni siquiera la división sexual del trabajo. Es un análisis reduccionista y limitado, pero que forma parte de una estructura consolidada.

Las nóminas hablan exclusivamente del espacio extradoméstico, de lo público, pero ¿qué ocurre detrás de la cortina? Y es que, son de nuevo las estadísticas (esas que copan los titulares) las que corroboran algo de sobra conocido: por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares (de cuidados obviamente) lo hacen 27 mujeres. Porque los hogares no se reproducen sólo con el salario, hay detrás un trabajo invisibilizado. Y ahí toma cuerpo otra de las reivindicaciones de la economía feminista. Yolanda Jubeto lo explica claramente: “La economía feminista ha hecho mucho hincapié en analizar o en abrir esa caja negra de la familia y de la unidad doméstica, en la que no solamente aportamos fuerza de trabajo y somos consumidoras, sino en la que se crean toda una serie de relaciones sociales económicas en el sentido de que creas bienestar para la gente y contribuyes desde la base a la reproducción social de la economía”. Si sabemos el número de diputadas, ¿por qué no existe ningún indicador sobre el número de hombres que hay como amos de casa?

Para hablar de economía hay que hablar de la reproducción social ampliada de la vida. Los titulares de la prensa ‘salmón’ deben cambiar. Y también su color. Y dejar de hablar de los hogares como centros de consumo, porque también lo son de producción, una producción básica para que el capitalismo funcione y se nutra, por ejemplo, de sus ansiados recursos humanos. Y también habría que hablar de tiempos, y de sus usos… Seguramente la sección de economía de los diarios sería más entretenida y menos frívola.

La alternativa, por tanto, pasa por repensar los conceptos, las base, ideas y las estructuras. El paradigma, en definitiva. Carrasco considera en sus escritos que hay que romper “los binarismos impuestos y las fronteras forzadas: dicotomías como la división entre lo público y lo privado, el trabajo familiar doméstico y el asalariado, la sostenibilidad del planeta y de las personas, los países del norte y del sur, y un largo etc. que impiden un análisis global no sesgado de la realidad”. Y aquí las palabras de la ciencia económica son otras: empleo, corresponsabilidad, empoderamiento, cuidados… incluso democracia genérica. “Se habla de trabajo, pero se equipara con el empleo. Sólo el trabajo que tiene una remuneración es el que se valora, mientras que el que no pasa por las relaciones mercantiles es tarea doméstica”, explica brevemente Jubeto.

La ‘feminización’ de la pobreza de la crisis

Al principio la crisis pareció dejar nacer una perspectiva positiva, ¡se habló de la necesidad de cambiar el sistema! Pero hace mucho que esa idea ha abandonado los debates mayoritarios. Ahora el empeño pasa por debilitar el sistema público, reducirlo y minimizarlo. “Los servicios públicos son fundamentales para las mujeres porque emplean a muchas y también porque dan servicios asignados tradicionalmente a éstas. Todo esto hace que la carga de trabajo de las mujeres se multiplique en una época de crisis, donde se está poniendo todo el acento en la familia, que es uno de los pilares sobre los que están recayendo la mayor parte de los recortes”, sostiene Jubeto.

De la crisis se puede salir, por una parte, sostiene Lina Gálvez, con una intensificación del trabajo de las mujeres, sobre todo del trabajo de cuidados no remunerado, “lo que limita enormemente su empleabilidad y remarca los estereotipos de género que vinculan a la mujer con el hogar”. Y por otra parte, continúa, con retrocesos en los avances de igualdad tanto en el ámbito económico como en otros ámbitos “como ya estamos viendo en España con menor representación femenina en los órganos de gobierno o la inminente reforma del derecho al aborto”. Incluso, aunque fuera prácticamente una cuestión estética, se ha cerrado la sede de ONU Mujeres en Madrid.

Los resultados no son nuevos: el ajuste estructural practicado de manera casi unánime en América Latina provocó un ciclo de empobrecimiento femenino y una feminización de la pobreza. El espejo está colocado. Y algunas ya se miran. “El trabajador es como un servidor. Se ha trasladado la economía del trabajo doméstico fuera del hogar; es decir, se han feminizado los puestos de trabajo de los varones”, ha afirmado la filósofa Celia Amorós.

A pesar de todo ello las propuestas feministas tienen cada vez más espacios y altavoces. “Se están abriendo muchos foros, plataformas, reflexiones, el 15M en muchas partes del Estado…”, reflexiona optimista Jubeto. “Existe necesidad de ir construyendo una alternativa que nos dé oxígeno, porque el sistema nos está quitando en muchos casos el oxígeno e incluso las ganas de vivir como no tengas un entorno que te alimente, te dé amor y cariño”, añade. Mientras, Lina Gálvez apunta que la economía feminista partía con ventaja por ser una de las corrientes económicas con más argumento y que más tiempo llevaba combatiendo el fundamentalismo de mercado y ahora ha logrado mayor legitimidad: “Muchos colegas comienzan a ser más permeables a nuestras propuestas”.

Las alternativas

Que las propuestas se oigan y calen es uno de los principales avances. Así lo considera Alicia Girón, economista mexicana, quien también habla, por ejemplo, de los presupuestos con enfoque de género. Pero el camino es largo.

“El buscar y tener como objetivo una sociedad más justa y equitativa es uno de los horizontes que buscamos, donde las relaciones sean mucho más horizontales y solidarias. Tenemos que ir creando de manera conjunta esa alternativa y eso exige un enfrentamiento completo con las tendencias actuales”, subraya la profesora de la UPV, quien habla de potencialidades y nuevas ideas, como el decrecimiento. Reducir el consumo, apostar por una cultura de la suficiencia y situar el cuidado de las personas en el centro del sistema sería parte de ese nuevo imaginario.

Según se expone en el libro Más allá del desarrollo, la feminista socialista alemana Frigga Haug propone distribuir el tiempo de vida entre el empleo, reproducción, cultura y participación política. Mientras que en Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera, de Lina Gálvez y Juan Torres, se habla de equilibrio de poderes, de acabar con las políticas deflacionistas, de redistribución de la renta, de gasto público, de bancos públicos, de acceso al crédito, de nuevos mercados de trabajo, de conservación de especie humana, de una economía que no sea esclava del mercado, de la no destrucción de los recursos… ¿Y si pintamos de otro color la sección de economía de los periódicos?

El patriarcado: ¿una organización social superada?

Alicia H. Puleo.

TEMAS ¿Existe el patriarcado o ya ha desaparecido? ¿Es propio únicamente de países lejanos o de épocas remotas de la Historia? La antropología ha definido el patriarcado como un sistema de organización social en el que los puestos clave de poder (político, económico, religioso y militar) se encuentran, exclusiva o mayoritariamente, en manos de varones. Ateniéndose a esta caracterización, se ha concluido que todas las sociedades humanas conocidas, del pasado y del presente, son patriarcales. Se trata de una organización histórica de gran antigüedad que llega hasta nuestros días. En efecto, consideremos uno a uno los aspectos del poder a los que se refiere esta definición y veremos que somos incapaces de dar un solo ejemplo que no corresponda a ella. Sobre la causa de esta universalidad del patriarcado existen variadas hipótesis.

Ahora bien, es evidente que no todas las sociedades se ajustan a la definición de patriarcado de la misma manera ni con la misma intensidad. En otro lugar, he distinguido entre patriarcados de coerción y patriarcados de consentimiento . Aunque se trata de un intento de clasificación y, como tal, es siempre esquemático y simplificador, puede ayudarnos a pensar las preguntas iniciales. Los que he llamado “patriarcados de coerción” mantienen unas normas muy rígidas en cuanto a los papeles de mujeres y hombres. Desobedecerlas puede acarrear incluso la muerte. Este tipo de patriarcado puede ilustrarse de manera paradigmática con el orden de los muhaidines en Afganistán, que recluyó a las mujeres en el ámbito doméstico y castigó duramente a quien no se limitara estrictamente a los roles de su sexo. El segundo tipo, en cambio, responde a las formas que el patriarcado adquiere en las sociedades desarrolladas. Como Michel Foucault señaló con respecto al dispositivo de sexualidad y al poder en su conjunto, con la modernidad, la coerción deja su lugar central a la incitación. Así, no nos encarcelarán ni matarán por no cumplir las exigencias del rol sexual que nos corresponda. Pero será el propio sujeto quien busque ansiosamente cumplir el mandato, en este caso a través de las imágenes de la feminidad normativa contemporánea (juventud obligatoria, estrictos cánones de belleza, superwoman que no se agota con la doble jornada laboral, etc.). La asunción como propio del deseo circulante en los media, tiene un papel fundamental en esta nueva configuración histórica del sistema de género-sexo.

Como bien nos recuerda Celia Amorós en La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres (Cátedra, 2005), el patriarcado no es una esencia, sino un sistema metaestable de dominación ejercido por los individuos que, al mismo tiempo, son troquelados por él. Todos formamos parte de él y estamos forjados por él pero eso no nos exime de la responsabilidad de intentar distanciarnos críticamente de sus estructuras y actuar ética y políticamente contra sus bases y sus efectos. Que el patriarcado sea metaestable significa que sus formas se van adaptando a los distintos tipos históricos de organización económica y social, preservándose en mayor o menor medida, sin embargo, su carácter de sistema de ejercicio del poder y de distribución del reconocimiento entre los pares. Respecto de esto último, agregaré un sencillo ejemplo: todas las semanas me sigue asombrando la abrumadora dosis de reconocimiento intelectual y artístico que adjudican los suplementos literarios de todos los periódicos a creadores consagrados y noveles frente a la exigua ración otorgada a las creadoras de cualquier rango. Es evidente que, del siglo XVIII a nuestra época, no ha cambiado demasiado la percepción del “genio” como eminentemente viril.

Reflexionando sobre el patriarcado y los obstáculos que pone al reconocimiento del genio en una mujer, en su libro La política de las mujeres (Cátedra, 1997), Amelia Valcárcel subraya justamente que el acceso a la igualdad pasa tanto por la democracia paritaria y el empleo femenino como por el reconocimiento de la individualidad y del mérito en las mujeres y que un buen comienzo es la práctica de la solidaridad entre las mismas mujeres (excepto en el caso de que ésta implicara apoyo a medidas o ideologías contrarias a la emancipación). En Malas (Aguilar, 2002), Carmen Alborch ha examinado, a la luz de numerosos ejemplos, la rivalidad entre mujeres y los obstáculos para la solidaridad, dificultades relacionadas con la falta de autoconciencia de pertenecer a un colectivo históricamente discriminado. Descubrir la trama de la red socio-cultural en la que vivimos y de la que hemos extraído elementos para la constitución de nuestra propia identidad no es tarea sencilla.

La desaparición de los elementos coercitivos tanto en el plano de la ley como en el de las costumbres se debe fundamentalmente a las luchas del feminismo. Con ello me refiero tanto a su primera manifestación masiva con el sufragismo que conquistó el derecho al voto, como a la “segunda ola” de los sesenta-setenta del siglo XX, con su profunda transformación de las relaciones afectivo-sexuales, y a las investigaciones académicas, grupos locales y políticas de acción positiva de ámbito nacional e internacional que existen actualmente. Muchas son las tareas pendientes y una de ellas, como señala Alicia Miyares en Democracia feminista (Cátedra, 2003) es reconocer y asumir que el feminismo es una teoría que ha de vertebrar la práctica política.
La consideración de la violencia contra las mujeres, antaño considerada parte del orden natural de las cosas, como un grave delito relacionado con el sexismo es un paso fundamental para terminar con una tradición que no reconoce la autonomía a la mitad de los seres humanos. Que muchos de los asesinatos de mujeres sean realizados por hombres que no aceptan la ruptura de la pareja es significativo. “La maté porque era mía”, concepción subyacente a estos crímenes, es una de las expresiones más trágicas del orden patriarcal o sistema estratificado de género. Por ésta y otras asignaturas pendientes como la gran desigualdad en el acceso a los recursos y al reconocimiento, no puede decirse como han hecho algunas pensadoras de la diferencia sexual, que “el patriarcado ha muerto porque ya no existe en la mente de las mujeres”.

En las últimas décadas, se ha tendido a reemplazar el término patriarcado por el de sistema de género (o de sexo-género). Esta sustitución ha sido y es discutida en los ámbitos de pensamiento feminista con diversas y fundamentadas razones que no puedo aquí desarrollar por razones de espacio. Para muchas personas, entre las que me incluyo, el concepto de género como construcción cultural de las identidades y relaciones de sexo puede ser de utilidad para la comprensión de la organización jerárquica patriarcal si no se abandona el talante crítico feminista que pone de relieve la persistente desigualdad entre los sexos. La reacción indignada de tantos articulistas y literatos ante la generalización del uso de este término me ha reforzado en tal convicción. Un conocido lingüista propuso “sexo” y “naturaleza” como términos adecuados en lugar de “género”. El 13 de mayo de 2004, la Real Academia Española llegó a emitir un informe instando al gobierno a utilizar, en la denominación de la ley integral en curso de preparación, la expresión “violencia doméstica” en vez de “violencia de género”. Creo que a esta fuerte resistencia a aceptar un término que apunta al carácter estructural, cultural, histórico y sistemático de la organización patriarcal puede aplicarse el concepto de Pierre Bourdieu de violencia simbólica como mecanismo que dificulta la lucha cognitiva tendente a alcanzar la autoconciencia y la autonomía de un grupo oprimido. En nombre de las normas lingüísticas, se obstaculiza el uso de instrumentos conceptuales capaces de desafiar la relación de subordinación. Se priva, así, de significantes y significados adecuados a quienes intentan transformar las relaciones sociales. “Género” queda excluido del lenguaje por ser “una mala traducción del inglés” gender y “patriarcado” en el diccionario de la Real Academia no alude más que a una “organización social primitiva” en la que la autoridad recaía en el varón jefe de cada familia, o al “gobierno o autoridad de un patriarca”. A su vez, “patriarca” es definido como “persona (sic) que por su edad y sabiduría ejerce autoridad en una familia o en una colectividad”. Ni rastros de la reelaboración feminista y de su fuerte impacto en las ciencias sociales contemporáneas. ¿Simple casualidad? Quizás debamos pensar que no lo es, sobre todo cuando todavía el término “feminista” es utilizado como un insulto contra los que creen que la igualdad entre los sexos es un legado y una promesa del pensamiento democrático.

La prostitución: aportaciones para un debate abierto

Beatriz Gimeno

Transversales La regularización de la prostitución como un trabajo más o la lucha por su abolición se ha convertido en los últimos años en un asunto que ha dividido en dos mitades irreconciliables al movimiento feminista. El debate feminista ha alcanzado niveles de tal virulencia que es imposible llegar no ya a un acuerdo, sino siquiera a escuchar los argumentos de la otra parte. Intentar debatir, como yo misma he intentado a veces, con buena voluntad, reconociendo que algo de razón pueden tener incluso las oponentes, intentando no descalificar, reconociendo que feministas somos todas, es imposible. Es una discusión cerrada por ambas partes donde apenas es posible la reflexión. Y, sin embargo, este debate mucho más que otros necesita una buena dosis de reflexión. Y lo necesita porque pocos temas políticos e ideológicos son tan complejos y mezclan cuestiones tan diferentes, tan contradictorias y de tan difícil solución.

Casi nadie discute que cuando hablamos de prostitución hablamos, en gran parte de pobreza, de injusticia, de desigualdad. Intentar por todos los medios buscar soluciones para conceder derechos básicos de ciudadanía a las personas que se dedican a la prostitución, en eso, creo que todas estamos de acuerdo, pero no lo estamos en la necesidad de que la consecución de dichos derechos pase necesariamente por la regularización de esta actividad como un trabajo más. Las partidarias de la regularización, generalmente, se niegan a entrar en la consideración de los factores estructurales que mantienen viva esta institución, mientras que las partidarias de la abolición opinamos que es imposible luchar por la igualdad entre hombres y mujeres si no aceptamos la centralidad -y necesaria abolición- de la prostitución en el sistema de género. Referirnos a los factores estructurales que condicionan la existencia de esta institución puede parecer frío cuando estamos hablando de la vida concreta de muchas mujeres que sufren; pero es que precisamente de eso se trata. Sabemos que la prostitución ha sido uno de los factores más importantes de control patriarcal sobre todas las mujeres. Por tanto, de alguna manera, la prostitución somos todas.

Cambié mi manera de pensar respecto a la prostitución a raíz de una conversación con una conocida antropóloga, partidaria a ultranza de la legalización. Yo comenté que me preocupaba el impacto que la regularización de la prostitución podía tener para legitimar, e incluso reforzar, la construcción de la sexualidad masculina hegemónica. La contestación de ella fue: “¿Qué me importa a mí la construcción de la sexualidad masculina?”. Entonces, simplemente me di cuenta de que este debate no tiene solución porque estamos en niveles de análisis diferentes. Dice Pheterson, una de las mayores teóricas proregulación, que los desarreglos psíquicos normales de los hombres están definidos socialmente como expresiones legítimas (…) Es cierto, la prostitución tiene que ver, entre otras cosas, con que la construcción de la sexualidad y la estructura del deseo masculinos, definidos socialmente como normales, son incompatibles con una sociedad en la que hombres y mujeres seamos iguales. El feminismo (y la izquierda en general) o se caracteriza por la resistencia a ultranza del olvido estructural al que el neoliberalismo pretende conducirnos, o dejará de existir posibilidad alguna de disidencia.

La prostitución ha pasado de ser algo relativamente simple de entender a algo mucho más complejo en donde se mezcla la globalización capitalista, el crimen organizado, la pobreza globalizada, el sur pobre y el norte rico, el patriarcado, la cultura del consumo, el sujeto deseante como protagonista de la historia, el pensamiento débil o líquido -en palabras de Baumann- la desaparición de la ética política y su sustitución por una orgía inacabable de deseos (J.A. Marina), la trata internacional de personas, los movimientos migratorios, la feminización de la pobreza, el concepto liberal de “elección y autonomía” frente al concepto social; el descrédito absoluto de cualquier ética relacionada con la sexualidad, la (re)construcción patriarcal de la sexualidad y del deseo y su reacción frente a los éxitos del feminismo, las consecuencias sociales de la sexualidad, las nuevas relaciones entre lo privado y lo público… En palabras de Celia Amorós, esto es como la cabeza de una medusa a la que nos enfrentamos sin saber por dónde empezar a cortar y cuando cortamos una cabeza, surge otra peor que la anterior. Ante esto sólo cabe aquí una aproximación parcial que plantee preguntas y que proponga reflexiones. Pero un primer paso sería saber con qué herramientas contamos. Amorós lo tiene claro: hay que reciclar y volver a combinar dos tradiciones feministas clásicas: el feminismo radical y su énfasis en la política sexual del patriarcado y el feminismo socialista y su énfasis en la explotación capitalista de las mujeres. Esas tienen que ser las herramientas de un análisis y una política feminista frente a la prostitución.

Una de las cosas que más me llama la atención del debate es la debilidad de algunos de los argumentos utilizados tanto en un campo como en el otro. No digo que no se utilicen argumentos complejos, pero algunos de los que se utilizan en los debates públicos no son útiles y, además, se han quedado antiguos. Me gustaría llamar la atención sobre algunos de ellos e incluso sobre algunos de los que se utilizan en, digamos, mi propio bando. Éstos me preocupan porque me parece que no son los adecuados para convencer o hacer reflexionar a quienes tengan dudas legítimas y bienintencionadas. Por ello me planteo hacer aquí un breve análisis de los principales argumentos, tanto de un bando como del otro, tratando de no dejarme llevar por la simplificación y posicionándome muchas veces en contra de lo que, en teoría, serían mis propios argumentos pero que creo que merecen ser repensados.

1- La cuestión de la agencia y de la libertad de las mujeres: nadie puede elegir ser prostituta si no es bajo un proceso de extrema alienación, si no queremos que lo sean nuestras hijas no debemos querer que lo sea ninguna mujer; o bien, las mujeres tienen derecho a decidir si quieren vender sus cuerpos. Creo que éste es un argumento débil porque en un contexto de neoliberalismo extremo como el actual, escoger ser prostituta es una decisión tan racional como cualquier otra. Por supuesto que de poder elegir verdaderamente muy pocas mujeres querrían serlo, pero también resulta difícil que alguien elija limpiar escaleras por 400 euros al mes y cualquier mujer preferiría que su hija no tuviera que hacerlo. ¿Qué es lo que pueden elegir verdaderamente los pobres? Lo que las mujeres inmigrantes quieren es salir de la pobreza y sacar de ella a sus familias; si la prostitución se lo hace más fácil y rápido algunas lo preferirán a otras opciones. Aquí aparece la cabeza de la medusa de la explotación capitalista. No hay que perder de vista que nos estamos moviendo dentro de una concepción neoliberal del concepto de “elección” que no sólo afecta a la prostitución.

2- Las cifras de mujeres que la practican voluntaria u obligatoriamente. En los debates de esta naturaleza suelo estar en contra de aferrarse a las cifras porque éstas son siempre manipulables, difíciles de comprobar, dependen de muchos factores y cada bando da las que quiere. Las cifras no convencen más que a los convencidos. Baste decir que en los últimos meses las partidarias de la legalización han declarado que el 5% de las mujeres son engañadas, mientras que las partidarias de la abolición dicen que el 5% la ejercen voluntariamente. Teniendo, además, en cuenta lo dicho antes sobre qué significa “voluntariamente”, éste no es un problema de cifras, sino un problema social, ideológico y político. El sufrimiento es único en cada ser humano.

3- La prostitución está relacionada con (e incentiva) la trata de personas. Por supuesto que esto es así, negarlo no tiene sentido, pero es la globalización capitalista y no sólo la demanda de la prostitución la que organiza este tráfico. Es lo que Celia Amorós denomina La pinza patriarcal. Los mercados globalizados exigen mujeres pobres para cubrir los puestos que las occidentales hemos conseguido abandonar: servicios sexuales de prostitución, servicios domésticos, servicios de cuidado a ancianos y dependientes. Los hombres utilizan los servicios sexuales, pero las mujeres de los países ricos también utilizamos a mujeres pobres allí donde no hemos sido capaces de repartir el trabajo doméstico o de cuidado, o de socializarlo (millones de mujeres son traficadas también para el servicio doméstico). Millones de personas son desplazadas, traficadas, vendidas, compradas, cosificadas por un sistema económico depredador que hace que sus vidas no valgan nada y que no tengan ninguna posibilidad real de elección sobre nada.

4- La prostitución es una forma de esclavitud o bien una forma de empoderamiento. En realidad puede ser ambas cosas. La miseria y la explotación es una forma de esclavitud, pero en determinadas circunstancias, como dice Dolores Juliano, la prostitución puede empoderar a las mujeres. No hay que asombrarse. Las mujeres están acostumbradas a buscar y crear ámbitos de influencia y redes de solidaridad casi en cualquier contexto por opresivo que parezca. En el pasado, evidentemente, sin ninguna opción profesional ni personal, la prostitución podía ofrecer un ámbito de autonomía En la actualidad, algunas de ellas, viviendo en culturas machistas, obligadas a casarse jóvenes, a tener relaciones sexuales no deseadas con sus maridos, a tener hijos, a trabajar por nada de sol a sol, a ver a sus hijos morirse de miseria… ¿cómo no van a encontrar en la posibilidad de ganar algún dinero una cierta manera de empoderamiento? Obviamente no es verdadero poder, sino alivio de la miseria y búsqueda de alguna posibilidad de gestionar la propia vida. Como tal estrategia es absolutamente comprensible y legítima.

5- La sexualidad pertenece a lo más íntimo del ser humano, es la cosificación máxima; o bien cada cual vende lo que quiere. En mi opinión, hace tiempo que la sexualidad ha perdido esa condición. No queda nada íntimo, todo se expone y se vende. El mundo se ha convertido en un mercado en el que las personas son mercancías y de ellas se puede extraer todo: sangre, úteros, esperma, óvulos, órganos, niños, sexo. Todo es cuestión de precio y, a veces, ni siquiera. A este respecto voy a relatar una anécdota que me parece muy clarificadora. Mi hermana, profesora en un instituto de enseñanza media, me contó que hace unos meses desarticularon una red de niñas de 14 y 15 años que les hacían felaciones a los chicos a cambio de teléfonos móviles de última generación. Los cuerpos se han convertido en una mercancía más, para salir de la miseria o para satisfacer deseos inmediatos.

6- Las partidarias de la abolición son herederas de una moral sexual tradicional, antigua, reprimidas sexuales, etc., conservadoras. Esta acusación, ridícula, proviene de ciertas alianzas, desde luego equivocadas entre la derecha conservadora y un grupo de feministas antiprostitución en Estados Unidos. Tiene que ver con la tradición puritana anglosajona y no tiene nada que ver con la lucha llevada a cabo en Europa donde no está de más recordar que ha sido el feminismo quien más ha luchado por el derecho de las mujeres al placer sexual, por la libertad sexual, por la separación entre sexualidad y reproducción, etc. En realidad, la derecha no quiere abolir la prostitución (ya que siempre la ha usado), lo que quiere es que no se vea y que continúe siendo un estigma.

7- La prostitución es o no es una cuestión de género. No hay duda de que lo es. La propia Pheterson considera que la prostitución es una de las principales instituciones para regular las relaciones asimétricas entre mujeres y hombres. No es útil ni justo comparar a las mujeres dedicadas a la prostitución con los hombres que se dedican a lo mismo. Los hombres dedicados a la prostitución podrán ser explotados económicamente, pero no lo serán en la misma medida, ni su actuación es una actuación del poder patriarcal. Además de la diferencia incomparable en las cifras de unos y otras, los hombres (o transexuales) que se dedican a la prostitución no son traficados, ni engañados, ni tienen chulos, ni son encerrados, ni vendidos de un propietario a otro, ni trasladados…Se quiera o no se quiera a los hombres no se les puede cosificar sexualmente, es imposible; éste es una axioma patriarcal, son las mujeres las que son cosificadas. Además, si se trata de chaperos para prostitución homosexual el estigma recae sobre el cliente y también el riesgo físico. Tratar de comparar a las mujeres que utilizan la prostitución es sólo una estrategia para “sacar” el problema del ámbito del género y presentarlo como simétrico. La idea de un gigoló cenando con una mujer rica con la que luego tiene relaciones sexuales en las que él actúa el rol masculino tradicional y ella el femenino, no tiene que ver con la realidad de la prostitución. Si prostitución masculina y femenina fueran simétricas, el problema sería conseguir, como dice Jefrreys, a millones de hombres que se ofrecieran semidesnudos en las calles y después dejaran que las mujeres les penetraran con enormes dildos por el ano o la boca o que se dedicaran a hacer cunnilingus a diez mujeres en media hora. Eso sí sería simétrico.

8- Lo progresista es apoyar la legalización. Para mí este es el punto más sorprendente. Supongo que tiene que ver con que vivimos en un mundo en el que el “sexo ha sido revelado” como significante universal pero que, al mismo tiempo, se intenta vender (justo para poder venderlo) como estigmatizado, liberador, etc. y que la gente de izquierdas lo defiende como reacción al puritanismo anterior. No puedo entender por qué las personas progresistas han renunciado a hacer un análisis político de la sexualidad y a negarse a tener siempre en cuenta la violencia simbólica que subyace a ella. (Bourdieau) La resistencia a nombrar la prostitución como un asunto político es la resistencia del patriarcado a visibilizarse. Me resulta ininteligible que personas de izquierdas apoyen, en este caso, no a las prostitutas, sino a las multinacionales del sexo que son quienes dirigen el negocio y que serían los principales beneficiarios de la legalización (el segundo negocio en importancia del mundo). Un negocio formado por traficantes de personas, mafiosos y, en España, concretamente partidos de extrema derecha. Estamos ante el único negocio del mundo en el que los empresarios afirman luchar por conseguir derechos laborales para sus trabajadoras. ¿A nadie de izquierdas le extraña esto? El problema es que la izquierda ha asumido de manera acrítica cierta noción liberal del sexo como necesidad física y por naturaleza liberadora y por eso le ha resultado imposible reconocer que las llamadas necesidades sexuales definen, entre otras cosas, la situación que ocupamos en el sistema de género. El capitalismo ha acabado con casi cualquier posibilidad de pensar en términos de responsabilidad individual y de estructura sistémica al mismo tiempo.

9- Dividir a las mujeres en putas y no putas es una estrategia del patriarcado para dividir a las mujeres. Hay que acabar con el estigma. Aunque creo que ese argumento está antiguo y que hoy día no querer practicar sexo, o no valorarlo es también motivo de estigmatización, en todo caso, como dice Amelia Valcárcel no resignifica quien quiere, sino quien puede y las mujeres no podemos hacerlo. Además el estigma es necesario para el mantenimiento de la prostitución. Muchos de los llamados clientes buscan precisamente la posibilidad de transgredir las normas sobre el cuerpo de las mujeres. Hay estudios que demuestran que es precisamente la sensación de peligro y de estar haciendo algo prohibido lo que les motiva. En todo caso, jamás seremos las mujeres, y menos las prostitutas, las que puedan resignificar la prostitución. Si se regulariza a una parte, la división se producirá entonces entre las legales y las ilegales, inmigrantes no legalizadas (la mayoría), que es lo que está ocurriendo en Holanda.

10- Hay que acabar con la hipocresía y la doble moral. De acuerdo. Pero son los clientes los que mantienen la doble moral: sus mujeres en casa y las putas fuera. Son las partidarias de la regulación las que admiten que su trabajo es un trabajo especial y que requieren barrios especiales, que no molesten a los vecinos. Eso es doble moral. En mi opinión nunca hay que plantearse limpiar las calles de las víctimas que la injusticia produce. La miseria hay que combatirla, jamás esconderla.

11- Hay que escuchar a las prostitutas. Sí, pero a todas. Evidentemente, sólo tienen acceso a la voz pública una minoría. Las esclavizadas, encerradas, dependientes de los proxenetas, etc., no tienen capacidad de palabra y, probablemente, si hablaran no volverían a trabajar. Hay muchas mujeres que han sido prostitutas y que trabajan por la abolición. A esas o no se las escucha o su voz se descalifica. Y en todo caso, volvemos a lo mismo. La prostitución nos incumbe a todas, aunque hay que buscar el bienestar y los derechos de las que la trabajan directamente.

12a- Es un trabajo normal, hay que darles derechos laborales para protegerlas. No es un trabajo normal y ellas mismas lo reconocen. Los empresarios no quieren darles derechos, quieren estar ellos a salvo de la policía y amparados legalmente. No se defienden los derechos de las prostitutas, sino los de los empresarios que quieren que ellas se den de alta como autónomas, lo que en teoría ya podrían hacer. Es posible darles derechos básicos sin necesidad de legalizar la prostitución. Legalizar la prostitución es legalizar el negocio. ¿La legalización acabará con el proxenetismo? No, la experiencia demuestra que crecerá y se hará más fuerte. Para que sea un trabajo defendible desde el punto de vista progresista deberíamos preguntarnos si es un trabajo necesario o socialmente útil. Desde el punto de vista feminista ambas opciones no se mantienen. Sólo es útil para el mantenimiento del sistema sexual del patriarcado. Si lo analizamos con calma y realismo tendríamos que pensar que si es un trabajo normal tendrán que pedir facturas, tendrán que tener un convenio en el que se defina, por ejemplo, lo que puede y no puede ser introducido por su vagina o por su ano, el nivel de humillación que tendrán que soportar, las palabras que se verán obligadas a escuchar y cuáles no. Tendrá que definirse qué tipo de servicios ofrecerán: S/M, penetración anal, penetración vaginal, sexo oral, orgasmos fingidos, satisfacción del cliente, libro de reclamaciones…
Lo cierto es que si regulamos la prostitución en realidad estaremos empeorando la calidad de vida de la mayoría. Por sus propias características, al regular a una parte del negocio, lo que estaremos haciendo será crear un mercado paralelo en el que se obligará a ingresar a las más vulnerables y en peores condiciones. Es decir, si se obliga al uso del condón o a la petición de facturas en los clubs, lo que ocurrirá es que se abrirá el mercado de prostitutas ilegales que ofrecerán muy barato lo que los clientes no quieren en los burdeles legalizados. Si en los clubs se impone, por ejemplo, que no se pueden introducir botellas por la vagina (como ocurre en los clubs de Filipinas) el cliente buscará allí donde pueda hacerlo. Porque no es el cliente el que se adecua a la oferta, sino el mercado el que se adapta a la demanda. Poca gente sabe que en Holanda el 80% de la prostitución es ilegal pues sólo se ha legalizado a las comunitarias o inmigrantes legales, las ilegales han quedado fuera y a merced de las mafias, la policía, etc., más vulnerables que nunca (Chapkis, 2000). Con el tiempo, las holandesas han abandonado la prostitución (como en España) y quedarán unas cuantas inmigrantes legales y muchas inmigrantes ilegales traficadas.

12b- El sexo es una necesidad humana (masculina) y es mejor que se satisfaga ordenadamente. Siendo justa diré que este argumento es el menos utilizado porque es el más desacreditado intelectual y académicamente. El argumento que presenta el sexo (masculino) como una fuerza natural, arrolladora, incontrolable y que necesita descargar o lo hará por donde no debe ya no suele utilizarse en el debate, aunque es uno de los más usados por el llamado sentido común y el que más se escucha en la calle.

13- ¿Toda prostitución es violencia contra las mujeres? Violencia simbólica lo es cualquier manifestación de la desigualdad. Violencia material, es discutible pues teniendo en cuenta las cifras de violencia contra las mujeres que hay en la familia, sería como decir que toda familia es violencia contra las mujeres.

14- ¿La abolición en un país va a acabar con la prostitución? No, incluso puede tener algún efecto perverso que no puedo explicar aquí. Aun así no se puede aceptar la regularización porque, como dice María Pazos, las leyes no sólo regulan, sino que dan cobertura ideológica y moral a determinadas prácticas. “Reflejan, a la vez que potencian, unas determinadas (y no otras) estructuras sociales, normas y valores, aunque estas normas estén implícitas y no se reconozca su existencia. Las leyes (… ) potencian unos u otros comportamientos”. Afirman lo que la sociedad considera aceptable y legítimo y lo que no. Regular la prostitución significa aceptar que esa es una manera normal de relacionarse sexualmente hombres y mujeres y, sobre todo, que se renuncia a luchar contra ella. Esa es la gran hipocresía que subyace tras la demanda de regularización. No se puede luchar por la igualdad de mujeres y hombres y pretender, al mismo tiempo, dar cobertura a una institución que consagra la desigualdad; uno de los núcleos duros de la desigualdad entre hombres y mujeres.

15- Finalmente: la demanda. ¿Por qué los hombres buscan relacionarse sexualmente con prostitutas? Éste es, evidentemente, el punto clave porque es el que afecta y puede ayudar a transformar el sistema patriarcal: cambiar el concepto de masculinidad que la prostitución refuerza y legitima. Hombres profeministas y feministas tenemos que transformar la manera de relacionarnos sexualmente y la manera en que se construye el deseo masculino. La prostitución enseña a los hombres a actuar una determinada masculinidad que impone un estándar impersonal que se presenta como la realidad. Fue Reich el que mostró cómo el distanciamiento de sus experiencias como hombres están escritas en la experiencia de sus cuerpos como máquinas. Los hombres aprenden a sentirse sexuales sin sentirse humanos. Igual que sabemos que muchos sienten que el pene tiene vida propia, también la sexualidad masculina se constituye en una esfera aparte en sus vidas, que no aprenden a integrar en su subjetividad emocional. Aprenden que pueden establecer estrictas fronteras sexuales sin enfrentarse a la necesidad de relacionarse humanamente con sus compañeras/os. Es como si el sexo fuera una esfera autónoma que no tiene nada que ver con la intimidad, con su humanidad en realidad. Hay que combatir la opresión de las mujeres desde los mecanismos estructurales psicológicos que construyen el deseo masculino. La aceptación de la prostitución como normal refuerza esos mecanismos.
Si para las mujeres las categorías de subordinación, opresión y cosificación son experiencias sentidas personalmente por casi todas nosotras pero que nos han servido también para aprender las relaciones de poder como un todo, son ellos ahora los que tienen que, a través de la autoconciencia, acercarse a esas categorías intelectuales que pueden usar para ordenar o constituir su experiencia. Una forma de masculinidad sin miedo a la intimidad, que sea incapaz de ver a las mujeres como un medio, incapaces de cosificar, de no escuchar, de no sentir al otro como un ser humano; seres humanos críticos con la centralidad de la genitalidad, capaces de pensar más en la calidad de las relaciones que en la cantidad o en propia efectividad. La prostitución refuerza la masculinidad tradicional e impide que se cuestione. Y dado que la izquierda la apoya, cada vez resulta más difícil de cuestionar. En parte, se trata de una reacción patriarcal a cierto éxito del feminismo occidental.

Este artículo, necesariamente incompleto sólo pretende plantear un debate sereno y alejado de los prejuicios que en muchas ocasiones lo enturbian; tratar de encontrar puntos de encuentro y de formar alianzas en lo posible que nos permitan luchar contra la desigualdad que pervive y se refuerza como la cabeza de la medusa.

La utopía del amor libre

José María Carvalho Ferreira

Nomadant En el imaginario colectivo e individual del anarquismo, el concepto y la práctica del amor libre ha sido objeto de innumerables polémicas y disensiones. La razón plausible de este hecho discurre de la dificultad en situar, teórica y experimentalmente, al individuo como entidad libre y soberana en el contexto de cualquier grupo, comunidad o sociedad. Cualquier expresión de vida, instinto, sentimiento, relación sexual o idea corporizada en un acto de amor libre por un individuo en una relación con cualquier otro individuo implica siempre una relación biológica y social. Para el común de los anarquistas, la síntesis de esa relación debe ser siempre sobrepasada por la libertad y la individualidad de cada individuo. Sin embargo para analizar y vivir el amor libre, implica que tengamos presente la conjugación de pulsiones de vida y relaciones sociales asentadas en la alteridad, en la identidad individual y colectiva, en la búsqueda del devenir absoluto que la utopía encierra y la vida cotidiana relativiza.

En el contexto de su historicidad, el amor libre, en tanto teoría y experiencias de vida concreta, no dejó de ser una gran utopía. Para la mayoría de los anarquismos que alcanzaron mayor visibilidad social –sobre todo el anarco-sindicalismo y el comunismo libertario- el amor libre se representa indeleblemente unido al proceso histórico de la construcción de una sociedad anarquista. Siendo así, para que el amor tenga un fundamento de libertad, es necesario que los sentimientos, el cariño, la amistad, la solidaridad y las relaciones sexuales sean integradas de una forma armoniosa y que queden exentas de cualquier resquicio de dominación y de explotación. La extinción de la sociedad capitalista, del Estado y de la religión se revela, un acto histórico imperativo de la revolución social. Con el fin del Estado, de la propiedad privada, del trabajo asalariado y del dinero quedan extintas las causas que transforman los individuos en seres alienados y embrutecidos por la mercantilización y prostitución de su cuerpo, de cuerpos castrados por la religión y moral de las sociedades vigentes (Albert, 1980).

En este sentido, el amor libre, si bien que tenga una relación estrecha con la libertad y la soberanía de cualquier individuo, en términos teóricos y prácticos, es sólo posible de realizarse, plenamente en una sociedad anarquista. El sentido práctico y utópico del amor libre fue, de este modo, relativizado por los anarquismos que alcanzaron mayor expresión social. Con la existencia de una sociedad anarquista, el sentido utópico del amor libre perdía consistencia histórica. Fue basado en esta suposición, que en el interior de las organizaciones y en las experiencias comunitarias anarquistas más relevantes, la práctica del amor libre se reveló casi siempre un fracaso. En la familia, en los sindicatos, en los ateneos, en las comunidades y en las escuelas consideradas libertarias, el amor libre se enfrentaba con los vestigios de la moral y de la religión, con el surgimiento de tipos de autoridad jerárquica en las relaciones entre hombre y mujer, entre padres e hijos y entre individuos diferentes. Los falansterios y comunidades de cariz libertario que se construyeron en los siglos XIX y XX en Europa, en los Estados Unidos de Norteamérica, América Latina y en otros países son ejemplo significativos de la gran dificultad de la práctica del amor libre.

Si bien casi siempre ha sido objeto de un cierto ostracismo por parte de los anarquismos con mayor visibilidad social en términos teóricos y, en cierta medida, prácticos, los anarquistas individualistas fueron los que más se identificaron con el proyecto utópico del amor libre. No fue por casualidad que Émile Armand asocio el amor, con la libertad y la camaradería amorosa (Armand, 1960). Para éste, el amor libre sólo podría existir fuera de cualquier tutela o constreñimiento estatal, religioso, familiar o vinculo contractual. Fuera de cualquier moral o cualquier prejuicio basado en el pudor, en la virginidad, en el vicio, en la fidelidad sexual, en la virtud, en la procreación de la especie humana… el individuo para poder vivir plenamente el amor libre con otros individuos no necesitaba de ninguna institución o poder exterior a su individualidad y libertad.

Nuestra contemporaneidad en relación al amor libre esta atravesada por los mismos dilemas de nuestros compañeros del pasado. Cuando observamos nuestras vivencias es notoria nuestra dificultad física, mental y psíquicas en asumir con autenticidad nuestras pulsiones biológicas y las relaciones amorosas con los otros de forma libre y soberana El Estado, el Capital, el trabajo asalariado, el egoísmo, el poder, la religión y la moral están dentro de nosotros y cercenan, muchas veces, las hipótesis de vivir el amor libre.

Todavía, no podemos pactar eternamente con este tipo de raciocinio y de práctica. En tanto ética, moral y filosofía de vida, para la anarquía no existen límites para la profundización y la sistematización del amor y de la libertad. En todos los dominios de nuestra vida cotidiana, la autenticidad de los sentimientos, de la amistad, de la fraternidad, de las relaciones sexuales, del cariño, en una palabra, del desarrollo armonioso del amor libre, debe orientar el sentido de nuestra individualidad y libertad. Por todo eso, el amor libre está por encima de las querellas judeo-cristianas basadas en el bien y en el mal, por todo eso, el amor libre está por encima de toda la moral castradora y mutiladora del Estado, de las religiones y del capital que disciplinan y mercantilizan nuestro cuerpo como un objeto de frustraciones y fantasmas sexuales. Para todo aquél o aquella que se identifique con la anarquía, todas las relaciones sexuales que expresen el sentido de la libertad e individualidad biológica y social de cualquier ser humano no deben ser objeto de cualquier prejuicio moral o ético.

Sabemos cuán difícil es vivir el amor libre entre aquellos y aquellas que se dicen anarquistas. Los condicionamientos ancestrales de nuestra cultura judeo-cristiana, el egoísmo, el interés y hasta el altruismo cristiano, hacen de los anarquistas seres iguales a tantos otros, que en muchísimas ocasiones critican como seres alienados y adaptados a las contingencias del amor castrador burgués. Pero, si nosotros no conseguimos evitar muchas veces esa mutilación de nuestro cuerpo y de nuestra mente, por lo menos debemos tener conciencia de esa realidad negativa. Anarquía y Amor Libre son indisociables. Sin Anarquía no pueden existir las bases de la práctica del amor libre.
Sin amor libre es imposible pensar y vivir la anarquía de una forma utópica.

No obstante sabiendo las dificultades existentes, el sentido de la utopía en relación al amor libre debe ser cada vez más la base de nuestra vida cotidiana. El amor libre, libera nuestros cuerpos y nuestras mentes. Nos da la fuerza vital que alimenta nuestras relaciones con los otros. Nos libera de los atavismos que nos une a la civilización judeo-cristiana. Nos da el sentido, la motivación y la fuerza anímica para potenciar nuestra libertad e individualidad en la construcción de la amistad, de la fraternidad y del amor que fortalece los grupos, comunidades y sociedad que queremos libertarias. En la medida que el aprendizaje del amor libre es sin duda alguna el antídoto de todas las guerras, de todas las relaciones sociales atravesadas por el egoísmo, por la mercantilización del cuerpo y del sexo, por la dominación y exploración entre seres humanos y entre éstos y otras especies animales y vegetales, se impone sobremanera que hagamos de él un elemento estructurante de la utopía que aspira a construir una sociedad sin amos y sin dioses.)

1 Revista Utopía, Lisboa, Portugal.

viernes, junio 20, 2014

El Salvador: Maternidad y maternalismo

Julia Evelyn Martínez

Rebelión El núcleo duro de la opresión femenina en las sociedades patriarcales no es la maternidad, sino el maternalismo, es decir, la imposición de la maternidad como destino primordial e ineludible para las mujeres y como eje central en torno al cual éstas deben organizar sus vidas y distribuir su tiempo. Por ello, la lucha del feminismo por la autonomía, el empoderamiento y la ciudadanía de las mujeres no significa estar en contra de la maternidad, pero sí estar en contra del maternalismo.

Cualquier análisis de la maternidad debe partir de una doble perspectiva. En primer lugar, la maternidad debe ser considerada como una función biológica, vinculada a la función de la procreación, el embarazo y el parto. En segundo lugar, la maternidad debe ser considerada como una práctica social, que hace referencia al conjunto de actividades relacionadas con el cuidado cotidiano de vida de hijos e hijas, que puede ser realizada tanto por la madre biológica como por otras personas (hombres y mujeres) con capacidad de proporcionar estos cuidados a los niños y niñas.

Considerada de esta forma, la maternidad es vivida por las mujeres de acuerdo a condiciones biológicas, psicosociales, ambientales y económicas muy diversas. No se puede comparar la maternidad que vive una trabajadora doméstica con la maternidad que vive la mujer que la contrata como niñera para el cuidado de sus hijos y/o hijas. Tampoco se puede comparar la maternidad de una mujer heterosexual con la maternidad que vive una mujer lesbiana. Menos aún se puede equiparar la experiencia maternal que vivirá una mujer con un embarazo resultado de una violación sexual que la que vivirá una mujer que ha planificado su maternidad como parte de su proyecto de vida. Esta diversidad de maternidades es rechazada por el maternalismo.

El maternalismo es una ideología de dominación que se impone como patrón obligatorio para moldear la vida de las mujeres en las sociedades patriarcales. Por sociedades patriarcales se entiende a las sociedades en las que existe un sistema de relaciones de poder que está estructurado en torno a la idea de la superioridad de lo masculino sobre lo femenino y en las cuales se considera que las mujeres deben servir y agradar a los hombres.

La ideología maternal hace abstracción de la diversidad de las experiencias de vida de las mujeres y de las diferencias que existen entre mujeres (de clase, de raza, de orientación sexual, de edad) con la finalidad de “maternalizar” a las mujeres. Esto significa circunscribir la esencia y la identidad femenina a la maternidad, como si las funciones biológicas y las prácticas sociales de la maternidad fueran el criterio último para determinar si una mujer es una “verdadera mujer”. Maternalizar a las mujeres también significa que sus conductas en el ámbito familiar, comunitario, económico, político y/o religioso será evaluada en términos de los valores, actitudes y prácticas que culturalmente se asocian con la maternidad: cuidado a los demás, ternura, sacrificio, desinterés, sumisión, etc.

Pero además, la ideología maternal impone a las mujeres un modelo hegemónico de maternidad que está inspirado en cosmovisiones religiosas que veneran a las mujeres en su rol de madres que ponen su vida en función del cuidado y del bienestar de los demás. Por ejemplo, en la ideología maternal dominante en El Salvador, se impone una maternidad hegemónica construida a partir de la figura religiosa de María de Nazaret.

Siguiendo este arquetipo, se espera que las mujeres salvadoreñas, al igual que María de Nazaret, sean madres a una edad temprana, y que asuman una actitud de conformidad y de aceptación de su embarazo, aún cuando este no sea planificado o sea el resultado de una violación. Esto se fundamenta en el hecho de que este modelo de maternidad (el de María de Nazaret) toma como referencia a una adolecente sumisa que acepta sin replicar un embarazo impuesto por Dios, para salvar a la humanidad de sus pecados.

A partir de este modelo también se espera que las mujeres salvadoreñas puedan dar a luz en condiciones extremas y de alto riesgo, y que en medio de estas adversidades, puedan ser capaces de mantener la fuerza física y la capacidad emocional de proteger a los neonatos antes que cuidar de ellas mismas. De conformidad a esto, las mujeres salvadoreñas, durante el alumbramiento y puerperio, deberían seguir el ejemplo de María de Nazaret, quien después de parir en un establo en condiciones insalubres, tuvo la serenidad y la fuerza física necesaria para salvar a su hijo de la masacre ordenada por el rey Herodes, y no dudó en emprender un largo y tortuoso viaje desde Palestina hasta Egipto a los cuatro días de haber parido, con todos los riesgos de mortalidad materna que ello implicaba.

Esta maternidad hegemónica explicaría el por qué en El Salvador, la sociedad y el Estado toleran los altos niveles de maternidad adolecente, que en el 2012 se reflejaba en una cifra diaria de 69 partos de niñas y adolecentes entre los 10 y los 17 años, —según el informe Estado de la población mundial 2013 del Fondo de Población de la ONU— y que en gran medida son el producto de violencia sexual y del estupro. A lo mejor se piensa que si María de Nazaret fue una buena madre adolecente, por qué no puede serlo también una niña salvadoreña de 10 años.

El análisis de esta maternidad hegemónica podría también explicar el por qué muchos jueces y juezas condenan por homicidio agravado a mujeres salvadoreñas con partos extra-hospitalarios cuyos hijos fallecieron durante el parto, como consecuencia de una emergencia obstétrica o de un parto precipitado, que temporalmente les inhabilitó física y/o emocionalmente para atender a estas criaturas. En muchas de estas sentencias condenatorias, se puede leer cómo jueces y juezas recriminan a estas mujeres el no haber seguido “su instinto maternal” y con base en este supuesto instinto, reponerse y cuidar de la vida del neonato antes de su propia vida. A lo mejor piensan que no ha habido parto extra-hospitalario más difícil que el de María de Nazaret, y con todo, ella cuidó de su hijo.

Con esta ideología maternal y con este modelo de maternidad hegemónica, las familias, las escuelas, las iglesias, el Estado y demás entidades socializadoras, dedican sus mayores esfuerzos a entrenar a las niñas en la ideología maternal para que puedan desarrollar desde temprana edad su capacidad para el amor maternal al mismo tiempo que se les alienta a que diseñen su vida tomando en cuenta el momento en que serán madres. Estos esfuerzos van acompañados de un sistema de sanciones morales, sociales y/o contra las mujeres que no cumplan con el destino manifiesto de ser madres. Este sistema de sanciones oscila entre la crítica privada o pública a las mujeres que después de los 30 años no son madres aún hasta llegar al encarcelamiento de las mujeres que deciden interrumpir sus embarazos de manera deliberada.

Por su parte, el Estado en este tipo de sociedades diseña sus políticas públicas con un enfoque maternalista, que buscan imponer o reforzar una identidad femenina vinculada a la maternidad. En El Salvador por ejemplo, el proyecto Ciudad Mujer, que constituye la “joya de la corona” de las políticas sociales para las mujeres, tiene como logo a una figura materna (madre e hijo), como una clara señal que a las mujeres salvadoreñas se les considera ante todo y sobre todo, como madres, y sus derechos, se encuentran en función de que asuman más tarde o más temprano el rol de buenas madres. Otro ejemplo similar es la reciente designación del hospital de maternidad como Hospital Nacional de la Mujer, designación que delimita tanto el enfoque como el sector de mujeres destinatarias de las políticas públicas del Estado salvadoreño.

Este maternalismo continúa siendo por hoy el principal factor que determina los bajos niveles de autonomía económica de las mujeres. Por ejemplo en El Salvador, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2011, la participación de las mujeres en la Población Económicamente Activa (PEA) es de apenas el 47%, frente al 80% de participación que tienen los hombres. En el caso de las mujeres, la principal razón para no tener un empleo y/o no desarrollar una actividad que les genere ingresos propios es la maternidad y los trabajos del cuidado no remunerados asociados a la maternidad que deben realizar “por amor” para sus familias. Por ello, según datos el observatorio de la igualdad de género de la CEPAL (2010), en el 2008 casi el 50% de las mujeres rurales y el 34% de las mujeres urbanas mayores de 15 años que no estudian, no tienen ingresos propios.

En conclusión, la realidad de la maternidad de las mujeres es compleja y diversa: no todas las mujeres aspiran a ser madres; muchas mujeres son madres de manera involuntaria y para muchas mujeres, la maternidad, lejos de ser una forma de realización personal, es más bien un mecanismo de opresión, de esclavitud y de pobreza personal.

Si se desea desmontar el sistema de poder patriarcal y a promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, se tiene que comenzar por desmontar el maternalismo que permea todos los discursos y todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo el ámbito educativo y el ciclo de las políticas públicas. Esto por supuesto presupone la crítica a la razón maternal y la emergencia de modelos de maternidad contra hegemónicos, que no solo reconozcan las maternidades diversas, sino el derecho de las mujeres a decidir no ser madres.

Bibliografía

De Beauvoir, Simone (2005) El Segundo Sexo. España: Ediciones Cátedra, S.A.

División de Información y Relaciones Externas del UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas (2013). Estado de la Población Mundial 2013, disponible en http://www.unfpa.org.mx/publicaciones/SP-SWOP2013.pdf Información obtenida de: http://diario1.com/nacionales/2013/10/69-partos-de-adolescentes-por-dia-en-el-salvador/

Martínez, Julia Evelyn (2011) “Patriarcado para principiantes” periódico digital Contrapunto.

Mojsuk, Marta. (sf) Entre el maternalismo y la construcción socio-política de la maternidad. Disponible en: http://www.emede.net/textos/martamojzuk/maternalismo-maternidad_dea.pdf

Palomar Verea, Cristina (2005) “Maternidad: historia y cultura”. Revista La Ventana, No. 22. Páginas 35-67. México: Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara.

Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.

Tras la descolonización, la "despatriarcalización"

Lakshmi Puri

IPS La directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres, habla en este artículo de la necesidad de que el Grupo de los 77 impulse acciones para que el siglo XXI convierta en prioridad política la equidad de derechos de las mujeres y de las niña, a fin de acabar con el patriarcado como en el siglo XX se hizo con el colonialismo

Los gobernantes del Grupo de los 77 (G-77), el mayor bloque de países del Sur en desarrollo más China, se reunirán en Bolivia el sábado 14 y domingo 15 para conmemorar el 50 aniversario de su fundación.

El grupo original de 77 países reúne ahora a 133 estados, convirtiéndose así en la mayor coalición de gobiernos del ámbito internacional. Centrales entre las prioridades del G-77 desde su creación han sido la promoción de una agenda de equidad entre las naciones y las personas, el desarrollo sostenible e inclusivo y la solidaridad mundial.

Pero nada de eso se logrará sin la incorporación completa de las metas de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

A fines de mayo viajé a Bolivia para asistir a una histórica reunión internacional, en preparación para la Cumbre del G-77, dedicada exclusivamente a las mujeres y la igualdad de género. Más de 1.500 mujeres, muchas de ellas indígenas, colmaron la sala, llena de energía.

El presidente boliviano, Evo Morales, también estuvo presente, como testimonio de su compromiso y liderazgo en torno a esta agenda fundamental.

De esa reunión surgió un mensaje, alto y claro. Si queremos que en el siglo XXI cesen la discriminación, la desigualdad y la injusticia debemos centrarnos en las mujeres y las niñas –la mitad de la población mundial-, que siguen sufriendo discriminación todos los días y en todas partes.

El siglo XX acabó con la colonización. Ahora el siglo XXI debe ponerle fin a la discriminación contra las mujeres. De la descolonización debemos pasar a la “despatriarcalización”.

Esta reunión tuvo lugar en un momento crítico y en un lugar significativo. América Latina vivió sus propias luchas contra la discriminación y la opresión. En un continente al que solían caracterizar notables desigualdades y dictaduras violentas surgió un vibrante movimiento que puso a la región en el camino de la justicia social, la democracia y la igualdad.

En Bolivia existe una norma constitucional contra la violencia contra las mujeres y una ley contra la violencia política que la hacen pionera en la región y más allá.

Esta esperanza de un futuro mejor y más justo debe extenderse al mundo en su totalidad, y el G-77 puede desempeñar un papel decisivo en esto.

La elaboración de la agenda de desarrollo post-2015 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) está llegando a una etapa crítica. El Grupo de Trabajo Abierto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está a punto de concluir su labor y los estados miembros concluirán la nueva agenda de desarrollo en el curso de 2015.

Esto coincide con el examen y la evaluación de los 20 años de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing (1995), el marco de referencia internacional para lograr la igualdad de género y los derechos de las mujeres.

Beijing +20 nos brinda la oportunidad de impulsar una aplicación rápida y efectiva de la agenda de la igualdad de género y los derechos de las mujeres y de velar para que sea un elemento central del nuevo marco de desarrollo.

Debemos sacar el máximo provecho de estos procesos y sus interconexiones para garantizar que la igualdad de género, los derechos de las mujeres y su empoderamiento tengan un lugar destacado en la nueva agenda de desarrollo, así como acelerar su implementación.

Tenemos la oportunidad histórica y la responsabilidad colectiva de convertir a los derechos y el bienestar de las mujeres y las niñas en una prioridad política, tanto en el planeta como en cada país. Con este fin, el nuevo marco debe adoptar un enfoque integral, transformador y basado en los derechos que aborde la desigualdad estructural y la discriminación de género.

Este enfoque integral debe incluir objetivos para eliminar la discriminación contra las mujeres en las leyes y las políticas, cesar la violencia de género, asegurar la efectividad de los derechos de salud sexual y reproductiva de las mujeres y las adolescentes a lo largo de sus vidas, y el reconocimiento, reducción y redistribución del trabajo de cuidados no remunerado.

Llegó la hora de ponerle todo el peso político a la aprobación de leyes que eliminen la discriminación contra las mujeres y promuevan la igualdad de género.

Llegó la hora de asignar recursos que financien los servicios a las víctimas y sobrevivientes de la violencia contra las mujeres.

Llegó la hora de fortalecer la recopilación de datos nacionales y llevar a cabo una investigación sobre el uso del tiempo para comprender mejor el trabajo de cuidados no remunerado o una investigación sobre la violencia contra las mujeres.

Llegó la hora de hacer que los espacios públicos sean seguros para las mujeres y las niñas.

Llegó la hora de mejorar la infraestructura rural para fortalecer el acceso de las mujeres a los mercados y ayudar a combatir la pobreza feminizada rural.

Llegó la hora de destacar la labor de quienes defienden la igualdad de género, de reconocer los modelos que han superado los estereotipos y ayudaron a crear igualdad de condiciones para las niñas y mujeres en todos los ámbitos, en la política y los negocios, en el mundo académico y en el servicio público, en el hogar y la comunidad.

El padre de la independencia de India, Mahatma Gandhi, dijo con razón que la verdadera liberación del colonialismo no se logrará a menos que cada ciudadano y ciudadana sea libre, igual y capaz de realizar su potencial.

El siglo XXI debe terminar con la vieja práctica del patriarcado y la discriminación de género, y desencadenar a las mujeres y las niñas para que puedan disfrutar plenamente de sus derechos humanos.

Cuando el G-77 se reúna el sábado 14 y domingo 15 en Bolivia, para la Cumbre conmemorativa de su 50 aniversario, tengo grandes esperanzas de que haga de esta agenda definitoria de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres una pieza central de su proyecto de desarrollo y libertad internacional para los próximos 50 años.

Lakshmi Puri es la directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres, con sede en Nueva York.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/06/tras-la-descolonizacion-la-despatriarcalizacion/

Soraya Post, eurodiputada feminista en el parlamento de Bruselas

Hugo Blanco Galdos

Rebelión En Suecia, el partido Feministikt Initiativ (Iniciativa Feminista) ha competido por primera vez en las elecciones europeas logrando más del 5% de los votos y ha logrado la elección de Soraya Post, 57 años, de origen gitano y de nacionalidad sueca, militante y primera diputada europea de un partido abiertamente feminista.

El ingreso de una mujer rom (gitana) al parlamento europeo, no es un triunfo sólo de Iniciativa Feminista, y del feminismo sueco, sino también significa una reacción positiva contra el creciente racismo europeo. El ser gitana pesa en ella: ha señalado que "los 15 millones de gitanos de Europa viven como si estuvieran en estado de guerra, en la pacífica Europa de 2014". Por orden de las autoridades, el tercer embarazo de su madre acabó a los siete meses en un aborto forzado por cesárea. Poco después, fue obligada a esterilizarse, igual que muchas otras gitanas de la época. Los nazis mataron cerca de 3000 gitanos en la cámara de gas de Birkenau, el 2 de agosto de 1944, de un total de 20 mil gitanos muertos en Auschwitz. El historiador Francois Bédarida dice que 250 mil gitanos fueron asesinados.

Hoy, desde el parlamento y las calles de Europa, la fuerza de las palabras de Soraya representan el eco de una voz disidente y radicalmente democrática para combatir todo tipo de discriminaciones: sexo, etnia, edad, discapacidades, orientación sexual.

A fines de mayo, la diputada recién electa declaraba lo siguiente, en el periódico italiano La Stampa:

“Aún estamos lejos de la paridad de género, ha llegado el momento de alcanzarla, las personas ya no aguantan más, quieren resultados. La lucha ha sido larga en Suecia por ejemplo, y estamos combatiendo también en el Parlamento Europeo y en la Comisión. Nuestro programa es muy claro e incluye todas las áreas políticas y todas las dimensiones de posibles discriminaciones: sexo, etnia, edad, discapacidades, orientación sexual. Nuestro credo está basado en el respecto de los derechos humanos. Los partidos fascistas han crecido muy rápidamente en Europa y nuestro lema en la campaña electoral ha sido: “Fuera los fascistas y adentro las feministas”. No es sólo un problema económico, la política no ha dado suficiente atención a los indicadores de pobreza, de racismo, de discriminaciones, no ha dado atención a los signos, a la derecha que iba creciendo. Ahora tenemos un gran problema, el Frente Nacional en Francia, Jobbik en Hungría, partidos similares en el Reino Unido, y en Suecia está Demócratas Suecos. Han tomado demasiado espacio y van a destruir la democracia” (entrevista de Laura Preite, 29 – 05 – 2014 ).

Sin duda, el llamado de Soraya Post es un triunfo para quienes luchamos por la construcción de un mundo nuevo. Decir que el partido feminista “divide la izquierda” es una mezquindad tonta. En primer lugar, la palabra “izquierda” es algo muy vago, pues puede abarcar desde la Social Democracia neoliberal europea hasta el terrorismo de Sendero Luminoso que hundió las luchas sociales en el Perú durante 20 años. Los “marxistas” que dicen que el movimiento feminista “divide a los trabajadores” debieran volver a leer a Federico Engels que, en el “Origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, señala que la primera opresión de clase en el mundo fue la opresión a la mujer.

¿Cuál es nuestra tarea?

Sabemos que el mundo está gobernado por las empresas transnacionales, fundamentalmente la banca y las empresas financieras. Sabemos que los gobiernos son meros sirvientes de ellas, lo mismo que las mayorías parlamentarias, los ejércitos, las policías, los poderes judiciales, los grandes medios de comunicación, etc. Sabemos que dichas empresas tienen un solo mandamiento sagrado: “Ganar más dinero en el menor tiempo posible”. Sabemos que en busca de ese objetivo atacan cada vez más a la naturaleza y a la humanidad, que los adelantos científicos y técnicos tienen como objetivo fortalecer ese ataque.

¿Quién se enfrenta al ataque de ellas? Los movimientos sociales, los pueblos oprimidos por ellas, la acción colectiva de las víctimas.

Citamos algunos:


La primavera árabe, la resistencia de los pueblos europeos contra la política de ajuste, las luchas de los indígenas del mundo en defensa del agua y de la vida, la lucha de las minorías oprimidas en Europa, Norteamérica y el mundo, la toma y dirección de las fábricas por sus trabajadores, la lucha de las mujeres que en muchos países realizaron “La marcha de las putas” contra el acoso sexual y por su derecho a vestirse como les plazca, la construcción del otro mundo posible de los indígenas zapatistas, las mareas españolas con su antecedente el 15M, los jóvenes brasileños que impulsaron la protesta por la rebaja de los pasajes.

La tarea de quienes nos decimos de izquierda, de todos quienes luchamos por otro mundo posible y necesario, es impulsar y apoyar esas luchas, participar si nos corresponde, respetar la democracia interna, no intentar imponer nuestras opiniones, procurar enlazarlas con otros movimientos anti-sistema.

Fue emocionante la unión de las diversas mareas españolas: La marea blanca que luchaba por la sanidad, la verde por la educación, la naranja por los servicios sociales, la roja por vivienda, trabajo y renta básica, la violeta de las mujeres por la igualdad de género. La expresión electoral de ese potente y unitario movimiento también se manifestó en la irrupción de Podemos al parlamento europeo.

El ingreso de Soraya al parlamento europeo es la expresión de la lucha de las mujeres contra el machismo opresivo mantenido por el sistema neoliberal para pagar menos salario a las mujeres, para que los trabajadores no requieran aumento de salarios para pagar a quien cocine, lave la ropa, atienda a los niños, pues es sobrentendido que esas tareas las haga gratuitamente la esclava de la casa, la mujer.

El triunfo electoral de Soraya es además un triunfo frente al racismo fascista ascendente en Europa contra los “no europeos” a quienes se culpa por la crisis, que, como sabemos, tiene como origen la anarquía económica del sistema neoliberal motorizada por el capital financiero y la banca.

Por último las palabras de Soraya al comienzo de este artículo nos muestran la elevada conciencia de Iniciativa Feminista: “Nuestro programa es muy claro e incluye todas las áreas políticas y todas las dimensiones de posibles discriminaciones: sexo, etnia, edad, discapacidades, orientación sexual.”

¿Cuál será el rol de los parlamentarios europeos de izquierda?


Aunque es un éxito para los pueblos el ingreso al parlamento europeo de Syriza de Grecia, de Podemos de España y de Iniciativa Feminista de Suecia, no olvidemos que el ascenso de la derecha fascista europea es fuerte. Europa continuará gobernada por el gran capital y la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) continuará imponiendo las órdenes de la banca y el capital financiero para sumir a los pueblos en la miseria.

Las proposiciones de la izquierda en favor de los pueblos serán rechazadas y en gran medida silenciadas por los grandes medios de comunicación.

Es tarea de los medios alternativos difundirlas.

Es tarea de quienes luchan contra el sistema organizar reuniones de información de esos parlamentarios a los pueblos sobre sus proposiciones. Sería muy bueno organizar movilizaciones en apoyo a sus planteamientos. Con éstas y otras acciones, estos triunfos electorales, efecto de las movilizaciones sociales, se convertirán en causa de nuevas movilizaciones.

Reitero que éstas, son el motor del cambio.

martes, junio 17, 2014

La mujer como propaganda de guerra: El caso de Cuba y Venezuela

Ángeles Diez

La Haine Desde que las guerras se libran fundamentalmente contra la población civil, la mujer ocupa también el lugar prioritario como víctima y justificación, no sólo de las bombas sino de la propaganda de guerra. Pero el cambio de formato en la representación de la guerra, la elaboración de los relatos justificatorios, la manipulación de la opinión pública interna y externa, y, fundamentalmente, las nuevas formas de guerra –la llamada guerra de cuarta generación, guerra psicológica o guerra encubierta-, han producido transformaciones en la imagen de la mujer al servicio de las campañas bélicas. Su imagen se ha convertido en el eje articulador de los relatos mediáticos en contra de los “Estados canallas” en una nueva dirección, han pasado de víctimas o instigadoras a ser la representación más eficaz de la disidencia interna adoptando el rol de testigos y oposición pacífica.

No hay guerras sin medios de comunicación

Las guerras modernas son sobre todo guerras encubiertas, o se inician como guerras encubiertas, y cuando no consiguen derrocar a los gobiernos considerados enemigos pasan a ser intervenciones armadas directas. La guerra total en cualquier parte del mundo promovida por la administración Bush ha sido continuada por la administración Obama (Skahill, 2013) con un mayor nivel de sofisticación técnica y eficacia haciéndola a su vez más rentable económicamente al necesitar un menor desplazamiento de soldados. Junto con esta nueva configuración de las intervenciones armadas se ha acrecentado el papel asignado a la propaganda de guerra. No cabe duda de que el desarrollo, la especialización y sofisticación de las corporaciones mediáticas en su compromiso con la expansión de los intereses de las potencias hegemónicas ha ido en aumento. No hay que olvidar que la forma en que se expande el capitalismo desde finales del XIX hasta hoy está indisolublemente unida al desarrollo del capital mediático[1] o este tipo de entramados de empresas que denominamos corporaciones mediáticas. Desde hace años las empresas que reportan más beneficios económicos son las industrias de armas y las relacionadas con los medios de comunicación.

En la propaganda de guerra de la I Guerra Mundial nos dice el profesor Jo Fox (2013)[2] que las mujeres fueron utilizadas como símbolos de víctimas a las que había que defender, amas de casa que esperaban a los héroes y mujeres que se incorporaban al trabajo fuera de casa para apoyar los esfuerzos de la guerra: “Propaganda tended to depict women as guardians of the home, their gentle nature and vulnerability making them both objects of men's affections and victims of the enemy's barbarous acts, and yet also as resilient, active participants in the war effort.[3]” . Los hombres acudían a la guerra para defender el honor y la forma de vida, para proteger, pues, a sus mujeres y niños, y las mujeres guardaban el hogar al tiempo que se incorporaban a los esfuerzos bélicos en el ámbito de la producción. Fox se ocupa especialmente de analizar el rol de las mujeres ilustrándolo con los carteles publicitarios y no tanto con los discursos generados en otros ámbitos no tan circunscritos a la propaganda de guerra. Sin embargo, ya en la la I GM los medios de comunicación de masas formaban parte de un sistema complejo de propaganda que abarcaba los ámbitos de la publicidad, el ocio, la educación y la información[4]. Tradicionalmente la imagen de la mujer en el capitalismo ha venido asociada a imágenes que estereotipaban el papel que en cada momento se necesitaba potenciar para esta parte de la población. Los valores adscritos al género femenino cumplían y cumplen una función clave en la reproducción del conjunto de los valores hegemónicos que sostienen el capitalismo. De ahí que la propaganda de guerra se ensartara en ese sistema general de representaciones de la vida cotidiana.

En la cultura de masas contemporánea los estereotipos básicos que han predominado serían tres. El crítico de cine Romá Gubern hablaba en 1984 de dos de ellos que respondían a las necesidades sectoriales “de los rectores y gestores de la cultura mosaico masmediática”[5], por un lado la “Gran Tentadora del hombre”. Un estereotipo que proviene de la cultura judeo-cristiana de carácter patriarcal y que lleva implícita la culpabilidad de la caída o la pérdida de la felicidad. Asociado a este mito estaría el arquetipo de “la casta Susana” que se situaría en el otro extremo del eje representacional mostrando a la mujer sumisa, vulnerable y dependiente. El otro estereotipo básico de la cultura de masas provendría de la producción europea y sería el de la “mujer pérfida, prepotente y castradora”. Según este autor “Entre estos dos polos, entre la mujer ofrecida y deseada (Susana) y la mujer fálica y antagónica (Wanda), se mueven los sueños y ensueños de las fabulaciones fantásmáticas de la cultura de masas, generada por el universo representacional masculino, y que como puede verse jamás ofrecen relaciones democráticas o simétricas”[6]

Cada una de estas dos coordenadas básicas tendría un conjunto de roles asociados que son explotados por la propaganda de guerra. El papel de la mujer sumisa y vulnerable se despliega en su máxima expresión en las contiendas bélicas pasando a ser la “víctima”. Pero también la mujer pérfida y castradora cumple su papel con la culpabilización de los que renuncian a la guerra o se muestran indecisos.

Junto con ambos estereotipos básicos habría que señalar un tercero que concentraría la imagen de la nueva mujer integrada en la modernidad desempeñando cualquier papel tradicionalmente masculino, en la empresa, en el ámbito político o en el militar. Adquiere así el papel de heroína capaz de desempeñar cualquier rol incluso de forma simultánea, muy alejada de la heroína clásica cuyas actividades se dan en la retaguardia.

La imagen de “víctima” se funde con la de heroína. Cambiar algo para que nada cambie

La incorporación masiva de la mujer al ejército y el desarrollo de las nuevas formas de guerra en las que los medios de comunicación que constituyen dispositivos fundamentales, inauguran, aparentemente, un nuevo rol para la mujer que antes estaba reservado a los hombres el de “héroe”. La irrupción de la mujer en el ámbito de la guerra, no como parte de la sociedad civil que la colocaba en el mismo nivel de víctima que los niños o los ancianos, sino en tanto que mujer-soldado, implica una transformación de su imagen mediática, es decir, se transforma su imagen clásica de víctima.

La mujer irrumpe en un espacio hasta este momento reservado a los hombres, es un espacio público, el espacio de la confrontación. Pero en ese nuevo rol, que aparentemente la equipara al masculino, es sólo apariencia, como sostiene Deepa Kumar (2004)[7] en el análisis de la historia de la liberación de la soldado Jewssica Lynch en la guerra de Iraq, la narrativa que se construyó a raíz de su liberación en un momento en el que las cosas no iban bien para EEUU permitió convertirla en un símbolo de la actitud civilizada de Occidente hacia las mujeres, justificando el argumento de que EEUU estaba liberando a la población de Iraq. Es decir, la historia sirvió de fundamento al objetivo de la propaganda de guerra.

Esta historia, junto con la mentira de las incubadoras, en la primera guerra de Iraq (1991) de la que se construyó la imagen de la mujer testigo (la hija del embajador kuwaití en EEUU) se insertan en la doctrina de la guerra por motivos humanitarios y funde el rol de la mujer víctima con el de la mujer heroína.

Efectivamente, el rol fundamental de la mujer en los relatos bélicos clásicos ha sido el de víctimas de forma que el hombre pudiera tener la oportunidad de desarrollar su papel de héroe salvador. Kumar cita a Susan Jeffords (1991) en su análisis de la narrativa acerca de las víctimas en lo que denomina “escenario de protección”, para esta autora habría tres actores en este escenario “la víctima/a proteger”, el “villano” del que hay que protegerla y el “héroe/protector”. Este esquema se puede visualizar nítidamente en la primera guerra de Iraq, también en la guerra contra Afganistán y en la guerra de ocupación de Iraq del 2003. A él habría que añadir el de la mujer instigadora (Linda Grant De Pauw, 1998) que perteneciendo al grupo del hombre que va a la guerra le sirve de inspiración en la lucha o le castiga o le culpa si no va a la guerra.

En estos mitos clásicos subyace la cosificación de la mujer, una representación que sustituye al ser humano y le hace moldeable en función de los intereses en juego. En el nuevo arquetipo, la mujer se convierte aparentemente en sujeto activo. Pasa al espacio de lo público-político en su expresión más extrema, la guerra.

Para algunos movimientos feministas esta irrupción en el espacio tradicionalmente masculino implicaría un empoderamiento femenino que, junto con su participación efectiva en el campo de batalla, sería un paso hacia su liberación. La realidad, como señala Kumar es que el nuevo rol de las mujeres ocupando puestos de poder en el ejército emerge de la negación de su feminidad (Kumar, 298), y el caso de J. Lynch (víctima/heroína) en tanto construcción mediática y militar al servicio de un objetivo de propaganda, refuerza las nociones patriarcales de feminidad. Además, este tipo de historias son la base de los argumentos pro-guerra emocionales. La elección de la mujer como heroína sirve también para demostrar la superioridad de la civilización occidental, “For over two centurias, colonial and imperialist nations have justified brutal wars through the logia of “liberation”, “protection” or “humanitarianism” (Kumar, 2004; 310).

Sin embargo, en la nueva concepción de la guerra, como señalé anteriormente, conviven ambos imaginarios. No se abandona el papel de víctima que suministra las razones para la guerra pero ahora tendrá nombre y apellidos, por ejemplo el caso de la niña pakistaní Malala Yousafza, o se identifica con un grupo cultural o étnico específico. Frente a la mujer abstracta la mujer árabe o las mujeres de los disidentes en Cuba y Venezuela. Anteriormente las mujeres kosovares víctimas de la limpieza étnica, luego las mujeres afganas y paquistaníes sometidas por los talibanes, las mujeres liderando las llamadas revoluciones árabes, o las madres y esposas cubanas y venezolanas asumiendo la causa de sus maridos.

La mujer en la propaganda de las “nuevas guerras humanitarias”

El formato de las guerras ha cambiado y con él las formas en las que la propaganda utiliza la representación de la mujer. En las llamadas guerras de cuarta generación las corporaciones mediáticas adquieren un papel hegemónico y la “venta” de las acciones de guerra se adapta a los nuevos formatos y los nuevos contextos geográficos. La liberación de la mujer como paradigma de “sujeto-objeto oprimido” junto con el discurso del empoderamiento serán el 'leitmotiv' de las nuevas intervenciones humanitarias. En ambos casos los discursos siguen tributando a la imagen de un Occidente civilizado frente a un mundo colonial bárbaro: liberar a las mujeres y convertirlas en sujetos activos de su propia liberación. En cierta forma las transforma en agentes inconscientes al servicio de intereses ajenos.

Las nuevas intervenciones humanitarias necesitan de un mayor protagonismo del ámbito de intelectuales y artistas que son los replicadores y difusores de las imágenes adecuadas. Para Jean Bricmont, a partir de la guerra de Yugoslavia en 1999 se genera una cohorte de clero secularizado que se pone al servicio de la propaganda de guerra favoreciendo la ingerencia apoyándose en claves morales. Según Bricmont, la propaganda bélica se habría movido en dos direcciones: a) lo que llama el imperialismo humanitario, que se apoya en creer que nuestros “valores universales” (la idea de libertad, democracia) nos obligan a intervenir en cualquier lugar. Sería una especie de deber moral (derecho de injerencia); b) el “relativismo cultural”, que parte de que no hay costumbres buenas o malas. Los valores universales (occidentales) en relación a la “liberación de la mujer” suministrarán las coartadas para las intervenciones en el mundo árabe musulmán. Pero paradójicamente, una vez implantado el gobierno adecuado, será el relativismo cultural el que justifique la vuelta a la Sharia como fuente de derecho en Afganistán y Libia o la promoción de leyes restrictivas para las mujeres en el caso de Túnez con el partido islamista Ennahda en el poder.

También Chomsky en 'El nuevo humanismo militar. Lecciones de Kosovo' analiza que el presidente Clinton justificó los bombardeos de la OTAN a la República Federal de Yugoslavia para detener la limpieza étnica y “devolver la estabilidad a Europa oriental” (Chomsky, 2002) La guerra se vendió para propiciar los valores occidentales de libertad y democracia convirtiéndose, en palabras de Clinton en “una guerra justa y necesaria”. Cyril Capdevielle en su artículo sobre la guerra de la información señala que un documento desclasificado por el Archivo Nacional de Seguridad, daba cuenta de que ya en el 2003 había una estrategia del Pentágono para controlar la información que iba desde la guerra electrónica a la intoxicación masiva de los medios, pasando por la “guerra a Internet” y múltiples operaciones psicológicas. Un nuevo documento desclasificado del 2006 volvía a señalar la importancia de las Operaciones de Información que debían ser complementarias de las fuerzas aéreas, terrestres, navales y de las fuerzas especiales[8].

No cabe duda de que en estas particulares formas de control de la información la representación de la mujer que hicieron los medios en estos conflictos fue una de las claves de la intoxicación informativa, lo cual no quiere decir que no se apoye en elementos de verdad que son la base para la instrumentalización de los estereotipos de género (lo veremos más adelante).

Especialmente en el caso de la guerra contra Afganistán la campaña previa a la intervención fue muy prolífica en imágenes que sintetizaban magistralmente el relato de la necesidad de la intervención humanitaria. Mujeres cubiertas con el burka completo, sentadas y en actitud pasiva, rodeadas por uniformes y hombres armados a los que tampoco se les ve la cara, mujeres cubiertas retratadas por la espalda llevando de la mano a niños, ojos de mujeres enjaulados en la ventana de su burka… todas ellas inundaron los medios, las redes sociales, Internet, artículos académicos convirtiéndose en un grito desesperado hacia las poblaciones occidentales para justificar la intervención. Por un lado se reafirmaban los valores universales respecto de las mujeres, aparentemente asumidos y defendidos por Occidente frente al mundo musulmán, por otro se suministraban los principales argumentos para apoyar el esfuerzo de guerra.

En el artículo de Julien Levesque publicado en Global Reserch “From Afghanistan to Syria: Women's Rights, War Propaganda and the CIA”[9], esta autora nos señala que el caso de las mujeres afganas ha sido utilizado por Estados unidos y sus aliados para legitimar la intervenición con el objetivo real de defender sus propios intereses. En octubre del 2001 “Western heads of state, UN officials and military spokespersons will invariably praise the humanitarian dimension of the October 2001 US-NATO led invasion of Afghanistan, which allegedly was to fight religious fundamentalists, help little girls go to school, liberate women subjected to the yoke of the Taliban”[10].

Como sabemos fue Estados Unidos quien en 1996 instauró el régimen Talibán e Afganistán lo que dio lugar al en 1996 a una supresión de los derechos de las mujeres. Como afirma Levesque los Estados Unidos destruyeron la educación secular en Afganistán.[11] Es más gastaron ingentes cantidades de dinero para favorecer la educación religiosa en las escuelas: “Los libros de texto publicados en las principales lenguas afganas Dari y pashtún, se desarrollaron en la década de 1980 bajo una subvención de ayuda a la Universidad de Nebraska-Omaha y su centro de estudios de Afganistán. La Agencia (AID) gastó $ 51 millones en programas de Educación de la Universidad en Afganistán desde 1984 a 1994.” (Washington Post, 23 de marzo de 2002)

Es interesante cómo esta misma autora recoge imágenes de la vida cotidiana de las mujeres afganas antes del ascenso de los talibanes. En ellas, como vemos, la representación de las mujeres encajaba perfectamente en los estándares occidentales y en la política soviética respecto a la educación y la igualdad entre mujeres y hombres. Vemos en ellas a mujeres universitarias compartiendo reuniones y grupos de estudio, paseando por Kabul luciendo minifaldas. Pero estas imágenes fueron borradas de todos los relatos sobre Afganistán, incluso de aquellos más críticos que traban de contextualizar con más detalle la situación del país. Para que funcionara la propaganda bélica ninguna imagen disonante podía salir a la luz.

En 1979, señala Levesque que hay una directiva del presidente Carter de ayuda encubierta a los opositores al régimen con la finalidad de socavar la influencia soviética. Es decir, la guerra encubierta utilizando la ayuda económica para incidir en las mentalidades. La operación encubierta tuvo bastante éxito como sabemos. El propio asesor estadounidense Zbigniew Brzezinski en una entrevista en 1998 señala que la causa de la destrucción de Afganistán como nación está precisamente en esta directiva presidencial[12]. También Carol Stabile y Deepa Kumar[13] analizando la atención de los medios de comunicación estadounidenses y los discursos presidenciales del momento en relación a las mujeres y los niños en Afganistan responde a un tratamiento cínico e interesado cuyo objetivo fue el servir de pilar ideológico mediante el cual las élites vendieron a la población la guerra. Además señalan, se dio visibilidad a las mujeres precisamente en una sociedad tan sexista como la estadounidense apoyándose en las dos narrativas tradicionales que dieron fuerza retórica al discurso imperial: el escenario de protección y el Orientalismo.


Marcha de las 'damas de blanco' en Cuba

En estos momentos la historia parece repetirse para el caso de Siria donde podemos encontrar, no sólo la misma estrategia de alimentar el conflicto interno apoyando a los grupos yijadistas (Chossudovsky[14]) sino que surgen gran cantidad de páginas web, ongs que difunden a través de las redes sociales e Internet las “peticiones de las mujeres sirias” respecto a una “transición y reconciliación”[15] Por supuesto la USAID participa promoviendo los encuentros de las mujeres sirias a las que recomienda se unan en su trabajo, en una agenda común que las haga más poderosas. [16] En enero del 2013 en lo que ellos llaman el aniversario de la “revolución siria” se organizó un encuentro del que surge la articulación y creación de una estructura en red de grupos de mujeres a las que se alienta a tener un papel relevante en la “transición siria” No sólo EEUU a través de USAID sino sus socios europeos, concretamente en este caso el Olof Palme International Center Se crea la Red de mujeres por la democracia con patrocinio de U.S. Department of State's Office of Global Women's Issues. Y se presentan en Qatar como “We, a diverse group of Syrian women, gathered to discuss the role of women in Syria's transition to a peaceful democracy bound by the rule of law…will seek to establish an independent and inclusive women's network.” En este caso, el giro discursivo supondrá una redefinición del rol de la mujer con una función clara de desplazar la imagen negativa y deslegitimada de los grupos disidentes en el exilio.

Sin embargo esta representación de la mujer en los conflictos como figura de consenso que despierta más simpatías y funciona mejor de cara a conformar una opinión pública favorable a los cambios de gobierno, lleva años operando para el caso de Cuba y más recientemente también para la desestabilización en Venezuela.

En los conflictos denominados eufemísticamente guerras de baja intensidad, los medios al servicio de la propaganda de guerra ensartan sus representaciones de la mujer en las representaciones tradicionales de estos países. Así tenemos que en el caso de Cuba y por contraste con el caso de Oriente se da un juego con el imaginario de la mujer caribeña en un doble sentido: liberación respecto de la prostitución y empoderamiento como sociedad civil capaz de rebelarse. El caso de la blogera Yoani o el de las Damas de Blanco son construcciones estereotipadas al servicio del discurso del “protagonismo de la sociedad civil” liderada por las mujeres.

La explotación mediática de estos estereotipos se adapta al contexto del conocimiento europeo y estadounidense y a los objetivos de la intervención. Así la condición de la mujer en estos países es irrelevante, se suprimen del discurso todos aquellos datos que pudieran entrar en contradicción con la imagen de una mujer que sufre con mayor rigor la represión o la falta de libertades. También esta representación queda desgajada del resto de las condiciones que vive la población cubana. Especialmente en Cuba cualquier representación que reflejara mínimamente la condición social de la mujer quitaría relevancia a la función propagandística negativa que ha de cumplir la imagen de la mujer que se construye como arma de propaganda contra el gobierno: “..la fuerza de un estereotipo, su acogimiento y uso como concepto comunicativo, se mide en relación directa al grado en que éste es percibido por sus oyentes como representación válida de la realidad” (Robyn Quin).

Los intentos recientes de derrocar al gobierno legítimo de Venezuela han puesto en marcha una campaña de propaganda similar a la de Cuba. Según 'Cubainformación' “Pareciera que la CIA intenta en Venezuela clonar a una de sus criaturas creadas para Cuba: las llamadas Damas de Blanco. Lilian Tintori, esposa del líder derechista venezolano detenido, Leopoldo López, sería el exponente principal de esta operación […] Hace unos días, hacía un llamada en los medios “a la unidad de las mujeres venezolanas que marchan por las calles” que “no quieren más violencia, sangre, ni muertos”. Curioso. Nos habla de paz en Venezuela quien dice llevar el mensaje de su esposo, Leopoldo López”[17]

De modo similar, la imagen violenta de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro intenta ser contrarrestada por la imagen amable de su joven esposa que se manifiesta pacíficamente pidiendo “un cambio de gobierno”. En este caso, la condición social de las mujeres venezolanas que se presentan liderando el movimiento también desaparece de la escena. Deducir que se trata de mujeres de extracción social alta que han visto afectados sus intereses de clase por las políticas sociales del gobierno venezolano entraría en contradicción con la propaganda elaborada, de modo que la imagen construida a través de las fotografías y los discursos pierde todo rasgo contextual.

Mujeres vestidas de blanco sin ningún rasgo en el vestir que delate su condición social. Fotografiadas con flores y palomas tratando de forzar mediante la simbología más simple la construcción de una imagen de paz y diálogo. La función principal de estas representaciones será sustituir el estereotipo clásico de la disidencia interna. El estereotipo anterior prioritariamente masculino jugaba igualmente con la simplificación pero en el campo de los contenidos políticos y generaba dudas y cuestionamientos relacionados con la confrontación de ideologías. La construcción de la imagen de la disidencia cubana ha tenido serias dificultades por la evidencia objetiva de ser una realidad muy marginal. Sin embargo, las construcciones recientes utilizando la imagen de la mujer parecen estar dando mejores resultados ante la opinión pública europea y estadounidense. Si los estereotipos son tan eficaces como propaganda de guerra es porque una de sus principales funciones es la de fundamentar o legitimar nuestras opiniones sobre “los buenos y los malos”; organizar las informaciones que se vayan produciendo (que se ensamblarán en estos marcos de referencia) a modo de sistema cognitivo selectivo y reforzar nuestros prejuicios que se convierten en “el sentido común evaluativo” de un gobierno. Siguiendo a Robyn Quin, “un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple. Es un proceso reduccionista que suele causar, a menudo, distorsión porque depende de su selección, categorización y generalización, haciendo énfasis en algunos atributos en detrimento de otros”.

Esta definición nos permite entender la utilidad del hábil manejo de la representación de la mujer en los conflictos y su necesaria estereotipación. El estereotipo cumple la función ideológica de demonizar al gobierno al que se ha declarado enemigo y tiene una relación muy estrecha, en los casos que analizamos, con la difusión e implantación de la ideología liberal.

Las imágenes que se difunden a través de los medios, ya sea la de una bloguera o la de una Dama de Blanco manifestándose, estarán llenas de connotaciones negativas hacia Cuba derivadas de la ideología liberal respecto a la libertad de expresión, por ejemplo. Así mismo la ideología anticomunista permitirá explicar la represión de las “manifestaciones pacíficas” sobre la base del imaginario preconstruido del comunismo como régimen totalitario y sin libertades.

El caso específico de las Damas de Blanco: una imagen con mucha munición

El caso de las damas de blanco emerge como una construcción propagandística con dos ejes articuladores: el pacifismo (para contrarrestar la imagen negativa de las campañas estadounidenses contra Cuba y Venezuela) y los valores humanitarios. En el caso concreto de Cuba hay dos representaciones de la mujer que funcionan como propaganda de guerra: la bloguera Yoani (joven y tecnológica) que se convierte en el caso típico (Zizek) generalizable de la situación de los jóvenes cubanos y las damas de blanco (madres y esposas) que se dirige a cambiar el imaginario sobre la “disidencia cubana”. La función instrumental de estas representaciones puede analizarse en función de los efectos de penalización del gobierno cubano y del venezolano en tanto que países comunistas, es decir, una reconstrucción del estereotipo del comunismo como dictadura. La imagen de la mujer que toma el testigo de sus esposos o hijos frente a la represión de las dictaduras ya contaba con antecedentes en el contexto latinoamericano: Las Madres de la Plaza de Mayo. De modo que conformar una imagen con alto poder connotativo específico en relación a los gobiernos latinamericanos no ha sido demasiado complicado.

Al mismo tiempo, la inversión causa-efecto propia de los estereotipos se cumple en ambos casos. Las actuaciones de los gobiernos cuando se producen manifestaciones de estas mujeres les coloca en la tesitura de o bien renunciar a sus funciones de garantizar el orden social o de ser estigmatizados como “gobiernos totalitarios”. En el primer caso, las mujeres que se manifiestan son “duramente reprimidas” por la policía cubana aunque las imágenes no reflejen dicha brutalidad, el texto que acompaña a estas imágenes así lo califica. La inversión se produce porque la causa de las detenciones no es la realización de ningún acto ilegal –en muchas ocasiones promovido por una potencia extranjera- sino que es la propia naturaleza del gobierno cubano o venezolano (represivos) lo que explica las detenciones. Por contraste, las imágenes inmaculadas de las mujeres contribuyen a la demonización de los gobiernos cubano y venezolano. Los continuos intentos, especialmente en Venezuela, para crear foros de diálogo con la oposición y favorecer la utilización de los cauces institucionales, son constantemente negados por las imágenes de los medios. Al mismo tiempo, frente a la imagen esterotipada, ya habitual, de las manifestaciones con gran carga de violencia de las poblaciones latinoamericanas –por ejemplo las más recientes en Chile o en Brasil-, los medios lanzan un doble mensaje asociado a la condición de madres y esposas de las mujeres: la paz y el diálogo.

Otro de los aspectos que refuerza la eficacia de la imagen de la mujer como nueva representación de la “oposición” es la posibilidad de conseguir un reconocimiento internacional. La concesión de los premios Sajarov a las Damas de Blanco cubanas, o los premios de periodismo a Yoani proyectan una imagen “homologada” de la protesta social en Cuba. Protestas “pacíficas” -y colateralmente su vínculo con lo “religioso”- son dos imaginarios de consumo interno de las poblaciones europeas y estadounidenses que además, enlazan subliminalmente con las campañas institucionales contra la violencia de género.[18]

Al igual que ocurre para los casos de las llamadas primaveras árabes, la oposición encabezada por mujeres permite más fácilmente apelar al sentimiento de la ayuda, es decir, la intervención. Son las propias mujeres como representantes de la oposición quienes piden la intervención extranjera[19]. Sobre una imagen de la nueva líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, una mujer negra que aparece vestida de blanco inmaculado y con una flor en la mano, aparece el titular “Berta Soler pide “mano dura” con el gobierno de Cuba”. De la misma forma que en los casos de Siria por ejemplo, los refugiados son los que pedían la intervención de la OTAN. Mientras que la imagen tradicional de la “oposición” no podía permitirse el llamamiento a la intervención extranjera, quedaba constreñida a su papel de denuncia, el imaginario, tan potente, de la mujer como símbolo de paz permite este tipo de llamados.

A modo de cierre

Estudiar las nuevas representaciones de la mujer en la propaganda de las guerras encubiertas nos ayuda a entender cómo funciona el nexo entre la imagen y la ideología. Si como dice V. Dijk las “ideologías se relacionan con los sistemas de ideas y especialmente con las ideas sociales, políticas o religiosas que comparte un grupo o movimiento” y “no sólo dan sentido al mundo (desde el punto de vista del grupo), sino que también fundamentan las prácticas sociales de sus miembros” el manejo y control de la “imagen de la mujer” en relación a los conflictos bélicos constituye una pieza clave de transmisión ideológica y de motivador del posicionamiento en relación a determinado conflicto. Consideradas las ideologías como “sistemas básicos” de creencias, habría un conjunto de creencias más específicas que se organizarían a su alrededor, es decir, los prejuicios y actitudes negativas hacia Cuba y Venezuela que se ensamblarían en el conjunto de creencias compartidas por las poblaciones estadounidenses y europeas. De ahí que el cambio de roles de la mujer en estos contextos haya provocado también una reconfiguración de la utilización de las imágenes de las mujeres en los conflictos. Una pregunta que no deberíamos dejar de hacernos respecto a la función que cumplen estas representaciones es a quién benefician y a quién perjudican y en qué grado. Las representaciones estereotipadas pueden utilizarse para estigmatizar y convertir en una amenaza al grupo que es representado, pero en el caso de la imagen de la mujer como propaganda de guerra el grupo que queda estigmatizado y al que se quiere “demonizar” suele ser un gobierno, un sistema como en el caso del comunismo en la guerra fría, o determinadas políticas.

Bibliografía

Aparici, R. Diez, A. y Tucho F. (2007) Manipulación y medios en la sociedad de la información, Ediciones de la Torre, Madrid.

Bricmont, J. (2005) Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra, El Viejo Topo, Barcelona.

Chomsky, N. (2002) El nuevo humanismo militar. Lecciones de Kosovo, Siglo XXI, México Kreibohm de Shiavone, P.

La doctrina de la Guerra de Baja Intensidad: del intervencionismo norteamericano a la formulación de una nueva categoría de conflicto, Redri, Revista electrónica, ICEI, Tucumán.

Lévesque, J. (2014) From Afganistán to Syria: Women's Rights, War Propaganda and the CIA, Global Research.

Mamaqi, K. (2013), Propaganda de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial y la Guerra Fría [en línea] URL http://www.plantillaskunena.es/blog/diseno-grafico/propaganda-usa-i-ii-guerra-mundial-y-fria (Consulta, 8-04-2014)

Quin, R. (1996) “Enfoques sobre el estudio de los medios de comunicación: la enseñanza de los temas de representación de estereotipos”, en Roberto Aparici, Representación y estereotipos, Ediciones de la Torre, Madrid.

Saunders, S. Frances (2013) La CIA y la guerra fría cultural, Debate, Barcelona

Scahill, J. (2013) Guerras sucias. El mundo es un campo de batalla, Paidós, Barcelona

Stabile, Carol A. (2005) Unveiling imperialism: media, gender and the war on Afganistán, Media, Cultura & Society, Vol 27(5)

Van Dijk, Teun A. (2011), Ideología y discurso, Ariel Lingüística, Barcelona

Notas

[1] Con el adjetivo de mediático no pretendemos más que una distinción analítica respecto del término genérico Capital. En realidad no hay un capital industrial, un capital financiero, o un capital mediático, se trata de distintas formas en las que se concreta el proceso de acumulación, y todas ellas son formas entreveradas pues no hay corporaciones que se dediquen única y exclusivamente al área de los medios y la mayoría de las empresas, sobre todo las grandes, invierten importantes sumas de dinero en estas áreas.

[2] Jo Fox, Women in World War One Propaganda,http://www.bl.uk/world-war-one/articles/women-in-world-war-one-propaganda

[3] “La propaganda tendía a representar a las mujeres como guardianas del hogar, su naturaleza amable y su vulnerabilidad las hacía doblemente objetos de los afectos de los hombres, por un lado como víctimas de los actos bárbaros del enemigo y también en la medida en que se quedaban en el hogar, participantes activos de los esfuerzos de guerra.”

[4] También se suele señalar el papel de la prensa norteamericana durante la guerra hispano-americana especialmente con el caso del magnate Randolph Hearst, propietario del New York Journal comenzaba a dar indicios de constituir un sistema más integrado con la política internacional.

[5] R. Gubert, Estereotipos femeninos en la cultura de la imagen contemporánea; Análisis, nº 9, 1984, 33-40

[6] op.cit, p. 35

[7] Deepa Kumar, War propaganda and the (ab)uses of women. Media constructions of the Jessica Lynch story; Feminist Media Studies, Vol. u, No. 3, 2004)

[8] Cyrille Capdeville, La Guerra de la información, «The importance of dominating the information spectrum explains the objective of transforming IO into a core military competency on a par with air, ground, maritime and special operations»).

[9]http://www.globalresearch.ca/from-afghanistan-to-syria-womens-rights-war-propaganda-and-the-cia/5329665

[10] "Los jefes de Estado occidentales, funcionarios de Naciones Unidas y portavoces militares han alabado la dimensión humanitaria de la invasión de Afganistán. Supuestamente se debía luchar contra los fundamentalistas religiosos, ayudar a las niñas a ir a la escuela y liberar a las mujeres sometidas al yugo de los talibanes”

[11] The number of CIA sponsored religious schools (madrassas) increased from 2,500 in 1980 to over 39,000 [in 2001].

[12]http://www.globalresearch.ca/articles/BRZ110A.html

[13] Profesoras de la Universidad de Wisconsin y Rutgers en Unveiling imperialism: media, gender and the war on Afghanistan, Media, Culture & Society © 2005 SAGE Publications (London, Thousand Oaks and New Delhi), Vol. 27(5): 765–782

[14] Michel Chossudovsky, Syria: Women's Rights and Islamist Education in a “Liberated” Area of Aleppo, Global Research, March 27, 2013.)http://www.globalresearch.ca/syria-womens-rights-and-islamist-education-in-a-liberated-area-of-aleppo/5328510

[15]http://www.wdn.org/news-events-press-center/events/women-demand-role-syria%25E2%2580%2599s-transition-and-reconciliation

[16] In her remarks, Carla Koppell, senior coordinator for Gender Equality and Women's Empowerment at the United States Agency for International Development, advised, “If the most diverse group of women can find a common agenda, it will have enormous strength.”

[17] Cubainformación, “La CIA intenta clonar las Damas de Blanco en Venezuela”,http://www.cubainformacion.tv/index.php/objetivo-falsimedia/55287-ila-cia-intenta-clonar-a-las-damas-de-blanco-en-venezuela

[18] El País, Cuba detiene a 70 Damas de Blanco en vísperas de la visita del papa, 18/03/2012http://internacional.elpais.com/internacional/2012/03/18/actualidad/1332105094_812293.html

[19] El País, Berta Soler pide “mano dura” con el gobierno de Cuba; 1/o5/2013http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/01/actualidad/1367361654_823778.html

Este texto fue presentado por la Dra. Ángeles Diez en la inauguración del XI Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación, en La Habana, el 28 de mayo de 2014. El encuentro, que sesionará hasta el próximo viernes, es organizado por la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACCS).
Cubadebate